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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Nueva Versión Internacional (NVI)
Version
Habacuc 1-3

Esta es la profecía que el profeta Habacuc recibió en visión.

La primera queja de Habacuc

¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda
    sin que tú me escuches?
¿Hasta cuándo he de clamar «¡violencia!»,
    sin que tú nos salves?
¿Por qué me haces presenciar tanta iniquidad?
    ¿Por qué toleras la maldad?
Veo ante mis ojos destrucción y violencia;
    surgen riñas y abundan las contiendas.
Por lo tanto, se debilita la Ley
    y no prevalece la justicia.
El malvado acosa al justo
    y se pervierte la justicia.

La respuesta del Señor

«¡Miren a las naciones!
    ¡Contémplenlas y quédense asombrados!
Estoy por hacer en estos días una obra,
    que si se la contara, no la creerían.
Estoy incitando a los babilonios,[a]
    ese pueblo despiadado e impetuoso,
que recorre toda la tierra
    para apoderarse de territorios ajenos.
Son un pueblo temible y espantoso,
    que impone su propia justicia
    y promueve su propia honra.
Sus caballos son más veloces que leopardos,
    más feroces que lobos nocturnos.
Su caballería se lanza a todo galope;
    sus jinetes vienen de muy lejos.
    Vuelan como águilas que se lanzan dispuestas a devorar.
Todos vienen para hacer violencia;
    avanzan sus hordas[b] como el viento del desierto,
    hacen prisioneros como quien recoge arena.
10 Ridiculizan a los reyes,
    se burlan de los gobernantes;
se ríen de toda ciudad amurallada,
    pues construyen rampas y la toman.
11 Son un viento que a su paso arrasa todo;
    su pecado es hacer de su fuerza un dios».

La segunda queja de Habacuc

12 ¿No eres tú, Señor, desde la eternidad?
    ¡Tú, mi Dios, mi santo, no morirás![c]
Tú, Señor, los has puesto para hacer justicia;
    tú, mi Roca, los has puesto para ejecutar tu castigo.
13 Son tan puros tus ojos que no puedes ver el mal;
    no te es posible contemplar la opresión.
¿Por qué entonces toleras a los traidores?
    ¿Por qué guardas silencio
    mientras los malvados se tragan a los más justos que ellos?
14 Has hecho a los hombres como peces del mar,
    como reptiles que no tienen jefe.
15 El malvado los saca a todos con anzuelo,
    los arrastra con sus redes,
los recoge entre sus mallas,
    y así se alegra y regocija.
16 Por lo tanto, ofrece sacrificios a sus redes
    y quema incienso a sus mallas,
pues gracias a sus redes su porción es sabrosa
    y su comida es suculenta.
17 ¿Continuará vaciando sus redes
    y matando sin piedad a las naciones?

Me mantendré en mi guardia,
    me ubicaré sobre la muralla;
estaré pendiente de lo que me diga,
    de su respuesta a mi queja.

La respuesta del Señor

Y el Señor me respondió:

«Escribe la visión
    y grábala claramente en las tablillas,
    para que se lea de corrido.[d]
Pues la visión se realizará en el tiempo señalado;
    marcha hacia su cumplimiento
    y no dejará de cumplirse.
Aunque parezca tardar, espérala;
    porque sin falta vendrá.

»El insolente no tiene el alma recta,
    pero el justo vivirá por su fe.
Además, el vino es traicionero;
    por eso el soberbio no permanecerá.
Pues ensancha su garganta como el sepulcro,[e]
    y es insaciable como la muerte.
Reúne en torno suyo a todas las naciones
    y toma cautivos a todos los pueblos.
Y estos lo harán objeto de burla
    en sus sátiras y adivinanzas.
¡Ay del que se hace rico con lo ajeno
    y acumula prendas empeñadas!
    ¿Hasta cuándo seguirá con esta práctica?
¿No se levantarán de repente tus acreedores?
    ¿No se despertarán para hacerte temblar?
    Entonces te convertirás en su víctima.
Son tantas las naciones que has saqueado
    que los pueblos que se salven te saquearán a ti;
porque es mucha la sangre que has derramado
    y mucha tu violencia contra estas tierras,
    contra esta ciudad y sus habitantes.

