Bible in 90 Days
La circuncisión como señal de la alianza
17 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo:
—Yo soy el Dios todopoderoso; vive una vida sin tacha delante de mí, 2 y yo haré una alianza contigo: haré que tengas muchísimos descendientes.
3 Entonces Abram se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, mientras Dios seguía diciéndole:
4 —Ésta es la alianza que hago contigo: Tú serás el padre de muchas naciones, 5 y ya no vas a llamarte Abram. Desde ahora te llamarás Abraham, porque te voy a hacer padre de muchas naciones. 6 Haré que tus descendientes sean muy numerosos; de ti saldrán reyes y naciones. 7 La alianza que hago contigo, y que haré con todos tus descendientes en el futuro, es que yo seré siempre tu Dios y el Dios de ellos. 8 A ti y a ellos les daré toda la tierra de Canaán, donde ahora vives, como su herencia para siempre; y yo seré su Dios.
9 Además, Dios le dijo a Abraham:
—Pero tú, cumple con mi alianza tú y todos tus descendientes. 10 Ésta es la alianza que hago con ustedes y que deberán cumplir también todos tus descendientes: todos los hombres entre ustedes deberán ser circuncidados. 11 Deberán cortarse ustedes la carne de su prepucio, y eso servirá como señal de la alianza que hay entre ustedes y yo. 12 De hoy en adelante, todo varón entre ustedes deberá ser circuncidado a los ocho días de nacido, lo mismo el niño que nazca en casa que el esclavo comprado por dinero a cualquier extranjero. 13 Tanto el uno como el otro deberá ser circuncidado sin falta. Así mi alianza quedará señalada en la carne de ustedes como una alianza para toda la vida. 14 Pero el que no sea circuncidado deberá ser eliminado de entre ustedes, por no haber respetado mi alianza.
15 También Dios le dijo a Abraham:
—Tu esposa Sarai ya no se va a llamar así. De ahora en adelante se llamará Sara. 16 La voy a bendecir, y te daré un hijo por medio de ella. Sí, voy a bendecirla. Ella será la madre de muchas naciones, y sus descendientes serán reyes de pueblos.
17 Abraham se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y se rió, mientras pensaba: «¿Acaso un hombre de cien años puede ser padre? ¿Y acaso Sara va a tener un hijo a los noventa años?» 18 Entonces le dijo a Dios:
—¡Ojalá Ismael pueda vivir con tu bendición!
19 Y Dios le contestó:
—Lo que yo he dicho es que tu esposa Sara te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Isaac. Con él confirmaré mi alianza, la cual mantendré para siempre con sus descendientes. 20 En cuanto a Ismael, también te he oído, y voy a bendecirlo; haré que tenga muchos hijos y que aumente su descendencia. Ismael será el padre de doce jefes importantes, y haré de él una nación muy grande. 21 Pero mi alianza la mantendré con Isaac, el hijo que Sara te va a dar dentro de un año, por estos días.
22 Cuando Dios terminó de hablar con Abraham, se fue de allí. 23 Ese mismo día Abraham circuncidó a su hijo Ismael, y circuncidó también a todos los siervos nacidos en su casa y a los que había comprado con su dinero. Todos los hombres que vivían en su casa y le servían, fueron circuncidados, tal como Dios se lo había ordenado. 24-25 Abraham tenía noventa y nueve años, y su hijo Ismael trece, cuando se les circuncidó la carne del prepucio. 26 Abraham y su hijo Ismael recibieron el rito de la circuncisión aquel mismo día, 27 junto con todos los hombres de su casa, lo mismo los siervos nacidos en su casa que los que habían sido comprados por dinero a los extranjeros.
Dios promete un hijo a Abraham
18 El Señor se le apareció a Abraham en el bosque de encinas de Mamré, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña, como a mediodía. 2 Abraham levantó la vista y vio que tres hombres estaban de pie frente a él. Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, 3 y dijo:
—Mi señor, por favor le suplico que no se vaya en seguida. 4 Si a usted le parece bien, voy a pedir un poco de agua para que se laven los pies y luego descansen un rato bajo la sombra del árbol. 5 Ya que han pasado por donde vive este servidor suyo, les voy a traer algo de comer para que repongan sus fuerzas antes de seguir su camino.
—Bueno, está bien —contestaron ellos.
6 Abraham entró en su tienda de campaña y le dijo a Sara:
—¡Rápido! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes.
7 Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros, y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida. 8 Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.
9 Al terminar de comer, los visitantes le preguntaron a Abraham:
—¿Dónde está tu esposa Sara?
—Allí, en la tienda de campaña —respondió él.
10 Entonces uno de ellos dijo:
—El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo.
Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda. 11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación. 12 Por eso Sara no pudo aguantar la risa, y pensó: «¿Cómo voy a tener este gusto, ahora que mi esposo y yo estamos tan viejos?» 13 Pero el Señor le dijo a Abraham:
—¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad? 14 ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo.
15 Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo:
—Yo no me estaba riendo.
Pero el Señor le contestó:
—Yo sé que te reíste.
Abraham pide a Dios por Sodoma
16 Después los visitantes se pusieron de pie y empezaron a caminar hacia la ciudad de Sodoma. Abraham los acompañó para despedirse de ellos. 17 Entonces el Señor pensó: «Debo decirle a Abraham lo que voy a hacer, 18 ya que él va a ser el padre de una nación grande y fuerte. Le he prometido bendecir por medio de él a todas las naciones del mundo. 19 Yo lo he escogido para que mande a sus hijos y descendientes que obedezcan mis enseñanzas y hagan todo lo que es bueno y correcto, para que yo cumpla todo lo que le he prometido.» 20 Así que el Señor le dijo:
—La gente de Sodoma y Gomorra tiene tan mala fama, y su pecado es tan grave, 21 que ahora voy allá, para ver si en verdad su maldad es tan grande como se me ha dicho. Así lo sabré.
22 Dos de los visitantes se fueron de allí a Sodoma, pero Abraham se quedó todavía ante el Señor. 23 Se acercó un poco más a él, y le preguntó:
—¿Vas a destruir a los inocentes junto con los culpables? 24 Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. A pesar de eso, ¿destruirás la ciudad y no la perdonarás por esos cincuenta? 25 ¡No es posible que hagas eso de matar al inocente junto con el culpable, como si los dos hubieran cometido los mismos pecados! ¡No hagas eso! Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?
26 Entonces el Señor le contestó:
—Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todos los que viven allí.
27 Pero Abraham volvió a decirle:
—Perdona que sea yo tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo no soy más que un simple hombre; 28 pero tal vez falten cinco inocentes para completar los cincuenta. ¿Sólo por faltar esos cinco vas a destruir toda la ciudad?
