Bible in 90 Days
14 La humanidad es necia e ignorante;
todo orfebre se avergüenza de sus ídolos.
Sus imágenes son un engaño
y no hay en ellas aliento de vida.
15 No valen nada, son objetos de burla;
cuando llegue el día del juicio serán destruidos.
16 La porción de Jacob no es como aquellos,
porque él es quien hizo todas las cosas,
incluso Israel, el pueblo de su heredad.
Su nombre es el Señor de los Ejércitos.
Destrucción inminente
17 Recoge del suelo tus pertenencias,
tú que te encuentras sitiado.
18 Porque así dice el Señor:
«Esta vez arrojaré a los habitantes de la tierra
como si los lanzara con una honda.
Los pondré en aprietos
y dejaré que los capturen».
19 ¡Ay de mí, que estoy quebrantado!
¡Mi herida es incurable!
Pero es mi enfermedad
y me toca soportarla.
20 Destruida está la tienda donde habito
y rotas todas mis cuerdas.
Mis hijos me han abandonado; han dejado de existir.
Ya no hay nadie que arme mi tienda
y que levante mis toldos.
21 Los pastores se han vuelto necios,
no buscan al Señor;
por eso no han prosperado,
y su rebaño anda disperso.
22 ¡Escuchen! ¡Llega un mensaje!
Un gran estruendo viene de un país del norte,
que convertirá las ciudades de Judá
en guarida de chacales, en un montón de ruinas.
Oración de Jeremías
23 Señor, yo sé que nadie es dueño de su destino,
que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos.
24 Corrígeme, Señor, pero con justicia,
y no según tu ira,
pues me destruirías.
25 Derrama tu furor
sobre las naciones que no te reconocen
y sobre las familias que no invocan tu nombre.
Porque se han devorado a Jacob,
se lo han tragado por completo
y han asolado su morada.
Violación del pacto
11 Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: 2 «Escucha los términos de este pacto y comunícaselos a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén. 3 Diles que así ha dicho el Señor, Dios de Israel: “Maldito aquel que no obedezca los términos de este pacto, 4 que yo mismo ordené a los antepasados de ustedes el día que los hice salir de Egipto, de ese horno donde se funde el hierro”. Les dije: “Obedézcanme y cumplan con todos mis mandamientos; entonces ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. 5 Así cumpliré el juramento que hice a sus antepasados de darles una tierra donde abundan la leche y la miel, la cual ustedes tienen hoy”».
Yo respondí: «Amén, Señor».
6 El Señor me dijo: «Proclama todo esto en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: “Escuchen los términos de este pacto y cúmplanlos. 7 Desde el día en que hice salir a sus antepasados de la tierra de Egipto hasta el día de hoy, una y otra vez he advertido: ‘Obedézcanme’. 8 Pero no obedecieron ni prestaron atención, sino que siguieron la terquedad de su malvado corazón. Por eso hice caer sobre ellos todas las maldiciones de este pacto, que yo había ordenado cumplir, pero que no cumplieron”».
9 El Señor también me dijo: «Se está fraguando una conspiración entre los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. 10 Han vuelto a los mismos pecados de sus antepasados, quienes se negaron a obedecerme. Se han ido tras otros dioses para servirles. Tanto Israel como Judá han quebrantado el pacto que hice con sus antepasados. 11 Por eso, así dice el Señor: “Les enviaré una calamidad de la cual no podrán escapar. Aunque clamen a mí, no los escucharé. 12 Entonces las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a clamar a los dioses a los que quemaron incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue el tiempo de su calamidad. 13 Tú, Judá, tienes tantos dioses como ciudades. Erigiste tantos altares como calles hay en Jerusalén, altares para quemar incienso a Baal, para vergüenza tuya”.
14 »En cuanto a ti, Jeremías, no ores por este pueblo. No me ruegues ni me supliques por ellos, porque yo no escucharé cuando clamen a mí por causa de su calamidad.
15 »¿Qué hace mi amada en mi casa,
después de haber cometido tantas vilezas?
¿Acaso la carne consagrada alejará de ti la calamidad?
¿Podrás así regocijarte?».
16 El Señor te puso por nombre:
«Olivo frondoso, lleno de hermosos frutos».
Pero, en medio de grandes estruendos,
te ha prendido fuego
y tus ramas serán quebradas.
17 El Señor de los Ejércitos, el que te plantó, ha decretado una calamidad contra ti, por causa de la maldad que cometieron el pueblo de Israel y la tribu de Judá. Dice el Señor: «Me han ofendido al quemar incienso a Baal».
18 El Señor me lo hizo saber y lo comprendí. Me mostró las maldades que habían cometido. 19 Pero yo era como un manso cordero que es llevado al matadero; no sabía lo que estaban maquinando contra mí y que decían:
«Destruyamos el árbol con su fruto,
arranquémoslo de la tierra de los vivientes,
para que nadie recuerde más su nombre».
20 Pero tú, Señor de los Ejércitos, que juzgas con justicia,
que pruebas la mente y el corazón,
¡déjame ver cómo te vengas de ellos,
porque en tus manos he puesto mi causa!
21 «Por eso, así dice el Señor en contra de los hombres de Anatot, que buscan quitarte la vida y afirman: “¡No profetices en nombre del Señor, si no quieres morir a manos nuestras!”. 22 Por eso, así dice el Señor de los Ejércitos: “Voy a castigarlos. Los jóvenes morirán a filo de espada; sus hijos y sus hijas se morirán de hambre. 23 No quedará ni uno solo de ellos. En el año de su castigo haré venir una calamidad sobre los hombres de Anatot”».
Queja de Jeremías
12 Tú, Señor, eres justo
cuando argumento contigo.
Sin embargo, quisiera exponerte algunas cuestiones de justicia.
¿Por qué prosperan los malvados?
¿Por qué viven tranquilos los traidores?