»¡Ay del que llena su casa de ganancias injustas
    en un intento por salvar su nido
    y escapar de las garras del infortunio!
10 Son tus maquinaciones la vergüenza de tu casa:
    exterminaste a muchas naciones,
    pero causaste tu propia desgracia.
11 Por eso hasta las piedras del muro claman
    y resuenan las vigas del enmaderado.

12 »¡Ay del que construye una ciudad con sangre
    y establece un poblado con maldad!
13 ¿Acaso no ha determinado el Señor de los Ejércitos
    que el trabajo de los pueblos sea solo leña para el fuego
    y las naciones se fatiguen por nada?
14 Porque se llenará la tierra con el conocimiento de la gloria del Señor
    así como las aguas cubren los mares.

15 »¡Ay de ti, que emborrachas a tu prójimo,
    que derramas tu veneno hasta embriagarlo[f]
    para contemplar su cuerpo desnudo!
16 Con esto te has cubierto de deshonra y no de gloria.
    ¡Pues bebe tú también y muestra tu desnudez!
¡Que se vuelque sobre ti la copa de la diestra del Señor
    y una desgracia superará tu gloria!
17 ¡Que te alcance la violencia que cometiste contra el Líbano!
    ¡Que te abata la destrucción que hiciste de los animales!
¡Porque es mucha la sangre que has derramado
    y mucha tu violencia contra la tierra,
    contra ciudades y todos sus habitantes!

18 »¿De qué sirve una imagen,
    si quien la esculpe es un artesano?
¿De qué sirve una imagen fundida,
    si tan solo enseña mentiras?
El artesano que hace ídolos que no pueden hablar
    solo está confiando en su propio artificio.
19 ¡Ay del que dice al madero: “Despierta”,
    y a la piedra muda: “Levántate”!
Aunque están recubiertos de oro y plata,
    nada pueden enseñarle,
    pues carecen de aliento de vida.

20 »En cambio, el Señor está en su santo templo.
    ¡Guarde toda la tierra silencio en su presencia!».

La oración de Habacuc

Oración del profeta Habacuc. Según sigionot.[g]

Señor, he sabido de tu fama;
    tiemblo delante de tus obras, Señor.
Repítelas en nuestros días,
    dalas a conocer en nuestro tiempo;
    en tu ira, ten presente tu misericordia.

Dios viene desde Temán;
    el Santo, desde el monte de Parán. Selah
Su gloria cubre el cielo
    y su alabanza llena la tierra.
Su resplandor es como el sol;
    rayos brotan de sus manos;
    su poder se esconde en sus manos.
Una plaga mortal lo precede
    y una epidemia sigue sus pasos.
Se detiene y la tierra se estremece;
    lanza una mirada y las naciones tiemblan.
Se desmoronan las antiguas montañas
    y se desploman las viejas colinas,
    pero sus caminos son eternos.
He visto afligidos los campamentos de Cusán,
    y angustiadas las moradas de Madián.

¿Te enojaste, oh Señor, con los ríos?
    ¿Estuviste airado contra las corrientes?
¿Tan enfurecido estabas contra el mar
    que cabalgaste en tus caballos
    y montaste en tus carros victoriosos?
Descubriste tu arco,
    llenaste de flechas tu aljaba.[h] Selah
Tus ríos dividen la tierra;
10     las montañas te ven y se retuercen.
Pasan los torrentes de agua;
    el abismo ruge y levanta sus olas en lo alto.

11 El sol y la luna se detienen en el cielo
    por el fulgor de tus veloces flechas,
    por el deslumbrante brillo de tu lanza.
12 Indignado, marchas sobre la tierra;
    en tu ira aplastas las naciones.
13 Saliste a liberar a tu pueblo,
    saliste a salvar a tu ungido.
Aplastaste al rey de la perversa dinastía,
    ¡lo desnudaste de pies a cabeza! Selah
14 Con su propia lanza atravesaste la cabeza de sus guerreros
    que enfurecidos querían dispersarnos,
que con placer arrogante se lanzaron
    como quien devora en secreto a un pobre.[i]
15 Pisoteaste el mar con tus corceles
    que agitaban las inmensas aguas.

