Bible in 90 Days
El mundo odia a Jesús y a los suyos
18 »Si el mundo los odia a ustedes, sepan que a mí me odió primero. 19 Si ustedes fueran del mundo, la gente del mundo los amaría, como ama a los suyos. Pero yo los escogí a ustedes entre los que son del mundo, y por eso el mundo los odia, porque ya no son del mundo. 20 Acuérdense de esto que les dije: “Ningún servidor es más que su señor.” Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán; y si han hecho caso de mi palabra, también harán caso de la de ustedes. 21 Todo esto van a hacerles por mi causa, porque no conocen al que me envió.
22 »Ellos no tendrían ninguna culpa, si yo no hubiera venido a hablarles. Pero ahora no tienen disculpa por su pecado; 23 pues los que me odian a mí, odian también a mi Padre. 24 No tendrían ninguna culpa, si yo no hubiera hecho entre ellos cosas que ningún otro ha hecho; pero ya han visto estas cosas y, a pesar de ello, me odian a mí y odian también a mi Padre. 25 Pero esto sucede porque tienen que cumplirse las palabras que están escritas en la ley de ellos: “Me odiaron sin motivo.”
26 »Pero cuando venga el Defensor que yo voy a enviar de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él será mi testigo. 27 Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio.
16 »Les digo estas cosas para que no pierdan su fe en mí. 2 Los expulsarán de las sinagogas, y aun llegará el momento en que cualquiera que los mate creerá que así presta un servicio a Dios. 3 Esto lo harán porque no nos han conocido, ni al Padre ni a mí. 4 Les digo esto para que, cuando llegue el momento, se acuerden de que yo se lo había dicho ya.
Lo que hace el Espíritu Santo
»No les dije esto desde un principio porque yo estaba con ustedes. 5 Pero ahora me voy para estar con el que me ha enviado, y ninguno de ustedes me pregunta a dónde voy; 6 al contrario, se han puesto muy tristes porque les he dicho estas cosas. 7 Pero les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré. 8 Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo quién es pecador, quién es inocente, y quién recibe el juicio de Dios. 9 Quién es pecador: el que no cree en mí; 10 quién es inocente: yo, que voy al Padre, y ustedes ya no me verán; 11 quién recibe el juicio de Dios: el que gobierna este mundo, que ya ha sido condenado.
12 »Tengo mucho más que decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes. 13 Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder. 14 Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes. 15 Todo lo que el Padre tiene, es mío también; por eso dije que el Espíritu recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a ustedes.
16 »Dentro de poco, ustedes ya no me verán, pero un poco más tarde me volverán a ver.
La tristeza se cambiará en alegría
17 Entonces algunos de sus discípulos se preguntaron unos a otros:
—¿Qué quiere decir con esto? Nos dice que dentro de poco ya no lo veremos, y que un poco más tarde lo volveremos a ver, y que es porque se va a donde está el Padre. 18 ¿Qué quiere decir con eso de “dentro de poco”? No entendemos de qué está hablando.
19 Jesús se dio cuenta de que querían hacerle preguntas, y les dijo:
—Yo les he dicho que dentro de poco ya no me verán, y que un poco más tarde me volverán a ver. ¿Es esto lo que se están preguntando ustedes? 20 Les aseguro que ustedes llorarán y estarán tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en alegría. 21 Cuando una mujer va a dar a luz, se aflige porque le ha llegado la hora; pero después que nace la criatura, se olvida del dolor a causa de la alegría de que haya nacido un hombre en el mundo. 22 Así también, ustedes se afligen ahora; pero yo volveré a verlos, y entonces su corazón se llenará de alegría, una alegría que nadie les podrá quitar.
23 »En aquel día ya no me preguntarán nada. Les aseguro que el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 24 Hasta ahora, ustedes no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.
Jesucristo, vencedor del mundo
25 »Les he dicho estas cosas poniéndoles comparaciones; pero viene la hora en que ya no les pondré más comparaciones, sino que les hablaré claramente acerca del Padre. 26 Aquel día, ustedes le pedirán en mi nombre; y no digo que yo voy a rogar por ustedes al Padre, 27 porque el Padre mismo los ama. Los ama porque ustedes me aman a mí, y porque han creído que yo he venido de Dios. 28 Salí de la presencia del Padre para venir a este mundo, y ahora dejo el mundo para volver al Padre.
29 Entonces dijeron sus discípulos:
—Ahora sí estás hablando claramente, sin usar comparaciones. 30 Ahora vemos que sabes todas las cosas y que no hay necesidad de que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que has venido de Dios.
31 Jesús les contestó:
—¿Así que ahora creen? 32 Pues ya llega la hora, y es ahora mismo, cuando ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.
Jesús ora por sus discípulos
17 Después de decir estas cosas, Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, la hora ha llegado: glorifica a tu Hijo, para que también él te glorifique a ti. 2 Pues tú has dado a tu Hijo autoridad sobre todo hombre, para dar vida eterna a todos los que le diste. 3 Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste.
