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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Biblia del Jubileo (JBS)
Version
Éxodo 32

32 ¶ Mas viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se juntó entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, aquel varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.

Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, y de vuestros hijos, y de vuestras hijas, y traédmelos.

Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón,

el cual los tomó de las manos de ellos, y lo formó con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta al SEÑOR.

Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantaron a divertirse.

¶ Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.

Presto se han apartado del camino que yo les mandé, y se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.

Dijo más el SEÑOR a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz.

10 Ahora pues, déjame que se encienda mi furor en ellos, y los consuma; y a ti yo te pondré sobre gran gente.

11 Entonces Moisés lamentó delante del SEÑOR su Dios, y dijo: ¡Oh SEÑOR! ¿Por qué se encenderá tu furor en tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran fortaleza, y con mano fuerte?

12 ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del furor de tu ira, y arrepiéntete del mal de tu pueblo.

13 Acuérdate de Abraham, de Isaac, y de Israel tus esclavos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra simiente como las estrellas del cielo; y daré a vuestra simiente toda esta tierra que he dicho, y la tomarán por heredad para siempre.

14 Entonces el SEÑOR se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.

15 ¶ Y volvió Moisés, y descendió del monte trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de un lado y del otro estaban escritas.

16 Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas.

17 Y oyendo Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento.

18 Y él respondió: No es alarido de respuesta de fuertes, ni alarido de respuesta de flacos; alarido de cantar oigo yo.

19 Y aconteció, que cuando llegó él al campamento, y vio el becerro y las danzas, el furor se le encendió a Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.

20 Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.

21 ¶ Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?

22 Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal.

23 Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, que a este Moisés, el varón que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.

24 Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro.

25 Y viendo Moisés que el pueblo estaba desnudo, porque Aarón lo había desnudado para vergüenza entre sus enemigos,

26 se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién es del SEÑOR? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.

27 Y él les dijo: Así dijo el SEÑOR Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente.

28 Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.

29 Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado al SEÑOR, porque cada uno se ha consagrado en su hijo, y en su hermano, para que dé él hoy bendición sobre vosotros.

30 ¶ Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado; mas yo subiré ahora al SEÑOR; por ventura le haré reconciliación por vuestro pecado.

31 Entonces volvió Moisés al SEÑOR, y dijo: Yo te ruego, pues, este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro,

32 que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.

33 Y el SEÑOR respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.

34 Ve pues ahora, lleva a este pueblo donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; que en el día de mi visitación yo visitaré en ellos su pecado.

35 Y el SEÑOR hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.

Juan 11

11 ¶ Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.

(Y María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con ungüento, y limpió sus pies con sus cabellos).

Enviaron, pues, sus hermanas a él, diciendo: Señor, he aquí, el que amas está enfermo.

Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana, y a Lázaro.

Cuando oyó pues que estaba enfermo, permaneció aún dos días en aquel lugar donde estaba.

Luego, después de esto, dijo a sus discípulos: Vamos a Judea otra vez.

Le dicen los discípulos: Rabí, antes procuraban los Judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anduviere de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo.

10 Mas el que anduviere de noche, tropieza, porque no hay luz en él.

11 Dicho esto, les dice después: Lázaro nuestro amigo duerme; mas voy a despertarle del sueño.

12 Le dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, salvo estará.

13 Mas esto decía Jesús de la muerte de él; y ellos pensaron que hablaba del sueño de dormir.

14 Entonces, pues, Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

15 y me alegro por vosotros, que yo no haya estado allí, para que creáis; mas vamos a él.

16 Dijo entonces Tomás, el que se dice el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

17 ¶ Vino pues Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que estaba en el sepulcro.

18 Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como quince estadios;

19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, a consolarlas de su hermano.

20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a recibirle; mas María se estuvo en la casa.

21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto;

22 mas también sé ahora, que todo lo que pidieres de Dios, te dará Dios.

23 Le dice Jesús: Resucitará tu hermano.

24 Marta le dice: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero.

25 Le dice Jesús: YO SOY la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

27 Le dice: Sí Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

28 Y dicho esto, se fue, y llamó en secreto a María su hermana, diciendo: El Maestro está aquí y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó prestamente y vino a él.

30 (Que aún no había llegado Jesús a la aldea, mas estaba en aquel lugar donde Marta le había salido a recibir.)

31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella, y la consolaban, como vieron que María se había levantado prestamente, y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.

32 Mas María, como vino donde estaba Jesús, viéndole, se derribó a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano.

33 ¶ Jesús entonces, como la vio llorando, y a los judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se embraveció en Espíritu, se alborotó a sí mismo,

34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dicen: Señor, ven, y ve.

35 Y lloró Jesús.

36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

37 Y unos de ellos dijeron: ¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?

38 Y Jesús, por eso, embraveciéndose otra vez en sí mismo, vino al sepulcro donde había una cueva, la cual tenía una piedra encima.

39 Dice Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que se había muerto, le dice: Señor, hiede ya, que es de cuatro días.

40 Jesús le dice: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?

41 Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos arriba, dijo: Padre, gracias te doy que me has oído.

42 Que yo sabía que siempre me oyes; mas por causa de la compañía que está alrededor, lo dije, para que crean que tú me has enviado.

43 Y habiendo dicho estas cosas, clamó a gran voz: Lázaro, ven fuera.

44 Entonces el que había estado muerto, salió, atadas las manos y los pies con vendas; y su rostro estaba envuelto en un sudario. Les dice Jesús: Desatadle, y dejadle ir.

