Bible in 90 Days
Diversos oráculos contra los falsos profetas
9 A los profetas:
Tengo roto en mi pecho el corazón,
se estremecen todos mis huesos;
me siento igual que un borracho,
como un hombre cargado de vino;
y todo a causa del Señor,
a causa de sus santas palabras.
10 El país está lleno de adulterios,
por eso la tierra está de luto,
como una maldición,
y se secan los pastos de la estepa.
Siguen el curso del mal,
ponen su fuerza en la injusticia.
11 Hasta profetas y sacerdotes son impíos,
hasta en mi Templo encuentro su maldad
—oráculo del Señor—.
12 Por eso, su camino
se les hará resbaladizo;
empujados a las tinieblas,
en las tinieblas caerán.
Traeré contra ellos la desgracia
el año en que les pida cuentas
—oráculo del Señor—.
13 Entre los profetas de Samaría
he visto una cosa inmoral:
profetizan en nombre de Baal
y extravían a mi pueblo Israel.
14 Entre los profetas de Jerusalén
he visto una cosa espantosa:
son adúlteros, van tras la mentira,
se ponen a favor de los malvados
y nadie se aparta de su maldad.
Son todos para mí como Sodoma,
sus habitantes igual que Gomorra.
15 Por eso, así dice el Señor del universo
acerca de los profetas:
Voy a darles a comer ajenjo,
y a beber, agua emponzoñada,
pues los profetas de Jerusalén
han esparcido la impiedad por el país.
16 Así dice el Señor del universo:
No escuchen las palabras de los profetas
que les despiertan esperanzas vanas
y les transmiten visiones imaginarias,
cosas que no ha hablado el Señor.
17 A los que desprecian la palabra del Señor
les dicen: “Tendrán paz”;
a los que siguen su corazón obstinado
les dicen: “No los alcanzará el mal”.
18 ¿Quién estuvo en el consejo del Señor
y vio todo y escuchó su palabra?
¿Quién prestó la debida atención,
de modo que pudiera oír esa palabra?
19 Ya ha estallado la tempestad del Señor,
que gira sobre la cabeza de los malvados;
20 no cesará la cólera del Señor
hasta haber ejecutado sus designios.
Después de que pase ese tiempo,
lograrán entenderlo del todo.
21 Yo no envié a los profetas,
pero ellos se apresuraban a hablar;
tampoco les dirigí mi palabra,
pero ellos profetizaban.
22 Si hubieran participado en mi consejo,
transmitirían mis palabras a mi pueblo
para que se convirtiera de su mal camino
y abandonase sus malvadas acciones.
23 ¿Acaso soy Dios sólo de cerca
—oráculo del Señor—
y no lo soy también de lejos?
24 Si alguien se oculta en su escondrijo,
¿creen que no puedo verlo?
—Oráculo del Señor—.
¿No lleno yo cielo y tierra?
—Oráculo del Señor—.
25 He oído lo que dicen los profetas, los que profetizan mentiras en mi nombre, los que dicen: “He tenido un sueño, he tenido un sueño”. 26 ¡Basta ya! La mente de los profetas está repleta de falsas profecías, producto de su fantasía. 27 Con los sueños que se cuentan entre sí, tratan de que mi pueblo me olvide, como me olvidaron sus antepasados por Baal.
28 El profeta que tenga un sueño,
que cuente un sueño;
y el que tenga mi palabra,
que la diga tal cual es.
¿Qué tiene que ver la paja
comparada con el grano?
—oráculo del Señor—.
29 ¿No es mi palabra como fuego
—oráculo del Señor—,
o mazo que cuartea la roca?
