Bible in 90 Days
Bildad niega que el hombre pueda ser justificado delante de Dios
25 Respondió Bildad suhita, y dijo:
2 El señorío y el temor están con él;
Él hace paz en sus alturas.
3 ¿Tienen sus ejércitos número?
¿Sobre quién no está su luz?
4 ¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios?
¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?
5 He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente,
Ni las estrellas son limpias delante de sus ojos;
6 ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano,
Y el hijo de hombre, también gusano?
Job proclama la soberanía de Dios
26 Respondió Job, y dijo:
2 ¿En qué ayudaste al que no tiene poder?
¿Cómo has amparado al brazo sin fuerza?
3 ¿En qué aconsejaste al que no tiene ciencia,
Y qué plenitud de inteligencia has dado a conocer?
4 ¿A quién has anunciado palabras,
Y de quién es el espíritu que de ti procede?
5 Las sombras tiemblan en lo profundo,
Los mares y cuanto en ellos mora.
6 El Seol está descubierto delante de él, y el Abadón no tiene cobertura.
7 Él extiende el norte sobre vacío,
Cuelga la tierra sobre nada.
8 Ata las aguas en sus nubes,
Y las nubes no se rompen debajo de ellas.
9 Él encubre la faz de su trono,
Y sobre él extiende su nube.
10 Puso límite a la superficie de las aguas,
Hasta el fin de la luz y las tinieblas.
11 Las columnas del cielo tiemblan,
Y se espantan a su reprensión.
12 Él agita el mar con su poder,
Y con su entendimiento hiere la arrogancia suya.
13 Su espíritu adornó los cielos;
Su mano creó la serpiente tortuosa.
14 He aquí, estas cosas son solo los bordes de sus caminos;
¡Y cuán leve es el susurro que hemos oído de él!
Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?
Job describe el castigo de los malos
27 Reasumió Job su discurso, y dijo:
2 Vive Dios, que ha quitado mi derecho,
Y el Omnipotente, que amargó el alma mía,
3 Que todo el tiempo que mi alma esté en mí,
Y haya hálito de Dios en mis narices,
4 Mis labios no hablarán iniquidad,
Ni mi lengua pronunciará engaño.
5 Nunca tal acontezca que yo os justifique;
Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad.
6 Mi justicia tengo asida, y no la cederé;
No me reprochará mi corazón en todos mis días.
7 Sea como el impío mi enemigo,
Y como el inicuo mi adversario.
8 Porque ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que hubiere robado,
Cuando Dios le quitare la vida?
9 ¿Oirá Dios su clamor
Cuando la tribulación viniere sobre él?
10 ¿Se deleitará en el Omnipotente?
¿Invocará a Dios en todo tiempo?
11 Yo os enseñaré en cuanto a la mano de Dios;
No esconderé lo que hay para con el Omnipotente.
12 He aquí que todos vosotros lo habéis visto;
¿Por qué, pues, os habéis hecho tan enteramente vanos?
13 Esta es para con Dios la porción del hombre impío,
Y la herencia que los violentos han de recibir del Omnipotente:
14 Si sus hijos fueren multiplicados, serán para la espada;
Y sus pequeños no se saciarán de pan.
15 Los que de él quedaren, en muerte serán sepultados,
Y no los llorarán sus viudas.
16 Aunque amontone plata como polvo,
Y prepare ropa como lodo;
17 La habrá preparado él, mas el justo se vestirá,
Y el inocente repartirá la plata.
18 Edificó su casa como la polilla,
Y como enramada que hizo el guarda.
19 Rico se acuesta, pero por última vez;
Abrirá sus ojos, y nada tendrá.
20 Se apoderarán de él terrores como aguas;
Torbellino lo arrebatará de noche.
21 Le eleva el solano, y se va;
Y tempestad lo arrebatará de su lugar.
22 Dios, pues, descargará sobre él, y no perdonará;
Hará él por huir de su mano.
23 Batirán las manos sobre él,
Y desde su lugar le silbarán.
El hombre en busca de la sabiduría
28 Ciertamente la plata tiene sus veneros,
Y el oro lugar donde se refina.
2 El hierro se saca del polvo,
Y de la piedra se funde el cobre.
3 A las tinieblas ponen término,
Y examinan todo a la perfección,
Las piedras que hay en oscuridad y en sombra de muerte.
4 Abren minas lejos de lo habitado,
En lugares olvidados, donde el pie no pasa.
Son suspendidos y balanceados, lejos de los demás hombres.
5 De la tierra nace el pan,
Y debajo de ella está como convertida en fuego.
6 Lugar hay cuyas piedras son zafiro,
Y sus polvos de oro.
7 Senda que nunca la conoció ave,
Ni ojo de buitre la vio;
8 Nunca la pisaron animales fieros,
Ni león pasó por ella.
9 En el pedernal puso su mano,
Y trastornó de raíz los montes.
10 De los peñascos cortó ríos,
Y sus ojos vieron todo lo preciado.
11 Detuvo los ríos en su nacimiento,
E hizo salir a luz lo escondido.
12 Mas ¿dónde se hallará la sabiduría?
¿Dónde está el lugar de la inteligencia?
13 No conoce su valor el hombre,
Ni se halla en la tierra de los vivientes.
14 El abismo dice: No está en mí;
Y el mar dijo: Ni conmigo.
