Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Dios Habla Hoy (DHH)
Version
2 Reyes 4:38-15:26

El milagro de la comida

38 Después de esto, Eliseo regresó a Guilgal. Por aquel tiempo hubo mucha hambre en aquella región, y una vez en que los profetas estaban sentados alrededor de Eliseo, dijo éste a su criado: «Pon la olla grande en el fuego, y haz un guisado para los profetas.»

39 Uno de ellos salió al campo a recoger algunas hierbas, y encontró un arbusto silvestre del cual tomó unos frutos, como calabazas silvestres, con los que llenó su capa. Cuando volvió, los rebanó y los echó dentro del guisado, sin saber lo que eran. 40 Después se sirvió de comer a los profetas, y al empezar a comer el guisado, ellos gritaron:

—¡Profeta, este guisado está envenenado!

Y ya no lo comieron. 41 Pero Eliseo ordenó:

—Tráiganme un poco de harina.

Y echando la harina dentro de la olla, ordenó:

—¡Ahora sírvanle de comer a la gente!

Y la gente comió, y ya no había nada malo en la olla.

42 Después llegó un hombre de Baal-salisá llevando a Eliseo veinte panes de cebada recién horneados, y trigo fresco en su morral. Eliseo ordenó entonces a su criado:

—Dáselo a la gente para que coma.

43 Pero el criado respondió:

—¿Cómo voy a dar esto a cien personas? Y Eliseo contestó:

—Dáselo a la gente para que coma, porque el Señor ha dicho que comerán y habrá de sobra.

44 Así pues, el criado les sirvió, y ellos comieron y hubo de sobra, como el Señor lo había dicho.

Naamán es sanado de su lepra

Había un hombre llamado Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, muy estimado y favorecido por su rey, porque el Señor había dado la victoria a Siria por medio de él. Pero este hombre estaba enfermo de lepra.

En una de las correrías de los sirios contra los israelitas, una muchachita fue hecha cautiva, y se quedó al servicio de la mujer de Naamán. Esta muchachita dijo a su ama:

—Si mi amo fuera a ver al profeta que está en Samaria, quedaría curado de su lepra.

Naamán fue y le contó a su rey lo que había dicho aquella muchacha. Y el rey de Siria le respondió:

—Está bien, ve, que yo mandaré una carta al rey de Israel.

Entonces Naamán se fue. Tomó treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa, y le llevó al rey de Israel la carta, que decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás que envío a Naamán, uno de mis oficiales, para que lo sanes de su lepra.»

Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó la ropa en señal de aflicción y dijo:

—¿Acaso soy Dios, que da la vida y la quita, para que éste me mande un hombre a que lo cure de su lepra? ¡Fíjense bien y verán que está buscando un pretexto contra mí!

Al enterarse el profeta Eliseo de que el rey se había rasgado la ropa por aquella carta, le mandó a decir: «¿Por qué te has rasgado la ropa? Que venga ese hombre a verme, y sabrá que hay un profeta en Israel.»

Naamán fue, con su carro y sus caballos, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. 10 Pero Eliseo envió un mensajero a que le dijera: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán, y tu cuerpo quedará limpio de la lepra.»

11 Naamán se enfureció, y se fue diciendo:

—Yo pensé que iba a salir a recibirme, y que de pie iba a invocar al Señor su Dios, y que luego iba a mover su mano sobre la parte enferma, y que así me quitaría la lepra. 12 ¿No son los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, mejores que todos los ríos de Israel? ¿No podría yo haber ido a lavarme en ellos y quedar limpio?

Y muy enojado se fue de allí. 13 Pero sus criados se acercaron a él y le dijeron:

—Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo difícil, ¿no lo habría hecho usted? Pues con mayor razón si sólo le ha dicho que se lave usted y quedará limpio.

14 Naamán fue y se sumergió siete veces en el Jordán, según se lo había ordenado el profeta, y su carne se volvió como la de un jovencito, y quedó limpio. 15 Entonces él y todos sus acompañantes fueron a ver a Eliseo. Al llegar ante él, Naamán le dijo:

—¡Ahora estoy convencido de que en toda la tierra no hay Dios, sino sólo en Israel! Por lo tanto, te ruego que aceptes un regalo de este servidor tuyo.

16 Pero Eliseo le contestó:

—Juro por el Señor, que me está viendo, que no lo aceptaré.

Y aunque Naamán insistió, Eliseo se negó a aceptarlo. 17 Entonces Naamán dijo:

—En ese caso permite que me lleve dos cargas de mula de tierra de Israel; porque este servidor tuyo no volverá a ofrecer holocaustos ni sacrificios a otros dioses, sino al Señor. 18 Solamente ruego al Señor que me perdone una cosa: que cuando mi soberano vaya a adorar al templo de Rimón, y se apoye en mi brazo, y yo tenga que arrodillarme en ese templo, que el Señor me perdone por esto.

19 Eliseo le respondió:

—Vete tranquilo.

Naamán se fue de allí. Y cuando ya iba a cierta distancia, 20 Guehazí, el criado del profeta Eliseo, pensó: «Mi señor ha dejado ir a Naamán el sirio sin aceptar nada de lo que él trajo. Juro por el Señor que voy a seguirlo rápidamente, a ver qué puedo conseguir de él.»

21 Y se fue Guehazí tras Naamán; y cuando éste lo vio detrás de él, se bajó de su carro para recibirlo, y le preguntó:

—¿Pasa algo malo?

22 —No, nada —contestó Guehazí—. Pero mi amo me ha enviado a decirle a usted que acaban de llegar dos profetas jóvenes, que vienen de los montes de Efraín, y ruega a usted que les dé tres mil monedas de plata y dos mudas de ropa.

23 Naamán respondió:

—Por favor, toma seis mil monedas de plata.

E insistiendo Naamán en que las aceptara, las metió en dos sacos junto con las dos mudas de ropa, y se lo entregó todo a dos de sus criados para que lo llevaran delante de Guehazí. 24 Cuando llegaron a la colina, Guehazí tomó la plata que llevaban los criados, la guardó en la casa y los despidió. 25 Luego fue y se presentó ante su amo, y Eliseo le preguntó:

—¿De dónde vienes, Guehazí?

—Yo no he ido a ninguna parte —contestó Guehazí.

26 Pero Eliseo insistió:

—Cuando cierto hombre se bajó de su carro para recibirte, yo estaba allí contigo, en el pensamiento. Pero éste no es el momento de recibir dinero y mudas de ropa, ni de comprar huertos, viñedos, ovejas, bueyes, criados y criadas. 27 Por lo tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre.

Y cuando Guehazí se separó de Eliseo, estaba tan leproso que se veía blanco como la nieve.

