Dichas estas palabras, se retiró. Los sacerdotes, levantando las manos al cielo, empezaron a suplicar de esta manera a Dios, que siempre había protegido a nuestro pueblo:
Dicho esto, Nicanor se fue. Los sacerdotes levantaron sus manos al cielo de inmediato, y oraron a Dios: «Señor, tú siempre has defendido a tu pueblo, y aunque no tienes necesidad de nada, elegiste vivir en este templo, entre nosotros.