15 No se dará por oro,
Ni su precio será a peso de plata.
16 No puede ser apreciada con oro de Ofir,
Ni con ónice precioso, ni con zafiro.
17 El oro no se le igualará, ni el diamante,
Ni se cambiará por alhajas de oro fino.
18 No se hará mención de coral ni de perlas;
La sabiduría es mejor que las piedras preciosas.
19 No se igualará con ella topacio de Etiopía;
No se podrá apreciar con oro fino.
20 ¿De dónde, pues, vendrá la sabiduría?
¿Y dónde está el lugar de la inteligencia?
21 Porque encubierta está a los ojos de todo viviente,
Y a toda ave del cielo es oculta.
22 El Abadón y la muerte dijeron:
Su fama hemos oído con nuestros oídos.
23 Dios entiende el camino de ella,
Y conoce su lugar.
24 Porque él mira hasta los fines de la tierra,
Y ve cuanto hay bajo los cielos.
25 Al dar peso al viento,
Y poner las aguas por medida;
26 Cuando él dio ley a la lluvia,
Y camino al relámpago de los truenos,
27 Entonces la veía él, y la manifestaba;
La preparó y la descubrió también.
28 Y dijo al hombre:
He aquí que el temor del Señor es la sabiduría,(A)
Y el apartarse del mal, la inteligencia.
Job recuerda su felicidad anterior
29 Volvió Job a reanudar su discurso, y dijo:
2 ¡Quién me volviese como en los meses pasados,
Como en los días en que Dios me guardaba,
3 Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara,
A cuya luz yo caminaba en la oscuridad;
4 Como fui en los días de mi juventud,
Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda;
5 Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente,
Y mis hijos alrededor de mí;
6 Cuando lavaba yo mis pasos con leche,
Y la piedra me derramaba ríos de aceite!
7 Cuando yo salía a la puerta a juicio,
Y en la plaza hacía preparar mi asiento,
8 Los jóvenes me veían, y se escondían;
Y los ancianos se levantaban, y estaban de pie.
9 Los príncipes detenían sus palabras;
Ponían la mano sobre su boca.
10 La voz de los principales se apagaba,
Y su lengua se pegaba a su paladar.
11 Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado,
Y los ojos que me veían me daban testimonio,
12 Porque yo libraba al pobre que clamaba,
Y al huérfano que carecía de ayudador.
13 La bendición del que se iba a perder venía sobre mí,
Y al corazón de la viuda yo daba alegría.
14 Me vestía de justicia, y ella me cubría;
Como manto y diadema era mi rectitud.
15 Yo era ojos al ciego,
Y pies al cojo.
16 A los menesterosos era padre,
Y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia;
17 Y quebrantaba los colmillos del inicuo,
Y de sus dientes hacía soltar la presa.
18 Decía yo: En mi nido moriré,
Y como arena multiplicaré mis días.
19 Mi raíz estaba abierta junto a las aguas,
Y en mis ramas permanecía el rocío.
20 Mi honra se renovaba en mí,
Y mi arco se fortalecía en mi mano.
21 Me oían, y esperaban,
Y callaban a mi consejo.
22 Tras mi palabra no replicaban,
Y mi razón destilaba sobre ellos.
23 Me esperaban como a la lluvia,
Y abrían su boca como a la lluvia tardía.
24 Si me reía con ellos, no lo creían;
Y no abatían la luz de mi rostro.
25 Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba entre ellos como el jefe;
Y moraba como rey en el ejército,
Como el que consuela a los que lloran.
Job lamenta su desdicha actual
30 Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo,
A cuyos padres yo desdeñara poner con los perros de mi ganado.
2 ¿Y de qué me serviría ni aun la fuerza de sus manos?
No tienen fuerza alguna.
3 Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos;
Huían a la soledad, a lugar tenebroso, asolado y desierto.
4 Recogían malvas entre los arbustos,
Y raíces de enebro para calentarse.
5 Eran arrojados de entre las gentes,
Y todos les daban grita como tras el ladrón.
6 Habitaban en las barrancas de los arroyos,
En las cavernas de la tierra, y en las rocas.
7 Bramaban entre las matas,
Y se reunían debajo de los espinos.
8 Hijos de viles, y hombres sin nombre,
Más bajos que la misma tierra.
9 Y ahora yo soy objeto de su burla,
Y les sirvo de refrán.
10 Me abominan, se alejan de mí,
Y aun de mi rostro no detuvieron su saliva.
11 Porque Dios desató su cuerda, y me afligió,
Por eso se desenfrenaron delante de mi rostro.
12 A la mano derecha se levantó el populacho;
Empujaron mis pies,
Y prepararon contra mí caminos de perdición.
13 Mi senda desbarataron,
Se aprovecharon de mi quebrantamiento,
Y contra ellos no hubo ayudador.
14 Vinieron como por portillo ancho,
Se revolvieron sobre mi calamidad.
15 Se han revuelto turbaciones sobre mí;
Combatieron como viento mi honor,
Y mi prosperidad pasó como nube.
16 Y ahora mi alma está derramada en mí;
Días de aflicción se apoderan de mí.
17 La noche taladra mis huesos,
Y los dolores que me roen no reposan.
18 La violencia deforma mi vestidura; me ciñe como el cuello de mi túnica.
19 Él me derribó en el lodo,
Y soy semejante al polvo y a la ceniza.