El milagro del hacha

Un día, los profetas dijeron a Eliseo:

—Mira, el lugar donde vivimos contigo es demasiado estrecho para nosotros. Permítenos ir al río Jordán y tomar cada uno de nosotros un tronco, para construir allí un lugar donde vivir.

—Vayan, pues —respondió Eliseo.

—Por favor, acompáñanos —dijo uno de ellos.

—Muy bien, los acompañaré —contestó él.

Y Eliseo fue con ellos hasta el Jordán, y allí se pusieron a cortar árboles. Pero ocurrió que, al cortar uno un tronco, el hacha se le cayó al agua. Entonces gritó:

—¡Ay, maestro! ¡Esa hacha era prestada!

—¿Dónde cayó? —le preguntó el profeta.

El otro señaló el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo arrojó allí e hizo que el hacha saliera a flote.

—Recógela —ordenó Eliseo.

El otro extendió la mano y recogió el hacha.

Eliseo y los sirios

El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que celebró con sus oficiales, dijo en qué lugares planeaba acampar. Entonces Eliseo mandó decir al rey de Israel que procurara no pasar por aquellos lugares, porque los sirios iban hacia allá. 10 De esa manera el rey de Israel envió su ejército al lugar que el profeta le había dicho al prevenirlo, y así se salvó en varias ocasiones.

11 El rey de Siria estaba muy confuso por ese motivo, así que llamó a sus oficiales y les dijo:

—¡Díganme quién de los nuestros está de parte del rey de Israel!

12 Uno de ellos contestó:

—Nadie, Majestad. Pero Eliseo, el profeta que está en Israel, le hace saber al rey de Israel todo lo que Su Majestad dice incluso en la intimidad de su dormitorio.

13 Entonces el rey de Siria ordenó:

—Averigüen dónde está, para que envíe yo unos hombres a que lo capturen.

Cuando le dijeron que estaba en Dotán, 14 envió un destacamento de caballería, y carros de combate, y mucha infantería, que llegaron de noche a Dotán y rodearon la ciudad. 15 A la mañana siguiente se levantó el criado de Eliseo, y al salir vio aquel ejército que rodeaba la ciudad con caballería y carros de combate; entonces fue a decirle a Eliseo:

—Y ahora, maestro, ¿qué vamos a hacer?

16 Eliseo le respondió:

—No tengas miedo, porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos.

17 Y oró Eliseo al Señor, diciendo: «Te ruego, Señor, que abras sus ojos, para que vea.» El Señor abrió entonces los ojos del criado, y éste vio que la montaña estaba llena de caballería y de carros de fuego alrededor de Eliseo.

18 Cuando ya los sirios iban a atacarlo, Eliseo rogó al Señor: «Te pido que dejes ciega a esta gente.»

Y el Señor los dejó ciegos, conforme a la petición de Eliseo. 19 Entonces Eliseo les dijo:

—Éste no es el camino, ni es ésta la ciudad que buscan. Síganme, y yo los llevaré hasta el hombre que buscan.

Y los llevó a Samaria. 20 Al llegar allí, Eliseo hizo esta oración: «Ahora, Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.» Entonces ellos vieron que estaban dentro de Samaria. 21 Y cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo:

—¿Los mato, padre mío, los mato?

22 Pero Eliseo respondió:

—No, no los mates. ¿Acaso acostumbras matar a quienes has hecho prisioneros con tu espada y con tu arco? Dales de comer y beber, y luego devuélvelos a su señor.

23 Se les hizo entonces una gran fiesta, y comieron y bebieron. Luego el rey los despidió, y ellos volvieron a su señor. Desde entonces los sirios dejaron de hacer correrías en territorio israelita.

Eliseo y el sitio de Samaria

24 Después de esto, Ben-hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército y fue y rodeó a Samaria para atacarla. 25 Hubo entonces gran hambre en Samaria, pues el cerco fue tan cerrado que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata, y un cuarto de litro de estiércol de paloma, cinco monedas de plata.

26 Un día, el rey de Israel pasaba sobre la muralla, y una mujer le gritó:

—¡Majestad, ayúdeme!

27 El rey respondió:

—Si el Señor no te ayuda, ¿cómo quieres que lo haga yo? ¿Acaso puedo darte trigo, o vino? 28 ¿Qué es lo que te pasa?

Ella contestó:

—Esta mujer me dijo que entregara mi hijo para que nos lo comiéramos hoy, y que mañana nos comeríamos el suyo. 29 Entonces guisamos a mi hijo, y nos lo comimos. Al día siguiente yo le dije que entregara a su hijo para que nos lo comiéramos, pero ella lo ha escondido.

30 Al escuchar el rey lo que esa mujer decía, se rasgó las ropas en señal de furor. Como estaba sobre la muralla, la gente vio que sobre la piel vestía ropas ásperas. 31 Y el rey exclamó: «¡Que Dios me castigue duramente si este mismo día no le corto la cabeza a Eliseo, el hijo de Safat!»

32 Eliseo estaba en su casa, sentado con los ancianos. Mientras tanto, el rey había enviado a uno de sus hombres. Pero antes de que el enviado del rey llegara, Eliseo dijo a los ancianos:

—Vean cómo este hijo de un asesino ha enviado a alguien a cortarme la cabeza. Pero pongan atención, y cuando llegue su enviado cierren la puerta y sosténganla contra él, pues detrás de él se oyen los pasos de su amo.

33 Aún estaba hablando con ellos, cuando el mensajero llegó ante Eliseo y dijo:

—Ya que esta desgracia nos la ha enviado el Señor, ¿qué más puedo esperar de él?

Eliseo respondió:

—Escucha la palabra del Señor. El Señor dice: “Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria se podrán comprar siete litros de harina por una sola moneda de plata, y también por una moneda de plata se podrán comprar quince litros de cebada.”

El ayudante personal del rey respondió al profeta:

—Aun si el Señor abriera ventanas en el cielo, no podría suceder lo que has dicho.

Pero Eliseo contestó:

—Pues tú lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello.

Mientras tanto, cuatro leprosos que había a la entrada de la ciudad se dijeron entre sí:

—¿Qué hacemos aquí sentados esperando la muerte? Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos, pues hay una gran hambre allí dentro; y si nos quedamos aquí sentados, también moriremos. Pasémonos, pues, al campamento sirio; si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, de todos modos vamos a morir.

Así pues, se levantaron al anochecer y se dirigieron al campamento sirio; pero cuando ya estuvieron cerca, se dieron cuenta de que no había nadie. Y era que el Señor había hecho que el ejército sirio oyera ruido de carros de combate, de caballería y de un gran ejército; los sirios pensaron entonces que el rey de Israel había contratado a los reyes hititas y a los reyes egipcios, para que los atacaran. Por eso se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas de campaña, sus caballos y sus asnos, y dejando el campamento tal como estaba para escapar con vida. Al llegar los leprosos a los alrededores del campamento, penetraron en una tienda y se pusieron a comer y beber; se apoderaron de plata, oro y ropa, y luego fueron y lo escondieron. Después volvieron y entraron en otra tienda, y también de allí tomaron cosas y fueron a esconderlas. Pero luego dijeron entre sí:

—No estamos haciendo bien. Hoy es día de llevar buenas noticias, y nosotros nos las estamos callando. Si esperamos hasta la mañana, nos considerarán culpables. Es mejor que vayamos al palacio y demos aviso.

