Bible in 90 Days
20-26 «Jeremías, fíjate en el sol y la luna, que siempre salen a su debido tiempo. Eso no cambia nunca, como tampoco cambiará el pacto que hice con mi servidor David, con los sacerdotes, y con los descendientes de Abraham, de Isaac y de Jacob. Nunca faltará en Israel un rey de la familia de David, ni faltarán sacerdotes de la familia de Leví. Serán tan numerosos como las estrellas del cielo, y como los granos de arena del mar; nadie podrá contarlos.
»Jeremías, hay gente que odia a mi pueblo, y lo desprecia como nación. Dicen que primero elegí a Israel y a Judá, y que hasta hice un pacto con ellos, pero que ahora los he rechazado. Pero yo siempre cumplo mis pactos, así que los haré volver del país adonde fueron llevados prisioneros».
Advertencia al rey Sedequías
34 El rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén y a sus ciudades vecinas, con el apoyo de todo su ejército y de los reinos y naciones bajo su dominio. Mientras esto sucedía, Dios me habló y me dijo:
2 «Jeremías, ve y dile de mi parte al rey Sedequías:
“Yo soy el Dios de Israel, y quiero decirte algo. Voy a permitir que el rey de Babilonia conquiste Jerusalén y le prenda fuego. 3 Tú no podrás escapar de su poder, sino que serás capturado y entregado en sus manos. Te llevarán ante su presencia, y después de eso serás llevado prisionero a Babilonia. 4 Pero te prometo que no morirás en la batalla, 5 sino que morirás en paz. Cuando mueras, la gente se pondrá muy triste y quemará incienso en tu honor, como lo hicieron con tus antepasados”».
6 Yo fui a Jerusalén y le dije todo esto al rey Sedequías. 7 Mientras tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando las ciudades de Jerusalén, Laquis y Azeca. Estas ciudades eran las únicas protegidas por grandes murallas, y por eso aún no habían sido conquistadas.
Los esclavos son liberados
8 Dios volvió a hablarme después de que el rey Sedequías y toda la gente de Jerusalén decidieron liberar a los esclavos. 9 Según esa decisión, ningún israelita debía esclavizar a sus compatriotas, sino que debían ponerlos en libertad. 10 Los jefes y toda la gente estuvieron de acuerdo en hacerlo así, 11 pero después se arrepintieron y volvieron a hacerlos sus esclavos. 12 Por eso Dios me dijo:
13 «Jeremías, yo soy el Dios de Israel. Los antepasados de ustedes vivieron como esclavos en Egipto. Cuando yo los saqué de ese país hice un pacto con ellos. Parte de ese pacto establecía 14 que cada siete años dejarían libre a todo esclavo israelita que hubieran comprado. Esto significa que todo esclavo debía ser liberado después de siete años de servicio. Sin embargo, sus antepasados no me hicieron caso ni respetaron mi pacto.
15 »En cuanto a ustedes, al principio se arrepintieron de sus pecados, volvieron a obedecerme y pusieron en libertad a sus esclavos. Además, hicieron un pacto conmigo en mi templo. 16 Pero después cambiaron de parecer y me ofendieron; volvieron a esclavizar a los mismos que ustedes ya habían puesto en libertad.
17-18 »Ustedes me desobedecieron. No cumplieron con su parte del pacto, pues no dejaron en libertad a los esclavos. Por eso yo declaro que voy a enviar contra ustedes guerra, enfermedad y hambre. ¡Haré que se conviertan en motivo de espanto para todas las naciones de la tierra! Recuerden que cuando hicieron el pacto conmigo, cumplieron con la ceremonia de cortar el toro en dos, y dijeron: “Así nos haga Dios si no cumplimos el pacto”. Pues ahora, como no lo cumplieron, los haré pedazos. 19 Esto va para todos los jefes de Judá y de Jerusalén, los oficiales de la corte, los sacerdotes, y para todos los que hicieron el juramento. 20 A todos los entregaré en manos de sus enemigos, para que los maten. ¡Sus cadáveres servirán de alimento a los buitres y a las fieras salvajes!
21 »Los enemigos del rey Sedequías y de sus jefes quieren matarlos. Y aunque por ahora el rey de Babilonia ha dejado de atacar a Jerusalén, más tarde yo los pondré en sus manos, para que los maten. 22 Yo haré que los babilonios vuelvan a atacar a Jerusalén; ¡dejaré que se apoderen de ella, y que la quemen! La destrucción de las ciudades de Judá será total, ¡nadie podrá volver a vivir en ellas!»
Los descendientes de Recab
35 Cuando Joacín hijo de Josías era el rey de Judá, Dios me habló de nuevo y me dijo: 2 «Jeremías, quiero que vayas a hablar con los descendientes de Recab. Invítalos a venir a una de las salas de mi templo. Una vez que estén allí, ofréceles una copa de vino».
3 Yo fui en busca de Jaazanías, hijo de mi tocayo Jeremías y nieto de Habasinías. También fui en busca de todas las familias descendientes de Recab, 4 y las llevé al templo. Nos reunimos en la sala de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los jefes, y estaba encima de la de Maaseías hijo de Salum, que era el que vigilaba la entrada del templo. 5 Allí les ofrecí vino a todos ellos, 6-10 pero me respondieron que ni ellos ni sus hijos acostumbraban beber vino, porque su antepasado Jonadab hijo de Recab se lo había prohibido. También me dijeron que tenían prohibido sembrar semillas, plantar viñedos, tener propiedades y construir casas. Jonadab les había dicho que, si querían vivir mucho tiempo en la tierra donde vivían como peregrinos, tenían que habitar siempre en carpas.
Los recabitas habían seguido al pie de la letra todas las instrucciones de su antepasado Jonadab. 11 Pero cuando el rey de Babilonia invadió Israel, ellos decidieron refugiarse en Jerusalén, para escapar del ejército de Babilonia y de Siria.