20 Clamo a ti, y no me oyes;
Me presento, y no me atiendes.
21 Te has vuelto cruel para mí;
Con el poder de tu mano me persigues.
22 Me alzaste sobre el viento, me hiciste cabalgar en él,
Y disolviste mi sustancia.
23 Porque yo sé que me conduces a la muerte,
Y a la casa determinada a todo viviente.
24 Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro;
¿Clamarán los sepultados cuando él los quebrantare?
25 ¿No lloré yo al afligido?
Y mi alma, ¿no se entristeció sobre el menesteroso?
26 Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal;
Y cuando esperaba luz, vino la oscuridad.
27 Mis entrañas se agitan, y no reposan;
Días de aflicción me han sobrecogido.
28 Ando ennegrecido, y no por el sol;
Me he levantado en la congregación, y clamado.
29 He venido a ser hermano de chacales,
Y compañero de avestruces.
30 Mi piel se ha ennegrecido y se me cae,
Y mis huesos arden de calor.
31 Se ha cambiado mi arpa en luto,
Y mi flauta en voz de lamentadores.
Job afirma su integridad
31 Hice pacto con mis ojos;
¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?
2 Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios,
Y qué heredad el Omnipotente desde las alturas?
3 ¿No hay quebrantamiento para el impío,
Y extrañamiento para los que hacen iniquidad?
4 ¿No ve él mis caminos,
Y cuenta todos mis pasos?
5 Si anduve con mentira,
Y si mi pie se apresuró a engaño,
6 Péseme Dios en balanzas de justicia,
Y conocerá mi integridad.
7 Si mis pasos se apartaron del camino,
Si mi corazón se fue tras mis ojos,
Y si algo se pegó a mis manos,
8 Siembre yo, y otro coma,
Y sea arrancada mi siembra.
9 Si fue mi corazón engañado acerca de mujer,
Y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,
10 Muela para otro mi mujer,
Y sobre ella otros se encorven.
11 Porque es maldad e iniquidad
Que han de castigar los jueces.
12 Porque es fuego que devoraría hasta el Abadón,
Y consumiría toda mi hacienda.
13 Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva,
Cuando ellos contendían conmigo,
14 ¿Qué haría yo cuando Dios se levantase?
Y cuando él preguntara, ¿qué le respondería yo?
15 El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él?
¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz?
16 Si estorbé el contento de los pobres,
E hice desfallecer los ojos de la viuda;
17 Si comí mi bocado solo,
Y no comió de él el huérfano
18 (Porque desde mi juventud creció conmigo como con un padre,
Y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda);
19 Si he visto que pereciera alguno sin vestido,
Y al menesteroso sin abrigo;
20 Si no me bendijeron sus lomos,
Y del vellón de mis ovejas se calentaron;
21 Si alcé contra el huérfano mi mano,
Aunque viese que me ayudaran en la puerta;
22 Mi espalda se caiga de mi hombro,
Y el hueso de mi brazo sea quebrado.
23 Porque temí el castigo de Dios,
Contra cuya majestad yo no tendría poder.
24 Si puse en el oro mi esperanza,
Y dije al oro: Mi confianza eres tú;
25 Si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen,
Y de que mi mano hallase mucho;
26 Si he mirado al sol cuando resplandecía,
O a la luna cuando iba hermosa,
27 Y mi corazón se engañó en secreto,
Y mi boca besó mi mano;
28 Esto también sería maldad juzgada;
Porque habría negado al Dios soberano.
29 Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía,
Y me regocijé cuando le halló el mal
30 (Ni aun entregué al pecado mi lengua,
Pidiendo maldición para su alma);
31 Si mis siervos no decían:
¿Quién no se ha saciado de su carne?
32 (El forastero no pasaba fuera la noche;
Mis puertas abría al caminante);
33 Si encubrí como hombre mis transgresiones,
Escondiendo en mi seno mi iniquidad,
34 Porque tuve temor de la gran multitud,
Y el menosprecio de las familias me atemorizó,
Y callé, y no salí de mi puerta;
35 ¡Quién me diera quien me oyese!
He aquí mi confianza es que el Omnipotente testificará por mí,
Aunque mi adversario me forme proceso.
36 Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro,
Y me lo ceñiría como una corona.
37 Yo le contaría el número de mis pasos,
Y como príncipe me presentaría ante él.
38 Si mi tierra clama contra mí,
Y lloran todos sus surcos;
39 Si comí su sustancia sin dinero,
O afligí el alma de sus dueños,
40 En lugar de trigo me nazcan abrojos,
Y espinos en lugar de cebada.
Aquí terminan las palabras de Job.
Eliú justifica su derecho de contestar a Job
32 Cesaron estos tres varones de responder a Job, por cuanto él era justo a sus propios ojos. 2 Entonces Eliú hijo de Baraquel buzita, de la familia de Ram, se encendió en ira contra Job; se encendió en ira, por cuanto se justificaba a sí mismo más que a Dios. 3 Asimismo se encendió en ira contra sus tres amigos, porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job. 4 Y Eliú había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él. 5 Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, se encendió en ira. 6 Y respondió Eliú hijo de Baraquel buzita, y dijo:
Yo soy joven, y vosotros ancianos;
Por tanto, he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión.
7 Yo decía: Los días hablarán,
Y la muchedumbre de años declarará sabiduría.