16 Al oírlo, se estremecieron mis entrañas;
    a su voz, me temblaron los labios;
la debilidad entró en los huesos
    y se me aflojaron las piernas.
Pero yo espero con paciencia el día en que la calamidad
    vendrá sobre la nación que nos invade.
17 Aunque la higuera no florezca
    ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo
    y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el redil no haya ovejas
    ni vaca alguna en los establos;
18 aun así, yo me regocijaré en el Señor.
    ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación!

19 El Señor y Dios es mi fuerza;
    da a mis pies la ligereza de una gacela
    y me hace caminar por las alturas.

Al director musical. Sobre instrumentos de cuerda.

Apocalipsis 9

El quinto ángel tocó su trompeta y vi que había caído del cielo a la tierra una estrella, a la cual se le entregó la llave del pozo del abismo. Lo abrió y del pozo subió una humareda, como la de un horno gigantesco que oscureció el sol y el aire. De la humareda descendieron langostas sobre la tierra y se les dio poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. Se les ordenó que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna planta ni ningún árbol, sino solo a las personas que no llevaran en la frente el sello de Dios. No se les dio permiso para matarlas, sino solo para atormentarlas durante cinco meses. Su tormento es como el producido por la picadura de un escorpión. En aquellos días la gente buscará la muerte, pero no la encontrará; desearán morir, pero la muerte huirá de ellos.

El aspecto de las langostas era como de caballos equipados para la guerra. Llevaban en la cabeza algo que parecía una corona de oro y su cara se asemejaba a un rostro humano. Su crin parecía cabello de mujer y sus dientes eran como de león. Llevaban coraza como de hierro y el ruido de sus alas se escuchaba como el estruendo de carros de muchos caballos que se lanzan a la batalla. 10 Tenían cola y aguijón como de escorpión. En la cola tenían poder para herir a la gente durante cinco meses. 11 El rey que los dirigía era el ángel del abismo, que en hebreo se llama Abadón y en griego Apolión.[a]

12 El primer ¡ay! ya pasó, pero vienen todavía otros dos.

13 El sexto ángel tocó su trompeta y oí una voz que salía de entre los cuernos del altar de oro que está delante de Dios. 14 A este ángel que tenía la trompeta, la voz le dijo: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados a la orilla del gran río Éufrates». 15 Así que los cuatro ángeles que habían sido preparados precisamente para esa hora y ese día, mes y año, quedaron sueltos para matar a la tercera parte de la humanidad. 16 Oí que el número de las tropas de caballería llegaba a doscientos millones.

17 Así vi en la visión a los caballos y a sus jinetes: tenían coraza de color rojo encendido, púrpura y amarillo como azufre. La cabeza de los caballos era como de león y por la boca echaban fuego, humo y azufre. 18 La tercera parte de la humanidad murió a causa de las tres plagas de fuego, humo y azufre que salían de la boca de los caballos. 19 Es que el poder de los caballos radicaba en su boca y en su cola; pues sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas con las que hacían daño.

20 El resto de la humanidad, los que no murieron a causa de estas plagas, tampoco se arrepintieron de sus malas acciones ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver ni oír ni caminar. 21 Tampoco se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus artes mágicas, inmoralidad sexual y robos.

Salmos 137

137 Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
    y llorábamos al acordarnos de Sión.
En los álamos que allí había
    colgábamos nuestras arpas.
Allí, los que nos tenían cautivos nos pedían que entonáramos canciones;
    nuestros opresores nos pedían estar alegres;
    nos decían: «¡Cántennos un cántico de Sión!».

¿Cómo cantar las canciones del Señor
    en una tierra extraña?
Si me olvido de ti, Jerusalén,
    ¡que mi mano derecha pierda su destreza!
Si de ti no me acordara
    ni te pusiera por encima de mi propia alegría,
    ¡que la lengua se me pegue al paladar!

Señor, acuérdate de los edomitas
    el día en que cayó Jerusalén.
«¡Arrásenla!» —gritaban—
    «¡Arrásenla hasta sus cimientos!».
Hija de Babilonia, que has de ser destruida,
    ¡dichoso el que te haga pagar
    por todo lo que nos has hecho!
¡Dichoso el que agarre a tus pequeños
    y los estrelle contra las rocas!

Proverbios 30:10

10 »No ofendas al esclavo delante de su amo,
    pues podría maldecirte y sufrirías las consecuencias.

Nueva Versión Internacional (NVI)

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