10 Fueron entonces y llamaron a los centinelas de la ciudad, y les dijeron:

—Hemos ido al campamento sirio, y no había absolutamente nadie; ni siquiera se oía hablar a nadie. Sólo estaban los caballos y los asnos atados, y las tiendas de campaña tal como las instalaron.

11 Los que vigilaban la entrada de la ciudad llamaron en seguida a los de palacio. 12 Entonces se levantó el rey, y aunque era de noche dijo a sus oficiales:

—Voy a explicarles lo que tratan de hacernos los sirios. Como saben que estamos sufriendo hambre, han salido del campamento y se han escondido en el campo, pensando que cuando nosotros salgamos de la ciudad, ellos nos atraparán vivos y entrarán en la ciudad.

13 Pero uno de sus oficiales dijo:

—Que se envíen unos hombres en cinco de los caballos que quedan, y veamos qué pasa. Si viven o mueren, su situación no será mejor ni peor que la de los demás israelitas que quedamos aquí.

14 Así que tomaron dos carros con caballos, y el rey los mandó al campamento sirio con órdenes de inspeccionar. 15 Ellos fueron siguiendo el rastro de los sirios hasta el Jordán, y vieron que todo el camino estaba lleno de ropa y objetos que los sirios habían arrojado con las prisas por escapar. Luego regresaron los enviados del rey y le contaron lo que habían visto. 16 En seguida la gente salió y saqueó el campamento sirio. Y, conforme a lo anunciado por el Señor, la harina se vendió a razón de siete litros por una moneda de plata; y la cebada, a razón de quince litros por una moneda de plata.

17 El rey ordenó a su ayudante personal que se encargara de cuidar la entrada de la ciudad, pero la gente lo atropelló en la puerta y murió, conforme a lo que había dicho el profeta cuando el rey fue a verlo.

18 Ocurrió, pues, lo que el profeta había anunciado al rey cuando le dijo que a la entrada de Samaria se comprarían siete litros de harina, o quince litros de cebada, con una sola moneda de plata. 19 El oficial había respondido al profeta que, aun si el Señor abriera ventanas en el cielo, no podría suceder aquello. Eliseo, por su parte, le había contestado que lo vería con sus propios ojos, pero no comería de ello. 20 En efecto, así sucedió, porque la gente lo atropelló a la entrada de la ciudad y murió.

La mujer de Sunem recupera sus bienes

Eliseo habló con la mujer a cuyo hijo había revivido, y le dijo que se fueran ella y su familia a vivir a otro lugar, porque el Señor había anunciado una gran hambre en el país, que duraría siete años. La mujer se preparó e hizo lo que el profeta le aconsejó: se fue con su familia a territorio filisteo, y allí se quedó a vivir siete años. Pasado este tiempo, la mujer regresó de territorio filisteo, y fue a ver al rey para reclamar la devolución de su casa y sus tierras. El rey estaba hablando con Guehazí, el criado del profeta Eliseo, pues le había pedido que le contara todas las maravillas que Eliseo había realizado. Y en el momento en que Guehazí le estaba contando al rey cómo Eliseo había revivido al hijo de una mujer, llegó esta a reclamar al rey su casa y sus tierras. Entonces Guehazí dijo al rey:

—Majestad, ésta es la mujer, y éste es su hijo, a quien Eliseo revivió.

El rey hizo preguntas a la mujer, y ella le contó su historia. Después el rey ordenó a un oficial de su confianza que se encargara de que fueran devueltas a la mujer todas sus propiedades y todo lo que habían producido sus tierras desde que había salido del país hasta aquel momento.

Hazael, rey de Siria

Después Eliseo fue a Damasco. En aquel tiempo estaba enfermo Ben-hadad, el rey de Siria, y le dijeron que había llegado el profeta. Entonces dijo el rey a Hazael:

—Toma un regalo y vete a ver al profeta. Pídele que consulte al Señor para saber si sobreviviré a esta enfermedad.

Hazael fue a ver al profeta, y le llevó regalos de los mejores productos de Damasco, cargados en cuarenta camellos. Cuando llegó ante él, le dijo:

—Ben-hadad, rey de Siria, quien te ve como a un padre, me envía a preguntarte si sobrevivirá a su enfermedad.

10 Eliseo le respondió:

—Ve y dile que sobrevivirá a su enfermedad, aunque el Señor me ha hecho saber que de todos modos va a morir.

11 De pronto Eliseo se quedó mirando fijamente a Hazael, lo que hizo que éste se sintiera incómodo. Luego el profeta se echó a llorar, 12 y Hazael le preguntó:

—¿Por qué lloras, mi señor?

Eliseo respondió:

—Porque sé que vas a causarles daño a los israelitas, pues vas a prender fuego a sus fortalezas, a matar a filo de espada a sus jóvenes, a asesinar a sus pequeñuelos y a abrirles el vientre a las mujeres embarazadas.

13 Hazael contestó:

—¡Pero si yo no soy más que un pobre perro! ¿Cómo podría hacer tal cosa?

Y Eliseo respondió:

—El Señor me ha hecho saber que tú vas a ser rey de Siria.

14 Hazael se despidió de Eliseo y se presentó ante su soberano, quien le preguntó:

—¿Qué te ha dicho Eliseo?

Hazael contestó:

—Me ha dicho que vas a sobrevivir a tu enfermedad.

15 Pero al día siguiente Hazael fue y tomó una manta, y luego de empaparla de agua, se la puso al rey sobre la cara, y el rey murió. Después de esto, Hazael reinó en su lugar.

Reinado de Joram en Judá(A)

16 En el quinto año del reinado de Joram, hijo de Ahab, en Israel, Joram, hijo de Josafat, comenzó a reinar en Judá. 17 Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. 18 Pero siguió los pasos de los reyes de Israel y de la descendencia de Ahab, pues su mujer era de la descendencia de Ahab; así que sus hechos fueron malos a los ojos del Señor. 19 Pero el Señor no quiso destruir a Judá, por consideración a su siervo David, a quien prometió que siempre tendría ante él una lámpara encendida.

20 Durante el reinado de Joram, Edom se rebeló contra el dominio de Judá y nombró su propio rey. 21 Entonces Joram se dirigió a Saír con todos sus carros de combate, y durante la noche se levantaron él y los capitanes de los carros de combate y atacaron a los edomitas que los habían rodeado, y los hicieron huir. 22 Pero Edom logró hacerse independiente de Judá hasta el presente. También en aquel tiempo se hizo independiente la ciudad de Libná.