Y el Señor contestó:
—Si encuentro cuarenta y cinco inocentes, no la destruiré.
29 —Tal vez haya sólo cuarenta inocentes... —insistió Abraham.
—Por esos cuarenta, no destruiré la ciudad —dijo el Señor.
30 Pero Abraham volvió a suplicar:
—Te ruego que no te enojes conmigo por insistir tanto en lo mismo, pero tal vez encuentres solamente treinta...
Y el Señor volvió a decirle:
—Hasta por esos treinta, perdonaré a la ciudad.
31 Abraham siguió insistiendo:
—Mi Señor, he sido muy atrevido al hablarte así, pero, ¿qué pasará si encuentras solamente veinte inocentes?
Y el Señor respondió:
—Por esos veinte, no destruiré la ciudad.
32 Todavía insistió Abraham:
—Por favor, mi Señor, no te enojes conmigo, pero voy a hablar tan sólo esta vez y no volveré a molestarte: ¿qué harás, en caso de encontrar únicamente diez?
Y el Señor le dijo:
—Hasta por esos diez, no destruiré la ciudad.
33 Cuando el Señor terminó de hablar con Abraham, se fue de allí; y Abraham regresó a su tienda de campaña.
Dios destruye Sodoma y Gomorra
19 Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la gente. Cuando los vio, se levantó a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente 2 y les dijo:
—Señores, por favor les ruego que acepten pasar la noche en la casa de su servidor. Allí podrán lavarse los pies, y mañana temprano seguirán su camino.
Pero ellos dijeron:
—No, gracias. Pasaremos la noche en la calle.
3 Sin embargo, Lot insistió mucho y, al fin, ellos aceptaron ir con él a su casa. Cuando llegaron, Lot les preparó una buena cena, hizo panes sin levadura, y los visitantes comieron.
4 Todavía no se habían acostado, cuando todos los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa y, desde el más joven hasta el más viejo, 5 empezaron a gritarle a Lot:
—¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con ellos!
6 Entonces Lot salió a hablarles y, cerrando bien la puerta detrás de él, 7 les dijo:
—Por favor, amigos míos, no vayan a hacer una cosa tan perversa. 8 Yo tengo dos hijas que todavía no han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero no les hagan nada a estos hombres, porque son mis invitados.
9 Pero ellos le contestaron:
—¡Hazte a un lado! Sólo faltaba que un extranjero como tú nos quisiera mandar. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos!
En seguida comenzaron a maltratar a Lot y se acercaron a la puerta para echarla abajo, 10 pero los visitantes de Lot alargaron la mano y lo metieron dentro de la casa; luego cerraron la puerta, 11 e hicieron quedar ciegos a los hombres que estaban afuera. Todos, desde el más joven hasta el más viejo, quedaron ciegos. Y se cansaron de andar buscando la puerta. 12 Entonces los visitantes le dijeron a Lot:
—¿Tienes más familiares aquí? Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí, 13 porque vamos a destruir este lugar. Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad, y por eso nos ha enviado a destruirla.
14 Entonces Lot fue a ver a sus yernos, o sea, a los prometidos de sus hijas, y les dijo:
—¡Levántense y váyanse de aquí, porque el Señor va a destruir esta ciudad!
Pero sus yernos no tomaron en serio lo que Lot les decía. 15 Como ya estaba amaneciendo, los ángeles le dijeron a Lot:
—¡De prisa! Levántate y llévate de aquí a tu esposa y a tus dos hijas, si no quieres morir cuando castiguemos a la ciudad.
16 Pero como Lot se tardaba, los ángeles lo tomaron de la mano, porque el Señor tuvo compasión de él. También tomaron a su esposa y a sus hijas, y los sacaron de la ciudad para ponerlos a salvo. 17 Cuando ya estaban fuera de la ciudad, uno de los ángeles dijo:
—¡Corre, ponte a salvo! No mires hacia atrás, ni te detengas para nada en el valle. Vete a las montañas, si quieres salvar tu vida.
18 Pero Lot les dijo:
—¡No, señores míos, por favor! 19 Ustedes me han hecho ya muchos favores, y han sido muy buenos conmigo al salvarme la vida, pero yo no puedo ir a las montañas porque la destrucción me puede alcanzar en el camino, y entonces moriré. 20 Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, a la que puedo huir. ¡Déjenme ir allá para salvar mi vida, pues realmente es una ciudad muy pequeña!
21 Entonces uno de ellos dijo:
—Te he escuchado y voy a hacer lo que me has pedido. No voy a destruir la ciudad de que me has hablado, 22 pero ¡anda!, vete allá de una vez, porque no puedo hacer nada mientras no llegues a ese lugar.
Por eso aquella ciudad fue llamada Sóar.
23 Cuando ya había amanecido y Lot había llegado a Sóar, 24 el Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra; 25 las destruyó junto con todos los que vivían en ellas, y acabó con todo lo que crecía en aquel valle. 26 Pero la mujer de Lot, que venía siguiéndole, miró hacia atrás y allí mismo quedó convertida en una estatua de sal.
27 Al día siguiente por la mañana, Abraham fue al lugar donde había estado hablando con el Señor; 28 miró hacia Sodoma y Gomorra, y por todo el valle, y vio que de toda la región subía humo, como si fuera un horno. 29 Así fue como Dios destruyó las ciudades del valle donde Lot vivía, pero se acordó de Abraham y sacó a Lot del lugar de la destrucción.
Origen de los moabitas y amonitas
30 Después Lot tuvo miedo de quedarse en Sóar y se fue con sus dos hijas a la región montañosa, donde los tres se quedaron a vivir en una cueva. 31 Un día, la hija mayor le dijo a la menor:
—Nuestro padre ya está viejo, y no hay en toda esta región ningún hombre que se case con nosotras, tal como se acostumbra; 32 así que vamos a emborracharlo y a acostarnos con él para tener hijos suyos.
33 Esa misma noche le dieron vino a su padre, y la mayor se acostó con él; pero su padre no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó. 34 Al día siguiente, la mayor le dijo a la menor:
—Mira, anoche me acosté con nuestro padre, así que esta noche también lo emborracharemos para que te acuestes con él; así las dos tendremos hijos suyos.
35 Esa noche volvieron a darle vino a su padre, y la menor se acostó con él; pero Lot tampoco se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó. 36 Así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas por parte de su padre. 37 La mayor tuvo un hijo, al que llamó Moab, que fue el padre de los actuales moabitas. 38 También la menor tuvo un hijo, al que llamó Ben-amí, que fue el padre de los actuales amonitas.
