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Read the Gospels in 40 Days

Read through the four Gospels--Matthew, Mark, Luke, and John--in 40 days.
Duration: 40 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
Juan 19-20

La sentencia(A)

19 Pilato tomó entonces a Jesús y mandó que lo azotaran. Los soldados, que habían tejido una corona de espinas, se la pusieron a Jesús en la cabeza y lo vistieron con un manto de color púrpura.

―¡Viva el rey de los judíos! —le gritaban, mientras se le acercaban para abofetearlo.

Pilato volvió a salir.

―Aquí lo tenéis —dijo a los judíos—. Lo he sacado para que sepáis que no lo encuentro culpable de nada.

Cuando salió Jesús, llevaba puestos la corona de espinas y el manto de color púrpura.

―¡Aquí tenéis al hombre! —les dijo Pilato.

Tan pronto como lo vieron, los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaron a voz en grito:

―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

―Pues lleváoslo y crucificadlo vosotros —replicó Pilato—. Por mi parte, no lo encuentro culpable de nada.

―Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios —insistieron los judíos.

Al oír esto, Pilato se atemorizó aún más, así que entró de nuevo en el palacio y preguntó a Jesús:

―¿De dónde eres tú?

Pero Jesús no le contestó nada.

10 ―¿Te niegas a hablarme? —le dijo Pilato—. ¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?

11 ―No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba —le contestó Jesús—. Por eso el que me puso en tus manos es culpable de un pecado más grande.

12 Desde entonces Pilato procuraba poner en libertad a Jesús, pero los judíos gritaban desaforadamente:

―Si dejas en libertad a este hombre, no eres amigo del emperador. Cualquiera que pretende ser rey se hace su enemigo.

13 Al oír esto, Pilato llevó a Jesús hacia fuera y se sentó en el tribunal, en un lugar al que llamaban el Empedrado (que en arameo se dice Gabatá). 14 Era el día de la preparación para la Pascua, cerca del mediodía.[a]

―Aquí tenéis a vuestro rey —dijo Pilato a los judíos.

15 ―¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron.

―¿Acaso voy a crucificar a vuestro rey? —replicó Pilato.

―No tenemos más rey que el emperador romano —contestaron los jefes de los sacerdotes.

16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y los soldados se lo llevaron.

La crucifixión(B)

17 Jesús salió cargando su propia cruz hacia el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota). 18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.

19 Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos». 20 Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego.

21 ―No escribas “Rey de los judíos” —protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Sino que él era quien decía ser rey de los judíos.

22 ―Lo que he escrito, escrito queda —contestó Pilato.

23 Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Tomaron también la túnica, la cual no tenía costura, sino que era de una sola pieza, tejida de arriba abajo.

24 ―No la dividamos —se dijeron unos a otros—. Echemos suertes para ver a quién le toca.

Y así lo hicieron los soldados. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:

«Se repartieron entre ellos mi manto,
    y sobre mi ropa echaron suertes».[b]

25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofás, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:

―Mujer, ahí tienes a tu hijo.

27 Luego dijo al discípulo:

―Ahí tienes a tu madre.

Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.

Muerte de Jesús(C)

28 Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:

―Tengo sed.

29 Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña[c] y se la acercaron a la boca. 30 Al probar Jesús el vinagre, dijo:

―Todo se ha cumplido.

Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.

31 Era el día de la preparación para la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz en sábado, por ser este un día muy solemne. Así que pidieron a Pilato ordenar que se quebraran las piernas a los crucificados y bajaran sus cuerpos. 32 Fueron entonces los soldados y quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro. 33 Pero, cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no quebraron sus piernas, 34 sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua. 35 El que lo vio ha dado testimonio de ello, y su testimonio es verídico. Él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. 36 Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso»[d] 37 y, como dice otra Escritura: «Mirarán al que han traspasado».[e]

Sepultura de Jesús(D)

38 Después de esto, José de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo. 39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos[f] de una mezcla de mirra y áloe. 40 Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas. 41 En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto, un sepulcro nuevo en el que todavía no se había sepultado a nadie. 42 Como era el día judío de la preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

El sepulcro vacío(E)

20 El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían quitado la piedra que cubría la entrada. Así que fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

―¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!

Pedro y el otro discípulo se dirigieron entonces al sepulcro. Ambos fueron corriendo, pero, como el otro discípulo corría más deprisa que Pedro, llegó primero al sepulcro. Inclinándose, se asomó y vio allí las vendas, pero no entró. Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Vio allí las vendas y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque el sudario no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. En ese momento entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar.

Jesús se aparece a María Magdalena

10 Los discípulos regresaron a su casa, 11 pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.

13 ―¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles.

―Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió.

14 Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. 15 Jesús le dijo:

―¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo:

―Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo iré por él.

16 ―María —le dijo Jesús.

Ella se volvió y exclamó:

―¡Raboni! (que en arameo significa: maestro).

17 ―Suéltame,[g] porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”.

18 María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos. «¡He visto al Señor!», exclamaba, y les contaba lo que él le había dicho.

Jesús se aparece a sus discípulos

19 Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.

―¡La paz sea con vosotros!

20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.

21 ―¡La paz sea con vosotros! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros.

22 Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo:

―Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonéis, no les serán perdonados.

Jesús se aparece a Tomás

24 Tomás, al que apodaban el Gemelo,[h] y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. 25 Así que los otros discípulos le dijeron:

―¡Hemos visto al Señor!

―Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás.

26 Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.

―¡La paz sea con vosotros!

27 Luego dijo a Tomás:

―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.

28 ―¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.

29 ―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.

30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. 31 Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengáis vida.

Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)

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