8 Ciertamente espíritu hay en el hombre,
Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.
9 No son los sabios los de mucha edad,
Ni los ancianos entienden el derecho.
10 Por tanto, yo dije: Escuchadme;
Declararé yo también mi sabiduría.
11 He aquí yo he esperado a vuestras razones,
He escuchado vuestros argumentos,
En tanto que buscabais palabras.
12 Os he prestado atención,
Y he aquí que no hay de vosotros quien redarguya a Job,
Y responda a sus razones.
13 Para que no digáis: Nosotros hemos hallado sabiduría;
Lo vence Dios, no el hombre.
14 Ahora bien, Job no dirigió contra mí sus palabras,
Ni yo le responderé con vuestras razones.
15 Se espantaron, no respondieron más;
Se les fueron los razonamientos.
16 Yo, pues, he esperado, pero no hablaban;
Más bien callaron y no respondieron más.
17 Por eso yo también responderé mi parte;
También yo declararé mi juicio.
18 Porque lleno estoy de palabras,
Y me apremia el espíritu dentro de mí.
19 De cierto mi corazón está como el vino que no tiene respiradero,
Y se rompe como odres nuevos.
20 Hablaré, pues, y respiraré;
Abriré mis labios, y responderé.
21 No haré ahora acepción de personas,
Ni usaré con nadie de títulos lisonjeros.
22 Porque no sé hablar lisonjas;
De otra manera, en breve mi Hacedor me consumiría.
Eliú censura a Job
33 Por tanto, Job, oye ahora mis razones,
Y escucha todas mis palabras.
2 He aquí yo abriré ahora mi boca,
Y mi lengua hablará en mi garganta.
3 Mis razones declararán la rectitud de mi corazón,
Y lo que saben mis labios, lo hablarán con sinceridad.
4 El espíritu de Dios me hizo,
Y el soplo del Omnipotente me dio vida.
5 Respóndeme si puedes;
Ordena tus palabras, ponte en pie.
6 Heme aquí a mí en lugar de Dios, conforme a tu dicho;
De barro fui yo también formado.
7 He aquí, mi terror no te espantará,
Ni mi mano se agravará sobre ti.
8 De cierto tú dijiste a oídos míos,
Y yo oí la voz de tus palabras que decían:
9 Yo soy limpio y sin defecto;
Soy inocente, y no hay maldad en mí.
10 He aquí que él buscó reproches contra mí,
Y me tiene por su enemigo;
11 Puso mis pies en el cepo,
Y vigiló todas mis sendas.
12 He aquí, en esto no has hablado justamente;
Yo te responderé que mayor es Dios que el hombre.
13 ¿Por qué contiendes contra él?
Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones.
14 Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios;
Pero el hombre no entiende.
15 Por sueño, en visión nocturna,
Cuando el sueño cae sobre los hombres,
Cuando se adormecen sobre el lecho,
16 Entonces revela al oído de los hombres,
Y les señala su consejo,
17 Para quitar al hombre de su obra,
Y apartar del varón la soberbia.
18 Detendrá su alma del sepulcro,
Y su vida de que perezca a espada.
19 También sobre su cama es castigado
Con dolor fuerte en todos sus huesos,
20 Que le hace que su vida aborrezca el pan,
Y su alma la comida suave.
21 Su carne desfallece, de manera que no se ve,
Y sus huesos, que antes no se veían, aparecen.
22 Su alma se acerca al sepulcro,
Y su vida a los que causan la muerte.
23 Si tuviese cerca de él
Algún elocuente mediador muy escogido,
Que anuncie al hombre su deber;
24 Que le diga que Dios tuvo de él misericordia,
Que lo libró de descender al sepulcro,
Que halló redención;
25 Su carne será más tierna que la del niño,
Volverá a los días de su juventud.
26 Orará a Dios, y este le amará,
Y verá su faz con júbilo;
Y restaurará al hombre su justicia.
27 Él mira sobre los hombres; y al que dijere:
Pequé, y pervertí lo recto,
Y no me ha aprovechado,
28 Dios redimirá su alma para que no pase al sepulcro,
Y su vida se verá en luz.
29 He aquí, todas estas cosas hace Dios
Dos y tres veces con el hombre,
30 Para apartar su alma del sepulcro,
Y para iluminarlo con la luz de los vivientes.
31 Escucha, Job, y óyeme;
Calla, y yo hablaré.
32 Si tienes razones, respóndeme;
Habla, porque yo te quiero justificar.
33 Y si no, óyeme tú a mí;
Calla, y te enseñaré sabiduría.
Eliú justifica a Dios
34 Además Eliú dijo:
2 Oíd, sabios, mis palabras;
Y vosotros, doctos, estadme atentos.
3 Porque el oído prueba las palabras,
Como el paladar gusta lo que uno come.
4 Escojamos para nosotros el juicio,
Conozcamos entre nosotros cuál sea lo bueno.
5 Porque Job ha dicho: Yo soy justo,
Y Dios me ha quitado mi derecho.
6 ¿He de mentir yo contra mi razón?
Dolorosa es mi herida sin haber hecho yo transgresión.
7 ¿Qué hombre hay como Job,
Que bebe el escarnio como agua,
8 Y va en compañía con los que hacen iniquidad,
Y anda con los hombres malos?