Abraham y Abimélec
20 Abraham salió del lugar donde estaba y se fue a la región del Négueb, y se quedó a vivir en la ciudad de Guerar, entre Cadés y Sur. 2 Estando allí, decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, el rey de Guerar, mandó traer a Sara para hacerla su mujer; 3 pero aquella noche Abimélec tuvo un sueño, en el que Dios le dijo: «Vas a morir, porque la mujer que has tomado es casada.»
4 Sin embargo, como él no la había tocado, le contestó: «Mi Señor, ¿acaso piensas matar a quien no ha hecho nada malo? 5 Abraham mismo me dijo que la mujer es su hermana, y ella también afirmó que él es su hermano, así que yo hice todo esto de buena fe. No he hecho nada malo.»
6 Y Dios le contestó en el sueño: «Yo sé muy bien que lo hiciste de buena fe. Por eso no te dejé tocarla, para que no pecaras contra mí. 7 Pero ahora, devuélvele su esposa a ese hombre, porque él es profeta y rogará por ti para que vivas; pero si no se la devuelves, tú y los tuyos ciertamente morirán.»
8 Al día siguiente por la mañana, Abimélec se levantó y llamó a sus siervos, y les contó todo lo que había soñado. Al oírlo, ellos tuvieron mucho miedo. 9 Después Abimélec llamó a Abraham y le dijo:
—¡Mira lo que nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, para que hayas traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi gente? Esas cosas no se hacen. 10 ¿Qué estabas pensando cuando hiciste todo esto?
Así le habló Abimélec a Abraham, 11 y Abraham contestó:
—Yo pensé que en este lugar no tenían ningún respeto a Dios, y que me matarían por causa de mi esposa. 12 Pero es cierto que ella es mi hermana: es hija de mi padre, aunque no de mi madre; por eso pude casarme con ella. 13 Cuando Dios me dio la orden de salir de la casa de mi padre, le pedí a ella que, en cada lugar a donde llegáramos, dijera que yo era su hermano.
14 Entonces Abimélec le devolvió a Abraham su esposa Sara. Además le regaló ovejas, vacas, esclavos y esclavas, 15 y le dijo:
—Mira, ahí tienes mi país; escoge el lugar que más te guste para vivir.
16 A Sara le dijo:
—Lo que le he dado a tu hermano vale mil monedas de plata, y eso va a servir para defender tu buena fama delante de todos los que están contigo. Nadie podrá hablar mal de ti.
17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios les devolvió la salud a Abimélec y a su esposa. También sanó a sus siervas, para que pudieran tener hijos, 18 pues por causa de Sara, el Señor había hecho que ninguna mujer de la casa de Abimélec pudiera tener hijos.
El nacimiento de Isaac
21 De acuerdo con su promesa, el Señor prestó atención a Sara y cumplió lo que le había dicho, 2 así que ella quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham cuando él ya era muy anciano. El niño nació en el tiempo que Dios le había dicho. 3 El nombre que Abraham le puso al hijo que Sara le dio, fue Isaac; 4 y lo circuncidó a los ocho días de nacido, tal como Dios se lo había ordenado. 5 Abraham tenía cien años cuando Isaac nació. 6 Entonces Sara pensó: «Dios me ha hecho reír, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se reirán conmigo. 7 ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que yo llegaría a darle hijos? Sin embargo, le he dado un hijo a pesar de que él ya está viejo.»
Agar e Ismael son echados de la casa de Abraham
8 El niño Isaac creció y lo destetaron. El día en que fue destetado, Abraham hizo una gran fiesta. 9 Pero Sara vio que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham, se burlaba de Isaac. 10 Entonces fue a decirle a Abraham: «¡Que se vayan esa esclava y su hijo! Mi hijo Isaac no tiene por qué compartir su herencia con el hijo de esa esclava.»
11 Esto le dolió mucho a Abraham, porque se trataba de un hijo suyo. 12 Pero Dios le dijo: «No te preocupes por el muchacho ni por tu esclava. Haz todo lo que Sara te pida, porque tu descendencia vendrá por medio de Isaac. 13 En cuanto al hijo de la esclava, yo haré que también de él salga una gran nación, porque es hijo tuyo.»
14 Al día siguiente, muy temprano, Abraham le dio a Agar pan y un cuero con agua; se lo puso todo sobre la espalda, le entregó al niño Ismael y la despidió. Ella se fue, y estuvo caminando sin rumbo por el desierto de Beerseba. 15 Cuando se acabó el agua que había en el cuero, dejó al niño debajo de un arbusto 16 y fue a sentarse a cierta distancia de allí, pues no quería verlo morir. Cuando ella se sentó, el niño comenzó a llorar.
17 Dios oyó que el muchacho lloraba; y desde el cielo el ángel de Dios llamó a Agar y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del muchacho ahí donde está. 18 Anda, ve a buscar al niño, y no lo sueltes de la mano, pues yo haré que de él salga una gran nación.»
19 Entonces Dios hizo que Agar viera un pozo de agua. Ella fue y llenó de agua el cuero, y dio de beber a Ismael. 20-21 Dios ayudó al muchacho, el cual creció y vivió en el desierto de Parán, y llegó a ser un buen tirador de arco. Más tarde su madre lo casó con una mujer egipcia.
Abraham y Abimélec hacen un pacto
22 Más o menos por ese tiempo, Abimélec fue a hablar con Abraham. Lo acompañaba Ficol, el jefe de su ejército. Y Abimélec dijo a Abraham:
—Vemos que Dios te ayuda en todo lo que haces. 23 Por lo tanto, júrame por Dios, en este mismo lugar, que no nos harás mal ni a mí ni a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame que me tratarás con la misma bondad con que yo te he tratado, y que harás lo mismo con la gente de este país donde ahora vives.
24 —Te lo juro —contestó Abraham.
25 Pero Abraham le llamó la atención a Abimélec acerca de un pozo de agua que los siervos de éste le habían quitado. 26 Y Abimélec le contestó:
—Hasta hoy no he sabido nada de este asunto, pues tú no me lo habías dicho. Yo no sé quién ha podido hacer eso.
27 Entonces Abraham tomó ovejas y vacas, y se las dio a Abimélec; y aquel mismo día los dos hicieron un trato. 28 Pero Abraham apartó siete ovejas de su rebaño, 29 por lo que Abimélec le preguntó:
—¿Para qué has apartado estas siete ovejas?
30 Y Abraham contestó:
—Para que estas siete ovejas que yo te entrego sirvan como prueba de que yo hice este pozo.
31 Por esta razón ese lugar se llamó Beerseba, pues allí los dos hicieron un juramento.
32 Una vez hecho el trato en Beerseba, Abimélec y Ficol regresaron al país de los filisteos. 33 Allí, en Beerseba, Abraham plantó un árbol, un tamarisco, e invocó el nombre del Señor, el Dios eterno. 34 Durante mucho tiempo, Abraham vivió en el país de los filisteos.