12-13 Entonces el Dios de Israel me dijo:
«Jeremías, ve y dile a toda la gente de Judá y de Jerusalén que se fijen en el ejemplo de los recabitas. Eso es lo que yo quiero: que obedezcan sin falta mis mandamientos. 14 Jonadab les ordenó que no bebieran vino, y hasta el día de hoy siguen obedeciendo esa orden. Ustedes, en cambio, no me hacen caso, aun cuando una y otra vez les he pedido que me obedezcan. 15 Siempre les he mandado a mis profetas, para decirles que dejen de hacer lo malo y no adoren a otros dioses. Les he pedido que me obedezcan, para que puedan vivir en la tierra que les prometí a ustedes y a sus antepasados. Sin embargo, ustedes insisten en desobedecerme. 16 Los descendientes de Jonadab siempre han obedecido la orden de su antepasado; en cambio, ustedes nunca han sido obedientes.
17 »Por eso ahora les anuncio todos los castigos que enviaré sobre Judá y sobre todos los que viven en Jerusalén. Los voy a castigar porque no han prestado atención a mis palabras ni han obedecido mis mandamientos. Yo, el Dios todopoderoso, les juro que así será».
18 Yo fui y hablé con los recabitas. Les dije:
«El Dios todopoderoso me manda a decirles lo siguiente:
“Ustedes siempre han obedecido las órdenes de su antepasado Jonadab. Han seguido al pie de la letra todas sus instrucciones. 19 Por eso, yo les prometo que uno de sus descendientes siempre estará a mi servicio”».
El libro dictado por Jeremías
36 Cuando Joacín hijo de Josías tenía cuatro años de reinar en Judá, Dios me habló. Me dijo:
2 «Jeremías, ve y consigue unos pedazos de cuero. Quiero que escribas en ellos todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones. Escribe todo lo que ha sucedido desde la época del rey Josías hasta hoy. 3 Tal vez los de Judá cambien su mala conducta cuando se enteren de los terribles castigos que pienso darles. Si lo hacen, yo les perdonaré sus horribles pecados».
4 Llamé entonces a Baruc hijo de Nerías, y le dicté todo lo que Dios me había dicho. Una vez que Baruc terminó de escribir, 5 le dije:
«Yo no puedo ir al templo de Dios, porque estoy preso. 6 Así que tendrás que ir tú. Irás el día que la gente hace ayuno, y leerás en voz alta todo lo que te he dictado. Son las palabras mismas de Dios. Asegúrate de que te escuchen todos los que viven en Jerusalén, y toda la gente que haya venido al templo desde las otras ciudades de Judá. 7 Tal vez se arrepientan y cambien de conducta cuando sepan que Dios está muy enojado con ellos, y que los ha amenazado».
8-10 Tal como se lo ordené, Baruc fue al templo y entró en el patio superior, que estaba a la entrada del Portón Nuevo. Allí había una sala, que era del secretario llamado Guemarías hijo de Safán. Desde aquella sala, Baruc leyó ante el pueblo todo lo que yo le había dictado.
Ese día se les pidió a todos los habitantes de Judá que ayunaran para honrar a Dios. En ese entonces Joacín hijo de Josías tenía cinco años y nueve meses de reinar en Judá.
11-13 Uno de los que escucharon a Baruc fue Miqueas, que era hijo de Guemarías y nieto de Safán. Y en cuanto Baruc terminó de leer, Miqueas bajó a la sala del secretario, en el palacio del rey, y les contó a los que allí estaban todo lo que había oído. Allí estaban reunidos el secretario Elisamá, Delaías, Elnatán, Guemarías y Sedequías, que eran jefes de Judá. 14 Al oír eso, todos ellos mandaron a decirle a Baruc que les llevara el libro que había leído. El encargado de llevarle el mensaje fue Jehudí hijo de Netanías, que era nieto de Selemías y bisnieto de Cusí. Baruc obedeció y fue a donde ellos estaban. 15 Los jefes lo invitaron a sentarse y le dijeron:
—Por favor, léenos lo que dice el libro.
Baruc les leyó el libro. 16-17 Cuando terminó de leer, los jefes se miraron unos a otros y, con mucho miedo, le dijeron:
—Esto tiene que saberlo el rey. Pero, dinos, ¿de dónde sacaste todo esto? ¿Acaso te lo dictó Jeremías?
18 Y Baruc les respondió:
—Así es. Jeremías me dictó todo lo que dice el libro, y yo fui quien lo escribió.
19 Entonces los jefes le dijeron:
—Pues tú y Jeremías van a tener que esconderse ahora mismo. ¡Y que nadie sepa dónde están escondidos!
20 Enseguida los jefes dejaron el libro en la sala del secretario Elisamá, y fueron a ver al rey para contarle todo lo que habían escuchado. 21 Entonces el rey mandó a Jehudí a buscar el libro. Cuando Jehudí volvió, le leyó el libro al rey y a todos los jefes que estaban con él. 22 Era el mes de Quislev,[a] y hacía frío, así que el rey estaba en su casa de invierno, sentado junto a un calentador. 23 A medida que Jehudí leía tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con una navaja y las arrojaba al fuego. Así lo hizo, hasta quemar todo el libro.
24 Mientras el rey y los jefes escuchaban las palabras escritas en el libro, no tuvieron miedo ni se mostraron arrepentidos. 25 Elnatán, Delaías y Guemarías le rogaban al rey que no quemara el libro, pero él, en vez de hacerles caso, 26 mandó que a mí y a Baruc nos metieran en la cárcel. Enseguida salieron a buscarnos su hijo Jerahmeel, Seraías hijo de Azriel, y Selemías hijo de Abdeel, pero Dios no permitió que nos encontraran.
27 Después de que el rey quemó todo el libro que yo le había dictado a Baruc, Dios me habló de nuevo. Me dijo:
28 «Jeremías, ve y consigue más pedazos de cuero, y vuelve a escribir en ellos todo lo que estaba escrito antes y que Joacín quemó. 29 Además, ve a hablar con Joacín, y dile de mi parte lo siguiente:
“Tú quemaste aquel libro, y te atreviste a reclamarle a Jeremías por haberlo escrito. Pero no dudes ni por un momento que el rey de Babilonia va a destruir este país, y va a acabar con todas las personas y con todos los animales que aquí viven. 30 Y quiero que sepas, Joacín, que ninguno de tus hijos llegará a ser rey de Judá. Tu cadáver no será enterrado, sino que quedará al aire libre, recibiendo el calor del día y el frío de la noche. 31 Yo castigaré tu pecado, el de tus hijos y el de tus sirvientes. Voy a mandar una desgracia contra ellos, y contra los que viven en Jerusalén y en Judá. ¡Y todo esto les pasará porque no me hicieron caso!”»