9 Porque ha dicho: De nada servirá al hombre
El conformar su voluntad a Dios.
10 Por tanto, varones de inteligencia, oídme:
Lejos esté de Dios la impiedad,
Y del Omnipotente la iniquidad.
11 Porque él pagará al hombre según su obra,(B)
Y le retribuirá conforme a su camino.
12 Sí, por cierto, Dios no hará injusticia,
Y el Omnipotente no pervertirá el derecho.
13 ¿Quién visitó por él la tierra?
¿Y quién puso en orden todo el mundo?
14 Si él pusiese sobre el hombre su corazón,
Y recogiese así su espíritu y su aliento,
15 Toda carne perecería juntamente,
Y el hombre volvería al polvo.
16 Si, pues, hay en ti entendimiento, oye esto;
Escucha la voz de mis palabras.
17 ¿Gobernará el que aborrece juicio?
¿Y condenarás tú al que es tan justo?
18 ¿Se dirá al rey: Perverso;
Y a los príncipes: Impíos?
19 ¿Cuánto menos a aquel que no hace acepción de personas de príncipes.
Ni respeta más al rico que al pobre,
Porque todos son obra de sus manos?
20 En un momento morirán,
Y a medianoche se alborotarán los pueblos, y pasarán,
Y sin mano será quitado el poderoso.
21 Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre,
Y ve todos sus pasos.
22 No hay tinieblas ni sombra de muerte
Donde se escondan los que hacen maldad.
23 No carga, pues, él al hombre más de lo justo,
Para que vaya con Dios a juicio.
24 Él quebrantará a los fuertes sin indagación,
Y hará estar a otros en su lugar.
25 Por tanto, él hará notorias las obras de ellos,
Cuando los trastorne en la noche, y sean quebrantados.
26 Como a malos los herirá
En lugar donde sean vistos;
27 Por cuanto así se apartaron de él,
Y no consideraron ninguno de sus caminos,
28 Haciendo venir delante de él el clamor del pobre,
Y que oiga el clamor de los necesitados.
29 Si él diere reposo, ¿quién inquietará?
Si escondiere el rostro, ¿quién lo mirará?
Esto sobre una nación, y lo mismo sobre un hombre;
30 Haciendo que no reine el hombre impío
Para vejaciones del pueblo.
31 De seguro conviene que se diga a Dios:
He llevado ya castigo, no ofenderé ya más;
32 Enséñame tú lo que yo no veo;
Si hice mal, no lo haré más.
33 ¿Ha de ser eso según tu parecer?
Él te retribuirá, ora rehúses, ora aceptes, y no yo;
Di, si no, lo que tú sabes.
34 Los hombres inteligentes dirán conmigo,
Y el hombre sabio que me oiga:
35 Que Job no habla con sabiduría,
Y que sus palabras no son con entendimiento.
36 Deseo yo que Job sea probado ampliamente,
A causa de sus respuestas semejantes a las de los hombres inicuos.
37 Porque a su pecado añadió rebeldía;
Bate palmas contra nosotros,
Y contra Dios multiplica sus palabras.
35 Prosiguió Eliú en su razonamiento, y dijo:
2 ¿Piensas que es cosa recta lo que has dicho:
Más justo soy yo que Dios?
3 Porque dijiste: ¿Qué ventaja sacaré de ello?
¿O qué provecho tendré de no haber pecado?
4 Yo te responderé razones,
Y a tus compañeros contigo.
5 Mira a los cielos, y ve,
Y considera que las nubes son más altas que tú.
6 Si pecares, ¿qué habrás logrado contra él?
Y si tus rebeliones se multiplicaren, ¿qué le harás tú?
7 Si fueres justo, ¿qué le darás a él?
¿O qué recibirá de tu mano?
8 Al hombre como tú dañará tu impiedad,
Y al hijo de hombre aprovechará tu justicia.(C)
9 A causa de la multitud de las violencias claman,
Y se lamentan por el poderío de los grandes.
10 Y ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor,
Que da cánticos en la noche,
11 Que nos enseña más que a las bestias de la tierra,
Y nos hace sabios más que a las aves del cielo?
12 Allí clamarán, y él no oirá,
Por la soberbia de los malos.
13 Ciertamente Dios no oirá la vanidad,
Ni la mirará el Omnipotente.
14 ¿Cuánto menos cuando dices que no haces caso de él?
La causa está delante de él; por tanto, aguárdale.
15 Mas ahora, porque en su ira no castiga,
Ni inquiere con rigor,
16 Por eso Job abre su boca vanamente,
Y multiplica palabras sin sabiduría.
Eliú exalta la grandeza de Dios
36 Añadió Eliú y dijo:
2 Espérame un poco, y te enseñaré;
Porque todavía tengo razones en defensa de Dios.
3 Tomaré mi saber desde lejos,
Y atribuiré justicia a mi Hacedor.
4 Porque de cierto no son mentira mis palabras;
Contigo está el que es íntegro en sus conceptos.
5 He aquí que Dios es grande, pero no desestima a nadie;
Es poderoso en fuerza de sabiduría.
6 No otorgará vida al impío,
Pero a los afligidos dará su derecho.
7 No apartará de los justos sus ojos;
Antes bien con los reyes los pondrá en trono para siempre,
Y serán exaltados.