2 Tú los plantas, ellos echan raíces,
crecen y dan fruto.
Te tienen a flor de labio,
pero estás lejos de su corazón.
3 A mí, Señor, tú me conoces;
tú me ves y has examinado mi corazón para contigo.
Arrástralos, como ovejas al matadero;
apártalos para el día de la matanza.
4 ¿Hasta cuándo estará seca la tierra,
y marchita la hierba de todos los campos?
Los animales y las aves se mueren
por la maldad de los que habitan el país,
quienes se atreven a decir:
«Dios no verá nuestro fin».
Respuesta de Dios
5 «Si corriste con los de a pie
e hicieron que te cansaras,
¿cómo competirás con los caballos?
Si tropiezas en una tierra tranquila,
¿qué harás en la espesura del Jordán?
6 Aun tus hermanos, los de tu propia familia,
te han traicionado
y gritan contra ti.
Por más que te digan cosas agradables,
no confíes en ellos.
7 »He abandonado mi casa,
he rechazado mi herencia,
he entregado al amor de mi vida
en poder de sus enemigos.
8 Mi heredad se ha comportado conmigo
como león en la selva.
Lanza rugidos contra mí;
por eso la aborrezco.
9 Mi heredad es para mí
como un ave de muchos colores
acosada por las aves de rapiña.
¡Vayan y reúnan a todos los animales salvajes!
¡Tráiganlos para que la devoren!
10 Muchos pastores han destruido mi viña,
han pisoteado mi terreno;
han hecho de mi hermosa parcela
un desierto desolado.
11 La han dejado en ruinas,
seca y desolada ante mis ojos;
todo el país ha sido arrasado
porque a nadie le importa.
12 Sobre todas las lomas desoladas
vinieron depredadores.
La espada del Señor destruirá el país
de un extremo al otro
y nadie estará seguro.
13 Sembraron trigo y cosecharon espinos;
¡de nada valió su esfuerzo!
Por causa de la ardiente ira del Señor
se avergonzarán de sus cosechas».
14 Así dice el Señor: «En cuanto a todos los vecinos malvados que tocaron la heredad que di a mi pueblo Israel, los arrancaré de sus tierras y a la tribu de Judá la quitaré de en medio de ellos. 15 Después que los haya desarraigado, volveré a tener compasión de ellos; los haré regresar, cada uno a su heredad y a su propia tierra. 16 Y, si aprenden bien los caminos de mi pueblo y, si así como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, aprenden a jurar por mi nombre y dicen: “Tan cierto como el Señor vive”, entonces serán establecidos en medio de mi pueblo. 17 Pero a la nación que no obedezca, la desarraigaré por completo y la destruiré», afirma el Señor.
El cinturón de lino
13 Así me dijo el Señor: «Ve y cómprate un cinturón de hilo de lino y póntelo en la cintura, pero no lo metas en agua».
2 Conforme a la instrucción del Señor, compré el cinturón y me lo puse en la cintura. 3 Entonces la palabra del Señor vino a mí y me dijo por segunda vez: 4 «Toma el cinturón que has comprado y que tienes puesto en la cintura; ve a Perat[a] y escóndelo allí, en la grieta de una roca». 5 Fui entonces y lo escondí en Perat, tal como el Señor me lo había ordenado.
6 Al cabo de muchos días, el Señor me dijo: «Ve a Perat y busca el cinturón que te mandé a esconder allí». 7 Fui a Perat, cavé y saqué el cinturón del lugar donde lo había escondido, pero ya estaba podrido y no servía para nada.
8 Entonces la palabra del Señor vino a mí y me dijo: 9 «Así dice el Señor: “De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y el gran orgullo de Jerusalén. 10 Este pueblo malvado, que se niega a obedecerme, que sigue la terquedad de su corazón y va tras otros dioses para servirlos y adorarlos, será como este cinturón, que no sirve para nada. 11 Porque así como el cinturón se ajusta a la cintura de una persona, así procuré que todo Israel y todo Judá se ajustaran a mí —afirma el Señor—, para que fueran mi pueblo y mi renombre, mi honor y mi gloria. ¡Pero no obedecieron!”.
Los cántaros rotos
12 »Diles también lo siguiente: “Así dice el Señor, el Dios de Israel: ‘Todo cántaro se llenará de vino’ ”. Y si ellos te dicen: “¿Acaso no sabemos bien que todo cántaro se debe llenar de vino?”, 13 entonces responderás que así dice el Señor: “Haré que queden completamente borrachos todos los habitantes de este país: a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. 14 Haré que se despedacen unos a otros, padres e hijos por igual. No les tendré piedad ni lástima, sino que los destruiré sin compasión”», afirma el Señor.
Advertencia oportuna
15 ¡Escúchenme, préstenme atención!
¡No sean soberbios,
porque el Señor mismo lo ha dicho!
16 Glorifiquen al Señor su Dios,
antes de que haga venir la oscuridad
y ustedes tropiecen contra los montes sombríos.
Ustedes esperan la luz,
pero él la cambiará en sombras mortales;
la convertirá en densa oscuridad.
17 Pero si ustedes no obedecen,
lloraré en secreto
por causa de su orgullo;
mis ojos llorarán amargamente
y se desharán en lágrimas,
porque el rebaño del Señor será llevado al cautiverio.
18 Di al rey y a la reina madre:
«¡Humíllense, siéntense en el suelo,
que ya no ostentan sobre su cabeza
la corona de gloria!».
19 Las ciudades del Néguev están cerradas
y no hay quien abra sus puertas.
Todo Judá se ha ido al destierro,
exiliado en su totalidad.
20 Alcen los ojos y miren
a los que vienen del norte.
¿Dónde está el rebaño que te fue confiado,
el rebaño que era tu orgullo?
21 ¿Qué dirás cuando el Señor te imponga como jefes
a los que tú mismo enseñaste a ser tus aliados predilectos?
