Bible in 90 Days
19 Se enfrentaron a mí
en el peor momento,
pero tú me apoyaste.
20 Me diste libertad;
¡me libraste porque me amas!
21 »Me diste mi recompensa
porque hago lo que quieres.
Me trataste con bondad
porque hago lo que es justo.
22 Yo obedezco tus enseñanzas
y no me aparto de ti.
23 Cumplo todas tus leyes,
y jamás me aparto de ellas.
24 He sido honesto contigo
y no he hecho nada malo.
25 Me diste mi recompensa
porque hago lo que quieres,
porque tú sabes
que yo hago lo que es justo.
26 Tú eres fiel
con los que te son fieles,
y tratas bien
a quienes bien se comportan.
27 Eres sincero
con los que son sinceros,
pero con los tramposos
demuestras ser más astuto.
28 A la gente humilde
le concedes la victoria,
pero a los orgullosos
los haces salir derrotados.
29-31 »Dios mío,
tú alumbras mi vida;
tú iluminas mi oscuridad.
Con tu ayuda venceré al enemigo
y podré conquistar sus ciudades.
Tus enseñanzas son perfectas,
tu palabra no tiene defectos.
Tú proteges como un escudo
a los que buscan refugio en ti.
32 Dios de Israel,
sólo tú eres Dios;
¡sólo tú puedes protegernos!
33 ¡Sólo tú me llenas de valor
y me guías por el buen camino!
34 ¡Tú me das fuerzas para correr
con la velocidad de un venado!
Cuando ando por las altas montañas,
tú no me dejas caer.
35 Tú me enseñas
a enfrentarme a mis enemigos;
tú me das valor para vencerlos.
36 Tú me das tu protección;
me salvas con tu gran poder
y me concedes la victoria.
37 Me despejas el camino
para que no tenga yo tropiezos.
38 »Perseguí a mis enemigos
y los alcancé,
y no volví hasta haberlos destruido.
39 Los derroté por completo;
¡los aplasté bajo mis pies,
y no volvieron a levantarse!
40 Tú me llenaste de valor
para entrar en combate;
tú hiciste que los rebeldes
cayeran derrotados a mis pies.
41 Me hiciste vencer a mis enemigos,
y acabé con los que me odiaban.
42 A gritos pedían ayuda,
pero nadie fue a salvarlos.
Hasta de ti pedían ayuda,
pero tampoco tú los salvaste.
43 Los deshice por completo:
¡quedaron como el polvo
que se lleva el viento!
¡Me di gusto aplastándolos
como al lodo de la calle!
44-46 »Dios mío,
tú me libras de la gente
que anda buscando pelea;
me hiciste jefe de naciones,
y gente extraña que yo no conocía
ahora está dispuesta a servirme.
Tan pronto esos extranjeros me oyen,
se desaniman por completo
y temblando salen de sus escondites
dispuestos a obedecerme.
47 »¡Bendito seas, mi Dios,
tú que vives y me proteges!
¡Alabado seas, mi Dios y Salvador!
48 ¡Tú me permitiste
vengarme de mis enemigos!
¡Tú pusiste a los pueblos
bajo mi dominio!
49 Tú me pusiste a salvo
de la furia de mis enemigos.
Me pusiste por encima
de mis adversarios,
y me libraste de gente violenta.
50 Por eso, Dios mío,
yo te alabo y te canto himnos
en medio de las naciones.
51 Tú siempre le das la victoria
al rey que pusiste sobre Israel.
Tú siempre les muestras tu amor
a David y a sus herederos.»
Últimas palabras de David
23 Dios eligió a David, el gran poeta de Israel, y le dio el lugar más importante. Lo que sigue fueron las últimas palabras de David:
2 «Estas palabras no son mías;
son palabras del espíritu de Dios,
que habla por medio de mí.
3 Y esto es lo que me dijo
el Dios que ayuda a Israel:
“El rey que me toma en cuenta
en todo lo que hace,
y es justo con su pueblo,
4 es como la luz de la mañana
y como el sol después de la tormenta:
le hace bien a la tierra,
y hace crecer la hierba”.
5 »Dios hizo un pacto conmigo;
un pacto seguro y bien hecho
que durará para siempre.
Por eso mi familia siempre estará segura,
y Dios cumplirá todos mis deseos.
6-7 »La gente malvada es como los espinos,
que nadie se atreve a tocarlos.
Más bien, se arrojan al fuego,
como si fueran basura,
hasta quemarlos por completo.
¡Nadie jamás vuelve a recogerlos!»
Los tres mejores guerreros (1 Cr 11.10-47)
8 Los guerreros más valientes del ejército de David eran tres.
El primero de ellos era Joseb-basébet hijo de Hacmoní, y era el jefe de los tres. En cierta ocasión, mató con su lanza a ochocientos hombres.
9 El segundo era Eleazar hijo de Dodó de Ajoj. Eleazar estuvo con David en Pasadamim, cuando los filisteos se reunieron para pelear contra Israel. En esa batalla los israelitas huyeron, 10 pero Eleazar se quedó matando filisteos hasta que el brazo se le acalambró. A pesar de eso, no soltó la espada. Cuando los soldados israelitas se dieron cuenta, regresaron a ayudarlo, pero sólo encontraron soldados muertos; así que se apoderaron de las pertenencias de los filisteos. Ese día, Dios le dio una gran victoria a Israel.
11 El tercero era Samá hijo de Agué de Arat. Los filisteos se habían reunido en un campo sembrado con lentejas para atacar a los israelitas. En cuanto los israelitas vieron a los filisteos, huyeron; 12 pero Samá no se movió del campo, sino que lo defendió y mató a los filisteos. Ese día, Dios le dio una gran victoria.
13-17 Hubo varias ocasiones en que estos tres valientes realizaron grandes actos de valentía. Una vez, al comienzo de la cosecha, estos tres valientes fueron a ayudar a David, que estaba en la cueva de Adulam. Los filisteos habían acampado en el valle de Refaim.
En esa ocasión David estaba en la cueva, mientras que un grupo de filisteos estaba en Belén. David tenía sed y dijo: «¡Cómo quisiera yo que alguien me trajera agua del pozo que está junto a la entrada de Belén!» Enseguida los tres oficiales fueron al campamento filisteo y, sin que nadie los viera, sacaron agua del pozo y se la llevaron a David.