32 Yo fui y conseguí otros pedazos de cuero, y se los di al secretario Baruc, para que escribiera en ellos todo lo que yo le dictara. Y le dicté lo mismo que decía en el libro que el rey Joacín había quemado, aunque esta vez agregué muchas otras cosas.
Jeremías en la cárcel
37 El rey de Babilonia ordenó que Sedequías hijo de Josías pasara a ser rey de Judá, en lugar de Joaquín hijo de Joacín. 2 Pero ni Sedequías ni sus sirvientes ni la gente de Judá hicieron caso del mensaje que yo les anuncié de parte de Dios. 3 Sin embargo, el rey Sedequías me envío un mensaje por medio de Jucal hijo de Selemías, y del sacerdote Sofonías hijo de Maaseías. En ese mensaje me pedía orar a Dios por ellos.
4 En aquel tiempo yo podía andar libremente entre la gente, pues todavía no me habían metido en la cárcel. 5 Por aquellos días los babilonios habían dejado de atacar a Jerusalén y se habían regresado a su país, pues se habían enterado de que el ejército egipcio se había puesto en marcha para ayudar a los de Judá. 6 Entonces Dios me dio este mensaje:
7 «Jeremías, ve y diles a los mensajeros que envió el rey Sedequías, que el ejército del rey de Egipto salió en su ayuda, pero se volverá a su país. 8 Diles también que los babilonios volverán a atacar a Jerusalén, y que la conquistarán y le prenderán fuego. 9 Así que no canten victoria antes de tiempo. Se equivocan si creen que los babilonios no van a volver. Yo les aseguro que volverán a atacarlos. 10 Y aun si ustedes llegaran a derrotarlos, y en el campamento quedaran sólo unos cuantos babilonios heridos, esos pocos heridos se levantarán y le prenderán fuego a esta ciudad».
11 Cuando el ejército egipcio estuvo cerca de Jerusalén, el ejército babilonio se retiró de la ciudad. 12 Entonces yo intenté salir de Jerusalén para ir al territorio de Benjamín, pues iba a recibir una herencia. 13 Pero al llegar al Portón de Benjamín, me detuvo Irías, que era hijo de Selemías y nieto de Hananías. Como era capitán de la guardia, me dijo:
—¡Así que quieres unirte a los babilonios!
14 Yo le contesté que no era esa mi intención, pero Irías no me creyó. Al contrario, me arrestó y me llevó ante los asistentes del rey. 15 Como ellos estaban muy enojados conmigo, mandaron que me golpearan en la espalda y que me encerraran en la casa del secretario Jonatán, la cual habían convertido en prisión. 16 Me encerraron en una celda que estaba en el sótano, y allí me dejaron mucho tiempo. 17 Finalmente, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a su palacio, y allí, sin que nadie se enterara, me preguntó:
—Jeremías, ¿tienes algún mensaje de Dios para mí?
Yo le contesté:
—Así es, y el mensaje es que usted caerá en poder del rey de Babilonia. 18 Además, quiero hacerle a usted algunas preguntas personales: ¿Qué crimen he cometido contra Su Majestad? ¿Qué mal le he hecho a usted, o a sus ministros o a este pueblo? Yo no merezco estar en la cárcel. 19 Dígame usted dónde están sus profetas, esos que decían que el rey de Babilonia nunca atacaría este país. 20 Yo le ruego a Su Majestad que me tenga compasión. Por favor, ¡no me mande de nuevo a la casa del secretario Jonatán! ¡No me deje usted morir encerrado en ese lugar!
21 Entonces el rey Sedequías ordenó que me encerraran en el patio de la guardia, y ordenó también que todos los días me llevaran pan fresco del que vendían en la calle de los Panaderos. Fue así como me dejaron encerrado en el patio de la guardia. Y todos los días me llevaban de comer, hasta que ya no hubo más pan en toda la ciudad.
Jeremías es arrojado en un pozo
38 Tiempo después, cuando yo estaba hablando a la gente, Sefatías, Guedalías, Jucal y Pashur, que eran mis enemigos, me escucharon decir:
2-3 «Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida».
4 Por eso algunos jefes fueron a decirle al rey:
—¡Hay que matar a Jeremías! Lo que él anuncia está desanimando a los soldados y a la gente que aún queda en la ciudad. Jeremías no busca nuestro bien; al contrario, nos desea lo peor.
5 Sedequías les respondió:
—Yo soy el rey, pero no voy a oponerme a lo que ustedes decidan. ¡Hagan lo que quieran!
6 Entonces los jefes fueron a atraparme. Primero me ataron con sogas, y luego me bajaron hasta el fondo de un pozo, el cual estaba en el patio de la guardia y pertenecía a Malquías, el hijo del rey. Como el pozo no tenía agua sino barro, yo me hundí por completo.
7 En el palacio del rey trabajaba un hombre de Etiopía, que se llamaba Ébed-mélec, el cual supo que me habían arrojado al pozo. Un día en que el rey estaba en una reunión, frente al Portón de Benjamín, 8 Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:
9 —Su Majestad, esta gente está tratando a Jeremías con mucha crueldad. Lo han echado en el pozo, y allí se va a morir de hambre, pues ya no se consigue pan en la ciudad.
10 Entonces el rey le ordenó:
—Bien, Ébed-mélec. Busca a tres hombres, y diles que te ayuden a sacar de allí a Jeremías, antes de que se muera.
11 Ébed-mélec fue entonces con aquellos hombres, y del depósito de ropa del palacio real sacó ropas y trapos viejos. Luego ató toda esa ropa y la bajó hasta el fondo del pozo, donde estaba yo. 12 Entonces me dijo:
—Jeremías, colócate estos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen.