Dios pone a prueba la fe de Abraham
22 Después de algún tiempo, Dios puso a prueba la fe de Abraham. Lo llamó por su nombre, y él contestó:
—Aquí estoy.
2 Y Dios le dijo:
—Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moria. Una vez allá, ofrécelo en holocausto sobre el cerro que yo te señalaré.
3 Al día siguiente, muy temprano, Abraham se levantó y ensilló su asno; cortó leña para el holocausto y se fue al lugar que Dios le había dicho, junto con su hijo Isaac y dos de sus siervos. 4 Al tercer día, Abraham alcanzó a ver el lugar desde lejos. 5 Entonces les dijo a sus siervos:
—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante, adoraremos a Dios, y luego regresaremos.
6 Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso sobre los hombros de Isaac; luego tomó el cuchillo y el fuego, y se fueron los dos juntos. 7 Poco después Isaac le dijo a Abraham:
—¡Padre!
—¿Qué quieres, hijo? —le contestó Abraham.
—Mira —dijo Isaac—, tenemos la leña y el fuego, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
8 —Dios se encargará de que haya un cordero para el holocausto, hijito —respondió su padre.
Y siguieron caminando juntos. 9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham construyó un altar y preparó la leña; luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña; 10 pero en el momento de tomar el cuchillo para sacrificar a su hijo, 11 el ángel del Señor lo llamó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham!
—Aquí estoy —contestó él.
12 El ángel le dijo:
—No le hagas ningún daño al muchacho, porque ya sé que tienes temor de Dios, pues no te negaste a darme tu único hijo.
13 Abraham se fijó, y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos entre las ramas de un arbusto; entonces fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto, en lugar de su hijo. 14 Después Abraham le puso este nombre a aquel lugar: «El Señor da lo necesario.» Por eso todavía se dice: «En el cerro, el Señor da lo necesario.»
15 El ángel del Señor llamó a Abraham desde el cielo por segunda vez, 16 y le dijo:
—El Señor ha dicho: “Puesto que has hecho esto y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo 17 que te bendeciré mucho. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Además, ellos siempre vencerán a sus enemigos, 18 y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has obedecido.”
19 Abraham regresó al lugar donde se habían quedado sus siervos. Después todos juntos se fueron a Beerseba, donde Abraham se quedó a vivir.
Los hijos de Nahor
20 Al cabo de algún tiempo, Abraham recibió la noticia de que Milcá también le había dado hijos a su hermano Nahor. 21 El primero que nació fue Us; luego nació su hermano Buz, y luego Quemuel, que fue el padre de Aram. 22 Luego nacieron Quésed, Hazó, Pildás, Idlaf y Betuel. 23 Este Betuel fue el padre de Rebeca. Éstos son los ocho hijos que Milcá le dio a Nahor, el hermano de Abraham.
24 Además, Nahor tuvo hijos con Reumá, su concubina. Ellos fueron Teba, Gáham, Tahas y Maacá.
Muerte y sepultura de Sara
23 Sara vivió ciento veintisiete años, 2 y murió en Quiriat-arbá, o sea la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abraham lloró por la muerte de Sara y le guardó luto. 3 Luego salió de donde estaba el cadáver de Sara y fue a decirles a los hititas de aquel lugar:
4 —Aunque soy un extranjero entre ustedes, véndanme un sepulcro para enterrar a mi esposa.
5 Y los hititas le contestaron:
6 —¡Por favor, señor, escúchenos! Usted es entre nosotros un escogido de Dios. Entierre a su esposa en el mejor de nuestros sepulcros, pues ninguno de nosotros le negará su sepulcro para eso.
7 Entonces Abraham se puso de pie, hizo una reverencia ante los hititas, 8 y les dijo:
—Si de veras quieren que yo entierre aquí a mi esposa, por favor pídanle de mi parte a Efrón, el hijo de Sóhar, 9 que me venda la cueva de Macpelá, que está en la orilla de sus terrenos. Yo le pagaré el precio total de la cueva, y así seré dueño de un sepulcro en este lugar.
10 Como Efrón el hitita estaba allí entre ellos, le contestó a Abraham de manera que pudieran escucharlo sus paisanos y también todos los que pasaban por la entrada de la ciudad:
11 —¡No, señor mío, por favor! Yo le regalo el terreno, y la cueva que está en el terreno. Mis paisanos son testigos de que yo se lo regalo. Entierre usted a su esposa.
12 Pero Abraham volvió a hacer una reverencia a los habitantes del lugar 13 y le contestó a Efrón delante de todos:
—¡Por favor, escúcheme usted! Le ruego que acepte el dinero por el terreno, y después enterraré allí a mi esposa.
14 Entonces Efrón le contestó:
15 —Escúcheme, señor mío: el terreno vale cuatrocientas monedas de plata. Por esa cantidad no vamos a discutir, así que entierre usted a su esposa.
16 Abraham aceptó pagar la cantidad que Efrón había mencionado en presencia de los hititas, y le pagó en plata contante y sonante. 17 De esta manera el terreno de Efrón que estaba en Macpelá, al oriente de Mamré, es decir, el terreno con la cueva y todos los árboles que estaban dentro del terreno, 18 pasaron a ser propiedad de Abraham. De ello fueron testigos los hititas y todos los que pasaban por la entrada de la ciudad.
19 Después de esto Abraham enterró a Sara en la cueva que estaba en el terreno de Macpelá, al oriente de Mamré, lugar que también es conocido con el nombre de Hebrón, y que está en Canaán. 20 Así quedó en posesión del terreno y de la cueva que allí había, la cual los hititas le vendieron para sepultura.
Abraham busca esposa para Isaac
24 Abraham era ya muy viejo, y el Señor lo había bendecido en todo. 2 Un día llamó al más viejo de sus siervos, el que estaba a cargo de todo lo suyo, y le dijo:
—Pon tu mano debajo de mi muslo, 3 y júrame por el Señor, el Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo Isaac se case con una mujer de esta tierra de Canaán, donde yo vivo, 4 sino que irás a mi tierra y escogerás una esposa para él entre las mujeres de mi familia.
5 El siervo le contestó:
—Pero si la mujer no quiere venir conmigo, ¿qué hago? ¿Debo entonces llevar a su hijo a la tierra de donde usted salió?
6 Abraham le dijo:
—¡No, no lleves allá a mi hijo! 7 El Señor, el Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes y me prometió dar esta tierra a mis descendientes, también enviará su ángel delante de ti para que traigas de allá una esposa para mi hijo. 8 Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre de este compromiso, pero ¡de ninguna manera lleves allá a mi hijo!