8 Y si estuvieren prendidos en grillos,
Y aprisionados en las cuerdas de aflicción,
9 Él les dará a conocer la obra de ellos,
Y que prevalecieron sus rebeliones.
10 Despierta además el oído de ellos para la corrección,
Y les dice que se conviertan de la iniquidad.
11 Si oyeren, y le sirvieren,
Acabarán sus días en bienestar,
Y sus años en dicha.
12 Pero si no oyeren, serán pasados a espada,
Y perecerán sin sabiduría.
13 Mas los hipócritas de corazón atesoran para sí la ira,
Y no clamarán cuando él los atare.
14 Fallecerá el alma de ellos en su juventud,
Y su vida entre los sodomitas.
15 Al pobre librará de su pobreza,
Y en la aflicción despertará su oído.
16 Asimismo te apartará de la boca de la angustia
A lugar espacioso, libre de todo apuro,
Y te preparará mesa llena de grosura.
17 Mas tú has llenado el juicio del impío,
En vez de sustentar el juicio y la justicia.
18 Por lo cual teme, no sea que en su ira te quite con golpe,
El cual no puedas apartar de ti con gran rescate.
19 ¿Hará él estima de tus riquezas, del oro,
O de todas las fuerzas del poder?
20 No anheles la noche,
En que los pueblos desaparecen de su lugar.
21 Guárdate, no te vuelvas a la iniquidad;
Pues esta escogiste más bien que la aflicción.
22 He aquí que Dios es excelso en su poder;
¿Qué enseñador semejante a él?
23 ¿Quién le ha prescrito su camino?
¿Y quién le dirá: Has hecho mal?
24 Acuérdate de engrandecer su obra,
La cual contemplan los hombres.
25 Los hombres todos la ven;
La mira el hombre de lejos.
26 He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos,
Ni se puede seguir la huella de sus años.
27 Él atrae las gotas de las aguas,
Al transformarse el vapor en lluvia,
28 La cual destilan las nubes,
Goteando en abundancia sobre los hombres.
29 ¿Quién podrá comprender la extensión de las nubes,
Y el sonido estrepitoso de su morada?
30 He aquí que sobre él extiende su luz,
Y cobija con ella las profundidades del mar.
31 Bien que por esos medios castiga a los pueblos,
A la multitud él da sustento.
32 Con las nubes encubre la luz,
Y le manda no brillar, interponiendo aquellas.
33 El trueno declara su indignación,
Y la tempestad proclama su ira contra la iniquidad.
37 Por eso también se estremece mi corazón,
Y salta de su lugar.
2 Oíd atentamente el estrépito de su voz,
Y el sonido que sale de su boca.
3 Debajo de todos los cielos lo dirige,
Y su luz hasta los fines de la tierra.
4 Después de ella brama el sonido,
Truena él con voz majestuosa;
Y aunque sea oída su voz, no los detiene.
5 Truena Dios maravillosamente con su voz;
Él hace grandes cosas, que nosotros no entendemos.
6 Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra;
También a la llovizna, y a los aguaceros torrenciales.
7 Así hace retirarse a todo hombre,
Para que los hombres todos reconozcan su obra.
8 Las bestias entran en su escondrijo,
Y se están en sus moradas.
9 Del sur viene el torbellino,
Y el frío de los vientos del norte.
10 Por el soplo de Dios se da el hielo,
Y las anchas aguas se congelan.
11 Regando también llega a disipar la densa nube,
Y con su luz esparce la niebla.
12 Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor,
Para hacer sobre la faz del mundo,
En la tierra, lo que él les mande.
13 Unas veces por azote, otras por causa de su tierra,
Otras por misericordia las hará venir.
14 Escucha esto, Job;
Detente, y considera las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes tú cómo Dios las pone en concierto,
Y hace resplandecer la luz de su nube?
16 ¿Has conocido tú las diferencias de las nubes,
Las maravillas del Perfecto en sabiduría?
17 ¿Por qué están calientes tus vestidos
Cuando él sosiega la tierra con el viento del sur?
18 ¿Extendiste tú con él los cielos,
Firmes como un espejo fundido?
19 Muéstranos qué le hemos de decir;
Porque nosotros no podemos ordenar las ideas a causa de las tinieblas.
20 ¿Será preciso contarle cuando yo hablare?
Por más que el hombre razone, quedará como abismado.
21 Mas ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos,
Luego que pasa el viento y los limpia,
22 Viniendo de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una majestad terrible.
23 Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder;
Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá.
24 Lo temerán por tanto los hombres;
Él no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio.
Jehová convence a Job de su ignorancia
38 Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo:
2 ¿Quién es ese que oscurece el consejo
Con palabras sin sabiduría?
3 Ahora ciñe como varón tus lomos;
Yo te preguntaré, y tú me contestarás.
4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?
Házmelo saber, si tienes inteligencia.
5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes?
¿O quién extendió sobre ella cordel?
6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases?
¿O quién puso su piedra angular,
7 Cuando alababan todas las estrellas del alba,
Y se regocijaban todos los hijos de Dios?
8 ¿Quién encerró con puertas el mar,
Cuando se derramaba saliéndose de su seno,
9 Cuando puse yo nubes por vestidura suya,
Y por su faja oscuridad,
10 Y establecí sobre él mi decreto,
Le puse puertas y cerrojo,
11 Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante,
Y ahí parará el orgullo de tus olas?(D)
12 ¿Has mandado tú a la mañana en tus días?