30 Por eso, aquí estoy contra los profetas —oráculo del Señor— que se roban unos a otros mis palabras. 31 Aquí estoy contra los profetas —oráculo del Señor— que hacen uso de su lengua para lanzar oráculos. 32 Aquí estoy contra los profetas que tienen falsos sueños —oráculo del Señor—, que luego los cuentan y extravían a mi pueblo con sus mentiras y sus pretensiones. Y resulta que yo ni los envié ni les di ninguna orden. Por eso, no pueden ser útiles a este pueblo —oráculo del Señor—. 33 Si alguien de este pueblo, un profeta o un sacerdote te preguntan: “¿Cuál es el oráculo del Señor?”, les dirás: “La carga son ustedes, y voy a dejarlos caer” —oráculo del Señor—. 34 Y si el profeta, el sacerdote o alguna otra persona del pueblo dice “oráculo del Señor”, le pediré cuentas a él y a su familia. 35 Así, cuando hablen entre ustedes, dirán: “¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha hablado el Señor?”. 36 Pero ya no mencionen la expresión “oráculo del Señor”, pues una carga será para cada cual su propia palabra, ya que han pervertido las palabras del Dios vivo, del Señor del universo, nuestro Dios. 37 Así preguntarás al profeta: “¿Qué te ha respondido el Señor? ¿Qué te ha hablado el Señor?”. 38 Y ahora, así dice el Señor: Si siguen empeñados en pronunciar la expresión “oráculo del Señor”, siendo así que les había dado orden de que no dijeran “oráculo del Señor”, 39 voy a levantarlos en vilo y a arrojarlos de mi presencia a ustedes y a esta ciudad que les di a ustedes y a sus antepasados. 40 Haré que sean presa de una afrenta eterna y de una vergüenza eterna, que no se olvidarán.
Visión de las dos cestas de higos
24 El Señor me hizo ver dos cestas de higos que estaban delante del santuario del Señor. [El suceso tuvo lugar después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportara de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a los dignatarios de Judá, juntamente con los artesanos y herreros de Jerusalén, llevándoselos a Babilonia]. 2 Una de las cestas contenía higos excelentes, como las brevas; la otra cesta contenía higos que no se podían comer de puro malos. 3 Me preguntó el Señor:
— ¿Qué ves, Jeremías?
Respondí:
— Veo higos. Los higos buenos son buenísimos; pero los malos son tan malos que no se pueden comer. 4 Entonces recibí la palabra del Señor en estos términos:
— 5 Así dice el Señor, Dios de Israel: Como ocurre con estos higos buenos, también yo me fijaré con agrado en los desterrados de Judá que expulsé de este lugar al país de los caldeos. 6 Los miraré con benevolencia y los haré volver a esta tierra; los construiré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. 7 Les daré un corazón capaz de conocerme, de reconocer que yo soy el Señor; y serán mi pueblo y yo seré su Dios, cuando vuelvan a mí de todo corazón. 8 En cambio, así dice el Señor: Como ocurre con los higos malos, que no se pueden comer de puro malos, así trataré a Sedecías, rey de Judá, a los dignatarios y al resto de Jerusalén que quede en esta tierra o que resida en el país de Egipto. 9 Los pondré como escarmiento de todos los reinos de la tierra: serán motivo de insultos, refranes, sátiras y maldiciones en todos los lugares adonde los disperse. 10 Enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste, hasta hacerlos desaparecer de la tierra que les di a ellos y a sus antepasados.
Juicio de Judá y Babilonia
25 Palabra que recibió Jeremías relativa a todo el pueblo de Judá, el año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá. Era el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia. 2 El profeta Jeremías se la comunicó a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén, en estos términos:
3 — Desde el año décimo tercero de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy (veintitrés años en total) he recibido la palabra del Señor y se la he comunicado a ustedes día tras día, pero no han escuchado. 4 También el Señor les ha enviado puntualmente a sus siervos los profetas, pero ustedes no escucharon ni se esforzaron por escuchar. 5 Les decían: “Si cada cual abandona su mala conducta y sus malas acciones, volverá a la tierra que el Señor les dio a ustedes y a sus antepasados, desde siempre y para siempre. 6 No vayan detrás de dioses extranjeros, sirviéndolos y adorándolos, y no me irriten con sus obras; así tampoco los trataré mal”. 7 Pero, para su desgracia, no me escucharon —oráculo del Señor— y siguieron irritándome con sus obras. 8 Por eso, así dice el Señor del universo: Por no haber escuchado mis palabras, 9 mandaré a buscar a todas las tribus del norte —oráculo del Señor— y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y los traeré contra esta tierra y sus habitantes, y contra todos los pueblos de alrededor a los que consagraré al exterminio y convertiré en objeto de horror y burla, y en desolación perpetua. 10 Pondré fin a las voces alegres de fiesta, a las canciones del novio y de la novia, al ruido del molino y a la luz de la lámpara. 11 Y todo este país se convertirá en ruina y desolación, y los pueblos de alrededor servirán al rey de Babilonia durante setenta años. 12 Cuando se cumplan los setenta años, pediré cuentas al rey de Babilonia y a aquella nación —oráculo del Señor— por todos sus crímenes, y convertiré el país de los caldeos en desolación perpetua. 13 Haré que se cumplan contra aquel país todas las palabras que pronuncié contra ellos, todo lo escrito en este libro, el de las profecías de Jeremías contra todas las naciones. 14 También ellos estarán esclavizados a numerosas naciones y a reyes poderosos; les pagaré conforme a sus acciones, a lo que hayan realizado.