9 Entonces el siervo puso la mano bajo el muslo de su amo Abraham, y le juró que haría lo que le había pedido. 10 Después escogió regalos entre lo mejor que su amo tenía, tomó diez de sus camellos y se fue a la ciudad de Nahor, en Mesopotamia. 11 Cuando el siervo llegó a las afueras de la ciudad, ya empezaba a oscurecer. A esa hora las mujeres van a sacar agua. El siervo hizo descansar a los camellos junto a un pozo de agua, 12 y comenzó a orar: «Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien, y muéstrate bondadoso con mi amo. 13 Voy a quedarme aquí, junto al pozo, mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua. 14 Permite que la muchacha a la que yo le diga: “Por favor, baje usted su cántaro para que yo beba”, y que me conteste: “Beba usted, y también les daré agua a sus camellos”, que sea ella la que tú has escogido para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo.»
15 Todavía no había terminado de orar, cuando vio que una muchacha venía con su cántaro al hombro. Era Rebeca, la hija de Betuel. Betuel era hijo de Milcá y de Nahor, el hermano de Abraham. 16 Rebeca era muy hermosa, y además virgen; ningún hombre la había tocado. Bajó al pozo, llenó su cántaro, y ya regresaba 17 cuando el siervo corrió a alcanzarla y le dijo:
—Por favor, déjeme usted beber un poco de agua de su cántaro.
18 —Beba usted, señor —contestó ella.
Y en seguida bajó su cántaro, lo sostuvo entre las manos y le dio de beber. 19 Cuando el siervo terminó de beber, Rebeca le dijo:
—También voy a sacar agua para sus camellos, para que beban toda la que quieran.
20 Rápidamente vació su cántaro en el bebedero y corrió varias veces al pozo, hasta que sacó agua para todos los camellos. 21 Mientras tanto el siervo la miraba sin decir nada, pues quería estar seguro de que el Señor había hecho que le fuera bien en su viaje. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba como seis gramos, y se lo puso a ella en la nariz. También le dio dos brazaletes de oro que pesaban más de cien gramos, 23 y le dijo:
—Dígame por favor de quién es usted hija, y si hay lugar en la casa de su padre donde mis hombres y yo podamos pasar la noche.
24 Y ella contestó:
—Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Nahor. 25 En nuestra casa hay lugar para que usted pase la noche, y también suficiente paja y comida para los camellos.
26 Entonces el siervo se arrodilló y adoró al Señor, 27 diciendo: «¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abraham, pues ha sido fiel y bondadoso con mi amo, y me ha dirigido en el camino a la casa de sus parientes!»
28 Rebeca fue corriendo a la casa de su madre, a contar todo lo que le había pasado. 29 Tenía ella un hermano llamado Labán, el cual corrió al pozo a buscar al hombre, 30 pues había visto el anillo y los brazaletes que su hermana llevaba en los brazos, y le había oído contar lo que el hombre le había dicho. Labán se acercó al siervo de Abraham, que todavía estaba con los camellos junto al pozo, 31 y le dijo:
—Venga usted, bendito del Señor. ¡Cómo va usted a quedarse aquí afuera, si ya he preparado la casa y un lugar para los camellos!
32 Entonces el siervo fue a la casa. Allí Labán descargó los camellos y les dio de comer, y luego trajo agua para que el siervo y sus compañeros se lavaran los pies.
33 Cuando le sirvieron de comer, el siervo de Abraham dijo:
—Yo no podría comer antes de haber dicho lo que tengo que decir.
—Hable usted —dijo Labán.
34 El siervo dijo:
—Yo soy siervo de Abraham. 35 El Señor ha bendecido mucho a mi amo y lo ha hecho rico: le ha dado ovejas, vacas, oro y plata, siervos, siervas, camellos y asnos. 36 Además, Sara, su esposa, le dio un hijo cuando ya era muy anciana, y mi amo le ha dejado a su hijo todo lo que tiene. 37 Mi amo me hizo jurar, y me dijo: “No dejes que mi hijo se case con una mujer de esta tierra de Canaán, donde yo vivo. 38 Antes bien, ve a la familia de mi padre, y busca entre las mujeres de mi clan una esposa para él.” 39 Y yo le dije: “Mi señor, ¿y si la mujer no quiere venir conmigo?” 40 Entonces él me contestó: “Yo he andado en el camino del Señor, y él enviará su ángel contigo, para que te vaya bien en tu viaje y tomes una esposa para mi hijo de entre las mujeres de mi familia, es decir, de la familia de mi padre. 41 Sólo en caso de que mis parientes no quieran darte la muchacha, quedarás libre del juramento que me has hecho.”
42 »Así fue como hoy llegué al pozo, y en oración le dije al Señor, el Dios de mi amo Abraham: “Si de veras vas a hacer que me vaya bien en este viaje, 43 te ruego que ahora que estoy junto al pozo, pase esto: que la muchacha que venga por agua y a la que yo le diga: Por favor, déjeme usted beber un poco de agua de su cántaro, 44 y que me conteste: Beba usted, y también sacaré agua para sus camellos, que sea ésta la mujer que tú, Señor, has escogido para el hijo de mi amo.” 45 Todavía no terminaba yo de hacer esta oración, cuando vi que Rebeca venía con su cántaro al hombro. Bajó al pozo a sacar agua, y le dije: “Deme usted agua, por favor.” 46 Ella bajó en seguida su cántaro, y me dijo: “Beba usted, y también les daré de beber a sus camellos.” Y ella me dio agua, y también a mis camellos. 47 Luego le pregunté: “¿De quién es usted hija?” y ella me contestó: “Soy hija de Betuel, el hijo de Nahor y de Milcá.” Entonces le puse un anillo en la nariz y dos brazaletes en los brazos, 48 y me arrodillé y adoré al Señor; alabé al Señor, el Dios de mi amo Abraham, por haberme traído por el camino correcto para tomar la hija del pariente de mi amo para su hijo. 49 Ahora pues, díganme si van a ser buenos y sinceros con mi amo, y si no, díganmelo también, para que yo sepa lo que debo hacer.»
50 Entonces Labán y Betuel le contestaron:
—Todo esto viene del Señor, y nosotros no podemos decirle a usted que sí o que no. 51 Mire usted, aquí está Rebeca; tómela y váyase. Que sea la esposa del hijo de su amo, tal como el Señor lo ha dispuesto.
52 Cuando el siervo de Abraham oyó esas palabras, se arrodilló delante del Señor hasta tocar el suelo con la frente. 53 Luego sacó varios objetos de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También a su hermano y a su madre les hizo regalos. 54 Después él y sus compañeros comieron y bebieron, y pasaron allí la noche. Al día siguiente, cuando se levantaron, el siervo dijo:
—Déjenme regresar a la casa de mi amo.