23 El resto de la historia de Joram y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 24 Cuando Joram murió, lo enterraron con sus padres en la Ciudad de David. Después reinó en su lugar su hijo Ocozías.

Reinado de Ocozías en Judá(B)

25 En el año doce del reinado de Joram, hijo de Ahab, en Israel, Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, comenzó a reinar. 26 Tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén un año. Su madre se llamaba Atalía, y era descendiente de Omrí, rey de Israel. 27 Ocozías siguió los pasos de Ahab y su dinastía, y por causa de sus relaciones familiares con la casa de Ahab, sus hechos fueron malos a los ojos del Señor.

28 Ocozías se alió con Joram, hijo de Ahab, para pelear en Ramot de Galaad contra Hazael, rey de Siria. Pero los sirios hirieron a Joram, 29 y éste regresó a Jezreel para curarse de las heridas que le habían hecho los sirios en Ramot durante el combate contra Hazael, rey de Siria. Entonces, como Joram estaba enfermo, Ocozías fue a Jezreel a visitarlo.

Jehú es consagrado rey de Israel

El profeta Eliseo llamó a uno del grupo de los profetas, y le dijo:

—Prepárate para salir. Toma este recipiente con aceite y ve a Ramot de Galaad; cuando llegues allá, ve en busca de Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsí. Entra en donde él se encuentre, apártalo de sus compañeros y llévalo a otra habitación; toma entonces el recipiente con aceite y derrámalo sobre su cabeza, diciendo: “Así dice el Señor: Yo te consagro como rey de Israel.” Abre luego la puerta y huye sin detenerte.

El joven profeta fue a Ramot de Galaad, y cuando llegó allí, encontró reunidos a los capitanes del ejército. Entonces dijo:

—Tengo algo que comunicar a mi capitán.

—¿A cuál de todos nosotros? —respondió Jehú.

—A usted, mi capitán —contestó el profeta.

En seguida Jehú se levantó y entró en la habitación. Entonces el profeta derramó el aceite sobre su cabeza, y le anunció:

—El Señor, Dios de Israel, dice: “Yo te consagro como rey de Israel, mi pueblo. Tú acabarás con la descendencia de Ahab, tu amo, y así vengarás la sangre de mis profetas y de todos mis siervos, derramada por Jezabel. Toda la familia de Ahab será destruida; acabaré con todos sus varones en Israel, y ninguno quedará con vida. Voy a hacer con la descendencia de Ahab lo mismo que hice con la de Jeroboam, hijo de Nabat, y con la de Baasá, hijo de Ahías. 10 En cuanto a Jezabel, se la comerán los perros en el campo de Jezreel, y no habrá quien la entierre.”

Dicho esto, el profeta abrió la puerta y huyó. 11 Y cuando Jehú fue a reunirse con los oficiales de su amo, éstos le preguntaron:

—¿Qué pasa? ¿Para qué ha venido a verte ese loco?

—Pues ustedes lo conocen, y conocen también su modo de hablar —dijo Jehú.

12 —No nos engañes —contestaron ellos—. ¡Vamos, cuéntanoslo todo!

Entonces Jehú les respondió:

—Pues me dijo lo siguiente: “Así dice el Señor: Yo te consagro como rey de Israel.”

13 Al momento cada uno de ellos tomó su capa y la tendió a sus pies, sobre los escalones. Luego tocaron el cuerno de carnero y gritaron: «¡Jehú es el rey!»

Jehú mata a Joram, rey de Israel

14 Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsí, conspiró contra Joram. Joram, que había estado con todos los de Israel defendiendo Ramot de Galaad del ataque de Hazael, rey de Siria, 15 había vuelto a Jezreel para curarse de las heridas que le habían hecho los sirios en el combate contra Hazael. Jehú dijo entonces a sus compañeros que, si en verdad querían que él fuera su rey, no permitieran que nadie saliera de la ciudad para dar la noticia en Jezreel. 16 Luego montó en su carro de combate y se fue a Jezreel, donde Joram estaba en cama. También Ocozías, rey de Judá, había ido a visitar a Joram. 17 Cuando el centinela que estaba en la torre de Jezreel vio acercarse el grupo de Jehú, gritó:

—¡Viene gente!

Entonces Joram ordenó:

—Manden a su encuentro un hombre a caballo, para que les pregunte si vienen en son de paz.

18 El jinete fue al encuentro de Jehú, y le dijo:

—El rey manda preguntar si vienen en son de paz.

Jehú le contestó:

—Eso no es asunto tuyo. ¡Ponte ahí detrás de mí!

Entonces el centinela informó:

—El mensajero ha llegado hasta ellos, pero no se le ve regresar.

19 Al momento envió el rey otro hombre a caballo, el cual llegó a ellos y dijo:

—El rey manda preguntar si vienen en son de paz.

Jehú respondió:

—Eso no es asunto tuyo. ¡Ponte ahí detrás de mí!

20 El centinela informó de nuevo:

—El otro ha llegado también hasta ellos, pero no se le ve regresar. Y parece que quien conduce el carro es Jehú, el nieto de Nimsí, porque lo conduce como un loco, conforme a su manera de ser.

21 Entonces Joram ordenó:

—¡Enganchen mi carro de combate!

Engancharon su carro, y Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, salieron, cada uno en su carro de combate, al encuentro de Jehú. Lo encontraron en la propiedad de Nabot de Jezreel. 22 Y al ver Joram a Jehú, le dijo:

—¿Vienes en son de paz, Jehú?

Jehú respondió:

—¿Qué paz puede haber mientras tu madre, Jezabel, siga con sus prostituciones y sus muchas hechicerías?

23 En seguida Joram dio la vuelta y huyó, mientras le gritaba a Ocozías:

—¡Traición, Ocozías!

24 Pero Jehú tendió su arco y disparó una flecha contra Joram, la cual le entró por la espalda y le atravesó el corazón, y Joram cayó herido de muerte sobre su carro. 25 Jehú ordenó entonces a Bidcar, su ayudante:

—Sácalo de ahí y échalo en el campo de Nabot de Jezreel, porque recuerdo que cuando tú y yo conducíamos juntos los carros de combate de Ahab, su padre, el Señor pronunció esta sentencia contra él: 26 “Así como ayer vi la sangre de Nabot y de sus hijos, así te daré tu merecido en este mismo terreno. Yo, el Señor, lo afirmo.” Así que agárralo y échalo en el campo de Nabot, según lo anunció el Señor.

Jehú mata a Ocozías(C)

27 Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que sucedía, huyó hacia Bet-hagan. Pero Jehú lo persiguió, y ordenó:

—¡Mátenlo a él también!