4 »Yo te he glorificado aquí en el mundo, pues he terminado la obra que tú me confiaste. 5 Ahora, pues, Padre, dame en tu presencia la misma gloria que yo tenía contigo desde antes que existiera el mundo.
6 »A los que escogiste del mundo para dármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los diste, y han hecho caso de tu palabra. 7 Ahora saben que todo lo que me diste viene de ti; 8 pues les he dado el mensaje que me diste, y ellos lo han aceptado. Se han dado cuenta de que en verdad he venido de ti, y han creído que tú me enviaste.
9 »Yo te ruego por ellos; no ruego por los que son del mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. 10 Todo lo que es mío es tuyo, y lo que es tuyo es mío; y mi gloria se hace visible en ellos.
11 »Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo, mientras que yo me voy para estar contigo. Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. 12 Cuando yo estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura.
13 »Ahora voy a donde tú estás; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. 14 Yo les he comunicado tu palabra, pero el mundo los odia porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. 16 Así como yo no soy del mundo, ellos tampoco son del mundo. 17 Conságralos a ti mismo por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. 18 Como me enviaste a mí entre los que son del mundo, también yo los envío a ellos entre los que son del mundo. 19 Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.
20 »No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. 21 Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa: 23 yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí.
24 »Padre, tú me los diste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes que el mundo fuera hecho. 25 Oh Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y éstos también saben que tú me enviaste. 26 Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos.»
Arrestan a Jesús(A)
18 Después de decir esto, Jesús salió con sus discípulos para ir al otro lado del arroyo Cedrón. Allí había un huerto, donde Jesús entró con sus discípulos. 2 También Judas, el que lo estaba traicionando, conocía el lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 3 Así que Judas llegó con una tropa de soldados y con algunos guardianes del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Estaban armados, y llevaban lámparas y antorchas. 4 Pero como Jesús ya sabía todo lo que le iba a pasar, salió y les preguntó:
—¿A quién buscan?
5 Ellos le contestaron:
—A Jesús de Nazaret.
Jesús dijo:
—Yo soy.
Judas, el que lo estaba traicionando, se encontraba allí con ellos. 6 Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron al suelo. 7 Jesús volvió a preguntarles:
—¿A quién buscan?
Y ellos repitieron:
—A Jesús de Nazaret.
8 Jesús les dijo otra vez:
—Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan.
9 Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús mismo había dicho: «Padre, de los que me diste, no se perdió ninguno.» 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó y le cortó la oreja derecha a uno llamado Malco, que era criado del sumo sacerdote. 11 Jesús le dijo a Pedro:
—Vuelve a poner la espada en su lugar. Si el Padre me da a beber este trago amargo, ¿acaso no habré de beberlo?
Jesús ante Anás(B)
12 Los soldados de la tropa, con su comandante y los guardianes judíos del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron. 13 Lo llevaron primero a la casa de Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. 14 Este Caifás era el mismo que había dicho a los judíos que era mejor para ellos que un solo hombre muriera por el pueblo.
Pedro niega conocer a Jesús(C)
15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. El otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, de modo que entró con Jesús en la casa; 16 pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Por esto, el discípulo conocido del sumo sacerdote salió y habló con la portera, e hizo entrar a Pedro. 17 La portera le preguntó a Pedro:
—¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro contestó:
—No, no lo soy.
18 Como hacía frío, los criados y los guardianes del templo habían hecho fuego, y estaban allí calentándose. Pedro también estaba con ellos, calentándose junto al fuego.
El sumo sacerdote interroga a Jesús(D)
19 El sumo sacerdote comenzó a preguntarle a Jesús acerca de sus discípulos y de lo que él enseñaba. 20 Jesús le dijo:
—Yo he hablado públicamente delante de todo el mundo; siempre he enseñado en las sinagogas y en el templo, donde se reúnen todos los judíos; así que no he dicho nada en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que me han escuchado, y que ellos digan de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho.
22 Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardianes del templo le dio una bofetada, diciéndole:
—¿Así contestas al sumo sacerdote?
23 Jesús le respondió:
—Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?
24 Entonces Anás lo envió, atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega otra vez a Jesús(E)
25 Entre tanto, Pedro seguía allí, calentándose junto al fuego. Le preguntaron:
—¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro lo negó, diciendo:
—No, no lo soy.
26 Luego le preguntó uno de los criados del sumo sacerdote, pariente del hombre a quien Pedro le había cortado la oreja:
—¿No te vi con él en el huerto?
27 Pedro lo negó otra vez, y en ese mismo instante cantó el gallo.
Jesús ante Pilato(F)
28 Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya comenzaba a amanecer, los judíos no entraron en el palacio, pues de lo contrario faltarían a las leyes sobre la pureza ritual y entonces no podrían comer la cena de Pascua. 29 Por eso Pilato salió a hablarles. Les dijo:
—¿De qué acusan a este hombre?
30 —Si no fuera un criminal —le contestaron—, no te lo habríamos entregado.
31 Pilato les dijo:
—Llévenselo ustedes, y júzguenlo conforme a su propia ley.