55 Pero el hermano y la madre de Rebeca le dijeron:
—Que se quede la muchacha con nosotros todavía unos diez días, y después podrá irse con usted.
56 Pero el siervo les dijo:
—No me detengan más. Dios ha hecho que mi viaje haya salido bien, así que déjenme regresar a la casa de mi amo.
57 Entonces ellos contestaron:
—Vamos a llamar a la muchacha, a ver qué dice ella.
58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron:
—¿Quieres irte con este hombre?
—Sí —contestó ella.
59 Entonces dejaron ir a Rebeca y a la mujer que la había cuidado siempre, y también al siervo de Abraham y a sus compañeros. 60 Y bendijeron a Rebeca de esta manera:
«Oh, hermana nuestra,
¡que seas madre de muchos millones!
¡Que tus descendientes
conquisten las ciudades de sus enemigos!»
61 Entonces Rebeca y sus siervas montaron en los camellos y siguieron al siervo de Abraham. Fue así como el siervo tomó a Rebeca y se fue de allí.
62 Isaac había vuelto del pozo llamado «El que vive y me ve», pues vivía en la región del Négueb. 63 Había salido a dar un paseo al anochecer. En esto vio que unos camellos se acercaban. 64 Por su parte, Rebeca también miró y, al ver a Isaac, se bajó del camello 65 y le preguntó al siervo:
—¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros?
—Es mi amo —contestó el siervo.
Entonces ella tomó su velo y se cubrió la cara.
66 El siervo le contó a Isaac todo lo que había hecho. 67 Luego Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Isaac amó mucho a Rebeca, y así se consoló de la muerte de su madre.
Los descendientes de Abraham y Queturá(A)
25 Abraham tuvo otra esposa, que se llamaba Queturá. 2 Sus hijos con ella fueron Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súah. 3 Jocsán fue el padre de Sebá y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos. 4 Los hijos de Madián fueron Efá, Éfer, Hanoc, Abidá y Eldaá. Todos estos fueron descendientes de Queturá. 5 Isaac heredó todo lo que Abraham tenía. 6 A los hijos de sus otras mujeres, Abraham solamente les hizo regalos, y cuando todavía vivía los separó de su hijo Isaac, enviándolos a la región del oriente.
Muerte y sepultura de Abraham
7 Abraham vivió ciento setenta y cinco años en total, 8 y murió de muerte natural, cuando ya era muy anciano. Y fue a reunirse con sus antepasados. 9 Sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpelá, que está al oriente de Mamré, en el terreno de Efrón, el hijo de Sóhar el hitita. 10 Este terreno era el que Abraham había comprado a los hititas. Allí fue sepultado Abraham, junto a su esposa Sara. 11 Después que Abraham murió, Dios bendijo a Isaac, que se había quedado a vivir junto al pozo «El que vive y me ve».
Los descendientes de Ismael(B)
12 Éstos son los hijos de Ismael, el hijo de Abraham y de Agar, la esclava egipcia de Sara, 13 en el orden en que nacieron: Nebaiot, que fue su hijo mayor; luego Quedar, Adbeel, Mibsam, 14 Mismá, Dumá, Masá, 15 Hadar, Temá, Jetur, Nafís y Quedmá. 16 Éstos son los nombres de los doce hijos de Ismael, y con esos mismos nombres se conocieron sus propios territorios y campamentos. Cada uno era jefe de su propia gente.
17 Ismael tenía ciento treinta y siete años cuando murió, y fue a reunirse con sus antepasados. 18 Sus descendientes se establecieron en la región que está entre Havilá y Sur, frente a Egipto, en la ruta a Asiria. Allí se establecieron, a pesar de la oposición de sus hermanos.
Nacimiento de Jacob y Esaú
19 Ésta es la historia de Isaac, el hijo de Abraham. 20 Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, que era hija de Betuel y hermana de Labán, los arameos que vivían en Padán-aram. 21 Rebeca no podía tener hijos, así que Isaac le rogó al Señor por ella. Y el Señor oyó su oración y Rebeca quedó embarazada. 22 Pero como los mellizos se peleaban dentro de su vientre, ella pensó: «Si esto va a ser así, ¿para qué seguir viviendo?» Entonces fue a consultar el caso con el Señor, 23 y él le contestó:
«En tu vientre hay dos naciones,
dos pueblos que están en lucha
desde antes de nacer.
Uno será más fuerte que el otro,
y el mayor estará sujeto al menor.»
24 Llegó al fin el día en que Rebeca tenía que dar a luz, y tuvo mellizos. 25 El primero que nació era pelirrojo, todo cubierto de vello, y lo llamaron Esaú. 26 Luego nació su hermano, agarrado al talón de Esaú con una mano, y por eso lo llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando Rebeca los dio a luz.
Esaú vende sus derechos de hijo mayor
27 Los niños crecieron. Esaú llegó a ser un hombre del campo y muy buen cazador; Jacob, por el contrario, era un hombre tranquilo, y le agradaba quedarse en el campamento. 28 Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba, pero Rebeca prefería a Jacob.
29 Un día en que Jacob estaba cocinando, Esaú regresó muy cansado del campo 30 y le dijo:
—Por favor, dame un poco de ese guiso rojo que tienes ahí, porque me muero de hambre.
(Por eso a Esaú también se le conoce como Edom.)
31 —Primero dame a cambio tus derechos de hijo mayor —contestó Jacob.
32 Entonces Esaú dijo:
—Como puedes ver, me estoy muriendo de hambre, de manera que los derechos de hijo mayor no me sirven de nada.
33 —Júramelo ahora mismo —insistió Jacob.
Esaú se lo juró, y así le cedió a Jacob sus derechos de hijo mayor. 34 Entonces Jacob le dio a Esaú pan y guiso de lentejas. Cuando Esaú terminó de comer y beber, se levantó y se fue, sin dar ninguna importancia a sus derechos de hijo mayor.
Isaac se va a Guerar
26 En ese tiempo hubo una gran escasez de alimentos en toda aquella región, además de la que hubo cuando Abraham aún vivía. Por eso Isaac se fue a Guerar, donde vivía Abimélec, rey de los filisteos. 2 Allí el Señor se le apareció y le dijo: «No vayas a Egipto. Quédate donde yo te diga, 3 y por ahora sigue viviendo en este país. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes les voy a dar todas estas tierras. Así cumpliré la promesa que le hice a tu padre Abraham. 4 Haré que tus descendientes sean tantos como las estrellas del cielo, y les daré todas estas tierras. Además, todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tus descendientes, 5 porque Abraham me obedeció y cumplió mis órdenes, mis mandamientos, mis leyes y mis enseñanzas.»