Yo seguí sus instrucciones, 13 y aquellos hombres tiraron de las sogas y me sacaron del pozo. A partir de ese momento, me quedé en el patio de la guardia.
Sedequías vuelve a interrogar a Jeremías
14 Poco tiempo después, el rey Sedequías ordenó que me llevaran a la tercera entrada del templo, y allí me dijo:
—Jeremías, quiero preguntarte algo, y espero que me digas todo lo que sepas.
15 Yo le contesté:
—No tiene caso; cualquiera que sea mi respuesta, usted me mandará a matar; y si le doy un consejo, no me va a hacer caso.
16 Pero, sin que nadie se diera cuenta, el rey me hizo este juramento:
—¡No pienso matarte, ni tampoco pienso dejar que te maten! ¡Eso te lo juro por el Dios que nos ha dado la vida!
17 Entonces le dije:
—El Dios todopoderoso asegura que, si todos ustedes se rinden ante los jefes del rey de Babilonia, tanto Su Majestad como su familia se salvarán de morir, y evitará que le prendan fuego a la ciudad. 18 Si no se rinden, entonces el ejército babilonio conquistará la ciudad y le prenderá fuego, y usted no podrá escapar.
19 El rey Sedequías me respondió:
—Francamente, tengo miedo de los judíos que se han unido a los babilonios. Si llego a caer en sus manos, no me irá nada bien.
20 Yo le aseguré:
—Dios ha dicho que si Su Majestad obedece, todo saldrá bien y esos judíos no le harán ningún daño. 21 Por el contrario, si Su Majestad no se rinde ante los babilonios, 22 todas las mujeres que aún quedan en su palacio caerán en manos de los jefes del rey de Babilonia. Entonces esas mismas mujeres le dirán a Su Majestad:
“Tus amigos te engañaron y te vencieron.
¡Eso te pasa por confiar en ellos!
Tus amigos te abandonaron por completo,
y ahora estás con el agua hasta el cuello”.
23 »Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad caerán bajo el poder de los babilonios, y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera usted logrará escapar!
24 Sedequías me amenazó:
—Escúchame, Jeremías: si en algo aprecias tu vida, más te vale quedarte callado, y que nadie sepa nada de esto. 25 Si los jefes llegan a saber que he hablado contigo, seguramente te van a preguntar de qué hablamos, y si no les dices todo, te amenazarán de muerte. 26 Te aconsejo que les digas que viniste a verme, para que no te mande de nuevo a la casa de Jonatán, pues no quieres morir allí.
27 Y así sucedió. Todos los jefes vinieron a interrogarme. Pero yo les dije exactamente lo que el rey me ordenó. Después de eso, no volvieron a molestarme; así que nadie se enteró de lo que habíamos hablado. 28 Y yo me quedé en el patio de la guardia, viviendo como un prisionero, hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.
La derrota de Jerusalén
39 Sedequías llevaba diez años y nueve meses de reinar en Judá cuando el rey de Babilonia y sus soldados marcharon contra la ciudad de Jerusalén y la atacaron. 2-3 Durante más de año y medio la tuvieron rodeada, y finalmente pudieron abrirse paso a través de un hueco en el muro de la ciudad. Por ese hueco pasaron todos los jefes del rey de Babilonia, y fueron a instalarse en la entrada principal. Los jefes eran: Nergal-sarézer, Samgar, Nebo-sarsequim, que era un alto oficial, otro Nergal-sarézer, que también era un alto funcionario, y todos los otros jefes del rey de Babilonia. Esto ocurrió el día nueve del mes de Tamuz,[b] del año once del reinado de Sedequías.
4 El rey Sedequías se dio cuenta de que Jerusalén había sido conquistada; por eso él y todos sus soldados huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el jardín del rey y, luego de pasar por el portón que está entre los dos muros, se dirigieron hacia el valle del Jordán.
5 Pero el ejército babilonio los persiguió y los alcanzó cerca de Jericó. Allí capturaron a Sedequías y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que en ese momento estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí mismo el rey decidió el castigo que se le daría a Sedequías. 6 En primer lugar, mandó que mataran delante de él a sus hijos y a todos los hombres importantes de Judá; 7 luego mandó que a Sedequías le sacaran los ojos, y para terminar mandó que lo sujetaran con cadenas de bronce y lo llevaran preso a Babilonia.
8 Los babilonios quemaron el palacio del rey y todas las casas de la ciudad, y derribaron los muros de Jerusalén. 9 El comandante de la guardia personal del rey, que se llamaba Nebuzaradán, se llevó presos a Babilonia a todos los que quedaban en Jerusalén, y también a los que apoyaban a los babilonios. 10 En el territorio de Judá dejó solamente a los más pobres, y a ellos les dio campos y viñedos.
11-12 El rey de Babilonia le ordenó a Nebuzaradán que me vigilara muy bien, y le dijo: «No le hagas ningún daño, y dale todo lo que necesite».
13 Entonces, el comandante de la guardia y otros oficiales del rey de Babilonia 14 ordenaron que me sacaran del patio de la guardia, y que me entregaran a un tal Guedalías, que era hijo de Ahicam y nieto de Safán. Como Guedalías me permitió regresar a mi casa, yo me quedé a vivir con la gente de la ciudad.
15 Recuerdo que cuando estuve preso en el patio de la guardia, Dios me dijo:
16 «Jeremías, quiero que hables con Ébed-mélec, el etíope. Dile de mi parte que a Jerusalén no le va a ir nada bien, pues le voy a enviar un terrible castigo. Dile que yo, el Dios de Israel, lo he anunciado, y él estará allí cuando eso ocurra. 17 Dile además que yo me comprometo a no dejarlo caer en manos de los babilonios. Ébed-mélec les tiene miedo, 18 pero yo le aseguro que no permitiré que lo maten. Le salvaré la vida, y así lo recompensaré por haber confiado en mí».