¿No tendrás dolores
como de mujer de parto?
22 Y si preguntas:
«¿Por qué me pasa esto?»,
¡por tus muchos pecados
te han arrancado las faldas
y han maltratado tu cuerpo![b]
23 ¿Puede el etíope cambiar de piel
o el leopardo quitarse sus manchas?
¡Pues tampoco ustedes pueden hacer el bien,
acostumbrados como están a hacer el mal!
24 «Los dispersaré como a la paja
que arrastra el viento del desierto.
25 Esto es lo que te ha tocado como recompensa,
la porción que he medido para ti»,
afirma el Señor,
«pues me has olvidado
y has confiado en la mentira.
26 ¡Yo te alzaré las faldas hasta cubrirte el rostro
y descubrir tu vergüenza!
27 He visto tus adulterios,
tus relinchos,
tu prostitución desvergonzada y tus abominaciones,
en los campos y sobre las colinas.
¡Ay de ti, Jerusalén!
¿Hasta cuándo seguirás en tu impureza?».
Sequía, hambre y espada
14 Esta es la palabra del Señor, que vino a Jeremías con motivo de la sequía:
2 «Judá está de luto
y sus ciudades desfallecen;
hay lamentos en el país,
y sube el clamor de Jerusalén.
3 Los nobles mandan por agua a sus siervos
y estos van a las cisternas,
pero no la encuentran.
Decepcionados y confundidos,
vuelven con sus cántaros vacíos
y con la cabeza cubierta.
4 El suelo está agrietado,
porque no llueve en la tierra.
Decepcionados están los agricultores,
con la cabeza cubierta.
5 Aun las ciervas en el campo
abandonan a sus crías
por falta de pastos.
6 Parados sobre las lomas desoladas
y con los ojos desfallecientes,
los asnos salvajes olfatean el viento como chacales
porque ya no tienen hierba».
7 Aunque nuestras iniquidades nos acusan,
actúa en razón de tu nombre, oh Señor.
Muchas son nuestras infidelidades;
contra ti hemos pecado.
8 Tú, esperanza y salvación de Israel
en momentos de angustia,
¿por qué actúas en nuestra tierra como un extraño,
como un viajero que solo pasa la noche?
9 ¿Por qué te comportas como un hombre tomado por sorpresa,
como un guerrero impotente para salvar?
Señor, tú estás en medio de nosotros
y se nos llama por tu nombre;
¡no nos abandones!
10 Así dice el Señor acerca de este pueblo:
«Les encanta vagabundear;
no refrenan sus pies.
Por eso yo no los acepto,
sino que voy a recordar sus iniquidades
y a castigar sus pecados».
11 Entonces el Señor me dijo: «No ruegues por el bienestar de este pueblo. 12 Aunque ayunen, no escucharé sus clamores; aunque me ofrezcan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré. En verdad, voy a exterminarlos con la espada, el hambre y la plaga».
13 Pero yo respondí: «¡Ah, mi Señor y Dios! Los profetas les dicen que no se enfrentarán con la espada ni pasarán hambre, sino que tú concederás una paz duradera en este lugar».
14 El Señor me contestó: «Esos profetas están profetizando mentiras en mi nombre. Yo no los he enviado, ni he dado ninguna orden, ni siquiera les he hablado. Lo que están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación. 15 Por eso, así dice el Señor: “En cuanto a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que además dicen que no habrá espada ni hambre en este país, ellos mismos morirán de hambre y a filo de espada. 16 Y el pueblo al que profetizan será arrojado a las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada. No habrá quien los entierre, ni a ellos ni a sus esposas, ni a sus hijos ni a sus hijas. Y derramaré sobre ellos la calamidad que se merecen”.
17 »Tú les dirás lo siguiente:
»“Que mis ojos derramen lágrimas
día y noche, sin cesar,
porque la virginal hija de mi pueblo
ha sufrido una herida terrible,
un golpe muy duro.
18 Si salgo al campo,
veo los cuerpos de los muertos a filo de espada;
si entro en la ciudad,
veo los estragos que el hambre ha producido.
Tanto el profeta como el sacerdote
andan errantes en la tierra sin comprender nada”».
19 ¿Has rechazado por completo a Judá?
¿Detestas a Sión?
¿Por qué nos has herido de tal modo
que ya no tenemos remedio?
Esperábamos tiempos de paz,
pero nada bueno recibimos.
Esperábamos tiempos de salud,
pero solo nos llegó el terror.
20 Reconocemos, Señor, nuestra maldad
y la iniquidad de nuestros antepasados.
¡Hemos pecado contra ti!
21 En honor a tu nombre, no nos desprecies;
no deshonres tu trono glorioso.
¡Acuérdate de tu pacto con nosotros!
¡No lo quebrantes!
22 ¿Acaso hay entre los ídolos falsos
alguno que pueda hacer llover?
¿Pueden los cielos solos dar lluvia?
Solo tú, Señor y Dios nuestro,
puedes hacer todas estas cosas;
por eso nuestra esperanza está en ti.
15 El Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel se presentaran ante mí, no tendría compasión de este pueblo. ¡Échalos de mi presencia! ¡Que se vayan! 2 Y si te preguntan: “¿A dónde iremos?”, entonces responderás que así dice el Señor:
»“Los destinados a la muerte, a la muerte;
los destinados a la espada, a la espada;
los destinados al hambre, al hambre;
los destinados al cautiverio, al cautiverio”.
3 »Enviaré contra ellos cuatro clases de calamidades —afirma el Señor—, la espada para matar, los perros para destrozar, las aves del cielo para devorar y las bestias de la tierra para destruir. 4 Los haré motivo de terror para todos los reinos de la tierra, por causa de lo que Manasés, hijo de Ezequías y rey de Judá, hizo en Jerusalén.
5 »¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén?
¿Quién llorará por ti?