45 ¶ Entonces muchos de los judíos que habían venido a María, y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

46 Mas unos de ellos fueron a los fariseos, y les dijeron lo que Jesús había hecho.

47 Y los sumo sacerdotes y los fariseos juntaron concilio, y decían: ¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchas señales.

48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y quitarán nuestro lugar y la nación.

49 Y Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote de aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada;

50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda.

51 Mas esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo sacerdote de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;

52 y no solamente por aquella nación, mas también para que juntara en uno los hijos de Dios que estaban dispersos.

53 Así que, desde aquel día consultaban juntos para matarle.

54 De manera que Jesús ya no andaba manifiestamente entre los judíos; mas se fue de allí a la tierra que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín; y se estaba allí con sus discípulos.

55 Y la Pascua de los judíos estaba cerca; y muchos subieron de la tierra a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse;

56 y buscaban a Jesús, y hablaban los unos con los otros estando en el Templo: ¿Qué os parece? ¿Qué no vendrá a la fiesta?

57 Y los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno se enteraba dónde estaba, lo manifestara, para que le prendieran.

Proverbios 8

¶ ¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia?

En los altos cabezos, junto al camino, a las encrucijadas de las veredas se para;

en el lugar de las puertas, a la entrada de la ciudad, a la entrada de las puertas da voces:

Oh hombres, a vosotros clamo; y mi voz es a los hijos de los hombres.

Entended, simples, la prudencia; y vosotros, locos, tomad entendimiento.

Oíd, porque hablaré cosas excelentes; y abriré mis labios para cosas rectas.

Porque mi paladar hablará verdad, y mis labios abominan la impiedad.

En justicia son todas las razones de mi boca; no hay en ellas cosa perversa ni torcida.

Todas ellas son rectas al que entiende; rectas a los que han hallado sabiduría.

10 Recibid mi castigo, y no plata; y ciencia más que el oro escogido.

11 Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todas las cosas que se pueden desear, no son de comparar con ella.

12 ¶ Yo, la sabiduría, moré con la prudencia; y yo invento la ciencia de los consejos.

13 El temor del SEÑOR es aborrecer el mal; la soberbia, la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco.

14 Conmigo está el consejo y el ser; yo soy la inteligencia; mía es la fortaleza.

15 Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia.

16 Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra.

17 Yo amo a los que me aman; y los que me buscan me hallan.

18 Las riquezas y la honra están conmigo; sólidas riquezas, y justicia.

19 Mejor es mi fruto que el oro, y que la piedra preciosa; y mi rédito mejor que la plata escogida.

20 Por vereda de justicia guiaré, por en medio de veredas de juicio;

21 para hacer heredar a mis amigos el ser, y que yo llene sus tesoros.

22 ¶ El SEÑOR me poseyó en el principio de su camino, desde entonces, antes de sus obras.

23 Eternalmente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra.

24 Antes de los abismos fui engendrada; antes que fueran las fuentes de las muchas aguas.

25 Antes que los montes fueran fundados, antes de los collados, era yo engendrada;

26 no había aún hecho la tierra, ni las campiñas, ni el principio del polvo del mundo.

27 Cuando componía los cielos, allí estaba yo; cuando señalaba por compás la sobrefaz del abismo;

28 cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo;

29 cuando ponía al mar su estatuto, y a las aguas, que no pasaran su mandamiento; cuando señalaba los fundamentos de la tierra;

30 con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo.

31 Tengo solaz en la redondez de su tierra; y mis solaces son con los hijos de los hombres.

32 ¶ Ahora, pues, hijos, oídme; y bienaventurados los que guardaren mis caminos.

33 Escuchad al castigo, y sed sabios; y no lo menospreciéis.

34 Bienaventurado el hombre que me oye, trasnochando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas.

35 Porque el que me hallare, hallará la vida; y alcanzará la voluntad del SEÑOR.

36 Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen, aman la muerte.

Efesios 1

¶ Pablo, apóstol de Jesús el Cristo por la voluntad de Dios, a los santos que están en Efeso, y a los fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:

Gracia y paz tengáis de Dios Padre nuestro, y del Señor Jesús, el Cristo.

¶ Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en bienes celestiales en Cristo,

según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él en caridad;

el cual nos señaló desde antes el camino para ser adoptados en hijos por Jesús, el Cristo, en sí mismo, por el buen querer de su voluntad,

para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado;

en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia,

que sobreabundó en nosotros en toda sabiduría y prudencia,

descubriéndonos el misterio de su voluntad, por el buen querer de su voluntad, según lo que se había propuesto en sí mismo,

10 de restaurar todas las cosas por el Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 En él digo, en quien asimismo tuvimos herencia, quien nos señaló desde antes el camino conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad,

12 para que seamos para alabanza de su gloria, nosotros que antes esperamos en el Cristo.

13 En el cual esperasteis también vosotros oyendo la Palabra de Verdad, el Evangelio de vuestra salud; en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa,

14 Que es las arras de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria.

15 ¶ Por lo cual también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y la caridad para con todos los santos,

16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,

17 que el Dios del Señor nuestro, Jesús, el Cristo, el Padre de gloria, os dé Espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de El;

18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su llamado, y cuáles sean las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

19 y cuál sea aquella supereminente grandeza de su potencia en nosotros los que creemos, por la operación de la potencia de su fortaleza,

20 la cual obró en el Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole a su diestra en los lugares celestiales,

21 sobre todo principado y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino aun en el venidero:

22 y sujetándole todas las cosas debajo de sus pies, y poniéndolo por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia,

23 la cual es su cuerpo, y él es la plenitud de ella: el cual llena todas las cosas en todos.

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