Juicio de los paganos
15 Así me dijo el Señor, Dios de Israel:
— Toma esta copa del vino de la cólera que te doy, y házsela beber a todas las naciones adonde voy a enviarte. 16 Beberán, se tambalearán y se comportarán como locos ante la espada que voy a lanzar en medio de ellos.
17 Tomé la copa que me daba el Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me envió el Señor: 18 a Jerusalén, a las ciudades de Judá, a sus reyes y dignatarios, para convertirlos en ruina y desolación, en motivo de burla y maldición [como ocurre hasta el presente]. 19 Se la di también a beber al faraón, rey de Egipto, a sus cortesanos y dignatarios, a todo su pueblo 20 y a sus mercenarios; a todos los reyes del país de Us, y a los reyes de territorio filisteo: Ascalón, Gaza, Ecrón y lo que queda de Asdod; 21 a Edom, a Moab y a los amonitas; 22 a todos los reyes de Tiro y de Sidón, y a los reyes de las costas de ultramar; 23 a Dedán, Temá y Buz, y a todos los que se afeitan las sienes; 24 a todos los reyes de Arabia y de las distintas razas que viven en la estepa; 25 a todos los reyes de Zimrí, de Elam y de Media; 26 a todos los reyes del norte, cercanos y lejanos, uno detrás de otro, y a todos los reinos de la superficie de la tierra. Y cuando acaben ellos, beberá el rey de Sisac. 27 También les dirás: “Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Beban, emborráchense, vomiten y caigan para no levantarse ante la espada que voy a lanzar en medio de ustedes”. 28 Y, si se niegan a aceptar la copa que les ofreces para beber, les dirás: “Así dice el Señor del universo: Tienen que beber, 29 pues si voy a empezar el castigo por la ciudad que lleva mi nombre, ¿creen que ustedes van a quedar impunes? No quedarán impunes, pues voy a convocar a la espada para que acabe con todos los habitantes de la tierra” —oráculo del Señor del universo—.
Dos oráculos contra las naciones
30 Tú profetízales lo siguiente. Les dirás:
El Señor ruge desde lo alto,
clama desde su santa morada;
ruge sin parar contra su pastizal,
grita como los pisadores de uva
contra todos los habitantes del país.
31 Resuena el vocerío hasta el confín de la tierra:
tiene el Señor un pleito con los paganos,
viene a juzgar a todo ser viviente,
entregará a los malvados a la espada
—oráculo del Señor—.
32 Así dice el Señor del universo:
La desgracia va pasando
de una a otra nación;
un violento huracán se moviliza
desde los extremos de la tierra.
33 Aquel día las víctimas del Señor llegarán de un extremo al otro de la tierra. Nadie les hará duelo ni los enterrará. Servirán de estiércol sobre el campo.
34 Griten, pastores, y den ayes,
revuélquense, mayorales del ganado,
que ha llegado el tiempo de la matanza,
el tiempo de su dispersión;
caerán como carneros cebados.
35 Los pastores se quedarán sin refugio,
no escaparán los mayorales del ganado.
36 Ya se oye el grito de los pastores,
el llanto de los mayorales del ganado,
pues el Señor destruye sus pastos.
37 Enmudecen las fértiles praderas
ante la cólera ardiente del Señor.
38 Abandona como un león su guarida,
porque su tierra sólo es desolación
ante el incendio devastador,
ante el incendio de su cólera.