Jeremías sale de la cárcel
40 1-2 Dios volvió a hablarme cuando me llevaban a Babilonia junto con los prisioneros de Judá y Jerusalén. Cuando llegamos a Ramá, el comandante Nebuzaradán me quitó las cadenas y me dijo a solas:
«El Dios de Israel me pidió que te dijera que él mandó este desastre sobre tu país, 3 para cumplir con sus amenazas. Ustedes se rebelaron contra él y fueron muy desobedientes. Por eso les pasó todo esto. 4 Ahora mismo voy a quitarte de las manos esas cadenas. Si quieres, puedes venir conmigo a Babilonia; ahí yo te cuidaré muy bien. Si no quieres, puedes irte a donde quieras. ¡Toda la tierra está a tu disposición!»
5 Como Nebuzaradán me vio indeciso, me dijo:
«El rey de Babilonia ha nombrado a Guedalías como gobernador de las ciudades de Judá. Creo que te conviene quedarte a vivir en este lugar, con él y con tu pueblo. Pero estás en libertad de ir a donde quieras».
Dicho esto, Nebuzaradán me dio bastante comida y un regalo, y me dejó ir. 6 Fue así como me quedé en Israel, con la gente de Judá que no fue llevada prisionera a Babilonia. Me quedé a vivir en Mispá, cerca de la casa de Guedalías.
Plan para matar a Guedalías
7-8 El rey de Babilonia nombró a Guedalías gobernador de Judá. Lo puso a cargo de los que se habían quedado allí, que eran los más pobres del país. Cuando se supo la noticia, algunos jefes y soldados de Judá todavía estaban en el campo. Entonces fueron a Mispá, junto con los soldados que estaban bajo su mando, y se presentaron ante Guedalías. Entre ellos estaban Ismael, los hermanos Johanán y Jonatán, Seraías, Jezanías y los hijos de Efai.
9 Guedalías les dio ánimo a todos ellos, y les hizo la siguiente promesa:
«No tengan miedo de los babilonios. Quédense a vivir en Babilonia, y ríndanse al rey. Yo les prometo que les irá bien. 10 Voy a quedarme a vivir en Mispá, y cuando los babilonios vengan acá, yo hablaré a favor de ustedes. Sólo les pido que vuelvan a sus ciudades, y que se encarguen de cosechar los frutos de verano, y de almacenar el vino y el aceite».
11 Los judíos que estaban en Moab, Amón y Edom se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado en Judá a unos cuantos judíos, y que había puesto a Guedalías como gobernador de Judá. También lo supieron los judíos que vivían en otros países, 12 así que todos ellos vinieron para volver a establecerse en Judá. En cuanto llegaron, fueron a presentarse ante el gobernador Guedalías, que estaba en Mispá. También ellos se dedicaron a cosechar los frutos de verano y a guardar mucho vino en las bodegas.
13 Un día, Johanán hijo de Caréah fue a Mispá para hablar con Guedalías. Lo acompañaron todos los jefes militares que estaban en el campo. 14 Al llegar, le dijeron:
—Queremos advertirte que Baalís, el rey de Amón, quiere matarte. Para eso ha contratado a Ismael hijo de Netanías.
Como Guedalías no les creyó, 15 Johanán le propuso en secreto:
—Guedalías, no podemos permitir que ese Ismael te mate. Si llega a matarte, se dispersarán todos los judíos que se han puesto a tus órdenes, y con eso Judá acabará de hundirse. ¡Déjame ir a matarlo! ¡Te prometo que nadie sabrá quién lo hizo!
16 Pero Guedalías le advirtió a Johanán:
—¡Ni se te ocurra hacerlo! ¡Eso que me dices de Ismael es pura mentira!
Muerte de Guedalías
41 Ismael era hijo de Netanías y nieto de Elisamá. Había servido como oficial del rey de Judá, pues pertenecía a la familia del rey. En el mes de Etanim,[c] Ismael fue a Mispá y se presentó ante el gobernador Guedalías. Iba acompañado de diez soldados. Guedalías invitó a comer a Ismael y a sus acompañantes. Allí en Mispá, 2 mientras comían, Ismael y sus hombres se levantaron y mataron a Guedalías. 3 Ismael mató también a todos los judíos y soldados babilonios que estaban allí.
4 Al día siguiente, nadie se había enterado todavía del asesinato de Guedalías. 5 Entonces llegaron ochenta hombres de Siquem, Siló y Samaria. Iban al templo para presentar ofrendas y quemar incienso en honor de Dios. Iban sin barba, con la ropa rota y con el cuerpo lleno de heridas que ellos mismos se habían hecho. 6 Como Ismael todavía estaba en Mispá, salió a su encuentro. Mientras avanzaba, fingía estar tan triste como ellos. Cuando estuvo cerca, les dijo:
—¡Vengan a saludar al gobernador Guedalías!
7-9 Pero antes de que llegaran al centro de la ciudad, Ismael y sus hombres comenzaron a matarlos, y los iban arrojando en un pozo seco. Ese pozo había sido construido por el rey Asá de Judá, para defenderse de los ataques del rey Baasá de Israel. En ese mismo pozo habían arrojado el cadáver de Guedalías. El pozo ya se estaba llenando de cadáveres, cuando diez de los ochenta hombres le rogaron a Ismael:
—¡No nos mates! ¡En el campo tenemos escondido mucho trigo, cebada, aceite y miel!
Ismael los dejó con vida, 10 pero se llevó prisioneras a las hijas del rey, y también a la gente que se había quedado en Mispá, y que Nebuzaradán había puesto bajo el cuidado de Guedalías. Con toda esa gente prisionera, Ismael se dirigió a la región de los amonitas.
11-12 Cuando se supo lo que había hecho Ismael, salieron a perseguirlo Johanán hijo de Caréah y todos los jefes militares que estaban con él. Lo alcanzaron cerca del gran pozo de agua que está en Gabaón. 13 Todos los prisioneros que llevaba Ismael se pusieron muy alegres cuando vieron a Johanán y a todos los jefes militares, 14 y enseguida se dieron vuelta y se fueron con Johanán. 15 Pero Ismael y ocho de sus hombres lograron escapar y huyeron hacia la región de los amonitas.