¿Quién se detendrá a preguntar por tu bienestar?
6 Tú me has rechazado,
te has vuelto atrás»,
afirma el Señor.
«Extenderé mi mano contra ti y te destruiré;
estoy cansado de tenerte compasión.
7 Te arrojaré al viento con el rastrillo
en las puertas de la ciudad.
A ti te dejaré sin hijos y a mi pueblo lo destruiré,
porque no cambió su conducta.
8 Haré que sus viudas sean más numerosas
que la arena de los mares;
en pleno día enviaré destrucción
contra las madres de los jóvenes.
De repente haré que caigan sobre ellas
la angustia y el pavor.
9 Se desmaya la que tuvo siete hijos;
se queda sin aliento.
Su sol se pone en pleno día;
¡se queda avergonzada y humillada!
A sus sobrevivientes los entregaré a la espada
delante de sus enemigos»,
afirma el Señor.
10 ¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz
como hombre de contiendas y disputas contra toda la nación!
No he prestado ni me han prestado,
pero todos me maldicen.
11 El Señor dijo:
«Ciertamente te libraré para bien;
haré que el enemigo te suplique
en tiempos de calamidad y de angustia.
12 »¿Puede el hombre romper el hierro,
el hierro del norte o el bronce?
13 »Por causa de todos tus pecados
entregaré como botín, sin costo alguno,
tu riqueza y tus tesoros,
por todo tu territorio.
14 Haré que sirvas[c] a tus enemigos
en una tierra que no conoces,
porque mi ira encenderá un fuego
que arderá contra ustedes».
15 Tú comprendes, Señor;
¡acuérdate de mí y cuídame!
¡Toma venganza de los que me persiguen!
Tú eres lento para la ira,
no permitas que sea yo arrebatado;
sabes que por ti sufro injurias.
16 Al encontrarme con tus palabras,
yo las devoraba;
ellas eran mi gozo
y la alegría de mi corazón,
porque yo llevo tu nombre,
Señor Dios de los Ejércitos.
17 No me he sentado en compañía de libertinos
ni me he divertido con ellos;
he vivido solo, porque tu mano estaba sobre mí
y me has llenado de indignación.
18 ¿Por qué no cesa mi dolor?
¿Por qué es incurable mi herida?
¿Por qué se resiste a sanar?
¿Serás para mí un arroyo engañoso,
de aguas no confiables?
19 Por eso, así dice el Señor:
«Si te arrepientes, yo te restauraré
y podrás servirme.
Si evitas hablar en vano,
y dices palabras valiosas,
tú serás mi portavoz.
Que ellos se vuelvan hacia ti,
pero tú no te vuelvas hacia ellos.
20 Haré que seas para este pueblo
como invencible muro de bronce;
pelearán contra ti,
pero no te podrán vencer,
porque yo estoy contigo
para salvarte y librarte»,
afirma el Señor.
21 «Te libraré del poder de los malvados;
te rescataré de las garras de los violentos».
Mensaje de juicio
16 La palabra del Señor vino a mí y me dijo: 2 «No te cases ni tengas hijos ni hijas en este lugar». 3 Porque así dice el Señor en cuanto a los hijos y las hijas que han nacido en este lugar, y en cuanto a las madres que los dieron a luz y los padres que los engendraron en esta tierra: 4 «Morirán de enfermedades horribles. Nadie llorará por ellos ni los sepultará; se quedarán sobre la faz de la tierra, como el estiércol. La espada y el hambre acabarán con ellos, y sus cadáveres servirán de alimento para las aves del cielo y para las bestias de la tierra».
5 Así dice el Señor: «No entres en una casa donde estén de luto, ni vayas a llorar, ni los consueles, porque a este pueblo le he retirado mi paz, mi gran amor y mi compasión», afirma el Señor. 6 «En esta tierra morirán grandes y pequeños; nadie llorará por ellos ni los sepultará; nadie se hará heridas en el cuerpo ni se rapará la cabeza por ellos. 7 Nadie ofrecerá un banquete fúnebre a los que estén de duelo para consolarlos por el muerto. Tampoco a nadie se le dará a beber la copa del consuelo, aun cuando quien haya muerto sea su padre o su madre.
8 »No entres en una casa donde haya una celebración ni te sientes con ellos a comer y beber. 9 Porque así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: Voy a poner fin en este lugar a toda expresión de alegría y de regocijo; así como al cántico del novio y de la novia. Esto sucederá en sus propios días y ustedes lo verán.
10 »Cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, ellos te preguntarán: “¿Por qué ha decretado el Señor contra nosotros esta calamidad tan grande? ¿Cuál es nuestra iniquidad? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios?”. 11 Entonces responderás: “Esto es porque sus antepasados me abandonaron y se fueron tras otros dioses, les sirvieron y los adoraron. Pero a mí me abandonaron y no cumplieron mi Ley”, afirma el Señor. 12 “Pero ustedes se han comportado peor que sus antepasados. Cada uno sigue la terquedad de su corazón malvado, en vez de obedecerme. 13 Por eso los voy a arrojar de esta tierra a una tierra que ni ustedes ni sus antepasados conocieron, y allí servirán a otros dioses día y noche. No les tendré compasión”.
14 »Por eso —afirma el Señor—, vienen días en que ya no se dirá: “Tan cierto como que vive el Señor, quien hizo salir a los israelitas de la tierra de Egipto”; 15 sino: “Tan cierto como que vive el Señor, quien hizo salir a los israelitas de la tierra del norte y de todos los países adonde los había expulsado”. Yo los haré volver a su tierra, la que antes di a sus antepasados.