Pero las autoridades judías contestaron:
—Los judíos no tenemos el derecho de dar muerte a nadie.
32 Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir. 33 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
34 Jesús le dijo:
—¿Eso lo preguntas tú por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí?
35 Le contestó Pilato:
—¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Jesús le contestó:
—Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37 Le preguntó entonces Pilato:
—¿Así que tú eres rey?
Jesús le contestó:
—Tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.
38 Pilato le dijo:
—¿Y qué es la verdad?
Jesús es sentenciado a muerte(G)
Después de hacer esta pregunta, Pilato salió otra vez a hablar con los judíos, y les dijo:
—Yo no encuentro ningún delito en este hombre. 39 Pero ustedes tienen la costumbre de que yo les suelte un preso durante la fiesta de la Pascua: ¿quieren que les deje libre al Rey de los judíos?
40 Todos volvieron a gritar:
—¡A ése no! ¡Suelta a Barrabás!
Y Barrabás era un bandido.
19 Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. 2 Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro. 3 Luego se acercaron a él, diciendo:
—¡Viva el Rey de los judíos!
Y le pegaban en la cara.
4 Pilato volvió a salir, y les dijo:
—Miren, aquí lo traigo, para que se den cuenta de que no encuentro en él ningún delito.
5 Salió, pues, Jesús, con la corona de espinas en la cabeza y vestido con aquella capa de color rojo oscuro. Pilato dijo:
—¡Ahí tienen a este hombre!
6 Cuando lo vieron los jefes de los sacerdotes y los guardianes del templo, comenzaron a gritar:
—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—Pues llévenselo y crucifíquenlo ustedes, porque yo no encuentro ningún delito en él.
7 Las autoridades judías le contestaron:
—Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios.
8 Al oír esto, Pilato tuvo más miedo todavía. 9 Entró de nuevo en el palacio y le preguntó a Jesús:
—¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le contestó nada. 10 Pilato le dijo:
—¿Es que no me vas a contestar? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, lo mismo que para ponerte en libertad?
11 Entonces Jesús le contestó:
—No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si Dios no te lo hubiera permitido; por eso, el que me entregó a ti es más culpable de pecado que tú.
12 Desde aquel momento, Pilato buscaba la manera de dejar libre a Jesús; pero los judíos le gritaron:
—¡Si lo dejas libre, no eres amigo del emperador! ¡Cualquiera que se hace rey, es enemigo del emperador!
13 Pilato, al oír esto, sacó a Jesús, y luego se sentó en el tribunal, en el lugar que en hebreo se llamaba Gabatá, que quiere decir El Empedrado. 14 Era el día antes de la Pascua, como al mediodía. Pilato dijo a los judíos:
—¡Ahí tienen a su rey!
15 Pero ellos gritaron:
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les preguntó:
—¿Acaso voy a crucificar a su rey?
Y los jefes de los sacerdotes le contestaron:
—¡Nosotros no tenemos más rey que el emperador!
16 Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús es crucificado(H)
17 Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado «Lugar de la Calavera» (que en hebreo se llama Gólgota). 18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, quedando Jesús en el medio. 19 Pilato escribió un letrero que decía: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos», y lo mandó poner sobre la cruz. 20 Muchos judíos leyeron aquel letrero, porque el lugar donde crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Por eso, los jefes de los sacerdotes judíos dijeron a Pilato:
—No escribas: “Rey de los judíos”, sino escribe: “El que dice ser Rey de los judíos”.
22 Pero Pilato les contestó:
—Lo que he escrito, escrito lo dejo.
23 Después que los soldados crucificaron a Jesús, recogieron su ropa y la repartieron en cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también la túnica, pero como era sin costura, tejida de arriba abajo de una sola pieza, 24 los soldados se dijeron unos a otros:
—No la rompamos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca.
Así se cumplió la Escritura que dice: «Se repartieron entre sí mi ropa, y echaron a suertes mi túnica.» Esto fue lo que hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27 Luego le dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Desde entonces, ese discípulo la recibió en su casa.
Muerte de Jesús(I)
28 Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:
—Tengo sed.
29 Había allí un jarro lleno de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús bebió el vino agrio, y dijo:
—Todo está cumplido.
Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.
La lanzada en el costado de Jesús
31 Era el día antes de la Pascua, y los judíos no querían que los cuerpos quedaran en las cruces durante el sábado, pues precisamente aquel sábado era muy solemne. Por eso le pidieron a Pilato que ordenara quebrar las piernas a los crucificados y que quitaran de allí los cuerpos. 32 Los soldados fueron entonces y le quebraron las piernas al primero, y también al otro que estaba crucificado junto a Jesús. 33 Pero al acercarse a Jesús, vieron que ya estaba muerto. Por eso no le quebraron las piernas.
34 Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. 35 El que cuenta esto es uno que lo vio, y dice la verdad; él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean. 36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura que dice: «No le quebrarán ningún hueso.» 37 Y en otra parte, la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron.»