El pueblo quiere escaparse a Egipto
16 Johanán y los jefes militares que lo acompañaban rescataron a los que Ismael se había llevado desde Mispá, luego de haber asesinado a Guedalías. Entre ellos había mujeres, niños, soldados y oficiales del rey. 17 Luego comenzaron el largo viaje de regreso, y descansaron en Guerut-quimam, un lugar de descanso que está junto a Belén. De allí pensaban seguir hasta Egipto, 18 para escaparse de los babilonios. Tenían mucho miedo de ellos porque Ismael había matado al gobernador Guedalías.
42 1-2 Pero Johanán y Azarías hijo de Hosaías vinieron a hablar conmigo, junto con los jefes militares y el pueblo, desde el más viejo hasta el más joven. Me dijeron:
—Por favor, Jeremías, atiéndenos y pídele a Dios por todos nosotros. Tú bien sabes que antes éramos muchos, pero ahora sólo quedamos muy pocos. 3 Pídele a Dios que nos diga a dónde tenemos que ir, y qué debemos hacer.
4 Yo les contesté:
—Está bien. Voy a rogarle a Dios por ustedes, tal como me lo han pedido. Todo lo que él me diga, yo se lo diré a ustedes. No les voy a esconder nada.
5-6 Ellos me prometieron:
—Haremos todo lo que Dios nos mande hacer, nos guste o no nos guste. Ponemos a Dios como testigo fiel y verdadero de que cumpliremos nuestra promesa. Si le obedecemos, estamos seguros de que nos irá bien.
7 Días después, Dios me habló. 8 Entonces yo llamé a Johanán y a todos los que habían venido con él, 9 y les dije:
«El Dios todopoderoso me manda a decirles 10 que se queden a vivir en Babilonia, y les promete que no volverá a destruirlos, sino que los bendecirá. ¡Le duele mucho haber tenido que castigarlos! 11 No tengan miedo del rey de Babilonia. Pueden estar seguros de que el Dios de Israel va a protegerlos y a salvarlos del poder de ese rey. 12 Dios tendrá compasión de ustedes, y hará que también el rey de Babilonia los trate bien y les permita volver a su país.
13-15 »Pero si ustedes lo desobedecen, y en vez de quedarse a vivir aquí deciden irse a vivir a Egipto, entonces deben prestar mucha atención. Ustedes creen que si se van a Egipto, no correrán ningún peligro. 16 Pero yo les aseguro que también allá sufrirán a causa de la guerra y el hambre, y allí morirán. 17 Una vez más les digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán en la guerra, o de hambre, o de alguna enfermedad. ¡Ninguno podrá librarse del terrible castigo que voy a mandarles!
18 »El Dios de Israel les advierte que, así como se enfureció contra los que vivían en Jerusalén, así también se enojará contra los que se vayan a Egipto. La gente se burlará de ustedes y los atacará. ¡Nunca volverán a ver este lugar!
19 »Recuerden que Dios les ha dicho que no vayan a Egipto. Ustedes son los únicos que quedan de Judá, y deben entender bien lo que les estoy diciendo. 20 Ustedes mismos me pidieron que le rogara a Dios por ustedes, y se comprometieron a cumplir todo lo que él les ordenara hacer. 21 Hoy les he dicho lo que Dios quiere que hagan. Sin embargo, ustedes no quieren obedecer. 22 Por eso yo les aseguro que, si insisten en irse a vivir a Egipto, morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad».
Babilonia derrota a Egipto
43 Yo le comuniqué al pueblo todo lo que Dios me había dicho, 2 pero Azarías y Johanán, y otras personas muy creídas, me contestaron:
«Jeremías, tú nos dices que no vayamos a vivir a Egipto, pero Dios no te mandó a decirnos eso. ¡Eres un mentiroso! 3 Seguro que fue Baruc el que te puso en contra nuestra. Lo que él quiere es que caigamos en poder de los babilonios, para que nos lleven prisioneros o nos maten».
4 Y todos desobedecieron a Dios. Ni Johanán ni los jefes militares ni el resto de la gente se quedaron a vivir en Judá. 5 Al contrario, se llevaron a todos los que habían vuelto de otras naciones. 6-7 Se llevaron a hombres, mujeres y niños, y también a las hijas del rey. A toda esa gente Nebuzaradán la había puesto bajo el cuidado de Guedalías. A todos nos llevaron a Egipto, incluyendo a mi secretario Baruc y a mí, y nos quedamos en la ciudad de Tafnes. 8-11 Allí, el Dios de Israel volvió a hablarme:
«Jeremías, toma unas piedras grandes y llévalas a Tafnes. Entiérralas a la entrada del palacio del rey de Egipto, y asegúrate de que todos te vean hacerlo. Luego diles que yo haré que venga el rey de Babilonia, y pondré su trono sobre las piedras que has enterrado.
»Y así será. El rey de Babilonia conquistará Egipto. A unos se los llevará prisioneros a otro país, y a otros los matará. 12-13 Destruirá los templos de Egipto y los monumentos de Bet-semes, y se llevará los ídolos que haya en esos templos. ¡El rey de Babilonia va a sacudir a Egipto, como cuando los pastores de ovejas sacuden la ropa para quitarle los piojos! Luego se irá de allí, y nadie podrá detenerlo».
No adoren a dioses falsos
44 1-2 El Dios todopoderoso me ordenó hablar con todos los judíos que vivían en las ciudades egipcias de Migdol, Tafnes y Menfis, y en la región del sur. Me dijo:
«Jeremías, adviérteles que ya han visto lo que hice con la ciudad de Jerusalén, y con todas las ciudades de Judá. Yo les envié terribles desastres, y esas ciudades quedaron en ruinas, y hasta ahora nadie vive en ellas. 3 La culpa la tuvieron sus habitantes, pues cometieron muchos pecados. Adoraron a otros dioses y les ofrecieron incienso, y con eso me hicieron enojar muchísimo. A esos dioses, ni ellos ni sus antepasados los conocían. 4 Muchas veces les mandé profetas, para que les dijeran que no adoraran a otros dioses, pues eso es algo horrible, que yo no soporto.
5 »Pero ellos, como de costumbre, no me prestaron atención ni me obedecieron, ni se arrepintieron de sus pecados. Al contrario, siguieron quemando incienso en honor de otros dioses. 6 Por eso me enojé y destruí a Jerusalén y al resto de las ciudades de Judá.