Lo hirieron de muerte en su carro, en la cuesta de Gur, junto a Ibleam, pero él huyó hasta Meguido. Allí murió. 28 Después sus criados lo llevaron a Jerusalén en un carro, y lo enterraron en su sepulcro familiar en la Ciudad de David.

29 Ocozías había comenzado a reinar sobre Judá en el año once del reinado de Joram, hijo de Ahab.

Muerte de Jezabel

30 Jehú se fue entonces a Jezreel. Al saberlo, Jezabel se pintó sombras alrededor de los ojos y se adornó el cabello; luego se asomó a una ventana. 31 Y cuando Jehú llegó a la entrada de la ciudad, ella le dijo:

—¿Cómo estás, Zimrí, asesino de tu señor?

32 Jehú miró hacia la ventana, y dijo:

—¿Quién está de mi parte?

Dos o tres oficiales de palacio se asomaron a verlo, 33 y Jehú les ordenó:

—¡Échenla abajo!

Ellos la echaron abajo, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, los cuales pisotearon a Jezabel. 34 Luego Jehú se fue a comer y beber.

Más tarde, Jehú ordenó:

—Encárguense de esa maldita mujer, y entiérrenla; porque después de todo era hija de un rey.

35 Pero cuando fueron a enterrarla, sólo encontraron de ella el cráneo, los pies y las palmas de las manos. 36 Entonces regresaron a comunicárselo a Jehú, y Jehú comentó:

—Ya el Señor había dicho por medio de su siervo Elías, el de Tisbé, que los perros se comerían el cuerpo de Jezabel en el campo de Jezreel, 37 y que su cadáver quedaría esparcido, como estiércol, sobre el terreno del campo de Jezreel, hasta el punto de que nadie podría reconocer sus restos.

Jehú aniquila a la familia de Ahab

10 Ahab tenía setenta hijos en Samaria, así que Jehú escribió cartas a las autoridades de la ciudad, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Ahab, en las que les decía: «Puesto que ustedes tienen consigo a los hijos de su señor, así como sus caballos y sus carros de combate, su plaza fuerte y sus armas, cuando esta carta llegue a ustedes, escojan al mejor y más apto de los hijos de su señor, pónganlo en el trono de su padre y luchen por la casa de su señor.»

Esto les causó mucho miedo, y dijeron: «Si dos reyes no pudieron resistir frente a él, ¿cómo vamos a resistir nosotros?»

Entonces el mayordomo de palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los tutores mandaron a decir a Jehú: «Nosotros estamos a tus órdenes, y haremos todo lo que nos mandes, pero no vamos a nombrar rey a nadie. Haz lo que te parezca mejor.»

Por segunda vez les escribió Jehú, diciéndoles: «Si ustedes están de mi parte y quieren obedecer mis órdenes, tomen las cabezas de los hijos de su señor, y mañana a estas horas vengan a verme a Jezreel.»

Los setenta hijos varones del rey estaban con los grandes personajes de la ciudad que los habían criado, así que al recibir éstos la carta, tomaron a los setenta varones y los mataron; luego echaron sus cabezas en unas canastas y las enviaron a Jezreel. Cuando el mensajero llegó, le dijo a Jehú:

—Han traído las cabezas de los hijos del rey.

Jehú ordenó:

—Pónganlas en dos montones a la entrada de la ciudad, y déjenlas allí hasta mañana.

Al día siguiente salió Jehú, y puesto de pie dijo a todo el pueblo:

—Ustedes son inocentes. Yo fui quien conspiró contra mi señor y lo mató; pero, ¿quién ha matado a todos estos? 10 Sepan bien que nada de lo que el Señor habló contra la familia de Ahab dejará de cumplirse. El Señor mismo ha hecho lo que anunció por medio de Elías, su siervo.

11 Y Jehú dio muerte en Jezreel al resto de la familia de Ahab, a todos sus hombres importantes y amigos íntimos, y a sus sacerdotes. No dejó a nadie con vida.

12 Después se dirigió a Samaria, y en el camino llegó a Bet-equed de los Pastores, 13 donde encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá. Jehú les preguntó:

—¿Quiénes son ustedes?

Ellos le respondieron:

—Somos hermanos de Ocozías, y hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.

14 Entonces Jehú ordenó a sus seguidores:

—Atrápenlos vivos.

Los seguidores de Jehú los atraparon vivos, y los degollaron junto al pozo de Bet-equed de los Pastores. Eran cuarenta y dos hombres, y no dejaron a ninguno de ellos con vida.

15 Cuando Jehú se fue de allí, se encontró con Jonadab, hijo de Recab, que había ido a verlo. Jehú lo saludó y le dijo:

—¿Son buenas tus intenciones hacia mí, como lo son las mías hacia ti?

—Así es —respondió Jonadab.

—En ese caso, dame la mano —dijo Jehú.

Jonadab le dio la mano, y Jehú lo hizo subir con él a su carro, 16 diciéndole:

—Acompáñame y verás mi celo por el Señor.

Así pues, lo llevó en su carro. 17 Y al entrar en Samaria, Jehú mató a todos los descendientes de Ahab que aún quedaban con vida. Los exterminó por completo, según el Señor se lo había anunciado a Elías.

Jehú elimina el culto de Baal

18 Después reunió Jehú a todo el pueblo, y les dijo:

—Ahab rindió un poco de culto a Baal, pero yo le voy a rendir mucho culto. 19 Por lo tanto, llamen a todos los profetas, adoradores y sacerdotes de Baal, sin que falte ninguno, porque he preparado un gran sacrificio en honor de Baal. El que falte será condenado.

Pero Jehú había planeado este engaño para aniquilar a los adoradores de Baal; 20 por eso ordenó que se anunciara una fiesta solemne a Baal, y así se hizo. 21 Después envió mensajeros por todo Israel, y todos los que adoraban a Baal llegaron al templo. Ninguno de ellos faltó, así que el templo de Baal estaba lleno de lado a lado. 22 Jehú dijo entonces al encargado del guardarropa que sacara trajes de ceremonia para todos los adoradores de Baal, y el encargado lo hizo así. 23 A continuación, Jehú y Jonadab entraron en el templo de Baal, y Jehú dijo a los adoradores de Baal:

—Procuren que no haya entre ustedes ninguno de los adoradores del Señor, sino sólo adoradores de Baal.

24 Los adoradores de Baal entraron en el templo para ofrecer sacrificios y holocaustos. Mientras tanto, Jehú puso ochenta hombres afuera, y les advirtió:

—Quien deje escapar a alguno de los hombres que he puesto en sus manos, lo pagará con su vida.

25 Y al terminar Jehú de ofrecer el holocausto, ordenó a los guardias y oficiales:

—¡Entren y mátenlos! ¡Que no escape ninguno!