Sin embargo, David no quiso beberla; prefirió derramarla como una ofrenda a Dios, y dijo: «¡Que Dios me libre de beber esta agua! Estos hombres arriesgaron su vida por traérmela, así que no la tomaré».
Los treinta más valientes
18-19 Abisai, el hijo de Seruiá y hermano de Joab, se hizo muy famoso. Por eso llegó a ser el jefe de los treinta soldados más valientes. Se hizo tan famoso como los otros tres cuando mató con su lanza a trescientos soldados. Pero ni así logró superar la fama de aquéllos.
20 Benaías hijo de Joiadá era un soldado muy valiente que vivía en Cabseel. Realizó grandes actos de valentía. En cierta ocasión, mató a dos de los mejores soldados moabitas. En otra ocasión en que cayó nieve, mató a un león que estaba en un hoyo profundo. 21 Y en otra ocasión, mató a un egipcio de gran estatura. El egipcio llevaba una lanza en la mano, y Benaías sólo tenía una vara; pero esa vara le bastó para quitarle al egipcio la lanza y matarlo con ella.
22-23 Entre los treinta soldados más valientes, Benaías llegó a ser tan famoso como los tres más grandes, aunque nunca llegó a ser como ellos. Con todo, David lo nombró jefe de sus guardias.
24 También eran parte del grupo de los treinta los siguientes soldados:
Asael, hermano de Joab;
Elhanán hijo de Dodó, de Belén,
25 Samá de Harod,
Elicá de Harod,
26 Heles de Bet-pélet,
Irá hijo de Iqués, de Tecoa,
27 Abiézer de Anatot,
Sibecai de Husá,
28 Salmón de Ajoj,
Maharai de Netofá,
29 Héleb hijo de Baaná, de Netofá,
Itai hijo de Ribai, de Guibeá de Benjamín;
30 Benaías de Piratón,
Hidai del arroyo de Gaas,
31 Abí-albón de Arbá,
Asmávet de Bahurim,
32-33 Eliahbá de Saalbón,
Jasén de Guisón,
Jonatán hijo de Samá, de Harar,
Ahiam hijo de Sarar, de Harar,
34 Elifélet hijo de Ahasbai, de Maacá,
Eliam hijo de Ahitófel, de Siló,
35 Hesrai de Carmel,
Paarai de Arbá,
36 Igal hijo de Natán, de Sobá,
Baní de Gad,
37 Sélec de Amón,
Naharai de Beerot, ayudante de Joab hijo de Seruiá;
38 Irá de Jatir,
Gareb de Jatir,
39 Urías el hitita.
Pero en total, los más valientes del ejército de David fueron treinta y siete.
Dios castiga a su pueblo (1 Cr 21.1-14)
24 Dios volvió a enojarse contra Israel. Le hizo creer a David que sería bueno hacer una lista de todos los soldados que había en Israel y Judá. 2 Entonces el rey le dijo a Joab y a los jefes del ejército:
—Vayan por todo el país, y cuenten a todos los hombres en edad militar, para que yo sepa cuántos soldados tengo.
3 Pero Joab le contestó:
—Yo le pido a Dios que multiplique a su pueblo, y que lo haga cien veces más grande de lo que ahora es. También le pido a Dios que le permita a usted llegar a verlo. Pero no creo que contarlos sea una buena idea.
4 Sin embargo, la orden del rey pudo más que la opinión de Joab y de los jefes del ejército, y ellos tuvieron que salir a contar a todos los israelitas.
5 Cruzaron el río Jordán y empezaron a contar a la gente de Aroer, y de una ciudad que está en medio de un valle, en el camino a Gad y a Jazer.
6 Luego fueron a Galaad, y de allí a Cadés, que está en el país de los hititas. Después fueron a Dan, y de allí dieron la vuelta hasta llegar a Sidón.
7 Fueron luego a la fortaleza que está en Tiro, y recorrieron también todas las ciudades de los heveos y cananeos. Después se fueron al sur de Judá, en dirección de Beerseba.
8 Después de haber recorrido todo el país durante nueve meses y veinte días, regresaron a Jerusalén. 9 Allí Joab le informó al rey: «En Israel hay ochocientos mil hombres que pueden ir a la guerra, y en Judá hay quinientos mil».
10 Pero David se dio cuenta de que había sido un error haber contado a toda la gente, así que dijo: «Dios mío, no está bien lo que hice. Te he ofendido al contar los soldados que tenemos. Yo te ruego que perdones mi error».
11 David siempre consultaba al profeta Gad. Por eso al día siguiente, cuando David se estaba levantando, Dios le dio a Gad un mensaje para David. Le dijo:
12 «Ve a decirle a David que lo voy a castigar, y que puede escoger uno de estos tres castigos: 13 Siete años de hambre en todo el país; ser perseguido por sus enemigos durante tres meses; o que todo el pueblo sufra enfermedades durante tres días».
Gad fue, entregó el mensaje y le dijo a David: «Dime qué respuesta debo llevarle a Dios». 14 Y David le dijo a Gad:
—¡Me resulta difícil elegir uno de los tres! Pero Dios es compasivo, así que prefiero que sea él quien me castigue. No quiero que me hagan sufrir mis enemigos.
15 Entonces Dios envió una enfermedad por todo Israel, desde esa mañana hasta el tercer día. Y desde el norte hasta el sur de Israel murieron setenta mil personas.
Dios perdona a su pueblo (1 Cr 21.15-27)
16-20 El ángel que Dios había enviado a matar a la gente, llegó a Jerusalén. David lo vio cuando llegó a donde Arauna el jebuseo estaba limpiando el trigo. Como el ángel ya estaba a punto de destruir la ciudad, David dijo: «Dios mío, yo fui el que hizo mal; yo fui quien pecó contra ti. Por favor, no castigues a mi pueblo. Mejor castígame a mí y a mi familia».
Dios envió a David este mensaje por medio del profeta Gad: «Ve y constrúyeme un altar en el lugar donde Arauna limpia el trigo».
David obedeció el mensaje de Dios, y fue con sus sirvientes a construir el altar. Cuando Arauna vio que el rey se acercaba, salió y se inclinó ante él hasta tocar el suelo con su frente, 21 y le dijo:
—¿A qué debo que Su Majestad venga a verme? ¡Yo no soy más que su sirviente!