7 »¡Y ahora quieren meterse en un lío más grande! ¡Quieren que mueran hombres, mujeres y niños, y hasta los recién nacidos! 8 Desde que llegaron a Egipto, lo único que han hecho es hacerme enojar; han estado adorando a dioses falsos, que ellos mismos se fabrican. ¡Lo único que van a conseguir es que yo los destruya! Cuando eso ocurra, todo el mundo se burlará de ellos, y los insultará.
9 »¿Acaso ya se olvidaron de todos los pecados que cometieron sus antepasados? En Judá, y en las calles de Jerusalén, pecaron ellos y sus esposas, y también los reyes de Judá y sus esposas. ¿Acaso ya no se acuerdan? 10 Sin embargo, hasta ahora no se han arrepentido. No me respetan, ni obedecen los mandamientos que les di, a ellos y a sus antepasados.
11 »Por eso he decidido hacerles la guerra y borrarlos del mapa. ¡Yo soy el Dios de Israel! 12 Los pocos que aún quedaban en Judá, y que insistieron en irse a vivir a Egipto, morirán en ese país. Morirán en la guerra, o se morirán de hambre. Desde el más joven hasta el más viejo, nadie quedará con vida, y entre las naciones serán objeto de odio, burlas, desprecio y maldición. 13 Castigaré a los que viven en Egipto tal como castigué a los habitantes de Jerusalén: los haré morir de hambre, enfermedad y guerra. 14 Ninguno de los que se fueron a Egipto quedará con vida, ni volverá a Judá, aunque lo desee. Sólo unos cuantos lograrán huir y volverán».
15 Yo les entregué el mensaje a todos los judíos que vivían en Egipto. Algunos de ellos sabían que sus esposas quemaban incienso en honor de otros dioses. Todos vinieron y me dijeron:
16 —Escucha, Jeremías: Este mensaje que nos has dado de parte de Dios, no lo vamos a obedecer. 17 Al contrario, vamos a seguir haciendo lo que nos da la gana, tal como lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros funcionarios. Seguiremos adorando a nuestra diosa, la Reina del cielo, y le ofreceremos incienso y vino. En realidad, cuando lo hacíamos, teníamos mucha comida y no nos faltaba nada ni nos pasaba nada malo. 18 En cambio, desde que dejamos de hacerle ofrendas de incienso y vino, nos ha faltado de todo, y la guerra y el hambre nos están matando.
19 Las mujeres dijeron:
—Nuestros esposos sabían muy bien lo que estábamos haciendo. Sabían que nosotras adorábamos a la Reina del cielo, y que le ofrecíamos incienso y vino, y panes que tenían su imagen.
20 Yo les contesté:
21 —¿Y acaso creen que Dios no lo sabía? Al contrario, Dios sabía muy bien que ustedes y sus antepasados, sus reyes y funcionarios, y todo el pueblo, adoraban a otros dioses. 22 Pero llegó el momento en que Dios ya no aguantó más. Y no aguantó, por la forma en que ustedes actuaban y por las cosas asquerosas que hacían. Por eso su país se convirtió en un desierto horrible, en un montón de ruinas donde nadie vive. La ciudad es un ejemplo de maldición para todos sus vecinos. ¡Y esto es así, hasta el momento de escribir esto! 23 Ustedes pecaron contra Dios al adorar a otros dioses, y al no querer obedecer ninguno de sus mandamientos. Por eso ahora tienen que sufrir tan terrible desastre.
24 Luego me dirigí al pueblo, sobre todo a las mujeres, y añadí:
—Ustedes, gente de Judá que vive en Egipto, escuchen bien lo que Dios les dice:
25 “Yo soy el Dios de Israel. Me doy cuenta de que ustedes y sus mujeres cumplen sus promesas de adorar a la Reina del cielo, y de presentarle ofrendas. ¡Muy bien! ¡Sigan cumpliendo sus promesas! ¡Sigan haciendo lo que les dé la gana! 26 Ustedes son de Judá, y ahora viven en Egipto. Pues escúchenme bien: yo les juro que ninguno de ustedes volverá a jurar aquí usando mi nombre. Nadie volverá a decir: ‘¡Lo juro por el Dios de Israel!’ 27 En vez de vigilarlos para protegerlos, voy a vigilarlos para hacerles daño. Les aseguro que toda la gente de Judá que vive en Egipto morirá de hambre, o en la guerra. 28 ¡Y van a ver todos ustedes si cumplo o no mi palabra! Unos cuantos se salvarán de la guerra y del hambre, y podrán regresar a Judá; pero la mayoría de los que se fueron a Egipto, morirán.
29-30 ”Yo soy el Dios de Israel. Ésta es la señal de que cumpliré mis amenazas contra ustedes: dejaré que Hofra, el rey de Egipto, muera a manos de sus enemigos. Haré con él lo mismo que hice con Sedequías, el rey de Judá, a quien puse en manos del rey de Babilonia, para que lo matara”.
Mensaje para Baruc
45 Cuando Joacín hijo de Josías llevaba cuatro años de reinar en Judá, yo le dicté a mi secretario Baruc el mensaje que Dios me dio para él:
2 «El Dios todopoderoso te dice lo siguiente: 3 “Tú, Baruc, siempre estás quejándote. Dices que eres muy infeliz, y que yo sólo te hago sufrir más y más. También dices que ya estás cansado de sufrir, y que no logras descansar. 4 Pues quiero que sepas que yo voy a destruir lo que he construido, y voy a arrancar lo que he plantado. ¡Voy a acabar con toda esta tierra! 5 Estoy por enviar un gran castigo sobre toda la gente, así que ni creas que tú vas a lograr grandes cosas. Pero esto sí te prometo, en recompensa te salvaré la vida, y te protegeré por dondequiera que vayas. Te juro que así lo haré”».
Advertencia contra los egipcios
46 1-2 Cuando Joacín llevaba cuatro años de reinar en Judá, el Dios de Israel me habló acerca de las otras naciones, y del ejército de Necao, rey de Egipto. Por esos días el rey de Babilonia había derrotado a Necao en la ciudad de Carquemis, junto al río Éufrates. El mensaje que me dio fue el siguiente:
3 «¡Egipcios, tomen sus armas
y prepárense para el combate!