¿Has mostrado al alba su lugar,
13 Para que ocupe los fines de la tierra,
Y para que sean sacudidos de ella los impíos?
14 Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello,
Y viene a estar como con vestidura;
15 Mas la luz de los impíos es quitada de ellos,
Y el brazo enaltecido es quebrantado.
16 ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar,
Y has andado escudriñando el abismo?
17 ¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte,
Y has visto las puertas de la sombra de muerte?
18 ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra?
Declara si sabes todo esto.
19 ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz,
Y dónde está el lugar de las tinieblas,
20 Para que las lleves a sus límites,
Y entiendas las sendas de su casa?
21 ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido,
Y es grande el número de tus días.
22 ¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve,
O has visto los tesoros del granizo,
23 Que tengo reservados para el tiempo de angustia,
Para el día de la guerra y de la batalla?
24 ¿Por qué camino se reparte la luz,
Y se esparce el viento solano sobre la tierra?
25 ¿Quién repartió conducto al turbión,
Y camino a los relámpagos y truenos,
26 Haciendo llover sobre la tierra deshabitada,
Sobre el desierto, donde no hay hombre,
27 Para saciar la tierra desierta e inculta,
Y para hacer brotar la tierna hierba?
28 ¿Tiene la lluvia padre?
¿O quién engendró las gotas del rocío?
29 ¿De qué vientre salió el hielo?
Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró?
30 Las aguas se endurecen a manera de piedra,
Y se congela la faz del abismo.
31 ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades,
O desatarás las ligaduras de Orión?(E)
32 ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos,
O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
33 ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos?
¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra?
34 ¿Alzarás tú a las nubes tu voz,
Para que te cubra muchedumbre de aguas?
35 ¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan?
¿Y te dirán ellos: Henos aquí?
36 ¿Quién puso la sabiduría en el corazón?
¿O quién dio al espíritu inteligencia?
37 ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría?
Y los odres de los cielos, ¿quién los hace inclinar,
38 Cuando el polvo se ha convertido en dureza,
Y los terrones se han pegado unos con otros?
39 ¿Cazarás tú la presa para el león?
¿Saciarás el hambre de los leoncillos,
40 Cuando están echados en las cuevas,
O se están en sus guaridas para acechar?
41 ¿Quién prepara al cuervo su alimento,
Cuando sus polluelos claman a Dios,
Y andan errantes por falta de comida?
39 ¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras monteses?
¿O miraste tú las ciervas cuando están pariendo?
2 ¿Contaste tú los meses de su preñez,
Y sabes el tiempo cuando han de parir?
3 Se encorvan, hacen salir sus hijos,
Pasan sus dolores.
4 Sus hijos se fortalecen, crecen con el pasto;
Salen, y no vuelven a ellas.
5 ¿Quién echó libre al asno montés,
Y quién soltó sus ataduras?
6 Al cual yo puse casa en la soledad,
Y sus moradas en lugares estériles.
7 Se burla de la multitud de la ciudad;
No oye las voces del arriero.
8 Lo oculto de los montes es su pasto,
Y anda buscando toda cosa verde.
9 ¿Querrá el búfalo servirte a ti,
O quedar en tu pesebre?
10 ¿Atarás tú al búfalo con coyunda para el surco?
¿Labrará los valles en pos de ti?
11 ¿Confiarás tú en él, por ser grande su fuerza,
Y le fiarás tu labor?
12 ¿Fiarás de él para que recoja tu semilla,
Y la junte en tu era?
13 ¿Diste tú hermosas alas al pavo real,
O alas y plumas al avestruz?
14 El cual desampara en la tierra sus huevos,
Y sobre el polvo los calienta,
15 Y olvida que el pie los puede pisar,
Y que puede quebrarlos la bestia del campo.
16 Se endurece para con sus hijos, como si no fuesen suyos,
No temiendo que su trabajo haya sido en vano;
17 Porque le privó Dios de sabiduría,
Y no le dio inteligencia.
18 Luego que se levanta en alto,
Se burla del caballo y de su jinete.
19 ¿Diste tú al caballo la fuerza?
¿Vestiste tú su cuello de crines ondulantes?
20 ¿Le intimidarás tú como a langosta?
El resoplido de su nariz es formidable.
21 Escarba la tierra, se alegra en su fuerza,
Sale al encuentro de las armas;
22 Hace burla del espanto, y no teme,
Ni vuelve el rostro delante de la espada.
23 Contra él suenan la aljaba,
El hierro de la lanza y de la jabalina;
24 Y él con ímpetu y furor escarba la tierra,
Sin importarle el sonido de la trompeta;
25 Antes como que dice entre los clarines: ¡Ea!
Y desde lejos huele la batalla,
El grito de los capitanes, y el vocerío.
26 ¿Vuela el gavilán por tu sabiduría,
Y extiende hacia el sur sus alas?
27 ¿Se remonta el águila por tu mandamiento,
Y pone en alto su nido?
28 Ella habita y mora en la peña,
En la cumbre del peñasco y de la roca.
29 Desde allí acecha la presa;
Sus ojos observan de muy lejos.
30 Sus polluelos chupan la sangre;
Y donde hubiere cadáveres, allí está ella.
40 Además respondió Jehová a Job, y dijo:
2 ¿Es sabiduría contender con el Omnipotente?