Jesús es sepultado(J)
38 Después de esto, José, el de Arimatea, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a las autoridades judías. Pilato le dio permiso, y José fue y se llevó el cuerpo. 39 También Nicodemo, el que una noche fue a hablar con Jesús, llegó con unos treinta kilos de un perfume, mezcla de mirra y áloe. 40 Así pues, José y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según la costumbre que siguen los judíos para enterrar a los muertos. 41 En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía no habían puesto a nadie. 42 Allí pusieron el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el sábado de los judíos.
El sepulcro vacío(K)
20 El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro; y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. 2 Entonces se fue corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
—¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!
3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 4 Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no entró. 6 Detrás de él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas; 7 y además vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó. 9 Pues todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar. 10 Luego, aquellos discípulos regresaron a su casa.
Jesús se aparece a María Magdalena(L)
11 María se quedó afuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó para mirar dentro, 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Los ángeles le preguntaron:
—Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
—Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.
14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. 15 Jesús le preguntó:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo.
16 Jesús entonces le dijo:
—¡María!
Ella se volvió y le dijo en hebreo:
—¡Rabuni! (que quiere decir: «Maestro»).
17 Jesús le dijo:
—No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de ustedes, mi Dios y Dios de ustedes.
18 Entonces María Magdalena fue y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también les contó lo que él le había dicho.
Jesús se aparece a los discípulos(M)
19 Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
—¡Paz a ustedes!
20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. 21 Luego Jesús les dijo otra vez:
—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
22 Y sopló sobre ellos, y les dijo:
—Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.
Tomás ve al Señor resucitado
24 Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25 Después los otros discípulos le dijeron:
—Hemos visto al Señor.
Pero Tomás les contestó:
—Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer.
26 Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo:
—¡Paz a ustedes!
27 Luego dijo a Tomás:
—Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
28 Tomás entonces exclamó:
—¡Mi Señor y mi Dios!
29 Jesús le dijo:
—¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
El porqué de este libro
30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.
Jesús se aparece a siete de sus discípulos
21 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del Lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. 3 Simón Pedro les dijo:
—Voy a pescar.
Ellos contestaron:
—Nosotros también vamos contigo.
Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. 5 Jesús les preguntó:
—Muchachos, ¿no tienen pescado?
Ellos le contestaron:
—No.
6 Jesús les dijo:
—Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán.
Así lo hicieron, y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía. 7 Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho, le dijo a Pedro:
—¡Es el Señor!
Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se tiró al agua. 8 Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. 9 Al bajar a tierra, encontraron un fuego encendido, con un pescado encima, y pan. 10 Jesús les dijo:
—Traigan algunos pescados de los que acaban de sacar.
11 Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes pescados, ciento cincuenta y tres; y aunque eran tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo:
—Vengan a desayunarse.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. 13 Luego Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio a ellos; y lo mismo hizo con el pescado.
14 Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
Palabras de Jesús a Simón Pedro
15 Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Pedro le contestó:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis corderos.
16 Volvió a preguntarle:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Pedro le contestó:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis ovejas.
17 Por tercera vez le preguntó:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro, triste porque le había preguntado por tercera vez si lo quería, le contestó:
—Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis ovejas. 18 Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir.
19 Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios. Después le dijo:
—¡Sígueme!
El discípulo a quien Jesús quería mucho
20 Al volverse, Pedro vio que detrás venía el discípulo a quien Jesús quería mucho, el mismo que en la cena había estado a su lado y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?» 21 Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús:
—Señor, y a éste, ¿qué le va a pasar?
22 Jesús le contestó:
—Si quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme.
23 Por esto corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría. Lo que dijo fue: «Si quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿qué te importa a ti?»
24 Éste es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas, y que las ha escrito. Y sabemos que dice la verdad.
25 Jesús hizo muchas otras cosas; tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse.
La promesa del Espíritu Santo
1 En mi primer libro, excelentísimo Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús había hecho y enseñado desde el principio 2 y hasta el día en que subió al cielo. Antes de irse, por medio del Espíritu Santo dio instrucciones a los apóstoles que había escogido respecto a lo que debían hacer. 3 Y después de muerto se les presentó en persona, dándoles así claras pruebas de que estaba vivo. Durante cuarenta días se dejó ver de ellos y les estuvo hablando del reino de Dios.
4 Cuando todavía estaba con los apóstoles, Jesús les advirtió que no debían irse de Jerusalén. Les dijo:
—Esperen a que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo, de la cual yo les hablé. 5 Es cierto que Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.
Jesús sube al cielo
6 Los que estaban reunidos con Jesús, le preguntaron:
—Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel?
7 Jesús les contestó:
—No les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; 8 pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.
9 Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver. 10 Y mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, dos hombres vestidos de blanco se aparecieron junto a ellos 11 y les dijeron:
—Galileos, ¿por qué se han quedado mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá.
Elección de Matías
12 Desde el monte llamado de los Olivos, regresaron los apóstoles a Jerusalén: un trecho corto, precisamente lo que la ley permitía caminar en sábado. 13 Cuando llegaron a la ciudad, subieron al piso alto de la casa donde estaban alojados. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Celote, y Judas, el hijo de Santiago. 14 Todos ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.
