Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Read the Gospels in 40 Days

Read through the four Gospels--Matthew, Mark, Luke, and John--in 40 days.
Duration: 40 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Lucas 7-9

Jesús sana al siervo del centurión

Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que lo escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. Y el siervo de cierto centurión, a quien este tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole:

—Él es digno de que le concedas esto porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.

Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle:

—Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra y mi criado será sanado. Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a este: “Ve”, y él va; digo al otro: “Ven”, y él viene; y digo a mi siervo: “Haz esto”, y él lo hace.

Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él y, dándose vuelta, dijo a la gente que lo seguía:

—¡Les digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!

10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo.

Jesús resucita al hijo de una viuda

11 Aconteció que, poco después, él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud lo acompañaban. 12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un muerto, el único hijo de su madre la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo:

—No llores.

14 Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo:

—Joven, a ti te digo: ¡Levántate!

15 Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo:

—¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo!

17 Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18 A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos 19 y los envió al Señor para preguntarle: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”. 20 Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron:

—Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.

21 En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y respondiendo, les dijo:

—Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. 23 Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.

Jesús testifica de Juan el Bautista

24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes:

—¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta! 27 Este es aquel de quien está escrito:

He aquí envío mi mensajero

delante de tu rostro,

quien preparará tu camino

delante de ti[a].

28 Les digo que entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan[b]. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29 Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él.

31 —¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? 32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y gritan los unos a los otros diciendo:

“Les tocamos la flauta

y no bailaron;

entonamos canciones de duelo

y no lloraron”.

33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y dicen: “¡Demonio tiene!”. 34 Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y dicen: “¡He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!”. 35 Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

Una mujer pecadora recibe perdón

36 Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo se sentó a la mesa. 37 Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume. 38 Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume. 39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado a comer se dijo a sí mismo:

—Si este fuera profeta conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora.

40 Entonces, respondiendo Jesús le dijo:

—Simón, tengo algo que decirte.

Él dijo:

—Di, Maestro.

41 —Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientas monedas, y el otro solamente cincuenta monedas. 42 Como ellos no tenían con qué pagar perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de estos lo amará más?

43 Respondiendo Simón, dijo:

—Supongo que aquel a quien perdonó más.

Y él le dijo:

—Has juzgado correctamente.

44 Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón:

—¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero esta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me diste un beso, pero desde que entré, esta no ha cesado de besar mis pies. 46 Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero esta ha ungido mis pies con perfume. 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados puesto que amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama.

48 Y a ella le dijo:

—Tus pecados te son perdonados.

49 Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre sí:

—¿Quién es este que hasta perdona pecados?

50 Entonces Jesús le dijo a la mujer:

—Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Mujeres que siguen a Jesús

Aconteció después, que él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Los doce iban con él, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; Juana, la mujer de Cuza, administrador de Herodes; Susana, y muchas otras. Ellas les[c] servían con sus bienes.

Parábola del sembrador

Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad acudían a él, les habló por medio de una parábola: “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la roca y, cuando creció, se secó porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra y, cuando creció, llevó fruto a ciento por uno”.

Hablando de estas cosas, exclamó: “El que tiene oídos para oír, oiga”.

La parábola del sembrador explicada

Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. 10 Y él dijo: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás en parábolas para que viendo no vean, y oyendo no entiendan[d].

11 “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12 Los de junto al camino son los que oyen pero luego viene el diablo y quita la palabra de sus corazones para que no crean y sean salvos. 13 Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero estos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan. 14 En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, estos son los que oyeron pero, mientras siguen su camino, son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez. 15 Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, estos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída y llevan fruto con perseverancia.

Parábola de la lámpara

16 “Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz. 17 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro.

18 “Miren, pues, cómo oyen; porque a cualquiera que tenga le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado”.

La familia de Jesús

19 Vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la multitud. 20 Entonces se le avisó:

—Tu madre y tus hermanos están fuera deseando verte.

21 Pero él, respondiendo, les dijo:

—Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen.

Jesús calma la tempestad

22 Aconteció en uno de aquellos días que él entró en una barca, y también sus discípulos. Y les dijo:

—Pasemos a la otra orilla del lago.

Y zarparon. 23 Pero mientras ellos navegaban él se durmió. Entonces se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y ellos se anegaban y peligraban. 24 Acercándose a él, lo despertaron diciendo:

—¡Maestro, Maestro! ¡Perecemos!

Y despertándose reprendió al viento y al oleaje del agua; y cesaron y se hizo bonanza. 25 Entonces les dijo:

—¿Dónde está la fe de ustedes?

Atemorizados, se maravillaron diciéndose los unos a los otros:

—¿Quién es este que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?

Jesús sana a un endemoniado

26 Navegaron a la tierra de los gadarenos[e], que está frente a Galilea. 27 Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa[f], ni vivía en una casa sino entre los sepulcros. 28 Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz:

—¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!

29 Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos pero, rompiendo las ataduras, era impelido por el demonio a los desiertos. 30 Jesús le preguntó, diciendo:

—¿Cómo te llamas?

Y él dijo:

—Legión.

Porque muchos demonios habían entrado en él; 31 y le rogaban que no los mandara al abismo. 32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejara entrar en aquellos, y él les dio permiso. 33 Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago y se ahogó.

34 Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había pasado. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 36 Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos[g] le rogó que se apartara de ellos porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó. 38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo:

39 —Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti.

Y él se fue proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él.

Jesús sana a una mujer

40 Al regresar Jesús, toda la gente lo recibió gozosa porque todos lo esperaban. 41 Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa 42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes lo apretujaban.

43 Y una mujer que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos[h], no pudo ser sanada por nadie), 44 se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia. 45 Entonces dijo Jesús:

—¿Quién es el que me ha tocado?