Pero David le contestó:
—He venido a comprarte el lugar donde limpias el trigo. Quiero construir allí un altar para Dios. Así se detendrá la enfermedad que está matando a la gente.
22 Arauna le contestó:
—Su Majestad, todo lo que tengo es suyo. Presente las ofrendas a Dios, y yo le daré los toros para el sacrificio, y hasta mis herramientas de trabajo para que las use como leña. 23 Yo le doy a usted todo esto, y deseo que Dios acepte lo que usted le ofrezca.
24 —Te lo agradezco —dijo David—, pero yo no puedo ofrecerle a Dios algo que no me haya costado nada. Así que yo te pagaré todo lo que me des.
David le dio a Arauna cincuenta monedas de plata por el terreno y por los toros, 25 y construyó allí un altar para Dios. Para que ya no los castigara, le presentó a Dios los toros como ofrenda, y además le presentó otras ofrendas. Y Dios escuchó sus ruegos y detuvo el castigo contra los israelitas, pues le dio tristeza haberlos castigado. Entonces le dijo al ángel: «Basta, ya no sigas». Así fue como se detuvo la enfermedad en Israel.
El rey David
1 El rey David era muy anciano y, aunque lo cubrían con muchas cobijas, no se le quitaba el frío. 2 Entonces sus ayudantes le dijeron: «Debemos traer a una muchacha soltera para que sirva y cuide al rey. Que duerma en la misma cama, para que le dé calor».
3 Buscaron entonces en todo Israel una muchacha joven y hermosa, y en el pueblo de Sunem encontraron una que se llamaba Abisag. 4 Esta muchacha cuidaba al rey y lo servía, pero aunque era muy bonita, nunca tuvo relaciones sexuales con él.
Adonías quiere ser rey
5-7 Adonías, el hijo que David había tenido con Haguit, era un joven bien parecido. Había nacido poco después que su hermano Absalón. David nunca había corregido a Adonías ni le había preguntado por qué hacía esto o aquello. Y así, Adonías comenzó a presumir de que él sería el próximo rey de Israel. Preparó carros de combate, soldados de caballería y cincuenta guardaespaldas que lo protegieran. Además, buscó el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab, que era el jefe del ejército, e hizo un trato con ellos. La madre de Joab se llamaba Seruiá.
8 Pero ni el sacerdote Sadoc ni Benaías hijo de Joiadá, ni el profeta Natán ni Simí, hombre en quien el rey confiaba, ni los mejores soldados de David, apoyaban a Adonías.
9 Un día, Adonías preparó una fiesta e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey David, y a todos los hombres de Judá que eran asistentes del rey. La fiesta se celebró junto a la piedra de Zohélet, que está cerca del manantial de Roguel. Para el banquete mandó a matar ovejas y toros, y también los terneros más gordos. 10 Adonías no invitó a su hermano Salomón ni al profeta Natán, ni a Benaías ni a los soldados de David.
Betsabé habla en favor de Salomón
11 Entonces Natán le dijo a Betsabé, la madre de Salomón:
«¿Ya te enteraste? Adonías se ha nombrado rey, y nuestro señor David ni siquiera lo sabe. 12 Voy a darte un consejo que puede salvar tu vida y la de tu hijo Salomón. 13 Tienes que ir a ver al rey David y decirle: “Su Majestad había jurado que mi hijo Salomón reinaría después de usted. ¿Por qué, entonces, está reinando Adonías?” 14 Y mientras tú estés hablando con el rey, yo entraré y te apoyaré».
15 Betsabé fue a ver al rey a su habitación. El rey ya era muy anciano, y Abisag, la muchacha de Sunem, lo atendía. 16 Betsabé se inclinó delante del rey en señal de respeto. El rey le preguntó:
—¿Qué deseas?
17 Ella le contestó:
—Su Majestad, usted me juró por su Dios, que mi hijo Salomón reinaría después de usted. 18 Pero ahora Adonías se ha nombrado rey, y usted ni se ha enterado. 19 Él ha matado toros, terneros y muchas ovejas, para hacer una fiesta, y ha invitado a los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, el general del ejército. Pero no ha invitado a Salomón, su fiel servidor. 20 Todo el pueblo está esperando que Su Majestad diga quién va a reinar después de usted. 21 Si Su Majestad muere sin anunciar quién reinará, Adonías nos matará a mí y a mi hijo Salomón.
22 Mientras Betsabé estaba hablando con el rey, llegó el profeta Natán. 23 Cuando le avisaron al rey que Natán había llegado, éste se presentó ante el rey, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente 24 y le preguntó:
«Majestad, ¿mandó usted que Adonías reine después de su muerte? 25 Porque él está celebrando una fiesta, y ha matado toros, terneros y muchas ovejas. Ha invitado a los hijos del rey, al general Joab y al sacerdote Abiatar, y mientras comen y beben, gritan: “¡Viva el rey Adonías!” 26 Lo raro es que no me invitó a mí ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías ni a nuestro hijo Salomón. 27 Majestad, ¿ha nombrado usted rey a Adonías sin avisarnos nada de esto?»
David nombra rey a Salomón
28 El rey David pidió que llamaran a Betsabé. Ella entró y se quedó de pie ante el rey. 29 Entonces David le dijo:
—Juro por Dios, que me ha librado de todos los problemas, 30 que lo que te juré por el Dios de Israel, lo voy a cumplir hoy mismo: Tu hijo Salomón reinará después de mí.
31 Entonces Betsabé se inclinó delante del rey hasta tocar el suelo con la frente, y dijo:
—¡Que viva para siempre mi señor, el rey David!
32 Después el rey David ordenó que llamaran al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías y, cuando éstos llegaron, 33 el rey les dijo:
—Quiero que mi hijo Salomón se suba a mi mula, y que lo lleven a Guihón. Vayan con mis asistentes. 34 El sacerdote Sadoc y el profeta Natán deben derramar aceite sobre la cabeza de Salomón para nombrarlo rey de Israel. Después, tocarán la trompeta y gritarán: “¡Viva el rey Salomón!” 35 Luego acompañarán a Salomón hasta mi trono, porque él va a reinar en mi lugar. He elegido a Salomón para que gobierne sobre Israel y Judá.