El que disputa con Dios, responda a esto.
3 Entonces respondió Job a Jehová, y dijo:
4 He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé?
Mi mano pongo sobre mi boca.
5 Una vez hablé, mas no responderé;
Aun dos veces, mas no volveré a hablar.
Manifestaciones del poder de Dios
6 Respondió Jehová a Job desde el torbellino, y dijo:
7 Cíñete ahora como varón tus lomos;
Yo te preguntaré, y tú me responderás.
8 ¿Invalidarás tú también mi juicio?
¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?
9 ¿Tienes tú un brazo como el de Dios?
¿Y truenas con voz como la suya?
10 Adórnate ahora de majestad y de alteza,
Y vístete de honra y de hermosura.
11 Derrama el ardor de tu ira;
Mira a todo altivo, y abátelo.
12 Mira a todo soberbio, y humíllalo,
Y quebranta a los impíos en su sitio.
13 Encúbrelos a todos en el polvo,
Encierra sus rostros en la oscuridad;
14 Y yo también te confesaré
Que podrá salvarte tu diestra.
15 He aquí ahora behemot, el cual hice como a ti;
Hierba come como buey.
16 He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos,
Y su vigor en los músculos de su vientre.
17 Su cola mueve como un cedro,
Y los nervios de sus muslos están entretejidos.
18 Sus huesos son fuertes como bronce,
Y sus miembros como barras de hierro.
19 Él es el principio de los caminos de Dios;
El que lo hizo, puede hacer que su espada a él se acerque.
20 Ciertamente los montes producen hierba para él;
Y toda bestia del campo retoza allá.
21 Se echará debajo de las sombras,
En lo oculto de las cañas y de los lugares húmedos.
22 Los árboles sombríos lo cubren con su sombra;
Los sauces del arroyo lo rodean.
23 He aquí, sale de madre el río, pero él no se inmuta;
Tranquilo está, aunque todo un Jordán se estrelle contra su boca.
24 ¿Lo tomará alguno cuando está vigilante,
Y horadará su nariz?
41 ¿Sacarás tú al leviatán(F) con anzuelo,
O con cuerda que le eches en su lengua?
2 ¿Pondrás tú soga en sus narices,
Y horadarás con garfio su quijada?
3 ¿Multiplicará él ruegos para contigo?
¿Te hablará él lisonjas?
4 ¿Hará pacto contigo
Para que lo tomes por siervo perpetuo?
5 ¿Jugarás con él como con pájaro,
O lo atarás para tus niñas?
6 ¿Harán de él banquete los compañeros?
¿Lo repartirán entre los mercaderes?
7 ¿Cortarás tú con cuchillo su piel,
O con arpón de pescadores su cabeza?
8 Pon tu mano sobre él;
Te acordarás de la batalla, y nunca más volverás.
9 He aquí que la esperanza acerca de él será burlada,
Porque aun a su sola vista se desmayarán.
10 Nadie hay tan osado que lo despierte;
¿Quién, pues, podrá estar delante de mí?
11 ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya?(G)
Todo lo que hay debajo del cielo es mío.
12 No guardaré silencio sobre sus miembros,
Ni sobre sus fuerzas y la gracia de su disposición.
13 ¿Quién descubrirá la delantera de su vestidura?
¿Quién se acercará a él con su freno doble?
14 ¿Quién abrirá las puertas de su rostro?
Las hileras de sus dientes espantan.
15 La gloria de su vestido son escudos fuertes,
Cerrados entre sí estrechamente.
16 El uno se junta con el otro,
Que viento no entra entre ellos.
17 Pegado está el uno con el otro;
Están trabados entre sí, que no se pueden apartar.
18 Con sus estornudos enciende lumbre,
Y sus ojos son como los párpados del alba.
19 De su boca salen hachones de fuego;
Centellas de fuego proceden.
20 De sus narices sale humo,
Como de una olla o caldero que hierve.
21 Su aliento enciende los carbones,
Y de su boca sale llama.
22 En su cerviz está la fuerza,
Y delante de él se esparce el desaliento.
23 Las partes más flojas de su carne están endurecidas;
Están en él firmes, y no se mueven.
24 Su corazón es firme como una piedra,
Y fuerte como la muela de abajo.
25 De su grandeza tienen temor los fuertes,
Y a causa de su desfallecimiento hacen por purificarse.
26 Cuando alguno lo alcanzare,
Ni espada, ni lanza, ni dardo, ni coselete durará.
27 Estima como paja el hierro,
Y el bronce como leño podrido.
28 Saeta no le hace huir;
Las piedras de honda le son como paja.
29 Tiene toda arma por hojarasca,
Y del blandir de la jabalina se burla.
30 Por debajo tiene agudas conchas;
Imprime su agudez en el suelo.
31 Hace hervir como una olla el mar profundo,
Y lo vuelve como una olla de ungüento.
32 En pos de sí hace resplandecer la senda,
Que parece que el abismo es cano.
33 No hay sobre la tierra quien se le parezca;
Animal hecho exento de temor.
34 Menosprecia toda cosa alta;
Es rey sobre todos los soberbios.
Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Si desea más información visite americanbible.org, unitedbiblesocieties.org, vivelabiblia.com, unitedbiblesocieties.org/es/casa/, www.rvr60.bible