15 Por aquellos días Pedro se dirigió a los hermanos reunidos, que eran como ciento veinte personas, y les dijo: 16 «Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por medio de David, ya había dicho en la Escritura acerca de Judas, el que sirvió de guía a los que arrestaron a Jesús. 17 Pues Judas era uno de los nuestros, y tenía parte en nuestro trabajo. 18 (Pero fue y compró un terreno con el dinero que le pagaron por su maldad; luego cayó de cabeza y se reventó, y se le salieron todos los intestinos. 19 Cuando los que vivían en Jerusalén lo supieron, llamaron a aquel terreno Hacéldama, que en su lengua quiere decir: “Campo de Sangre.”) 20 En efecto, el libro de los Salmos dice:
“Que su casa se vuelva un desierto,
y que nadie viva en ella.”
Y también:
“Que otro ocupe su cargo.”
21 »Tenemos aquí hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús estuvo entre nosotros, 22 desde que fue bautizado por Juan hasta que subió al cielo. Es necesario, pues, que uno de ellos sea agregado a nosotros, para que junto con nosotros dé testimonio de que Jesús resucitó.»
23 Entonces propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, y llamado también Justo, y a Matías. 24 Y oraron así: «Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos cuál de estos dos has escogido 25 para que tome a su cargo el servicio de apóstol que Judas perdió por su pecado, cuando se fue al lugar que le correspondía.»
26 Lo echaron a la suerte, y ésta favoreció a Matías, quien desde aquel momento quedó agregado a los once apóstoles.
La venida del Espíritu Santo
2 Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. 2 De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. 3 Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. 4 Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran.
5 Vivían en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, que habían venido de todas partes del mundo. 6 La gente se reunió al oír aquel ruido, y no sabía qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. 7 Eran tales su sorpresa y su asombro, que decían:
—¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? 8 ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestras propias lenguas? 9 Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también gente de Roma que vive aquí; 11 unos son judíos de nacimiento y otros se han convertido al judaísmo. También los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las maravillas de Dios!
12 Todos estaban asombrados y sin saber qué pensar; y se preguntaban:
—¿Qué significa todo esto?
13 Pero algunos, burlándose, decían:
—¡Es que están borrachos!
Discurso de Pedro
14 Entonces Pedro se puso de pie junto con los otros once apóstoles, y con voz fuerte dijo: «Judíos y todos los que viven en Jerusalén, sepan ustedes esto y oigan bien lo que les voy a decir. 15 Éstos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana. 16 Al contrario, aquí está sucediendo lo que anunció el profeta Joel, cuando dijo:
17 “Sucederá que en los últimos días, dice Dios,
derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad;
los hijos e hijas de ustedes
comunicarán mensajes proféticos,
los jóvenes tendrán visiones,
y los viejos tendrán sueños.
18 También sobre mis siervos y siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días,
y comunicarán mensajes proféticos.
19 En el cielo mostraré grandes maravillas,
y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra.
20 El sol se volverá oscuridad,
y la luna como sangre,
antes que llegue el día del Señor,
día grande y glorioso.
21 Pero todos los que invoquen el nombre del Señor,
alcanzarán la salvación.”
22 »Escuchen, pues, israelitas, lo que voy a decir: Como ustedes saben muy bien, Dios demostró ante ustedes la autoridad de Jesús de Nazaret, haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales. 23 Y a ese hombre, que conforme a los planes y propósitos de Dios fue entregado, ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados. 24 Pero Dios lo resucitó, liberándolo de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado. 25 El rey David, refiriéndose a Jesús, dijo:
“Yo veía siempre al Señor delante de mí;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
26 Por eso se alegra mi corazón,
y mi lengua canta llena de gozo.
Todo mi ser vivirá confiadamente,
27 porque no me dejarás en el sepulcro
ni permitirás que se descomponga
el cuerpo de tu santo siervo.
28 Me mostraste el camino de la vida,
y me llenarás de alegría con tu presencia.”
29 »Hermanos, permítanme decirles con franqueza que el patriarca David murió y fue enterrado, y que su sepulcro está todavía entre nosotros. 30 Pero David era profeta, y sabía que Dios le había prometido con juramento que pondría por rey a uno de sus descendientes. 31 Así que, viendo anticipadamente la resurrección del Mesías, David habló de ella y dijo que el Mesías no se quedaría en el sepulcro ni su cuerpo se descompondría. 32 Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos. 33 Después de haber sido enaltecido y colocado por Dios a su derecha y de haber recibido del Padre el Espíritu Santo que nos había prometido, él a su vez lo derramó sobre nosotros. Eso es lo que ustedes han visto y oído. 34 Porque no fue David quien subió al cielo; pues él mismo dijo:
“El Señor dijo a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
35 hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.”
36 »Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.»
37 Cuando los allí reunidos oyeron esto, se afligieron profundamente, y preguntaron a Pedro y a los otros apóstoles:
—Hermanos, ¿qué debemos hacer?