16 »Voy a enviar a muchos pescadores —afirma el Señor—, ellos los pescarán a ustedes. Después enviaré a muchos cazadores; ellos los cazarán por todas las montañas, colinas y por las grietas de las rocas. 17 Porque mis ojos ven todas sus acciones; ninguna de ellas me es oculta. Su iniquidad no puede esconderse de mi vista. 18 Primero les pagaré el doble por su iniquidad y su pecado, porque con los cadáveres de sus ídolos detestables han profanado mi tierra y han llenado mi herencia con sus abominaciones».
19 Señor, fuerza y fortaleza mía,
mi refugio en el día de la angustia;
desde los confines de la tierra
vendrán a ti las naciones y dirán:
«Solo mentira heredaron nuestros antepasados;
ídolos inútiles que no sirven para nada.
20 ¿Acaso puede el hombre hacer sus propios dioses?
¡Pero si no son dioses!».
21 «Por eso, esta vez les daré una lección;
les daré a conocer mi mano poderosa.
¡Así sabrán
que mi nombre es el Señor!
17 »El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro;
grabado está con punta de diamante
sobre la tabla de su corazón
y sobre los cuernos de sus altares.
2 Aún sus hijos recuerdan sus altares
y las imágenes de Aserá
junto a los árboles frondosos
sobre las altas colinas,
3 y sobre mi montaña a campo abierto.
Así que entregaré como botín tu riqueza,
tus tesoros y tus altares paganos,
por todos tus pecados
en todo tu territorio.
4 Por tu culpa perderás la herencia
que yo te había dado.
Te haré esclava de tus enemigos,
en un país para ti desconocido,
porque has encendido mi ira,
la cual se mantendrá ardiendo para siempre».
5 Así dice el Señor:
«¡Maldito aquel que confía en los hombres,
que se apoya en fuerzas humanas
y aparta su corazón del Señor!
6 Será como una zarza en el desierto:
no se dará cuenta cuando llegue el bien.
Morará en la sequedad del desierto,
en tierras de sal, donde nadie habita.
7 »Bendito el hombre que confía en el Señor
y pone su confianza en él.
8 Será como un árbol plantado junto al agua
que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme que llegue el calor
y sus hojas están siempre verdes.
En época de sequía no se angustia
y nunca deja de dar fruto».
9 Nada hay tan engañoso como el corazón.
No tiene remedio.
¿Quién puede comprenderlo?
10 «Yo, el Señor, sondeo el corazón
y examino los pensamientos,
para darle a cada uno según sus acciones
y según el fruto de sus obras».
11 El que acapara riquezas injustas
es como una perdiz que empolla huevos que no puso.
En la mitad de la vida las perderá
y al final se mostrará como un insensato.
12 Trono glorioso, exaltado desde el principio
es el lugar de nuestro santuario.
13 Señor, tú eres la esperanza de Israel,
todo el que te abandona quedará avergonzado.
El que se aparta de ti quedará como algo escrito en el polvo,
porque abandonó al Señor,
fuente de aguas vivas.
14 Sáname, Señor, y seré sanado;
sálvame y seré salvo,
porque tú eres mi alabanza.
15 No falta quien me pregunte:
«¿Dónde está la palabra del Señor?
¡Que se cumpla ya!».
16 Pero yo no me he apresurado a abandonarte y dejar de ser tu pastor;
tampoco he deseado que venga el día de la calamidad.
Tú bien sabes lo que he dicho,
pues lo dije en tu presencia.
17 No seas para mí un motivo de terror;
tú eres mi refugio en tiempos de calamidad.
18 ¡No me pongas a mí en vergüenza;
avergüénzalos a ellos!
¡No me llenes de terror a mí;
aterrorízalos a ellos!
Envíales tiempos de calamidad;
¡destrózalos y vuelve a destrozarlos!
La observancia del sábado
19 Así me dijo el Señor: «Ve y párate en la puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá; luego, en todas las puertas de Jerusalén. 20 Diles: “¡Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá, toda la gente de Judá y todos los habitantes de Jerusalén que entran por estas puertas! 21 Así dice el Señor: ‘Cuídense bien de no llevar ninguna carga en día sábado y de no meterla por las puertas de Jerusalén. 22 Tampoco saquen ninguna carga de sus casas en día sábado ni hagan ningún tipo de trabajo. Consagren el día sábado, tal como se lo ordené a sus antepasados. 23 Pero ellos no me prestaron atención ni me obedecieron, sino que se obstinaron y no quisieron escuchar ni recibir corrección.
24 »” ’Si de veras me obedecen —afirma el Señor—, y no meten ninguna carga por las puertas de esta ciudad en día sábado, sino que consagren este día no haciendo ningún trabajo, 25 entonces reyes entrarán por las puertas de esta ciudad con sus oficiales y se sentarán en el trono de David. Ellos y sus oficiales entrarán montados en carros y caballos, acompañados por la gente de Judá y por los habitantes de Jerusalén, y esta ciudad será habitada para siempre. 26 Vendrá gente de las ciudades de Judá y de los alrededores de Jerusalén, del territorio de Benjamín y de la Sefelá, de la región montañosa y del Néguev. Traerán al Templo del Señor holocaustos y sacrificios, ofrendas de cereal, incienso y ofrendas de acción de gracias. 27 Pero si no obedecen en consagrar el día sábado y permiten que entren cargas por las puertas de Jerusalén en sábado, entonces prenderé fuego a sus puertas que no podrá ser apagado y que consumirá los palacios de Jerusalén’ ”».
Parábola del alfarero
18 Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: 2 «Levántate y baja ahora mismo a la casa del alfarero y allí te comunicaré mi mensaje».
3 Entonces bajé a la casa del alfarero y lo encontré trabajando en el torno. 4 Pero la vasija que estaba modelando se deshizo en sus manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que había quedado bien.