36 Benaías respondió:
—¡Así se hará! Y espero que el Dios de mi rey así lo apruebe. 37 Que Dios ayude a Salomón así como ha ayudado a mi rey, y haga que su reino sea aún mayor que el de Su Majestad.
38 Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías y la guardia personal del rey, fueron y subieron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guihón. 39 Allí, el sacerdote Sadoc tomó el aceite que estaba en el santuario, y derramó aceite sobre la cabeza de Salomón para nombrarlo rey. Luego sonaron las trompetas y toda la gente gritó: «¡Viva el rey Salomón!»
40 Después de esto, todos marcharon detrás de Salomón, tocando flautas. Estaban tan contentos que parecía que la tierra iba a partirse por el ruido que hacían.
41 Adonías y todos sus invitados ya habían acabado de comer cuando escucharon el ruido. Joab escuchó el sonido de la trompeta, y dijo: «¿Por qué habrá tanto alboroto en la ciudad?»
42 Mientras él hablaba, llegó Jonatán, el hijo del sacerdote Abiatar. Adonías le dijo:
—Entra, pues tú eres un hombre respetable y seguramente traes buenas noticias.
43 Jonatán le contestó:
—No, no traigo buenas noticias, porque el rey David ha nombrado rey a Salomón. 44 David le ordenó al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías y a sus asistentes que acompañaran a Salomón. Ellos subieron a Salomón sobre la mula del rey, 45 y el sacerdote Sadoc y el profeta Natán han derramado aceite sobre la cabeza de Salomón para nombrarlo rey. Esto sucedió en Guihón, de donde han regresado muy contentos. Así que toda la ciudad está muy alborotada, y por eso se escucha tanto ruido. 46 Salomón ya ocupa el trono del rey, 47 y todos los funcionarios del reino han ido a felicitarlo. Todos le decían: “¡Que Dios haga el reino de Salomón más grande que el de David!”
»El rey David se arrodilló junto a su cama y adoró a Dios, 48 diciendo: “¡Bendito sea el Dios de Israel, que me permitió ver a uno de mis hijos sentado en mi trono!”
49 Entonces todos los invitados de Adonías se asustaron, y cada uno se fue huyendo. 50 Adonías, por su parte, tuvo miedo de Salomón, y fue a refugiarse al santuario, y allí se agarró de los cuernos del altar.
51 Alguien le informó a Salomón:
—¡Majestad! Adonías tiene miedo de usted, y se ha refugiado en el santuario. Ha suplicado que usted le jure no matarlo.
52 Salomón contestó:
—Si él se comporta bien, no le va a pasar nada. No le tocaré ni un pelo. Pero si actúa con maldad, te aseguro que morirá.
53 Entonces el rey Salomón ordenó que lo sacaran del santuario. Luego Adonías se inclinó ante el rey en señal de respeto, y Salomón le dijo: «Vete a tu casa».
Últimas instrucciones de David
2 Cuando le faltaba poco para morir, David le encargó a su hijo Salomón lo siguiente:
2 «Tarde o temprano, la muerte nos llega a todos, y a mí me falta poco para morir. Sé valiente y compórtate como hombre. 3 Obedece todos los mandamientos de nuestro Dios, y todas las leyes que nos dio por medio de Moisés. Si haces esto, te va a ir bien en todo lo que hagas y en cualquier lugar a donde vayas. 4 Dios prometió que el trono de Israel será siempre ocupado por mis descendientes, si ellos se portan bien y le son completamente fieles. Así que pórtate bien para que Dios cumpla su promesa.
5 »Además, como tú bien sabes, el general Joab mató a Abner hijo de Ner, y a Amasá hijo de Jéter. Estos dos eran generales del ejército de Israel, pero Joab los asesinó en tiempos de paz, para vengar las muertes que hubo durante la guerra. Luego me hizo responsable de ese doble crimen, pero él es el culpable. 6 Así que la decisión es tuya, aunque yo te aconsejaría que no lo dejes con vida mucho tiempo.
7 »Trata bien a los descendientes de Barzilai, el de la región de Galaad, y hazte amigo de ellos, porque ellos me protegieron cuando yo escapaba de tu hermano Absalón.
8 »También está contigo Simí, el hijo de Guerá, el de la tribu de Benjamín, y que nació en Bahurim. Él me maldijo de una manera terrible cuando yo iba a Mahanaim. Pero después fue al río Jordán a recibirme y tuve que jurarle por Dios que no lo mataría. 9 No lo perdones. Eres lo suficientemente sabio para saber que debes matarlo. Procura que tenga una muerte violenta».
Muerte de David (1 Cr 29.26-30)
10 David murió y lo enterraron junto a la tumba de sus antepasados, en la ciudad que llevaba su nombre. 11 Fue rey de Israel durante cuarenta años. Siete de esos años reinó en Hebrón, y treinta y tres años, en Jerusalén. 12 Después de él, reinó Salomón, quien logró hacer de Israel una nación muy poderosa.
Muerte de Adonías
13 Después de la muerte de David, Adonías fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. Ella le preguntó:
—¿Vienes como amigo o como enemigo?
Él contestó:
—Vengo como amigo, 14 y quiero pedirte un favor.
Betsabé le dijo:
—Dime de qué se trata.
15 Entonces Adonías le respondió:
—Tú sabes que el reino de Israel era para mí. Todo el país esperaba que yo fuera el rey. Pero ahora el rey es mi hermano Salomón, porque así Dios lo ha querido. 16 Sólo quiero pedirte un favor. No me lo niegues.
Ella le dijo:
—¿Qué es lo que quieres?
17 Él le contestó:
—Te ruego que le pidas al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag, la joven de Sunem. Estoy seguro de que él no se opondrá.
18 Betsabé dijo:
—Está bien. Voy a hablar con él.
19 Así que Betsabé fue a hablar con el rey Salomón. El rey se levantó para recibir a su madre y, en señal de respeto, se inclinó delante de ella. Después se sentó en su trono, y mandó que trajeran un sillón para Betsabé. Ella se sentó a la derecha de Salomón, que es el lugar más importante, 20 y le dijo:
—Quiero pedirte un pequeño favor; no me digas que no.
El rey le contestó:
—Madre, pídeme lo que quieras que yo te lo daré.
21 Ella le dijo:
—Deja que tu hermano Adonías se case con Abisag, la del pueblo de Sunem.