4 ¡Ensillen y monten los caballos!
¡Afilen las lanzas y pónganse las corazas!
¡Cúbranse con los cascos!
5 »¿Pero qué es lo que veo?
¡Los soldados egipcios retroceden!
Derrotados y llenos de miedo,
huyen sin mirar atrás.
¡Hay terror por todas partes!
6 »¡Los más veloces no pueden huir!
¡Los más fuertes no logran escapar!
¡Allá en el norte,
a la orilla del río Éufrates,
tropiezan y ruedan por el suelo!
7 »Una nación se acerca con violencia.
¡Hasta se parece al río Nilo
cuando sus aguas se desbordan!
¿Qué nación puede ser?
8 ¡Es Egipto, que se ha enfurecido,
que ha crecido como el Nilo!
Viene decidido a inundar la tierra,
a destruir ciudades y a matar gente.
9 »¡Que ataquen los caballos!
¡Que avancen los carros de guerra!
¡Que marchen los soldados!
¡Que tomen sus armas los soldados
de los países africanos!
10 »El día de la victoria pertenece
al poderoso Dios de Israel.
Él ganará la batalla;
se vengará de sus enemigos.
La espada se empapará de sangre
y acabará por matar a todos.
Allá en el país del norte,
a la orilla del río Éufrates,
el Dios de Israel matará a mucha gente.
11 »Soldados de Egipto:
de nada les servirá que vayan a Galaad
y consigan alguna crema curativa;
aunque consigan medicinas,
no les servirán de nada.
12 Todo el mundo está enterado
de que han sido derrotados;
por todas partes se escuchan
sus gritos de dolor;
chocan los guerreros unos contra otros,
y ruedan por el suelo».
13 Cuando el rey de Babilonia vino para atacar a los egipcios, Dios me dio este mensaje:
14 «Esto debe saberse en Egipto;
debe anunciarse en sus ciudades:
“¡Soldados, prepárense para la batalla!
¡Ya viene su destrucción!”
15-17 »Los soldados se tropiezan;
caen uno encima del otro, y dicen:
“¡Huyamos!
¡Volvamos a nuestro país
antes que nos mate el enemigo!
¡Nuestro rey es un charlatán!
¡Habla mucho y no hace nada!”
»Pero los soldados han caído,
y ya no podrán levantarse,
porque yo los derribé.
¡Yo soy el Dios de Israel!
18-19 »Ustedes, los que viven en Egipto,
vayan empacando lo que tienen,
porque serán llevados prisioneros;
la capital será destruida
y quedará en ruinas y sin gente.
»Les juro por mí mismo
que el enemigo que viene
se parece al monte Tabor,
que sobresale entre los montes;
se parece al monte Carmelo,
que está por encima del mar.
¡Yo soy el Dios todopoderoso!
¡Yo soy el único Rey!
20 »La hermosura de Egipto será destruida;
Babilonia vendrá del norte y la atacará.
21 Egipto contrató soldados extranjeros,
todos muy fuertes y valientes,
¡pero hasta ellos saldrán huyendo!;
¡saldrán corriendo a toda prisa!
Ya llegó el día de su derrota;
¡ya llegó el día de su castigo!
22 »El ejército babilonio es muy numeroso;
tanto que nadie lo puede contar.
Por eso los soldados egipcios
huirán como serpientes desprotegidas.
23 »Egipto parece un bosque tupido,
pero sus enemigos lo rodearán
y lo atacarán con sus hachas,
dispuestos a derribar todos los árboles.
24 »¡Egipto quedará humillado!
¡Caerá bajo el poder de Babilonia!»
Esperanza para el pueblo de Dios
25 El Dios de Israel dice:
«Voy a castigar al rey de Egipto, a sus dioses y a todos los que confían en ellos. 26 Dejaré que caigan en poder del rey de Babilonia y de su ejército, para que los maten. Sin embargo, en el futuro Egipto volverá a ser habitado como antes. Les juro que así lo haré.
27-28 »Y ustedes, pueblo de Israel,
no tengan miedo ni se asusten;
yo haré que vuelvan de Babilonia,
adonde fueron llevados como esclavos.
No tengan miedo, israelitas.
Ustedes son mi pueblo;
son descendientes de Jacob.
Yo les prometo
que volverán a vivir tranquilos
porque yo estoy con ustedes.
»Destruiré a todas las naciones
por las que los dispersé,
pero a ustedes no los destruiré;
sólo los castigaré por su bien,
pues merecen que los corrija.
Les juro que así lo haré».
Advertencia contra los filisteos
47 Dios me habló poco antes de que el rey de Egipto atacara la ciudad de Gaza, y me dio este mensaje para los filisteos:
2 «Yo soy el Dios de Israel,
y quiero que sepan esto:
Desde el norte vienen los babilonios;
son un ejército que destruye
ciudades enteras con sus habitantes.
¡Parecen un río desbordado!
¡Todos los habitantes de la tierra
lloran y piden auxilio!
3 Tan pronto como escuchan
el galope de los caballos
los padres pierden el ánimo;
abandonan a sus hijos
al escuchar el chirrido
de los carros de guerra.
4 »¡Ha llegado el día
en que acabaré con los filisteos!
¡Ha llegado el día
en que acabaré con los que ayudan
a las ciudades de Tiro y Sidón!
¡Destruiré a todos los filisteos
que vinieron de las costas de Creta!
5 Los que viven en la ciudad de Gaza
se raparán avergonzados la cabeza;
los que viven en la ciudad de Ascalón
se quedarán mudos de miedo.
Y ustedes que aún viven en las llanuras,
no dejarán de herirse el cuerpo
6 ni cesarán de gritar:
“Ay, terrible espada de Dios,
¿hasta cuándo nos seguirás atacando?
¡Regresa ya a tu funda
y deja de matarnos!”
7 »Pero yo soy el Dios de Israel.
Ya he decidido matar
a todos los filisteos
en Ascalón y en toda la costa.
¡No haré descansar mi espada!»
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