Los hombres de Jehú los mataron a filo de espada, y luego los arrojaron de allí. Después entraron en el santuario del templo de Baal, 26 y sacaron los troncos sagrados y los quemaron. 27 Derribaron también el altar y el templo de Baal, y lo convirtieron todo en un muladar, que existe hasta el presente.

28 Así Jehú eliminó de Israel a Baal. 29 Sin embargo, no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a los israelitas, pues siguió rindiendo culto a los becerros de oro que había en Dan y en Betel.

30 El Señor dijo a Jehú: «Ya que ante mí has actuado bien y a mis ojos tus acciones han sido rectas, pues has hecho con la familia de Ahab todo lo que yo me había propuesto, tus descendientes se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación.»

31 A pesar de esto, Jehú no se preocupó por cumplir fielmente la ley del Señor, el Dios de Israel, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboam hizo pecar a los israelitas.

32 Por aquel tiempo, el Señor comenzó a recortar el territorio de Israel. Hazael atacó a los israelitas por todas sus fronteras: 33 desde el este del Jordán, por toda la región de Galaad, Gad, Rubén y Manasés, y desde Aroer, que está junto al arroyo Arnón, incluyendo Galaad y Basán.

34 El resto de la historia de Jehú y de todo lo que hizo, y de sus hazañas, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 35 Cuando murió, lo enterraron en Samaria, y reinó en su lugar su hijo Joacaz. 36 Jehú reinó sobre Israel durante veinticinco años, en la ciudad de Samaria.

Atalía usurpa el trono(D)

11 Cuando Atalía, madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, fue y eliminó a toda la familia real. Pero Joseba, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, apartó a Joás, hijo de Ocozías, de los otros hijos del rey a los que estaban matando, y lo escondió de Atalía, junto con su nodriza, en un dormitorio. Así que no lo mataron, y Joás estuvo escondido con su nodriza en el templo del Señor durante seis años. Mientras tanto, Atalía gobernó el país.

Al séptimo año, Joiadá mandó llamar a los capitanes, y a los quereteos y los guardias, y los hizo entrar en el templo del Señor, donde él estaba. Allí hizo con ellos un pacto bajo juramento, y les mostró al príncipe Joás. Luego les ordenó: «Esto es lo que van a hacer ustedes: una tercera parte de ustedes estará de guardia en el palacio en el sábado; otra tercera parte estará en la puerta de Sur; y la otra tercera parte en la puerta posterior del cuartel de la guardia. Así cubrirán ustedes por turnos la guardia del palacio. Ahora bien, las dos secciones que salen de guardia el sábado, montarán la guardia en el templo del Señor, junto al rey. Ustedes formarán un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en la mano, y el que intente penetrar en las filas, morirá. Ustedes acompañarán al rey dondequiera que él vaya.»

Los capitanes hicieron todo lo que el sacerdote Joiadá les había ordenado. Cada cual tomó el mando de sus hombres, tanto los que entraban de guardia en sábado como los que salían, y se presentaron al sacerdote Joiadá. 10 Entonces el sacerdote entregó a los capitanes las lanzas y los escudos que habían pertenecido al rey David, y que estaban en el templo del Señor. 11 Los guardias tomaron sus puestos, desde el ala derecha hasta el ala izquierda del templo, y alrededor del altar, cada cual con su arma en la mano para proteger al rey. 12 Entonces Joiadá sacó al hijo del rey, le puso la corona y las insignias reales, y después de derramar aceite sobre él lo proclamó rey. Luego todos aplaudieron y gritaron: «¡Viva el rey!»

13 Cuando Atalía oyó las aclamaciones de los guardias y de la gente, fue al templo del Señor, donde estaban todos. 14 Vio allí al rey, de pie junto a la columna, según era la costumbre. A su lado estaban los jefes y la banda de música, y la gente muy alegre y tocando trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó:

—¡Traición! ¡Traición!

15 Pero el sacerdote Joiadá ordenó a los capitanes que estaban al mando del ejército:

—¡Sáquenla de entre las filas, y pasen a cuchillo al que la siga!

Como el sacerdote había ordenado que no la mataran en el templo del Señor, 16 la apresaron y la sacaron por la entrada de la caballería al palacio real, y allí la mataron.

17 Después Joiadá hizo una alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, de que ellos serían el pueblo del Señor, y también entre el rey y el pueblo. 18 Luego fueron todos al templo de Baal y lo derribaron, destrozando por completo sus altares y sus ídolos. En cuanto a Matán, el sacerdote de Baal, lo degollaron ante los altares. A continuación, el sacerdote puso una guardia en el templo del Señor; 19 luego tomó a los capitanes, a los quereteos, a los guardias y a toda la gente, y juntos acompañaron al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real, entrando por la puerta de la guardia. Joás se sentó en el trono, 20 y todo el pueblo se alegró. Y como Atalía había muerto a filo de espada en el palacio real, la ciudad quedó tranquila.

Reinado de Joás en Judá(E)

21 (12.1) Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar, 12 (2) lo cual sucedió en el séptimo año del reinado de Jehú; y reinó en Jerusalén durante cuarenta años. Su madre se llamaba Sibiá, y era de Beerseba. (3) Los hechos de Joás fueron rectos a los ojos del Señor, porque lo había educado Joiadá, el sacerdote. (4) Sin embargo, no se quitaron los santuarios paganos, en los que el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemaba incienso.

4-5 (5-6) Un día, Joás dijo a los sacerdotes:

—Recojan ustedes todo el dinero de las ofrendas que se traigan al templo del Señor, tanto la cuota que debe pagar cada persona como el total de las ofrendas voluntarias que cada uno traiga al templo del Señor. Pídanselo a los administradores del tesoro, para que se hagan todas las reparaciones necesarias en el templo.

(7) Pero llegó el año veintitrés del reinado de Joás, y los sacerdotes aún no habían reparado el templo. (8) Entonces el rey Joás llamó al sacerdote Joiadá y a los otros sacerdotes, y les dijo:

—¿Por qué no han reparado ustedes el templo? De ahora en adelante no recibirán más dinero de los administradores del tesoro; y el que tengan, deberán entregarlo para la reparación del templo.