22 El rey Salomón le contestó a su madre:
—¿Por qué me pides eso? Él es mi hermano mayor, y además el sacerdote Abiatar y el general Joab están de su parte. ¿No quieres que también le dé el reino?
23 Después el rey Salomón hizo este juramento: «Que Dios me castigue para siempre si Adonías no muere por haberme hecho esa petición. 24 ¡Hoy mismo morirá! Lo juro por Dios, que me dio un reino poderoso, y prometió que mis descendientes reinarán después de mí».
25 Entonces el rey Salomón le ordenó a Benaías que matara a Adonías. Y Benaías fue y lo mató.
Expulsión del sacerdote Abiatar
26 Luego, el rey le dijo al sacerdote Abiatar: «Vete a Anatot, tu tierra. Mereces morir, pero no te mataré ahora, porque tú fuiste quien llevaba el cofre del pacto de Dios cuando mi padre David lo trajo a Jerusalén, y además lo acompañaste en los momentos más difíciles».
27 De esta manera, Salomón expulsó a Abiatar del servicio sacerdotal. Así se cumplió lo que Dios había dicho en Siló acerca de la familia de Elí, de que no seguirían siendo sacerdotes.
Muerte de Joab
28 El general Joab estaba de parte de Adonías, aunque no había apoyado a Absalón. Cuando Joab se enteró de lo que dijo Salomón, huyó al santuario de Dios y se agarró de los cuernos del altar en busca de protección. 29 Le informaron al rey Salomón que Joab había escapado al santuario de Dios, y se había refugiado en el altar. Entonces Salomón le dijo a Benaías: «Ve y mata a Joab».
30 Benaías fue al santuario de Dios y le dijo a Joab:
—El rey ordena que salgas.
Pero Joab contestó:
—Si voy a morir, que sea aquí mismo.
Entonces Benaías fue a contarle al rey lo que había dicho Joab. 31 El rey le contestó:
—Haz como él dijo. Mátalo y entiérralo. De esa manera ya no seremos culpables por los asesinatos que Joab cometió contra gente inocente.
32 »Dios hará que Joab sea el culpable de su propia muerte. Porque él atacó y mató a dos hombres más justos y mejores que él, sin que lo supiera mi padre David. Mató a Abner hijo de Ner, que era jefe del ejército israelita, y a Amasá hijo de Jéter, que era jefe del ejército de Judá. 33 Joab y su familia serán culpables de la muerte de ellos para siempre. Pero David y sus descendientes, y todo Israel, disfrutarán siempre de la paz que Dios da.
34 Entonces Benaías fue y mató a Joab. Luego fueron a la casa de Joab, en el desierto, y allí lo enterraron. 35 Después el rey nombró a Benaías como general del ejército, en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc, en lugar de Abiatar.
Muerte de Simí
36 Luego Salomón mandó llamar a Simí y le dijo:
—Construye una casa para ti en Jerusalén, y vive allí. No salgas a ningún lado. 37 Porque si sales y cruzas el arroyo Cedrón, ten la seguridad de que vas a morir, y yo no respondo por tu muerte.
38-40 Simí le contestó al rey:
—Está bien. Haré lo que ha ordenado Su Majestad.
Simí vivió en Jerusalén tres años. Pero un día, se vio obligado a ir a Gat en busca de dos esclavos que se le habían escapado. Estaban con Aquís hijo de Maacá, rey de Gat. Cuando Simí volvía de Gat, montado en su burro y con sus dos esclavos, 41-42 Salomón se enteró. Entonces lo mandó a llamar y le dijo:
«¡Yo te advertí que no debías salir de Jerusalén, y que si lo hacías ibas a morir! Tú estuviste de acuerdo, y me juraste por Dios que obedecerías. 43 ¿Por qué no cumpliste tu juramento ni seguiste las órdenes que te di? 44 Acuérdate de todo el daño que le hiciste a mi padre. Ahora Dios te va a hacer sufrir como hiciste sufrir a mi padre. 45 En cambio, a mí me va a bendecir, y los descendientes de mi padre reinarán para siempre».
46 Después el rey le ordenó a Benaías que matara a Simí. De esta manera, Salomón tomó completo control de su reino.
Salomón se casa
3 Salomón se casó con la hija del rey de Egipto, y además hizo un pacto de paz con él. Luego llevó a su esposa a vivir en la parte más antigua de Jerusalén, conocida como Ciudad de David. Mientras tanto, él se dedicó a terminar de construir su palacio, el templo de Dios y el muro que rodeaba toda la ciudad.
2 En aquel tiempo el pueblo ofrecía sus sacrificios a Dios en pequeños templos, porque todavía no se había construido un templo para Dios.
Salomón pide sabiduría (2 Cr 1.1-13)
3 Salomón amaba a Dios y seguía las instrucciones que le había dado su padre, David. Sin embargo, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los pequeños santuarios. 4 El santuario más importante de todos estos estaba en Gabaón. Un día, el rey fue allá y ofreció muchos sacrificios. 5 Esa noche, Salomón la pasó en Gabaón. Mientras dormía, Dios se le apareció en un sueño y le dijo:
—Pídeme lo que quieras; yo te lo daré.
6-7 Salomón contestó:
—Dios mío, tú amaste mucho a mi padre David, y fuiste muy bueno con él, porque él te sirvió fielmente, fue un buen rey y te obedeció en todo. Además, permitiste que yo, que soy su hijo, reine ahora en su lugar. Pero yo soy muy joven, y no sé qué hacer. 8-9 Y ahora tengo que dirigir a tu pueblo, que es tan grande y numeroso. Dame sabiduría, para que pueda saber lo que está bien y lo que está mal. Sin tu ayuda yo no podría gobernarlo.
10 A Dios le gustó que Salomón le pidiera esto, 11 y le dijo:
—Como me pediste sabiduría para saber lo que es bueno, en lugar de pedirme una vida larga, riquezas, o la muerte de tus enemigos, 12 voy a darte sabiduría e inteligencia. Serás más sabio que todos los que han vivido antes o vivan después de ti. 13 Pero además te daré riquezas y mucha fama, aunque no hayas pedido eso. Mientras vivas, no habrá otro rey tan rico ni tan famoso como tú. 14 Y si me obedeces en todo como lo hizo tu padre, vivirás muchos años.
15 Cuando Salomón se despertó, se dio cuenta que había estado soñando. Después fue a Jerusalén y de pie, ante el cofre del pacto de Dios, presentó sacrificios y ofrendas de paz. Cuando terminó, hizo una fiesta para todos sus asistentes y consejeros.
Salomón comienza bien su reinado
16 Poco tiempo después, dos prostitutas fueron a ver al rey. 17 Una de ellas le dijo:
—Majestad, nosotras dos vivimos en la misma casa. Yo tuve un hijo, 18 y tres días después, también esta mujer tuvo el suyo. Sólo nosotras dos estábamos en la casa.
19 »Una noche, el bebé de esta mujer murió porque ella lo aplastó mientras dormía. 20 A media noche se despertó, y al ver que su hijo estaba muerto, lo cambió por el mío. 21 A la mañana, cuando desperté, y quise darle leche a mi hijo, me di cuenta de que el bebé estaba muerto, pero cuando ya hubo más luz en la habitación, descubrí que no era mi hijo.
22 La otra mujer dijo:
—No, el niño que vive es mi hijo. El que está muerto es el tuyo.
La mujer que había hablado primero le contestó:
—No, el niño muerto es tu hijo. ¡El mío es el que está vivo!
Y así estuvieron discutiendo delante del rey. 23 Entonces Salomón dijo:
—Una de ustedes dice: “Mi hijo está vivo, y el tuyo muerto”. Y la otra contesta: “No, el niño muerto es el tuyo, y el mío es el que está vivo”.
24 Salomón se dirigió a sus ayudantes y les pidió que trajeran una espada. Cuando se la llevaron, 25 Salomón ordenó:
—Corten al niño vivo en dos mitades, y denle una mitad a cada mujer.
26 Entonces la verdadera madre, llena de angustia, gritó:
—¡Por favor, Su Majestad! ¡No maten al niño! Prefiero que se lo den a la otra mujer.
Pero la otra mujer dijo:
—¡Ni para ti ni para mí! ¡Que lo partan en dos!
27 Entonces el rey ordenó:
—No maten al niño. Entréguenlo a la que no quiere que lo maten. Ella es su verdadera madre.
28 Todo el pueblo de Israel escuchó cómo el rey había solucionado este problema. Así Salomón se ganó el respeto del pueblo, porque ellos se dieron cuenta de que Dios le había dado sabiduría para ser un buen rey.
Los funcionarios de Salomón
4 Salomón fue rey de todo el pueblo de Israel.
2 Ésta es la lista de sus funcionarios más importantes:
Azarías hijo de Sadoc: sacerdote principal.
3 Elihóref y Ahías hijos de Sisá: secretarios.
Josafat hijo de Ahihud: encargado de escribir la historia del reino.
4 Benaías hijo de Joiadá: general del ejército.
Sadoc y Abiatar: sacerdotes.
5 Azarías hijo de Natán: jefe de los gobernadores del reino.
Zabud hijo de Natán: sacerdote y consejero del rey.
6 Ahisar: encargado del palacio.
Adoniram hijo de Abdá: encargado de los trabajos forzados.
7 Salomón tenía doce gobernadores en todo Israel. Cada mes, uno de ellos tenía que proveer alimentos y todo lo necesario para el rey y su familia. 8 Ésta es la lista de esos doce gobernadores:
Ben-hur: gobernador de la región montañosa de Efraín.
9 Ben-déquer: gobernador de Macás, Saalbim, Bet-semes, Elón y Bet-hanán.
10 Ben-hésed: gobernador de Arubot, Socó y toda la región de Héfer.
11 Ben-abinadab: gobernador de toda la provincia de Dor. Ben-abinadab era esposo de Tafat, la hija de Salomón.
12 Baaná hijo de Ahilud: gobernador de Taanac, Meguido y toda Bet-seán. Esta región está al lado de Saretán, al sur de Jezreel, y abarca desde Bet-seán hasta Abel-meholá, más allá de Jocmeam.
13 Ben-guéber: gobernador de Ramot y de los demás pueblos de la región de Galaad, que pertenecían a Jaír hijo de Manasés. También fue gobernador de Argob, en la región de Basán. Allí había sesenta ciudades grandes, rodeadas por murallas. Sus portones se cerraban con barras de bronce.
14 Ahinadab hijo de Idó: gobernador de Mahanaim.
15 Ahimaas: gobernador de la región de Neftalí. Ahimaas era esposo de Basemat hija de Salomón.
16 Baaná hijo de Husai: gobernador de las regiones de Aser y Zabulón.
17 Josafat hijo de Parúah: gobernador en la región de Isacar.
18 Simí hijo de Elá: gobernador en la región de Benjamín.
19 Guéber hijo de Urí: gobernador de la región de Gad, donde estaba el país de Sihón, que era el rey de los amorreos, y el reino de Og en Basán.
Además de estos doce gobernadores, había un jefe de gobernadores que gobernaba en todo el país.
Sabiduría y riqueza de Salomón
20 Los habitantes de Israel y Judá eran tantos como la arena del mar, que no se puede contar. Tenían comida y bebida de sobra, y eran muy felices. 21-24 Por ejemplo, para Salomón y todos los empleados del reino se necesitaban, cada día, seis mil seiscientos kilos de harina fina, trece mil doscientos kilos de harina corriente, cien ovejas, diez toros de los más gordos, veinte toros alimentados con pasto, además de venados, gacelas, antílopes y aves bien gordas.
Salomón dominaba todos los reinos que había entre el río Éufrates y el país de los filisteos, hasta la frontera con Egipto. El reino de Salomón era muy grande. Abarcaba toda la región al oeste del río Éufrates, desde Tífsah hasta Gaza. Esos reinos le pagaban impuestos a Salomón y lo sirvieron durante toda su vida.
Fue así como Salomón dominó a todos los reyes de esta región, y logró la paz en todo el territorio de alrededor.
25 Durante el reinado de Salomón todas las familias de Israel y Judá vivieron con tranquilidad, paz y seguridad, desde Dan hasta Beerseba. Cultivaban huertos, viñas e higueras. 26 Además, Salomón tenía cuatro mil caballerizas. Allí guardaba los caballos de sus carros y de su caballería.
27 Al rey y a sus invitados nunca les faltaba nada porque los doce gobernadores se ocupaban de llevarles todo lo necesario. Cada uno lo hacía en el mes que le correspondía, 28 y a los caballos y a los animales de trabajo les llevaban cebada y paja.