38 Pedro les contestó:
—Vuélvanse a Dios y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados, y así él les dará el Espíritu Santo. 39 Porque esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y también para todos los que están lejos; es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar.
40 Con éstas y otras palabras, Pedro les habló y les aconsejó, diciéndoles:
—¡Apártense de esta gente perversa!
41 Así pues, los que hicieron caso de su mensaje fueron bautizados; y aquel día se agregaron a los creyentes unas tres mil personas. 42 Y eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración.
La vida de los primeros cristianos
43 Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales que Dios hacía por medio de los apóstoles. 44 Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; 45 vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. 46 Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. 47 Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación.
Pedro sana a un paralítico
3 Un día, Pedro y Juan fueron al templo para la oración de las tres de la tarde. 2 Allí, en el templo, estaba un hombre paralítico de nacimiento, al cual llevaban todos los días y lo ponían junto a la puerta llamada la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. 3 Cuando el paralítico vio a Pedro y a Juan, que estaban a punto de entrar en el templo, les pidió una limosna. 4 Ellos lo miraron fijamente, y Pedro le dijo:
—Míranos.
5 El hombre puso atención, creyendo que le iban a dar algo. 6 Pero Pedro le dijo:
—No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.
7 Dicho esto, Pedro lo tomó por la mano derecha y lo levantó, y en el acto cobraron fuerzas sus pies y sus tobillos. 8 El paralítico se puso en pie de un salto y comenzó a andar; luego entró con ellos en el templo, por su propio pie, brincando y alabando a Dios. 9 Todos los que lo vieron andar y alabar a Dios, 10 se llenaron de asombro y de temor por lo que le había pasado, ya que conocían al hombre y sabían que era el mismo que se sentaba a pedir limosna en el templo, en la puerta llamada la Hermosa.
Discurso de Pedro en el Pórtico de Salomón
11 El paralítico que había sido sanado no soltaba a Pedro y a Juan. Toda la gente, admirada, corrió a la parte del templo que se llama Pórtico de Salomón, donde ellos estaban. 12 Pedro, al ver esto, les dijo: «¿Por qué se asombran ustedes, israelitas? ¿Por qué nos miran como si nosotros mismos hubiéramos sanado a este hombre y lo hubiéramos hecho andar por medio de algún poder nuestro o por nuestra piedad? 13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha dado el más alto honor a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a las autoridades y a quien ustedes rechazaron, después que Pilato había decidido soltarlo. 14 En vez de pedir la libertad de aquel que era santo y justo, ustedes pidieron que se soltara a un criminal. 15 Y así mataron ustedes al que nos lleva a la vida. Pero Dios lo resucitó, y de esto nosotros somos testigos. 16 Lo que ha hecho cobrar fuerzas a este hombre que ustedes ven y conocen, es la fe en el nombre de Jesús. Esa fe en Jesús es la que lo ha hecho sanar completamente, como todos ustedes pueden ver.
17 »Ya sé, hermanos, que cuando ustedes y sus jefes mataron a Jesús, lo hicieron sin saber en realidad lo que estaban haciendo. 18 Pero Dios cumplió de este modo lo que antes había anunciado por medio de todos sus profetas: que su Mesías tenía que morir. 19 Por eso, vuélvanse ustedes a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados 20 y el Señor les mande tiempos de alivio, enviándoles a Jesús, a quien desde el principio había escogido como Mesías para ustedes. 21 Aunque por ahora Jesucristo debe permanecer en el cielo hasta que Dios ponga en orden todas las cosas, como dijo por medio de sus santos profetas que vivieron en los tiempos antiguos. 22 Moisés anunció a nuestros antepasados: “El Señor su Dios hará que salga de entre ustedes un profeta como yo. Obedézcanlo en todo lo que les diga, 23 porque todo aquel que no haga caso a ese profeta, será eliminado del pueblo.”
24 »Y todos los profetas, desde Samuel en adelante, hablaron también de estos días. 25 Ustedes son herederos de las promesas que Dios hizo por medio de los profetas, y son también herederos de la alianza hecha por Dios con los antepasados de ustedes. Pues Dios le dijo a Abraham: “Todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tus descendientes.” 26 Cuando Dios resucitó a su Hijo, lo envió primero a ustedes, para bendecirlos, haciendo que cada uno de ustedes se convierta de su maldad.»
Pedro y Juan ante las autoridades
4 Todavía Pedro y Juan estaban hablándole a la gente, cuando llegaron los sacerdotes, con el jefe de la guardia del templo y con los saduceos. 2 Estaban enojados porque Pedro y Juan enseñaban a la gente y decían que la resurrección de los muertos había quedado demostrada en el caso de Jesús. 3 Los arrestaron y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. 4 Pero muchos de los que habían escuchado el mensaje, creyeron; y el número de creyentes, contando solamente los hombres, llegó a cerca de cinco mil.
5 Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los maestros de la ley. 6 Allí estaban también el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y todos los que pertenecían a la familia de los sumos sacerdotes. 7 Ordenaron que les llevaran a Pedro y a Juan, y poniéndolos en medio de ellos les preguntaron:
—¿Con qué autoridad, o en nombre de quién han hecho ustedes estas cosas?