Y como todos negaban, Pedro le dijo:

—Maestro, las multitudes te aprietan y presionan.

46 Jesús dijo:

—Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando y, postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa lo había tocado y cómo había sido sanada al instante. 48 Él le dijo:

—Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

Jesús resucita a la hija de Jairo

49 Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle:

—Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

50 Al oír esto, Jesús le respondió:

—No temas; solo cree, y ella será salva.

51 Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie sino solo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña. 52 Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo:

—No lloren. Ella no ha muerto sino que duerme.

53 Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto. 54 Pero él la tomó de la mano y habló a gran voz diciendo:

—Niña, levántate.

55 Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le dieran de comer. 56 Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijeran lo que había sucedido.

La misión de los doce

Reuniendo a los doce[i], les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Y les dijo:

—No tomen nada para el camino: ni bastón ni bolsa ni pan ni dinero; ni tengan dos túnicas. En cualquier casa en que entren, permanezcan allí y de allí salgan. Y dondequiera que no los reciban, al salir de aquella ciudad sacudan el polvo de sus pies como testimonio contra ellos.

Y saliendo, pasaban de aldea en aldea anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

La muerte de Juan el Bautista

El tetrarca Herodes oyó de todo lo que estaba pasando y estaba perplejo porque algunos decían que Juan había resucitado de los muertos. Otros decían que Elías había aparecido, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado. Pero Herodes dijo: “A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es este de quien escucho tales cosas?”. Y procuraba verle.

Jesús alimenta a cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y él los tomó consigo y se retiró aparte a la ciudad llamada Betsaida. 11 Pero, al saberlo, las multitudes lo siguieron; y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados.

12 El día comenzó a declinar, y los doce se acercaron a él y le dijeron:

—Despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y hallen comida porque aquí estamos en un lugar desierto.

13 Él les dijo:

—Denles ustedes de comer.

Pero ellos dijeron:

—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este pueblo.

14 Porque eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:

—Hagan que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno.

15 Y así lo hicieron, haciendo que todos se sentaran. 16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, alzando los ojos al cielo, los bendijo. Luego los partió e iba dando a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente. 17 Todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró recogieron doce canastas de pedazos.

La confesión de Pedro

18 Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Respondiendo ellos, dijeron:

—Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas ha resucitado.

20 Y les dijo:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Entonces Pedro, respondiendo, dijo:

—El Cristo de Dios.

21 Pero él les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. 22 Y les dijo:

—Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y que resucite al tercer día.

Condiciones para seguir a Jesús

23 Decía entonces a todos:

—Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. 25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y se destruye o se pierde a sí mismo? 26 Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y la del Padre y la de los santos ángeles. 27 Y les digo, en verdad, que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios.

La transfiguración

28 Aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes. 30 Y he aquí, dos hombres hablaban con él. Eran Moisés y Elías, 31 quienes aparecieron en gloria y hablaban de su partida que él iba a cumplir en Jerusalén. 32 Pedro y los otros con él estaban cargados de sueño; pero se mantuvieron vigilando y vieron su gloria y a dos hombres que estaban con él. 33 Aconteció que, mientras aquellos se apartaban de él, Pedro dijo a Jesús, sin saber lo que decía:

—Maestro, nos es bueno estar aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

34 Mientras él estaba diciendo esto, vino una nube y les hizo sombra. Y ellos tuvieron temor cuando entraron en la nube. 35 Entonces de la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Escogido[j]. A él oigan”.

36 Cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron, y en aquellos días no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho

37 Aconteció al día siguiente, cuando habían bajado del monte, que una gran multitud le salió al encuentro. 38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:

—Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo. 39 He aquí un espíritu lo toma, y de repente grita y lo convulsiona con espumarajos; lo hace pedazos y difícilmente se aparta de él. 40 Yo rogué a tus discípulos que lo echaran fuera pero no pudieron.

41 Respondiendo Jesús, dijo:

—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes y los soportaré? Trae a tu hijo acá.

42 Y mientras aún se acercaba, el demonio lo derribó y lo convulsionó. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre. 43 Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios.

Jesús anuncia su humillación

Como todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

44 —Pongan en sus oídos estas palabras, porque el Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres.

45 Pero ellos no entendían este dicho, pues les estaba encubierto para que no lo percibieran. Y temían preguntarle acerca de este dicho.

Quién es el más importante

46 Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante. 47 Pero Jesús, percibiendo los razonamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso a su lado 48 y les dijo:

—Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre me recibe a mí; y cualquiera que me reciba a mí recibe al que me envió. Porque el que es más pequeño entre todos ustedes, este es el más importante.

Quién está de su parte

49 Entonces respondiendo Juan, dijo:

—Maestro, vimos a cierto hombre echando fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos porque no sigue con nosotros.

50 Jesús le dijo:

—No se lo prohíban. Porque el que no es contra ustedes, por ustedes es.

El viaje decisivo a Jerusalén

51 Aconteció que, cuando se cumplía el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

52 Envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos, 53 pero no lo recibieron porque vieron en su cara que iba a Jerusalén. 54 Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan le dijeron:

—Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?

55 Él se dio vuelta y los reprendió[k], 56 y fueron a otra aldea.

Lo que cuesta seguir a Jesús

57 Mientras ellos iban por el camino, cierto hombre le dijo:

—¡Te seguiré a dondequiera que vayas!

58 Jesús le dijo:

—Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

59 Dijo a otro:

—Sígueme.

Pero él le dijo:

—Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.

60 Y Jesús le dijo:

—Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú ¡ve y anuncia el reino de Dios!

61 Entonces también le dijo otro:

—Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los que están en mi casa.

62 Pero Jesús le dijo:

—Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás es apto para el reino de Dios.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano