Old/New Testament
Juicio y salvación final
65 El Señor dice:
«Estaba listo para responder, pero nadie me pedía ayuda;
estaba listo para dejarme encontrar, pero nadie me buscaba.
“¡Aquí estoy, aquí estoy!”,
dije a una nación que no invocaba mi nombre.[a]
2 Todo el día abrí mis brazos a un pueblo rebelde.[b]
Pero ellos siguen sus malos caminos
y sus planes torcidos.
3 Todo el día me insultan en mi propia cara
al rendir culto a ídolos en sus huertos sagrados
y al quemar incienso en altares paganos.
4 De noche andan entre las tumbas
para rendir culto a los muertos.
Comen carne de cerdo
y hacen guisos con otros alimentos prohibidos.
5 Sin embargo, se dicen unos a otros:
“¡No te acerques demasiado, porque me contaminarás!
¡Yo soy más santo que tú!”.
Ese pueblo es un hedor para mi nariz,
un olor irritante que nunca desaparece.
6 »Miren, tengo escrito mi decreto[c] delante de mí:
no me quedaré callado;
les daré el pago que se merecen.
Sí, les daré su merecido,
7 tanto por sus propios pecados
como por los de sus antepasados
—dice el Señor—.
También quemaron incienso en los montes
y me insultaron en las colinas.
¡Les daré su merecido!
8 »Pero no los destruiré a todos
—dice el Señor—.
Tal como se encuentran uvas buenas en un racimo de uvas malas
(y alguien dice: “¡No las tires todas;
algunas de ellas están buenas!”),
así mismo, no destruiré a todo Israel.
Pues aún tengo verdaderos siervos allí.
9 Conservaré un remanente del pueblo de Israel[d]
y de Judá, para que posea mi tierra.
Aquellos a quienes yo escoja la heredarán
y mis siervos vivirán allí.
10 La llanura de Sarón se llenará nuevamente de rebaños
para mi pueblo que me busca,
y el valle de Acor será lugar de pastoreo para las manadas.
11 »Pero como el resto de ustedes abandonó al Señor
y se olvidó de su templo,
y como preparó fiestas para honrar al dios de la Fortuna
y le ofreció vino mezclado al dios del Destino,
12 ahora yo los “destinaré” a ustedes a la espada.
Todos ustedes se inclinarán delante del verdugo.
Pues cuando los llamé, ustedes no me respondieron;
cuando hablé, no me escucharon.
Pecaron deliberadamente—ante mis propios ojos—
y escogieron hacer lo que saben que yo desprecio».
13 Por lo tanto, esto dice el Señor Soberano:
«Mis siervos comerán,
pero ustedes pasarán hambre.
Mis siervos beberán,
pero ustedes tendrán sed.
Mis siervos se alegrarán,
pero ustedes estarán tristes y avergonzados.
14 Mis siervos cantarán de alegría,
pero ustedes llorarán de angustia y desesperación.
15 El nombre de ustedes será una maldición entre mi pueblo,
porque el Señor Soberano los destruirá
y llamará a sus verdaderos siervos por otro nombre.
16 Todos los que invoquen una bendición o hagan un juramento
lo harán por el Dios de la verdad.
Dejaré a un lado mi enojo
y olvidaré la maldad de los tiempos pasados.
17 »¡Miren! Estoy creando cielos nuevos y una tierra nueva,
y nadie volverá siquiera a pensar en los anteriores.
18 Alégrense; regocíjense para siempre en mi creación.
¡Y miren! Yo crearé una Jerusalén que será un lugar de felicidad,
y su pueblo será fuente de alegría.
19 Me gozaré por Jerusalén
y me deleitaré en mi pueblo.
Y el sonido de los llantos y los lamentos
jamás se oirá en ella.
20 »Los bebés ya no morirán a los pocos días de haber nacido,
ni los adultos morirán antes de haber tenido una vida plena.
Nunca más se considerará anciano a alguien que tenga cien años;
solamente los malditos morirán tan jóvenes.
21 En esos días, la gente habitará en las casas que construya
y comerá del fruto de sus propios viñedos.
22 A diferencia del pasado, los invasores no les quitarán sus casas
ni les confiscarán sus viñedos.
Pues mi pueblo vivirá tantos años como los árboles,
y mis escogidos tendrán tiempo para disfrutar de lo adquirido con su arduo trabajo.
23 No trabajarán en vano,
y sus hijos no estarán condenados a la desgracia,
porque son un pueblo bendecido por el Señor,
y sus hijos también serán bendecidos.
24 Les responderé antes que me llamen.
Cuando aún estén hablando de lo que necesiten,
¡me adelantaré y responderé a sus oraciones!
25 El lobo y el cordero comerán juntos.
El león comerá heno, como el buey;
pero las serpientes comerán polvo.
En esos días, nadie será herido ni destruido en mi monte santo.
¡Yo, el Señor, he hablado!».
66 Esto dice el Señor:
«El cielo es mi trono
y la tierra es el estrado de mis pies.
¿Podrían acaso construirme un templo tan bueno como ese?
¿Podrían construirme un lugar de descanso así?
2 Con mis manos hice tanto el cielo como la tierra;
son míos, con todo lo que hay en ellos.[e]
¡Yo, el Señor, he hablado!
»Bendeciré a los que tienen un corazón humilde y arrepentido,
a los que tiemblan ante mi palabra.
3 Pero a los que escojan sus propios caminos
y se deleiten en sus pecados detestables,
no les aceptaré sus ofrendas.
Cuando tales personas sacrifiquen un toro,
será tan inaceptable como un sacrificio humano.
Cuando sacrifiquen un cordero,
será como si hubieran sacrificado un perro.
Cuando traigan una ofrenda de grano,
igual sería que ofrecieran sangre de cerdo.
Cuando quemen incienso,
será como si hubieran bendecido a un ídolo.
4 Yo les enviaré grandes dificultades:
todas las cosas que ellos temían.
Pues cuando los llamé, no me respondieron.
Cuando les hablé, no me escucharon.
Pecaron deliberadamente ante mis propios ojos
y escogieron hacer lo que saben que yo desprecio».
5 Escuchen este mensaje del Señor,
ustedes que tiemblan ante sus palabras:
«Su propio pueblo los odia
y los expulsa por ser leales a mi nombre.
“¡Que el Señor sea honrado!—se burlan—.
¡Alégrense en él!”.
Pero ellos serán avergonzados.
6 ¿Qué es ese alboroto que hay en la ciudad?
¿Qué es ese ruido tan terrible que viene del templo?
Es la voz del Señor,
vengándose de sus enemigos.
7 »Aun antes de que comenzaran los dolores de parto,
Jerusalén dio a luz un hijo.
8 ¿Acaso alguien ha visto algo tan extraño como esto?
¿Quién ha oído hablar de algo así?
¿Acaso ha nacido una nación en un solo día?
¿Acaso ha surgido un país en un solo instante?
Pero para cuando le comiencen los dolores de parto a Jerusalén,[f]
ya habrán nacido sus hijos.
9 ¿Llevaría yo a esta nación al punto de nacer
para después no dejar que naciera?—pregunta el Señor—.
¡No! Nunca impediría que naciera esta nación»,
dice su Dios.
10 «¡Alégrense con Jerusalén!
Gócense con ella, todos ustedes que la aman
y ustedes que se lamentan por ella.
11 Beban abundantemente de su gloria,
como bebe un pequeño hasta saciarse de los pechos consoladores de su madre».
12 Esto dice el Señor:
«Yo le daré a Jerusalén un río de paz y de prosperidad.
Las riquezas de las naciones fluirán hacia ella.
Sus hijos se alimentarán de sus pechos;
serán llevados en sus brazos y sostenidos en sus piernas.