8 Pedro, lleno del Espíritu Santo, les contestó:
—Jefes del pueblo y ancianos: 9 ustedes nos preguntan acerca del bien hecho a un enfermo, para saber de qué manera ha sido sanado. 10 Pues bien, declaramos ante ustedes y ante todo el pueblo de Israel que este hombre que está aquí, delante de todos, ha sido sanado en el nombre de Jesucristo de Nazaret, el mismo a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó. 11 Este Jesús es la piedra que ustedes los constructores despreciaron, pero que se ha convertido en la piedra principal. 12 En ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos salvarnos.
13 Cuando las autoridades vieron la valentía con que hablaban Pedro y Juan, y se dieron cuenta de que eran hombres sin estudios ni cultura, se quedaron sorprendidos, y reconocieron que eran discípulos de Jesús. 14 Además, el que había sido sanado estaba allí con ellos, y por eso no podían decir nada en contra. 15 Entonces los mandaron salir de la reunión, y se quedaron discutiendo unos con otros. 16 Decían:
—¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Todos los habitantes de Jerusalén saben que han hecho esta señal milagrosa, y no lo podemos negar. 17 Pero a fin de que este asunto no siga corriendo de boca en boca, vamos a amenazarlos, para que de aquí en adelante no hablen en el nombre de Jesús a nadie.
18 Así que los llamaron y les ordenaron que no hablaran ni enseñaran nada acerca del nombre de Jesús. 19 Pero Pedro y Juan les contestaron:
—Juzguen ustedes mismos si es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en lugar de obedecerlo a él. 20 Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
21 Las autoridades los amenazaron, pero los dejaron libres. No encontraron cómo castigarlos, porque toda la gente alababa a Dios por lo que había pasado. 22 El hombre que fue sanado de esta manera milagrosa, tenía más de cuarenta años.
Los creyentes piden confianza y valor
23 Pedro y Juan, ya puestos en libertad, fueron a reunirse con sus compañeros y les contaron todo lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24 Después de haberlos oído, todos juntos oraron a Dios, diciendo: «Señor, tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, 25 dijiste por medio del Espíritu Santo y por boca de nuestro patriarca David, tu siervo:
“¿Por qué se alborotan los pueblos?
¿Por qué hacen planes sin sentido?
26 Los reyes y gobernantes de la tierra
se rebelan, y juntos conspiran
contra el Señor y contra su escogido, el Mesías.”
27 »Es un hecho que Herodes y Poncio Pilato se juntaron aquí, en esta ciudad, con los extranjeros y los israelitas, contra tu santo siervo Jesús, a quien escogiste como Mesías. 28 De esta manera, ellos hicieron todo lo que tú en tus planes ya habías dispuesto que tenía que suceder. 29 Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos que anuncien tu mensaje sin miedo. 30 Muestra tu poder sanando a los enfermos y haciendo señales y milagros en el nombre de tu santo siervo Jesús.»
31 Cuando acabaron de orar, el lugar donde estaban reunidos tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y anunciaban abiertamente el mensaje de Dios.
Todas las cosas eran de todos
32 Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos. 33 Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. 34 No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes tenían terrenos o casas, los vendían, y el dinero 35 lo ponían a disposición de los apóstoles, para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno. 36 Tal fue el caso de un levita llamado José, natural de la isla de Chipre, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé, (que significa: «Hijo de consolación»). 37 Este hombre tenía un terreno, y lo vendió y puso el dinero a disposición de los apóstoles.
El pecado de Ananías y Safira
5 Pero hubo uno, llamado Ananías, que junto con Safira, su esposa, vendió un terreno. 2 Este hombre, de común acuerdo con su esposa, se quedó con una parte del dinero y puso la otra parte a disposición de los apóstoles. 3 Pedro le dijo:
—Ananías, ¿por qué dejaste que Satanás te dominara y te hiciera mentir al Espíritu Santo quedándote con parte del dinero que te pagaron por el terreno? 4 ¿Acaso no era tuyo el terreno? Y puesto que lo vendiste, ¿no era tuyo el dinero? ¿Por qué se te ocurrió hacer esto? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5 Al oír esto, Ananías cayó muerto. Y todos los que lo supieron se llenaron de miedo. 6 Entonces vinieron unos jóvenes, envolvieron el cuerpo y se lo llevaron a enterrar.
7 Unas tres horas después entró la esposa de Ananías, sin saber lo que había pasado. 8 Pedro le preguntó:
—Dime, ¿vendieron ustedes el terreno en el precio que han dicho?
Ella contestó:
—Sí, en ese precio.
9 Pedro le dijo:
—¿Por qué se pusieron ustedes de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Ahí vienen los que se llevaron a enterrar a tu esposo, y ahora te van a llevar también a ti.
10 En ese mismo instante Safira cayó muerta a los pies de Pedro. Cuando entraron los jóvenes, la encontraron muerta, y se la llevaron a enterrar al lado de su esposo. 11 Y todos los de la iglesia, y todos los que supieron estas cosas, se llenaron de miedo.