6 Entonces Isaac se quedó en Guerar, 7 y cuando los que vivían en ese lugar le preguntaron en cuanto a Rebeca, Isaac tuvo miedo de decir que era su esposa y les dijo que era su hermana. Era tan hermosa Rebeca, que Isaac pensó que los hombres del lugar lo matarían por causa de ella.
8 Pasó el tiempo y él se quedó allá. Pero un día en que Abimélec estaba mirando por la ventana, vio que Isaac acariciaba a su esposa Rebeca. 9 Entonces lo mandó llamar y le dijo:
—Así que ella es tu esposa, ¿verdad? Entonces, ¿por qué dijiste que era tu hermana?
—Yo pensé que tal vez me matarían por causa de ella —contestó Isaac.
10 Pero Abimélec le dijo:
—¿Por qué nos has hecho esto? Un poco más y alguno del pueblo se habría acostado con tu esposa, y tú nos habrías hecho pecar.
11 Entonces Abimélec ordenó a todo su pueblo:
—Si alguien molesta a este hombre o a su esposa, será condenado a muerte.
12 Ese año Isaac sembró en aquel lugar y recogió muy buena cosecha, pues el Señor lo bendijo. 13 Se hizo muy rico y llegó a tener muchas posesiones. 14 Eran tantas sus ovejas y vacas, y tantos sus siervos, que los filisteos le tenían envidia. 15 Cuando su padre Abraham aún vivía, los siervos de Abraham habían abierto pozos; pero después los filisteos los habían tapado y llenado de tierra. 16 Por fin, Abimélec le dijo a Isaac:
—Vete de aquí, porque has llegado a ser más rico que nosotros.
17 Isaac se fue y acampó en el valle de Guerar, y allí se quedó a vivir. 18 Volvió a abrir los pozos de agua que habían sido abiertos en vida de su padre, y que los filisteos habían tapado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado. 19 Un día, los siervos de Isaac estaban haciendo un pozo en el valle, y encontraron un manantial. 20 Pero los pastores que cuidaban las ovejas en el valle de Guerar se pelearon con los pastores que cuidaban las ovejas de Isaac, porque decían que esa agua era de ellos. Por eso Isaac llamó a ese pozo «Pelea», pues se habían peleado por él. 21 Después sus siervos abrieron otro pozo, por el que volvieron a pelear, y a ese pozo Isaac lo llamó «Enemistad».
22 Isaac se fue lejos de allí, y abrió otro pozo. Como ya no pelearon por él, lo llamó «Libertad», pues dijo: «Ahora el Señor nos ha dejado en libertad de progresar en este lugar.»
23 De allí Isaac se fue a Beerseba. 24 Esa noche el Señor se le apareció y le dijo:
«Yo soy el Dios de tu padre Abraham.
No tengas miedo; yo estoy contigo.
Por causa de mi siervo Abraham
te bendeciré y aumentaré mucho tu descendencia.»
25 Entonces Isaac construyó un altar allí, e invocó el nombre del Señor. Acampó en aquel lugar, y sus siervos abrieron un pozo.
Isaac y Abimélec hacen un pacto
26 Un día, Abimélec vino desde Guerar para hablar con Isaac. Lo acompañaban su amigo Ahuzat, y Ficol, que era el capitán de su ejército. 27 Isaac les dijo:
—Si ustedes no me quieren, y hasta me echaron de su tierra, ¿para qué vienen a verme?
28 Ellos le contestaron:
—Hemos visto que el Señor está contigo, y hemos pensado proponerte que hagamos un pacto. El pacto será éste: 29 que tú no nos harás ningún mal, pues nosotros no te hemos molestado. Al contrario, siempre te hemos tratado bien y te despedimos en forma amistosa, y ahora el Señor te está bendiciendo.
30 Entonces Isaac les hizo una gran fiesta, y ellos comieron y bebieron. 31 Al día siguiente por la mañana, se levantaron y se hicieron juramentos entre sí. Luego Isaac les dijo adiós, y ellos se despidieron de él como amigos.
32 Aquel mismo día, los siervos de Isaac vinieron a darle la noticia de que habían encontrado agua en el pozo que estaban abriendo. 33 Isaac le puso a aquel pozo el nombre de Sebá. Por eso aquella ciudad todavía se llama Beerseba.
34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con Judit, que era hija de Beerí el hitita. También se casó con Basemat, que era hija de otro hitita llamado Elón. 35 Estas dos mujeres les amargaron la vida a Isaac y Rebeca.
Isaac bendice a Jacob y Esaú
27 Isaac estaba ya muy viejo, y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:
—¡Hijo mío!
—Dime, padre —contestó Esaú.
2 —Ya ves que estoy muy viejo —dijo Isaac—, y un día de éstos me puedo morir. 3 Por eso quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas para cazar algún animal. 4 Prepara luego un guisado sabroso, como a mí me gusta, y tráelo para que yo lo coma. Entonces te daré mi bendición antes de morir.
5 Pero Rebeca estaba oyendo lo que Isaac le decía a Esaú. Por eso, en cuanto éste se fue al monte a cazar algo para su padre, 6 ella dijo a Jacob, su hijo menor:
—Mira, oí que tu padre estaba hablando con tu hermano Esaú, y que le decía: 7 “Caza algún animal, prepara un guisado sabroso para que yo lo coma, y te daré mi bendición delante del Señor antes de morir.” 8 Así que, hijo mío, escucha bien lo que te voy a decir: 9 Ve a donde está el rebaño, y tráeme dos de los mejores cabritos; voy a prepararle a tu padre un guisado sabroso, como a él le gusta. 10 Tú se lo vas a llevar para que lo coma, y así te dará a ti su bendición antes de morir.
11 Pero Jacob le dijo a su madre:
—Mi hermano tiene mucho pelo en el cuerpo, y yo no. 12 Si mi padre llega a tocarme y me reconoce, va a pensar que me estoy burlando de él; entonces haré que me maldiga en lugar de que me bendiga.
13 Pero su madre le contestó:
—Hijo mío, que esa maldición recaiga sobre mí. Tú haz lo que te digo y tráeme esos cabritos.
14 Jacob fue por los cabritos y se los trajo a su madre. Ella preparó entonces un guisado sabroso, como a Isaac le gustaba, 15 sacó la mejor ropa de Esaú, su hijo mayor, que estaba guardada en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor. 16 Luego, con la piel de los cabritos, le cubrió a Jacob los brazos y la parte del cuello donde no tenía pelo, 17 y le dio el guisado y el pan que había preparado.
18 Entonces Jacob entró donde estaba su padre, y le dijo:
—¡Padre!
—Aquí estoy. ¿Cuál de mis hijos eres tú? —preguntó Isaac.