13 Los consolaré allí, en Jerusalén,
como una madre consuela a su hijo».
14 Cuando vean estas cosas, su corazón se alegrará.
Florecerán como la hierba.
Todos verán la mano de bendición del Señor sobre sus siervos,
y su ira contra sus enemigos.
15 Miren, el Señor viene con fuego,
y sus veloces carros de guerra retumban como un torbellino.
Él traerá castigo con la furia de su ira
y con el ardiente fuego de su dura reprensión.
16 El Señor castigará al mundo con fuego
y con su espada.
Juzgará a la tierra
y muchos morirán a manos de él.
17 «Los que se “consagran” y se “purifican” en un huerto sagrado con su ídolo en el centro, celebrando con carne de cerdo, de rata y con otras carnes detestables, tendrán un final terrible», dice el Señor.
18 «Yo puedo ver lo que están haciendo y sé lo que están pensando. Por eso reuniré a todas las naciones y a todos los pueblos, y ellos verán mi gloria. 19 Realizaré una señal entre ellos y enviaré a los sobrevivientes a que lleven mi mensaje a las naciones: a Tarsis, a los libios[g] y a los lidios[h] (que son famosos arqueros), a Tubal y a Grecia[i] y a todas las tierras más allá del mar que no han oído de mi fama ni han visto mi gloria. Allí declararán mi gloria ante las naciones. 20 Ellos traerán de regreso al remanente de sus hermanos de entre las naciones y los llevarán a mi monte santo en Jerusalén, como ofrenda al Señor. Irán a caballo, en carros de guerra, en carretas, en mulas y en camellos—dice el Señor—; 21 y nombraré a algunos de ellos para que sean mis sacerdotes y levitas. ¡Yo, el Señor, he hablado!
22 »Tan cierto como que mis cielos nuevos y mi tierra nueva permanecerán,
así también ustedes serán mi pueblo para siempre,
con un nombre que nunca desaparecerá
—dice el Señor—.
23 Toda la humanidad vendrá a adorarme
semana tras semana
y mes tras mes.
24 Y cuando salgan, verán
los cadáveres de los que se han rebelado contra mí.
Los gusanos que los devoran nunca morirán,
y el fuego que los quema nunca se apagará.
Todos los que pasen por allí
se llenarán de horror absoluto».
Instrucciones sobre la adoración
2 En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos. 2 Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. 3 Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, 4 quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad. 5 Pues,
Hay un Dios y un Mediador que puede reconciliar a la humanidad con Dios, y es el hombre Cristo Jesús. 6 Él dio su vida para comprarles la libertad a todos.
Este es el mensaje que Dios le dio al mundo justo en el momento preciso. 7 Y yo fui elegido como predicador y apóstol para enseñarles a los gentiles[a] este mensaje acerca de la fe y la verdad. No estoy exagerando, solo digo la verdad.
8 Deseo que en cada lugar de adoración los hombres oren con manos santas, levantadas a Dios, y libres de enojo y controversia.
9 Y quiero que las mujeres se vistan de una manera modesta.[b] Deberían llevar ropa decente y apropiada y no llamar la atención con la manera en que se arreglan el cabello ni con accesorios de oro ni con perlas ni ropa costosa. 10 Pues las mujeres que pretenden ser dedicadas a Dios deberían hacerse atractivas por las cosas buenas que hacen.
11 Las mujeres deben aprender en silencio y sumisión. 12 Yo no les permito a las mujeres que les enseñen a los hombres ni que tengan autoridad sobre ellos,[c] sino que escuchen en silencio. 13 Pues Dios primero creó a Adán y luego hizo a Eva. 14 Ahora bien, no fue Adán el engañado por Satanás; la mujer fue la engañada y la consecuencia fue el pecado. 15 Sin embargo, las mujeres se salvarán al tener hijos,[d] siempre y cuando sigan viviendo en la fe, el amor, la santidad y la modestia.
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