5 En ese momento la palabra del Señor vino a mí y me dijo: 6 «Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro?», afirma el Señor. «Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero. 7 En un momento puedo hablar de arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino; 8 pero si la nación de la cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo desistiré del castigo que había pensado infligirles. 9 En otro momento puedo hablar de construir y plantar a una nación o a un reino. 10 Pero si esa nación hace lo malo ante mis ojos y no me obedece, yo desistiré del bien que había pensado hacerles. 11 Y ahora habla con los habitantes de Judá y de Jerusalén y adviérteles que así dice el Señor: “Estoy preparando una calamidad contra ustedes y elaborando un plan en su contra. ¡Vuélvanse ya de su mal camino; enmienden su conducta y sus acciones!”. 12 Ellos objetarán: “Es inútil. Vamos a seguir nuestros propios planes” y cada uno cometerá la maldad que dicte su obstinado corazón».
13 Por eso, así dice el Señor:
«Pregunten entre las naciones:
¿Quién ha oído algo semejante?
La virginal Israel
ha cometido algo terrible.
14 ¿Acaso la nieve del Líbano
desaparece de las laderas rocosas?
¿Se agotan las aguas frías
que fluyen de las montañas?[d]
15 Sin embargo, mi pueblo me ha olvidado;
quema incienso a ídolos inútiles,
que los hicieron tropezar en sus caminos,
en los senderos antiguos.
Los hicieron caminar
por sendas y veredas escabrosas.
16 Así ha dejado desolada su tierra;
la ha hecho objeto de burla constante.
Todo el que pase por allí
meneará atónito la cabeza.
17 Como un viento del este,
los esparciré delante del enemigo.
En el día de su calamidad
les daré la espalda y no la cara».
18 Ellos dijeron: «Vengan, tramemos un plan contra Jeremías. Porque no faltará la Ley al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Ataquémoslo de palabra y no hagamos caso de nada de lo que diga».
19 ¡Señor, préstame atención!
¡Escucha a los que me acusan!
20 ¿Acaso el bien se paga con el mal?
¡Pues ellos me han cavado una fosa!
Recuerda que me presenté ante ti
para interceder por ellos,
para apartar de ellos tu ira.
21 Por eso, entrega ahora sus hijos al hambre;
abandónalos a merced de la espada.
Que sus esposas se queden viudas y sin hijos;
que sus maridos mueran asesinados
y que sus jóvenes caigan en combate a filo de espada.
22 Que se oigan los gritos desde sus casas,
cuando de repente mandes contra ellos invasores.
Han cavado una fosa para atraparme,
y han puesto trampas a mi paso.
23 Pero tú, Señor, conoces
todos sus planes para matarme.
¡No perdones su iniquidad
ni borres de tu presencia sus pecados!
¡Que caigan derribados ante ti!
¡Enfréntate a ellos en el momento de tu ira!
19 Así dice el Señor: «Ve a un alfarero y cómprale un cántaro de barro. Luego, pide que te acompañen algunos de los jefes del pueblo y de los sacerdotes. 2 Ve al valle de Ben Hinón, que está a la entrada de la puerta de los Alfareros, y proclama allí las palabras que yo te comunicaré. 3 Diles: “Reyes de Judá y habitantes de Jerusalén, escuchen la palabra del Señor. Así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: ‘Voy a enviar tal calamidad sobre este lugar que a todo el que la oiga le quedará retumbando en los oídos. 4 Porque ellos me han abandonado. Han profanado este lugar, quemando en él incienso a otros dioses que no conocían ni ellos ni sus antepasados ni los reyes de Judá. Además, han llenado de sangre inocente este lugar. 5 Han construido altares paganos en honor de Baal, para quemar a sus hijos en el fuego como holocaustos a Baal, cosa que yo jamás ordené ni mencioné ni jamás me pasó por la mente. 6 Por eso, vendrán días en que este lugar ya no se llamará Tofet ni valle de Ben Hinón, sino valle de la Matanza’, afirma el Señor. 7 ‘En este lugar anularé los planes de Judá y de Jerusalén. Los haré caer a filo de espada delante de sus enemigos, es decir, a manos de los que atentan contra su vida. También dejaré sus cadáveres a las aves del cielo y a las bestias de la tierra para que les sirvan de comida. 8 Convertiré a esta ciudad en un lugar desolado y en objeto de burla. Todo el que pase por ella quedará atónito y se burlará de todas sus heridas. 9 Ante el angustioso asedio que les impondrán los enemigos que atentan contra ustedes, haré que se coman la carne de sus propios hijos e hijas y que se devoren entre sí’ ”.
10 »Rompe después el cántaro a la vista de los hombres que te acompañaron 11 y adviérteles que así dice el Señor de los Ejércitos: “Voy a romper a esta nación y a esta ciudad como quien rompe un cántaro de alfarero que ya no se puede reparar; y a falta de otro lugar, enterrarán a sus muertos en Tofet. 12 Así haré con este lugar y con sus habitantes”, afirma el Señor, “esta ciudad quedará tal y como quedó Tofet. 13 Todas las casas de Jerusalén y todos los palacios de los reyes de Judá; es decir, todas esas casas en cuyas azoteas se quemó incienso a todo el ejército del cielo y donde se derramaron ofrendas líquidas a otros dioses, quedarán tan impuras como quedó Tofet”».
14 Cuando Jeremías regresó de Tofet —adonde el Señor lo había enviado a profetizar—, se paró en el atrio del Templo del Señor y dijo a todo el pueblo: 15 «Así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: “Como esta ciudad y todos sus pueblos vecinos se han obstinado en desobedecer mis palabras, voy a mandarles toda la calamidad que había prometido”».