19 —Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó Jacob—. Ya hice lo que me dijiste. Levántate, por favor; siéntate y come del animal que he cazado, y dame tu bendición.
20 Entonces Isaac le preguntó:
—¿Cómo pudiste encontrarlo tan pronto, hijo mío?
—El Señor tu Dios me ayudó a encontrarlo —respondió Jacob.
21 Pero Isaac le dijo:
—Acércate y déjame tocarte, a ver si de veras eres mi hijo Esaú.
22 Jacob se acercó para que su padre lo tocara. Entonces Isaac dijo: «La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú.» 23 Así que no lo reconoció, porque sus brazos tenían mucho pelo, como los de su hermano Esaú. Pero cuando iba a darle su bendición, 24 volvió a preguntarle:
—¿De veras eres mi hijo Esaú?
—Sí, yo soy Esaú —respondió Jacob.
25 Entonces su padre le dijo:
—Sírveme, hijo mío, para que coma yo de lo que cazaste, y entonces te daré mi bendición.
Jacob le sirvió de comer a su padre, y también le trajo vino. Isaac comió y bebió, 26 y luego le dijo:
—Acércate, hijo, y dame un beso.
27 Cuando Jacob se acercó para besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras:
«Sí, este olor es de mi hijo.
Es como el olor de un campo
bendecido por el Señor.
28 Que Dios te dé la lluvia del cielo,
las mejores cosechas de la tierra,
mucho trigo y mucho vino.
29 Que mucha gente te sirva;
que las naciones se arrodillen delante de ti.
Gobierna a tus propios hermanos;
¡que se arrodillen delante de ti!
Los que te maldigan serán malditos,
y los que te bendigan serán benditos.»
30 Había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y apenas salía Jacob de donde estaba su padre, cuando Esaú regresó de cazar. 31 También él preparó un guisado sabroso, se lo llevó a su padre, y le dijo:
—Levántate, padre; come del animal que tu hijo ha cazado, y dame tu bendición.
32 Entonces Isaac le preguntó:
—¿Quién eres tú?
—Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó.
33 Isaac se quedó muy sorprendido, y con voz temblorosa dijo:
—Entonces, ¿quién es el que fue a cazar y me trajo el guisado? Yo me lo comí todo antes de que tú llegaras, y le di mi bendición, y ahora él ha quedado bendecido.
34 Cuando Esaú oyó lo que su padre decía, se puso a llorar amargamente, y gritó:
—¡Dame también a mí tu bendición, padre mío!
35 Pero Isaac le contestó:
—Ya vino tu hermano, y me engañó, y se llevó la bendición que era para ti.
36 —¡Con razón le pusieron por nombre Jacob! —dijo Esaú—. ¡Ya van dos veces que me hace trampa! Primero me quitó mis derechos de hijo mayor, y ahora me ha quitado la bendición que me tocaba. ¿No has guardado ninguna otra bendición para mí?
37 Entonces Isaac le contestó:
—Mira, yo le he dado a Jacob autoridad sobre ti; le he dado por siervos a todos sus parientes, y le he deseado que tenga mucho trigo y mucho vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío?
38 Esaú insistió:
—¿No puedes dar más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí!
Y volvió a llorar a gritos.
39 Entonces Isaac le dijo:
«Vivirás lejos de las tierras fértiles
y de la lluvia que cae del cielo.
40 Tendrás que defenderte con tu espada
y serás siervo de tu hermano;
pero cuando te hagas fuerte,
te librarás de él.»
Jacob huye de Esaú
41 Desde entonces Esaú odió a Jacob por la bendición que le había dado su padre, y pensaba: «Ya pronto vamos a estar de luto por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.»
42 Cuando Rebeca supo lo que Esaú estaba planeando, mandó llamar a Jacob y le dijo:
—Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti. 43 Por eso, hijo, escúchame; huye en seguida a Harán, a casa de mi hermano Labán. 44 Quédate con él por algún tiempo, hasta que se le pase el enojo a tu hermano 45 y olvide lo que le has hecho. Entonces te mandaré avisar para que vuelvas. ¡No quiero perder a mis dos hijos en un solo día!
46 Luego Rebeca le dijo a Isaac:
—Estoy cansada de la vida por culpa de estas hititas con las que Esaú se casó. Si Jacob se casa con una hitita como estas, de las que viven aquí en Canaán, vale más que me muera.
28 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le dio esta orden: «No te cases con ninguna mujer de esta tierra de Canaán. 2 Vete a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán. 3 Que el Dios todopoderoso te bendiga y te dé muchos descendientes, para que de ti salgan muchas naciones. 4 Que te dé a ti, y también a tus descendientes, la bendición que le prometió a Abraham, para que sean dueños de esta tierra donde ahora vivimos como extranjeros, pues él se la prometió a Abraham.»
5 Así fue como Isaac envió a Jacob a Padán-aram. Jacob llegó a casa de Labán, que era hijo de Betuel el arameo y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.
Esaú se casa
6 Esaú había visto cuando Isaac le dio su bendición a Jacob y lo envió a Padán-aram para casarse allá. También se fijó en que su padre, al bendecirlo, le encargó que no se casara con ninguna mujer de Canaán, 7 y que Jacob se fue a Padán-aram como su padre y su madre le habían dicho. 8 De esa manera Esaú se dio cuenta de que a su padre no le agradaban las mujeres de Canaán; 9 por eso fue a ver a Ismael, hijo de Abraham, y tomó por esposa a su hija Mahalat, que era hermana de Nebaiot, además de las esposas cananeas que ya tenía.
Dios se aparece a Jacob en Betel
10 Jacob salió de Beerseba y tomó el camino de Harán. 11 Llegó a cierto lugar y allí se quedó a pasar la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó como almohada una de las piedras que había en el lugar, y se acostó a dormir. 12 Allí tuvo un sueño, en el que veía una escalera que estaba apoyada en la tierra y llegaba hasta el cielo, y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban. 13 También veía que el Señor estaba de pie junto a él, y que le decía: «Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tus descendientes les daré la tierra en donde estás acostado. 14 Ellos llegarán a ser tantos como el polvo de la tierra, y se extenderán al norte y al sur, al este y al oeste, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tus descendientes. 15 Yo estoy contigo; voy a cuidarte por dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No voy a abandonarte sin cumplir lo que te he prometido.»
16 Cuando Jacob despertó de su sueño, pensó: «En verdad el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.» 17 Tuvo mucho miedo, y pensó: «Este lugar es muy sagrado. Aquí está la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!»
18 Al día siguiente Jacob se levantó muy temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la puso de pie como un pilar, y la consagró derramando aceite sobre ella. 19 En ese lugar había antes una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y le puso Betel.
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