II.— RELATOS BIOGRÁFICOS Y ORÁCULOS DE RESTAURACIÓN (26—45)
Jeremías ante un tribunal
26 Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, [Jeremías] recibió esta palabra de parte del Señor:
2 — Así dice el Señor: Ponte en el atrio del Templo del Señor y habla contra todas las ciudades de Judá, contra esos que vienen al Templo a adorar al Señor. Les dirás todo lo que yo te he ordenado; no dejes ni una palabra. 3 A lo mejor escuchan, se convierten de su mala conducta y me arrepiento del mal que estoy pensando hacerles, por la maldad de sus acciones. 4 Les dirás: Así dice el Señor: Si se niegan a escucharme y a conducirse según la ley que les promulgué, 5 si no escuchan las palabras de mis siervos los profetas, que continuamente les estoy enviando (a pesar de que no los escuchan), 6 haré con este Templo lo mismo que hice con Siló, y convertiré esta ciudad en fórmula de maldición para todas las naciones de la tierra.
7 Los sacerdotes, los profetas y toda la gente escucharon este discurso de Jeremías en el Templo del Señor. 8 Cuando Jeremías terminó de transmitir todo lo que el Señor le había ordenado decir al pueblo, los sacerdotes y profetas lo detuvieron y le dijeron:
— Eres reo de muerte. 9 ¿Por qué dices profetizar en nombre del Señor y afirmas que este Templo acabará como Siló y que esta ciudad quedará desolada y deshabitada?
Toda la gente se amotinó contra Jeremías en el Templo del Señor. 10 Los dignatarios de Judá se enteraron de todo, se trasladaron del palacio real al Templo del Señor y se sentaron en el tribunal de la Puerta Nueva. 11 Los sacerdotes y los profetas se dirigieron a los dignatarios y a toda la gente en estos términos:
— Este hombre es reo de muerte, pues profetiza contra esta ciudad, como han podido oír.
12 Dijo Jeremías a los dignatarios y a todos los presentes:
— El Señor me ha enviado a profetizar contra este Templo y contra esta ciudad todo lo que han oído. 13 En consecuencia, mejoren su conducta y sus acciones, y hagan caso a lo que dice el Señor, su Dios; sólo así se arrepentirá del mal que había anunciado contra ustedes. 14 En cuanto a mí, en sus manos estoy. Hagan conmigo lo que les parezca bien y justo. 15 Pero han de saber que, si me matan, se harán responsables de una muerte inocente ustedes, esta ciudad y cuantos la habitan, pues es cierto que el Señor me ha enviado a transmitirles todo lo que he dicho.
16 Los dignatarios y la gente presente dijeron a los sacerdotes y a los profetas:
— Este hombre no es reo de muerte, pues nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios.
17 Entonces algunos ancianos del país se pusieron de pie y dijeron a la asamblea del pueblo:
18 — Miqueas de Morasti profetizó en tiempos de Ezequías, rey de Judá, a toda la población de Judá, en estos términos:
Así dice el Señor del universo:
Sión será un campo arado,
Jerusalén, un montón de ruinas,
y el monte del Templo
un cerro de maleza.
19 ¿Lo condenaron a muerte Ezequías, rey de Judá, y los propios judaítas? ¿No sintieron más bien respeto por el Señor y lo aplacaron? De ese modo, el Señor se arrepintió del mal que había previsto hacerles. Nosotros, en cambio, nos estamos acarreando una terrible desgracia. 20 Hubo otro hombre que profetizó en nombre del Señor: Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Jearín. Profetizó contra esta ciudad y contra este país, en los mismos términos que Jeremías. 21 El rey Joaquín, sus oficiales y sus dignatarios oyeron sus palabras, y el rey trató de matarlo. Cuando Urías se enteró, huyó atemorizado y se refugió en Egipto. 22 El rey Joaquín envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, con unos cuantos hombres. 23 Capturaron a Urías en Egipto y se lo trajeron al rey Joaquín, que lo mandó ajusticiar a espada, y arrojaron su cadáver a la sepultura común. 24 Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías para que no lo entregaran en manos del pueblo y le dieran muerte.