Muchos milagros y señales
12 Por medio de los apóstoles se hacían muchas señales y milagros entre la gente; y todos se reunían en el Pórtico de Salomón. 13 Ninguno de los otros se atrevía a juntarse con ellos, pero la gente los tenía en alta estima. 14 Y aumentó el número de personas, tanto hombres como mujeres, que creyeron en el Señor. 15 Y sacaban los enfermos a las calles, poniéndolos en camas y camillas para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. 16 También de los pueblos vecinos a Jerusalén acudía mucha gente trayendo enfermos y personas atormentadas por espíritus impuros; y todos eran sanados.
Persecución de los apóstoles
17 El sumo sacerdote y los del partido de los saduceos que estaban con él, se llenaron de envidia, 18 y arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. 19 Pero un ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel y los sacó, diciéndoles: 20 «Vayan y, de pie en el templo, cuenten al pueblo todo este mensaje de vida.» 21 Conforme a esto que habían oído, al día siguiente entraron temprano en el templo y comenzaron a enseñar.
Entonces, el sumo sacerdote y los que estaban con él llamaron a todos los ancianos israelitas a una reunión de la Junta Suprema, y mandaron traer de la cárcel a los apóstoles. 22 Pero cuando los guardias llegaron a la cárcel, no los encontraron. Así que volvieron con la noticia, 23 diciendo:
—Encontramos la cárcel perfectamente cerrada, y a los soldados vigilando delante de las puertas; pero cuando abrimos, no encontramos a nadie dentro.
24 Al oírlo, el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes se preguntaban en qué iría a parar todo aquello. 25 En aquel momento llegó uno, que les dijo:
—Los que ustedes metieron en la cárcel, están en el templo enseñando al pueblo.
26 El jefe de la guardia, junto con los guardias, fue a buscarlos; pero no los maltrataron, porque tenían miedo de ser apedreados por la gente. 27 Al llegar, los llevaron ante la Junta Suprema, y el sumo sacerdote les dijo:
28 —Nosotros les habíamos prohibido terminantemente que enseñaran nada relacionado con ese hombre. ¿Y qué han hecho ustedes? Han llenado toda Jerusalén con esas enseñanzas, y encima quieren echarnos la culpa de la muerte de ese hombre.
29 Pedro y los demás apóstoles contestaron:
—Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien ustedes mataron colgándolo en una cruz. 31 Dios lo ha levantado y lo ha puesto a su derecha, y lo ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel se vuelva a Dios y reciba el perdón de sus pecados. 32 De esto somos testigos nosotros, y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen.
33 Cuando oyeron esto, se enfurecieron y quisieron matarlos. 34 Pero entre aquellas autoridades había un fariseo llamado Gamaliel, que era un maestro de la ley muy respetado por el pueblo. Éste se puso de pie y mandó que por un momento sacaran de allí a los apóstoles. 35 Luego dijo a las demás autoridades:
—Israelitas, tengan cuidado con lo que van a hacer con estos hombres. 36 Recuerden que hace algún tiempo se levantó Teudas, alegando ser un hombre importante, y unos cuatrocientos hombres lo siguieron. Pero a éste lo mataron, y sus seguidores se dispersaron, y allí se acabó todo. 37 Más tarde, en los días del censo, se levantó Judas, el de Galilea, y logró que algunos lo siguieran; pero también lo mataron, y todos sus seguidores se dispersaron. 38 En este caso, yo les aconsejo que dejen a estos hombres y que no se metan con ellos. Porque si este asunto es cosa de los hombres, pasará; 39 pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes vencerlos. Tengan cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios.
Ellos le hicieron caso. 40 Así que llamaron a los apóstoles, los azotaron y les prohibieron seguir hablando en el nombre de Jesús; después los soltaron. 41 Los apóstoles salieron de la presencia de las autoridades muy contentos, porque Dios les había concedido el honor de sufrir injurias por causa del nombre de Jesús. 42 Todos los días enseñaban y anunciaban la buena noticia de Jesús el Mesías, tanto en el templo como por las casas.
Nombramiento de siete ayudantes
6 En aquel tiempo, como el número de los creyentes iba aumentando, los de habla griega comenzaron a quejarse de los de habla hebrea, diciendo que las viudas griegas no eran bien atendidas en la distribución diaria de ayuda. 2 Los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes, y les dijeron:
—No está bien que nosotros dejemos de anunciar el mensaje de Dios para dedicarnos a la administración. 3 Así que, hermanos, busquen entre ustedes siete hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos. 4 Nosotros seguiremos orando y proclamando el mensaje de Dios.
5 Todos estuvieron de acuerdo, y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, uno de Antioquía que antes se había convertido al judaísmo. 6 Luego los llevaron a donde estaban los apóstoles, los cuales oraron y les impusieron las manos.
7 El mensaje de Dios iba extendiéndose, y el número de los creyentes aumentaba mucho en Jerusalén. Incluso muchos sacerdotes judíos aceptaban la fe.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.