(9) Los sacerdotes estuvieron de acuerdo en no recibir más dinero de la gente, y en no tener a su cargo la reparación del templo. (10) Entonces el sacerdote Joiadá tomó un cofre, le hizo un agujero en la tapa y lo colocó al lado derecho del altar, según se entra en el templo del Señor; y los sacerdotes que vigilaban la entrada del templo ponían allí todo el dinero que se llevaba al templo del Señor. 10 (11) Cuando veían que el cofre tenía ya mucho dinero, llegaban el cronista del rey y el sumo sacerdote y contaban el dinero que encontraban en el templo del Señor; luego lo echaban en unas bolsas, 11 (12) y una vez registrada la cantidad, lo entregaban a los encargados de las obras del templo para que pagaran a los carpinteros y maestros de obras que trabajaban en el templo del Señor, 12 (13) así como a los albañiles y canteros, y para que compraran madera y piedras de cantera para reparar el templo y cubrieran los demás gastos del mismo. 13 (14) Pero aquel dinero que se llevaba al templo del Señor no se usaba para hacer copas de plata, despabiladeras, tazones, trompetas u otros utensilios de oro y plata, 14 (15) sino que era entregado a los encargados de las obras para que hicieran con él la reparación del templo del Señor. 15 (16) Sin embargo, no se pedían cuentas a los hombres a quienes se entregaba el dinero para pagar a los obreros, porque actuaban con honradez. 16 (17) Ahora bien, el dinero de las ofrendas por la culpa y por el pecado no se llevaba al templo, porque era para los sacerdotes.

17 (18) En aquel tiempo, Hazael, rey de Siria, lanzó un ataque contra Gat y la tomó, y después se dirigió contra Jerusalén. 18 (19) Pero Joás, rey de Judá, tomó todos los objetos sagrados que habían dedicado al culto los reyes Josafat, Joram y Ocozías, antepasados suyos en el reino de Judá; tomó también los que él mismo había dedicado, más todo el oro que se encontró en los tesoros del templo y del palacio real, y todo junto lo envió a Hazael, y este dejó entonces de atacar a Jerusalén.

19 (20) El resto de la historia de Joás y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 20 (21) Sus propios oficiales tramaron un complot contra él, y lo mataron en el edificio del terraplén que está en la bajada de Silá. 21 (22) Así pues, Josacar, hijo de Simat, y Jozabad, hijo de Somer, oficiales suyos, lo hirieron de muerte, y cuando murió lo enterraron en la Ciudad de David. Después reinó en su lugar su hijo Amasías.

Reinado de Joacaz en Israel

13 En el año veintitrés del reinado de Joás, hijo de Ocozías, en Judá, Joacaz, hijo de Jehú, comenzó a reinar en Israel, y reinó en Samaria durante diecisiete años. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues cometió los mismos pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, sin apartarse de ellos. Por lo tanto se encendió la ira del Señor contra Israel, y por mucho tiempo los entregó en manos de Hazael, rey de Siria, y de Ben-hadad, su hijo.

Entonces Joacaz oró al Señor, y el Señor atendió su oración, porque había visto de qué manera el rey de Siria oprimía a los israelitas. Y dio el Señor a Israel un libertador, y así los israelitas se libraron del poder de Siria y volvieron a vivir tranquilos en sus casas, como antes. Sin embargo, no se apartaron de los pecados cometidos por los descendientes de Jeroboam, el cual hizo pecar a Israel, sino que siguieron pecando, y la representación de Aserá siguió estando en Samaria.

A Joacaz no le había quedado más ejército que cincuenta soldados de caballería, diez carros de combate y diez mil soldados de infantería, porque el rey de Siria los había destruido y hecho polvo.

El resto de la historia de Joacaz y de todo lo que hizo, y de sus hazañas, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Cuando murió, lo enterraron en Samaria. Después reinó en su lugar su hijo Joás.

Reinado de Joás en Israel

10 En el año treinta y siete del reinado de Joás, rey de Judá, Joás, hijo de Joacaz, comenzó a reinar en Israel, y reinó en Samaria durante dieciséis años. 11 Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues no se apartó de todos los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, sino que siguió cometiéndolos.

12 El resto de la historia de Joás y de todo lo que hizo, y de sus hazañas, y de cómo luchó contra Amasías, rey de Judá, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 13 Cuando Joás murió, lo enterraron en Samaria con los reyes de Israel. Después subió al trono Jeroboam.

Profecía final y muerte de Eliseo

14 Eliseo estaba enfermo de muerte, y Joás, rey de Israel, fue a verlo, y lloró y lo abrazó, diciendo:

—¡Padre mío, padre mío, que has sido para Israel como un poderoso ejército!

15 Eliseo le dijo:

—Toma un arco y algunas flechas.

El rey tomó un arco y unas flechas. 16 Entonces Eliseo le dijo:

—Prepárate a disparar una flecha.

Mientras el rey hacía esto, Eliseo puso sus manos sobre las del rey 17 y le dijo:

—Abre la ventana que da al oriente.

El rey la abrió, y Eliseo le ordenó:

—Ahora, ¡dispara!

Y el rey disparó la flecha. Entonces Eliseo exclamó:

—¡Flecha salvadora del Señor! ¡Flecha salvadora contra Siria! ¡Tú vas a derrotar a los sirios en Afec, y acabarás con ellos!

18 Después le dijo al rey:

—Toma las flechas.

Al tomarlas el rey, Eliseo le ordenó:

—Ahora golpea el suelo.

El rey golpeó el suelo tres veces, y se detuvo. 19 Entonces el profeta se enojó con él y le dijo:

—Si hubieras golpeado el suelo cinco o seis veces, habrías podido derrotar a los sirios hasta acabar con ellos; pero ahora los derrotarás sólo tres veces.

20 Eliseo murió, y lo enterraron. Y como año tras año bandas de ladrones moabitas invadían el país, 21 en cierta ocasión en que unos israelitas estaban enterrando a un hombre, al ver que una de esas bandas venía, arrojaron al muerto dentro de la tumba de Eliseo y se fueron. Pero tan pronto el muerto rozó los restos de Eliseo, resucitó y se puso de pie.

22 Hazael, rey de Siria, oprimió a Israel mientras Joacaz vivió. 23 Pero el Señor tuvo misericordia y compasión de ellos, y por causa de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, puso su atención en ellos y no quiso destruirlos ni arrojarlos de su presencia. Y hasta ahora no lo ha hecho.

24 Cuando Hazael, rey de Siria, murió, reinó en su lugar su hijo Ben-hadad. 25 Entonces Joás, hijo de Joacaz, rescató del poder de Ben-hadad las ciudades que éste le había quitado en la guerra a Joacaz, su padre. Y derrotó Joás a Ben-hadad tres veces, y recuperó las ciudades de Israel.

Reinado de Amasías en Judá(F)

14 En el segundo año del reinado de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, Amasías, hijo de Joás, comenzó a reinar en Judá. Amasías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante veintinueve años. Su madre se llamaba Joadán, y era de Jerusalén. Los hechos de Amasías fueron rectos a los ojos del Señor, pero no tanto como los de su antepasado David. Pues hizo lo mismo que su padre Joás, y no se quitaron los santuarios paganos, en los que el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso.

Cuando Amasías se afirmó en el poder, mató a todos los oficiales que habían asesinado a su padre. Pero no dio muerte a los hijos de los asesinos, pues, según lo escrito en el libro de la ley de Moisés, el Señor ordenó: «Los padres no podrán ser condenados a muerte por culpa de lo que hayan hecho sus hijos, ni los hijos por lo que hayan hecho sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.»