29 Dios le dio a Salomón sabiduría, inteligencia y gran capacidad para comprenderlo todo. 30-31 Fue más sabio que todos los sabios de Mesopotamia y Egipto. Por ejemplo, fue más sabio que Etán, el de Zérah, y que los músicos Hemán, Calcol y Dardá. Era famoso en todas las regiones de alrededor. 32 Escribió tres mil proverbios y mil cinco poemas. 33 Habló acerca de los árboles, desde el cedro que crece en el Líbano hasta la hierba que crece en las paredes. También habló acerca de los animales, los pájaros, los reptiles y los peces. 34 De todos los países de la tierra venían a escuchar lo sabio que era Salomón.
Salomón hace un pacto con Hiram (2 Cr 2.1-18)
5 Hiram era el rey de Tiro, y había sido un buen amigo de David. Por eso, cuando se enteró de que Salomón había sido elegido rey en lugar de David, envió a sus embajadores. 2 Entonces Salomón le mandó este mensaje a Hiram:
3 «Tú sabes que mi padre no pudo construir un templo para adorar a nuestro Dios, porque había estado en muchas guerras, hasta que Dios venció a sus enemigos. 4 Pero ahora, gracias a mi Dios, estamos en paz en todo el reino. Ya no tenemos enemigos ni grandes problemas.
5 »Por eso he decidido construir un templo para adorar a mi Dios. Él ya le había dicho a mi padre que yo sería el siguiente rey, y que edificaría un templo para adorarlo.
6 »Como ninguno de nosotros sabe trabajar la madera tan bien como la gente de tu país, te pido que mandes cortar cedros de las montañas del Líbano para construir el templo. Mis ayudantes trabajarán con los tuyos. Luego yo les pagaré a tus trabajadores el sueldo que tú señales».
7 Cuando Hiram escuchó el pedido de Salomón, se puso muy contento y dijo: «¡Bendito seas Dios de Israel, porque le diste a David un hijo tan sabio para gobernar esa gran nación!»
8 Después Hiram le mandó decir a Salomón:
«He recibido tu mensaje y estoy dispuesto a ayudarte con la madera de cedro y de pino. 9 Mis ayudantes la bajarán de las montañas hasta el mar, y la transportarán en forma de balsa hasta donde tú digas. Allí se desatarán las balsas y tú recibirás la madera. Lo que te pido a cambio es que tú me proveas los alimentos que necesito para mi palacio».
10 Hiram le dio a Salomón toda la madera de cedro y pino que éste quiso, 11 y Salomón le proveyó a Hiram alimentos para su palacio: Cada año le entregaba cuatro millones cuatrocientos mil kilos de trigo, y cuatro mil cuatrocientos litros de aceite puro de oliva. 12 Dios cumplió su promesa y le dio mucha sabiduría a Salomón. Hiram y Salomón hicieron un pacto, y siempre hubo paz entre ellos.
Comienza la construcción del templo (2 Cr 3.1-14)
13 El rey Salomón obligó a treinta mil hombres a trabajar en la construcción del templo. 14 Se formaron tres grupos de diez mil hombres cada uno, para trabajar por turnos. Así, estos hombres estaban un mes en el Líbano y dos meses en sus casas. Adoniram dirigía los trabajos forzados. 15 Salomón también tenía setenta mil hombres que cargaban los materiales de construcción, ochenta mil que trabajaban las piedras en la montaña 16 y tres mil trescientos capataces que vigilaban a los trabajadores. 17 El rey mandó sacar piedras grandes y costosas para ponerlas como base del templo. 18 Los constructores de Salomón y los de Hiram, junto con los vecinos de Guebal, prepararon la madera y las piedras para construir el templo.
6 En el cuarto año de su reinado en Israel, Salomón ordenó que se comenzara a construir el templo de Dios. Esto sucedió en el mes de Ziv.[a] Habían pasado cuatrocientos ochenta años desde que los israelitas habían salido de Egipto.
2 El templo tenía veintisiete metros de largo, nueve de ancho, y trece y medio de alto. 3 El salón que estaba adelante medía nueve metros de largo, y cuatro metros y medio de ancho. 4 Salomón mandó poner en el templo ventanas con rejas. 5 También construyó salones al lado de los muros que rodeaban el templo, tanto alrededor del salón principal como del cuarto de atrás. 6 Los salones edificados alrededor del templo eran de tres pisos. La planta baja medía dos metros y veinticinco centímetros de ancho. El primer piso era de dos metros con setenta centímetros de ancho, y el segundo piso medía tres metros con quince centímetros de ancho. Por fuera había reducido las medidas del templo para no apoyar en las paredes las vigas que sostenían los salones.
7 Las piedras que se usaron para construir el templo fueron preparadas de antemano. De esta manera no se escuchó en el edificio el ruido de martillos, hachas u otras herramientas.
8 La puerta de los salones que rodeaban el templo estaba en el lado derecho del edificio. Para subir a los otros dos pisos había una escalera en forma de caracol.
9 Cuando Salomón terminó de construir el templo, cubrió el techo con tablones y lo decoró con madera de cedro. 10 Los salones que construyó alrededor del templo tenían una altura de dos metros y veinticinco centímetros. Estos salones quedaban unidos al muro del templo por medio de vigas de cedro.
11 Entonces Dios le dijo a Salomón: 12 «Ahora que has comenzado a construir este templo, quiero recordarte que si obedeces todos mis mandamientos, yo cumpliré lo que le prometí a tu padre David y te ayudaré. 13 Viviré entre mi pueblo Israel, y nunca los abandonaré».
14 Salomón terminó de construir el templo. 15-32 Cubrió las paredes de adentro con tablas de madera de cedro talladas con flores, frutos, palmeras y querubines, y luego las recubrió de oro puro. No se veía ninguna piedra. También en las paredes de afuera se tallaron las mismas figuras. El piso lo cubrió con madera de pino y después con oro, tanto el piso de los salones interiores como el de los de afuera.
Salomón preparó el Lugar Santísimo en la parte de atrás del edificio, para colocar allí el cofre del pacto de Dios.