Jeremías y Pasur
20 Cuando el sacerdote Pasur, hijo de Imer, que era el oficial principal del Templo del Señor, oyó lo que Jeremías profetizaba, 2 mandó que golpearan al profeta Jeremías y que lo colocaran en el cepo ubicado en la puerta superior de Benjamín, junto al Templo del Señor. 3 A la mañana siguiente, cuando Pasur liberó a Jeremías del cepo, Jeremías dijo: «El Señor ya no te llama Pasur, sino Magor Missabib.[e] 4 Porque así dice el Señor: “Te voy a convertir en terror para ti mismo y para tus amigos, los cuales caerán bajo la espada de sus enemigos y tú mismo lo verás. Entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, el cual los deportará a Babilonia y los matará a filo de espada. 5 Además, pondré en manos de sus enemigos toda la riqueza de esta ciudad, todos sus productos y objetos de valor y todos los tesoros de los reyes de Judá, para que los saqueen y se los lleven a Babilonia. 6 Y tú, Pasur, irás al cautiverio de Babilonia junto con toda tu familia. Allí morirás y allí serás enterrado, con todos tus amigos a quienes profetizabas mentiras”».
Quejas de Jeremías
7 ¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir!
Fuiste más fuerte que yo y me venciste.
Todo el mundo se burla de mí;
se ríen de mí todo el tiempo.
8 Cada vez que hablo es para gritar:
«¡Violencia! ¡Destrucción!».
Por eso la palabra del Señor
fue cada día para mí una deshonra y una burla.
9 Si digo: «No me acordaré más de él
ni hablaré más en su nombre»;
entonces su palabra es en mi corazón como un fuego,
un fuego ardiente que penetra hasta los huesos.
He hecho todo lo posible por contenerla,
pero ya no puedo más.
10 Escucho a muchos decir con sorna:
«¡Hay terror por todas partes!».
Y hasta agregan: «¡Denúncienlo! ¡Vamos a denunciarlo!».
Aun mis mejores amigos
esperan que tropiece.
También dicen: «Quizá lo podamos seducir.
Entonces lo venceremos
y nos vengaremos de él».
11 Pero el Señor está conmigo
como un guerrero poderoso;
por eso los que me persiguen
caerán y no podrán prevalecer,
fracasarán y quedarán avergonzados.
Eterna será su deshonra;
jamás será olvidada.
12 Tú, Señor de los Ejércitos, que examinas al justo,
que sondeas el corazón y la mente,
hazme ver tu venganza sobre ellos,
pues a ti he encomendado mi causa.
13 ¡Canten al Señor, alábenlo!
Él libra a los pobres
del poder de los malvados.
14 ¡Maldito el día en que nací!
¡El día en que mi madre me dio a luz no sea bendito!
15 ¡Maldito el hombre que alegró a mi padre
cuando le dijo: «Te ha nacido un hijo varón»!
16 ¡Que sea tal hombre como las ciudades
que el Señor destruyó sin compasión.
Que oiga gritos en la mañana
y alaridos de guerra al mediodía!
17 ¿Por qué Dios no me dejó morir
en el seno de mi madre?
Así ella habría sido mi tumba
y yo jamás habría salido de su vientre.
18 ¿Por qué tuve que salir del vientre
solo para ver problemas y aflicción
y para terminar mis días en vergüenza?
Dios rechaza la petición de Sedequías
21 Esta es la palabra del Señor que vino a Jeremías cuando el rey Sedequías envió a Pasur, hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maseías, a que le dijeran:
2 «Consulta ahora al Señor por nosotros, porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos está atacando. Tal vez el Señor haga una de sus maravillas como en tiempos pasados y lo obligue a retirarse».
3 Jeremías respondió:
«Adviértanle a Sedequías 4 que así dice el Señor, el Dios de Israel: “Yo haré que se vuelvan contra ustedes las armas de guerra que tienen en sus manos, con las cuales pelean contra el rey de Babilonia y contra los babilonios,[f] que desde fuera de los muros los tienen sitiados. Amontonaré sus armas dentro de la ciudad. 5 Yo mismo pelearé contra ustedes. Con gran despliegue de poder, con ira, furor y gran enojo, 6 heriré a hombres y animales; los habitantes de esta ciudad morirán por causa de una plaga terrible. 7 Después de eso, entregaré a Sedequías, rey de Judá, a sus oficiales y a la gente que haya quedado con vida en la ciudad después de la plaga, la espada y el hambre”, afirma el Señor. “Los entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los enemigos que buscan matarlos. Sin ninguna piedad, clemencia ni compasión, Nabucodonosor los matará a filo de espada”.
8 »Y a este pueblo adviértele que así dice el Señor: “Pongo delante de ustedes el camino de la vida y el camino de la muerte. 9 El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, la plaga o el hambre. Pero el que salga y se rinda a los babilonios[g] que los tienen sitiados, vivirá. Así salvará su vida. 10 Porque he decidido hacer el mal a esta ciudad y no el bien”, afirma el Señor. “Será entregada en manos del rey de Babilonia, quien le prenderá fuego”.
11 »Di también a la casa real de Judá que escuchen la palabra del Señor. 12 Adviértele a la dinastía de David que así dice el Señor:
»“Hagan justicia cada mañana
y libren al explotado del poder del opresor.
No sea que mi ira se encienda como un fuego
y arda sin que nadie pueda extinguirla,
a causa de la maldad de sus acciones.
13 ¡Yo estoy contra ti, Jerusalén,
habitante del valle, en la llanura rocosa!”,
afirma el Señor.
“Ustedes dicen: ‘¿Quién podrá venir contra nosotros?
¿Quién podrá entrar en nuestros refugios?’.
14 Yo los castigaré conforme al fruto de sus acciones”,
afirma el Señor,
“a su bosque le prenderé fuego
y ese fuego consumirá todos sus alrededores”».