Amasías fue quien mató a diez mil edomitas en el Valle de la Sal y conquistó Selá, y la llamó Jocteel, que es su nombre hasta el día de hoy.

Después de esto, envió un mensaje a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, en el que le decía: «Ven, y nos veremos las caras.» Pero Joás le envió la siguiente respuesta: «El cardo le mandó decir al cedro del Líbano: “Dale tu hija a mi hijo, para que sea su mujer.” Pero una fiera pasó por allí y aplastó al cardo. 10 Tengo que reconocer que has derrotado a los edomitas, y que eso te hace sentirte orgulloso. Muy bien, siéntete orgulloso; pero mejor quédate en tu casa. ¿Por qué quieres provocar tu propia desgracia y la desgracia de Judá?»

11 Sin embargo, Amasías no le hizo caso. Entonces Joás se puso en marcha para enfrentarse con Amasías, en Bet-semes, que está en territorio de Judá. 12 Y Judá fue derrotado por Israel, y cada cual huyó a su casa. 13 Joás, rey de Israel, hizo prisionero en Bet-semes a Amasías, rey de Judá, y luego se dirigió a Jerusalén, en cuyo muro abrió una brecha de ciento ochenta metros, desde la Puerta de Efraín hasta la Puerta de la Esquina. 14 Además se apoderó de todo el oro y la plata, y de todos los objetos que había en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real. Y después de tomar a algunas personas como rehenes, regresó a Samaria.

15 El resto de la historia de Joás y de lo que hizo, así como de sus hazañas y de la guerra que tuvo con Amasías, rey de Judá, está escrito en el libro de los reyes de Israel. 16 Cuando murió, lo enterraron en Samaria junto con los reyes de Israel. Después reinó en su lugar su hijo Jeroboam.

17 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió aún quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz y rey de Israel. 18 El resto de la historia de Amasías está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 19 En Jerusalén se había conspirado contra Amasías, el cual huyó a Laquis; pero lo persiguieron hasta esa ciudad, y allí le dieron muerte. 20 Luego lo llevaron sobre un caballo y lo enterraron en Jerusalén con sus antepasados, en la Ciudad de David. 21 Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Azarías, y lo hicieron rey en lugar de su padre Amasías. Azarías tenía entonces dieciséis años, 22 y él fue quien, después de la muerte de su padre, reconstruyó la ciudad de Elat y la recuperó para Judá.

Reinado de Jeroboam II en Israel

23 En el año quince del reinado de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, comenzó a reinar en Israel, y reinó en Samaria cuarenta y un años. 24 Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel.

25 Jeroboam volvió a establecer las fronteras de Israel, desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, tal como lo había anunciado el Señor, el Dios de Israel, por medio de su siervo Jonás, hijo de Amitai, profeta de Gat-héfer. 26 Porque el Señor se dio cuenta del amargo sufrimiento de Israel, del que nadie había escapado, y de que Israel no contaba con ninguna ayuda. 27 Entonces los salvó por medio de Jeroboam, hijo de Joás, pues aún no había decidido borrar de este mundo el nombre de Israel.

28 El resto de la historia de Jeroboam y de todo lo que hizo, así como de sus hazañas y de las guerras que emprendió, y de cómo recuperó Damasco y Hamat para Israel, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 29 Cuando Jeroboam murió, lo enterraron con los reyes de Israel. Después reinó en su lugar su hijo Zacarías.

Reinado de Azarías en Judá(G)

15 En el año veintisiete del reinado de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Azarías, hijo de Amasías, rey de Judá. Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre se llamaba Jecolías, y era de Jerusalén.

Los hechos de Azarías fueron rectos a los ojos del Señor, como lo habían sido los de Amasías, su padre. Sin embargo, no se quitaron los santuarios paganos, donde la gente todavía ofrecía sacrificios y quemaba incienso. El Señor castigó al rey con lepra hasta el día en que murió, así que el rey vivió aislado en su palacio, relevado de sus obligaciones, y Jotam, su hijo, se hizo cargo de la regencia y gobernó a la nación.

El resto de la historia de Azarías y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Cuando Azarías murió, lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David. Después reinó en su lugar su hijo Jotam.

Reinado de Zacarías en Israel

En el año treinta y ocho del reinado de Azarías, rey de Judá, Zacarías, hijo de Jeroboam, comenzó a reinar en Israel, y reinó en Samaria seis meses. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, como los de sus antepasados, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel.

10 Ahora bien, Salum, hijo de Jabés, conspiró contra él, y lo atacó en Ibleam y lo mató, reinando después en su lugar.

11 El resto de la historia de Zacarías está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 12 Así se cumplió el anuncio que hizo el Señor a Jehú, cuando le dijo que sus hijos se sentarían en el trono de Israel hasta la cuarta generación.

Reinado de Salum en Israel

13 Salum, hijo de Jabés, comenzó a reinar en el año treinta y nueve del reinado de Ozías, rey de Judá. Pero reinó sólo un mes completo en Samaria, 14 pues Menahem, hijo de Gadí, llegó de Tirsá a Samaria y atacó a Salum, y después de matarlo reinó en su lugar.

15 El resto de la historia de Salum, incluyendo su conspiración contra Zacarías, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

16 Entonces Menahem destruyó Tífsah y saqueó todo lo que había en ella y en su territorio, a partir de Tirsá, y también les abrió el vientre a todas las mujeres embarazadas. Lo hizo porque no le habían abierto las puertas de la ciudad.

Reinado de Menahem en Israel

17 En el año treinta y nueve del reinado de Azarías, rey de Judá, Menahem, hijo de Gadí, comenzó a reinar sobre Israel, y reinó diez años en Samaria. 18 Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel.

En sus días, 19 Pul, el rey de Asiria, invadió el país, y Menahem le entregó treinta y tres mil kilos de plata para que le ayudara a fortalecer su reinado. 20 Para pagarle tal cantidad al rey de Asiria, Menahem ordenó que todos los ricos de Israel pagaran un impuesto de más de medio kilo de plata. De ese modo el rey de Asiria se volvió a su tierra, y no se detuvo más en el país.

21 El resto de la historia de Menahem y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 22 Después de su muerte, reinó en su lugar su hijo Pecahías.

Reinado de Pecahías en Israel

23 En el año cincuenta del reinado de Azarías, rey de Judá, Pecahías, hijo de Menahem, comenzó a reinar sobre Israel, y reinó en Samaria dos años. 24 Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel.

25 Pero un oficial suyo, llamado Pécah, hijo de Remalías, conspiró contra él y, con la ayuda de cincuenta hombres de Galaad, lo atacó en la fortaleza del palacio real y lo mató, después de lo cual reinó en su lugar.

26 El resto de la historia de Pecahías y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.