El Lugar Santísimo era una sala que medía nueve metros de alto por nueve de ancho. También le puso tablas de cedro, y luego las recubrió de oro puro. Hizo cadenas de oro para proteger la entrada de este lugar, y puso allí un altar de madera de cedro recubierto de oro. También hizo, con madera de olivo, dos querubines, los recubrió de oro y los puso en el Lugar Santísimo. Cada uno de los querubines era de cuatro metros y medio de altura. Sus alas estaban extendidas. El ala de uno de los querubines tocaba una pared, y el ala del otro, la otra pared. Cada ala medía dos metros y veinticinco centímetros, así que juntas las dos medían cuatro metros y medio.
El Lugar Santísimo tenía dos puertas de entrada hechas de madera de olivo y talladas con figuras de querubines, palmeras y flores. Recubrieron todas estas figuras con oro. La parte superior de las puertas formaba un triángulo. El Lugar Santo estaba frente al Lugar Santísimo, y medía dieciocho metros de largo.
33 Para la entrada del templo, Salomón construyó un marco con postes de madera de olivo, 34 y le puso dos puertas de madera de pino. 35 Las puertas estaban decoradas con figuras de querubines, palmeras y flores; todas ellas recubiertas de oro.
36 Salomón construyó las paredes del patio interior con tres hileras de piedras labradas y arriba les puso vigas de cedro.
37 El templo se comenzó a construir en el mes de Ziv, durante el cuarto año del reinado de Salomón. 38 Se terminó de construir en el año once, en el mes de Bul.[b] Así la construcción del templo duró siete años.
Otras construcciones de Salomón
7 Salomón construyó su propio palacio, y lo terminó en trece años.
2-3 También edificó el palacio llamado «Bosque del Líbano». Lo hizo de cuarenta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho y trece metros y medio de alto. Le puso un cielo raso de madera, sostenido por cuarenta y cinco vigas de cedro. Las vigas estaban distribuidas en tres grupos de quince cada uno, y se apoyaban sobre cuatro hileras de columnas de cedro.
4-5 Salomón mandó a hacer tres hileras con tres ventanas cada una, y colocarlas una frente a la otra. También le colocó tres puertas a ambos lados.
6 Además, Salomón construyó el Salón de las Columnas, de veintidós metros y medio de largo, y trece metros y medio de ancho. Enfrente había otro salón con columnas y techo.
7 También edificó el Salón de la Justicia, en el que Salomón escuchaba los problemas del pueblo y decidía cómo resolverlos. Ese salón estaba totalmente cubierto de madera de cedro.
8 El palacio en el que vivía Salomón estaba frente al Salón de la Justicia, separado por un patio. Este salón y el palacio se parecían mucho. Además, para la hija del rey de Egipto, que era su esposa, edificó otro palacio parecido al suyo.
9 Por dentro y por fuera, todas estas construcciones fueron hechas con piedras costosas, cortadas a la medida. 10 La base del edificio estaba construida con las mejores piedras. Algunas medían cuatro metros y medio, y otras, tres metros con sesenta centímetros.
11 La parte superior del edificio también estaba hecha de cedro, y de piedras costosas, cortadas a la medida.
12 Alrededor del patio grande del palacio se pusieron tres hileras de esas piedras, y una hilera de vigas de cedro que servían para sostener el edificio. Esto mismo se había hecho en el patio interior del templo y en el salón de la entrada del palacio.
Hiram realiza los trabajos de bronce (2 Cr 2.2-18; 3.15-17)
13 El rey Salomón mandó a llamar a Hiram, que vivía en la ciudad de Tiro. 14 Hiram era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí. Su padre era de Tiro y le había enseñado a trabajar el bronce, así que Hiram era muy hábil y capaz.
Hiram se presentó ante el rey Salomón, y realizó en sus construcciones todos los trabajos de bronce. 15 Hizo dos columnas que medían ocho metros de alto, y cinco metros y medio de circunferencia. 16-22 También preparó en bronce el adorno de la parte superior de cada columna. Ese adorno tenía forma de lirio, y medía dos metros y veinticinco centímetros de alto. Estaba decorado con figuras en forma de cadena. La parte más alta y ancha del adorno de bronce tenía dos hileras de figuras en forma de manzana. Cada hilera estaba formada por cien de esas figuras. Cuando las columnas estuvieron terminadas, Hiram las colocó en el salón de la entrada del templo. A la columna de la derecha la llamó Jaquín y a la de la izquierda Bóaz.
El gran tanque de agua (2 Cr 4.1-5)
23 Después Hiram fabricó un enorme tanque para el agua. Era redondo, y de un borde al otro medía cuatro metros. Su altura era de dos metros y veinticinco centímetros, y su circunferencia era de trece metros y medio. 24 Decoró todo el borde con dos enredaderas llenas de frutos. Cada cuarenta y cinco centímetros había diez frutos.
25 El tanque estaba sobre doce toros de bronce. Tres de estos toros miraban al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste, de modo que sus patas traseras quedaban hacia adentro. 26 Las paredes del tanque eran de ocho centímetros de grueso. Su borde se parecía a una flor de lirio abierta. En el tanque cabían cuarenta y cuatro mil litros de agua.
Los diez recipientes (2 Cr 4.6)
27 Hiram hizo también diez bases de bronce. Cada base era cuadrada, de un metro y ochenta centímetros por lado. Su altura era de un metro y treinta y cinco centímetros.
28-36 Cada lado de esas bases estaba decorado con figuras de leones, toros y querubines. Arriba y abajo de los toros y los leones había adornos florales. Cada lado estaba sujeto por un marco, y formaba con la base una sola pieza.
Cada base tenía cuatro ruedas de bronce. Sus ejes también eran de bronce y estaban sujetos a la base.
En las cuatro esquinas de la base había cuatro agarraderas de bronce decoradas con adornos florales, que servían para moverla. Estas agarraderas y la base formaban una sola pieza.
La boca para el recipiente era redonda, y tenía grabados con marcos cuadrados. Tenía un soporte de sesenta y ocho centímetros de alto y estaba dentro de un cerco que sobresalía cuarenta y cinco centímetros.
La parte superior de la base terminaba en un borde circular de veintidós centímetros y medio de alto. Hiram le talló alrededor querubines, leones, palmeras y guirnaldas, según el espacio que tenía. 37 Así fue como hizo las diez bases. Todas tenían la misma forma y tamaño, pues usó el mismo molde.
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