Juicio contra reyes malvados
22 Así dice el Señor: «Baja al palacio del rey de Judá y proclama allí este mensaje: 2 “Escuchen la palabra del Señor, tú, rey de Judá, que estás sentado sobre el trono de David, tus oficiales y tu pueblo, que entran por estas puertas. 3 Así dice el Señor: ‘Practiquen el derecho y la justicia. Libren al oprimido del poder del opresor. No maltraten ni hagan violencia al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derramen sangre inocente en este lugar. 4 Si tienen cuidado de cumplir estos mandamientos, entonces por las puertas de este palacio entrarán reyes que ocuparán el trono de David; entrarán en carros y a caballo, acompañados por sus oficiales y su pueblo. 5 Pero, si no obedecen estas palabras, tan cierto como que yo vivo, que este palacio se convertirá en un montón de ruinas. Yo, el Señor, lo afirmo’ ”».
6 Porque así dice el Señor acerca de la casa real de Judá:
«Para mí, tú eres como Galaad
y como la cima del Líbano;
ciertamente te convertiré en un desierto,
en ciudades deshabitadas.
7 Enviaré contra ti destructores,
cada uno con sus armas,
que talarán tus cedros más hermosos
y los echarán en el fuego.
8 »Gente de muchas naciones pasará por esta ciudad y se preguntará: “¿Por qué habrá tratado así el Señor a esta gran ciudad?”. 9 Y se le responderá: “Porque abandonaron el pacto del Señor su Dios, adorando y sirviendo a otros dioses”».
10 No lloren por el que está muerto
ni hagan lamentaciones por él.
Lloren más bien por el exiliado,
por el que nunca volverá
ni verá más la tierra en que nació.
11 Así dice el Señor acerca de Salún,[h] hijo de Josías y rey de Judá, que comenzó a reinar después de su padre Josías y que salió de este lugar: «Nunca más volverá, 12 sino que morirá en el lugar donde ha sido desterrado. No volverá a ver más este país.
13 »¡Ay del que edifica su casa y sus habitaciones superiores
violentando la justicia y el derecho!
¡Ay del que obliga a su prójimo
a trabajar gratis y no le paga por su trabajo!
14 ¡Ay del que dice: “Me edificaré un gran palacio,
con habitaciones amplias en el piso superior”!
Y le abre grandes ventanas,
y la recubre de cedro y la pinta de rojo.
15 »¿Acaso eres rey
solo por acaparar mucho cedro?
Tu padre no solo comía y bebía,
sino que practicaba el derecho y la justicia;
por eso le fue bien.
16 Defendía la causa del pobre y del necesitado;
por eso le fue bien.
¿Acaso no es esto conocerme?»,
afirma el Señor.
17 «Pero tus ojos y tu corazón
solo buscan ganancias deshonestas,
solo buscan derramar sangre inocente
y practicar la opresión y la violencia».
18 Por eso, así dice el Señor acerca de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá:
«Nadie lamentará su muerte ni gritará:
“¡Ay, mi hermano! ¡Ay, mi hermana!”.
Nadie lamentará su muerte ni gritará:
“¡Ay, señor! ¡Ay, Su Majestad!”.
19 Será enterrado como un asno;
lo arrastrarán y arrojarán
fuera de las puertas de Jerusalén».
Juicio contra Jerusalén
20 «¡Sube al Líbano y grita;
levanta tu voz en Basán!
¡Grita desde Abarín,
pues todos tus amantes han sido destruidos!
21 Yo te hablé cuando te iba bien,
pero tú dijiste: “¡No escucharé!”.
Así te has comportado desde tu juventud:
¡nunca me has obedecido!
22 El viento arrastrará a todos tus pastores
y tus amantes irán al cautiverio.
Por culpa de toda tu maldad
quedarás avergonzada y humillada.
23 Tú, que habitas en el Líbano,[i]
que has puesto tu nido entre los cedros,
¡cómo gemirás cuando te vengan los dolores,
dolores como de parturienta!
Juicio contra Jeconías
24 »¡Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor—, aunque Jeconías[j], hijo de Joacim y rey de Judá, sea un anillo en mi mano derecha, aun de allí lo arrancaré! 25 Yo te entregaré en manos de los que buscan matarte y en manos de los que tú más temes; es decir, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los babilonios.[k] 26 A ti y a la madre que te dio a luz los arrojaré a un país que no los vio nacer y allí morirán. 27 Jamás volverán al país al que tanto anhelan volver».
28 ¿Es Jeconías una vasija despreciable y rota,
un objeto que nadie desea?
¿Por qué son arrojados él y su descendencia
y echados a un país que no conocen?
29 ¡Tierra, tierra, tierra!
¡Escucha la palabra del Señor!
30 Así dice el Señor: «Anoten a este hombre
como si fuera un hombre sin hijos;
como alguien que fracasó en su vida.
Porque ninguno de sus descendientes
logrará ocupar el trono de David
ni reinar de nuevo en Judá».
El Rey justo
23 «¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mis praderas!», afirma el Señor. 2 Por eso, así dice el Señor, el Dios de Israel, a los pastores que apacientan a mi pueblo: «Ustedes han dispersado a mis ovejas; las han expulsado y no se han encargado de ellas. Pues bien, yo me encargaré de castigarlos a ustedes por sus malas acciones», afirma el Señor. 3 «Al remanente de mis ovejas yo mismo las reuniré de todos los países adonde las expulsé; también las haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán. 4 Pondré sobre ellas pastores que las pastorearán y ya no temerán ni se espantarán, ni faltará ninguna de ellas», afirma el Señor.
5 «Vienen días», afirma el Señor,
«en que de la simiente de David haré surgir un Renuevo justo;
él reinará con sabiduría en la tierra,
y practicará el derecho y la justicia.
6 En esos días Judá será salvo,
Israel morará seguro.
Y este es el nombre que se le dará:
“El Señor es nuestra justicia”.
7 »Por eso —afirma el Señor—, vienen días en que ya no se dirá: “Tan cierto como vive el Señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra de Egipto”, 8 sino: “Tan cierto como vive el Señor, que hizo salir a los descendientes de la familia de Israel, y los hizo llegar del país del norte y de todos los países adonde los había expulsado”. Entonces habitarán en su propia tierra».
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