Sumisión al yugo de Babilonia
27 Al comienzo del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor dirigió la palabra a Jeremías en estos términos:
2 — Así dice el Señor: Hazte unas correas y un yugo, y échatelo al cuello. 3 Envía un mensaje a los reyes de Edom y de Moab, al rey de los amonitas y a los reyes de Tiro y de Sidón. Envíalo por medio de los mensajeros que han llegado a Jerusalén a entrevistarse con Sedecías, rey de Judá. 4 Y ordénales que digan a sus señores: Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Digan a sus señores: 5 Yo hice la tierra, el ser humano y los animales que se mueven por la tierra. Lo hice con mi gran poder y con brazo extendido, y se lo doy a quien me parece. 6 Ahora he puesto todos estos territorios en manos de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta le he sometido los animales del campo. 7 Le estarán sometidas todas las naciones: a él, a su hijo y a su nieto, hasta que también le llegue a su país el tiempo de someterse a numerosas naciones y a reyes poderosos. 8 Y si una nación o reino no se somete a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, yo mismo castigaré a esa nación con la espada, el hambre y la peste —oráculo del Señor—, hasta que haya acabado con ellos por medio de él. 9 Ustedes no escuchen a sus profetas, adivinos, intérpretes de sueños, agoreros y magos cuando les dicen: “No acabarán sometidos al rey de Babilonia”, 10 pues les profetizan mentiras; en realidad acabarán lejos de su tierra, yo los dispersaré y ustedes perecerán. 11 En cambio, si una nación pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y se le somete, la dejaré en su tierra —oráculo del Señor— para que la trabaje y la habite. 12 A Sedecías, rey de Judá, le hablé de idéntica manera: Pongan su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y sométanse a él y a su pueblo, si quieren seguir con vida. 13 ¿Por qué van a morir tú y tu pueblo a espada, hambre y peste, como anunció el Señor a la nación que no se sometiese al rey de Babilonia? 14 No escuchen las palabras de los profetas que les dicen: “No acabarán sometidos al rey de Babilonia”, pues les profetizan mentiras. 15 Y, aunque no los he enviado —oráculo del Señor—, ellos andan profetizando mentiras en mi nombre para que yo los expulse y los destruya junto con los profetas que les profetizan. 16 Hablé también a los sacerdotes y a todo el pueblo en estos términos: Así dice el Señor: No escuchen las palabras de sus profetas que les profetizan diciendo: “El ajuar del Templo del Señor va a ser devuelto en breve de Babilonia”, pues les profetizan una mentira; 17 no les hagan caso. Ustedes sométanse al rey de Babilonia si es que quieren vivir. ¿Por qué razón deberá quedar reducida a ruinas esta ciudad? 18 Y si son profetas y está con ellos la palabra del Señor, que intercedan ante el Señor del universo para que no se lleven a Babilonia el ajuar que queda en el Templo del Señor y en el palacio del rey de Judá. 19 Pues así dice el Señor del universo acerca de las columnas, de la pila de bronce, de los pedestales y del resto del ajuar de esta ciudad, 20 el que no se llevó Nabucodonosor, rey de Babilonia, cuando deportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los notables de Judá y de Jerusalén; 21 respecto a ese ajuar que aún ha quedado en el Templo del Señor, en el palacio del rey de Judá y en Jerusalén, esto es lo que dice el Señor del universo, Dios de Israel: 22 Será llevado a Babilonia, y allí quedará hasta que me presente personalmente —oráculo del Señor— y lo suba y lo devuelva a este lugar.
Jeremías y el falso profeta Ananías
28 Aquel mismo año, es decir, el año cuarto del reinado de Sedecías, rey de Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el Templo del Señor en presencia de los sacerdotes y de toda la gente:
2 — Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: He roto el yugo del rey de Babilonia. 3 Dentro de dos años haré que devuelvan a este lugar todo el ajuar del Templo del Señor que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se llevó consigo de este lugar a Babilonia. 4 Y haré volver también a este lugar a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a toda la gente de Judá deportada a Babilonia —oráculo del Señor—, pues haré pedazos el yugo del rey de Babilonia.
5 El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaba en el Templo del Señor, 6 en los siguientes términos:
— ¡Amén, así lo haga el Señor! Que el Señor mantenga las palabras que has profetizado haciendo que vuelvan de Babilonia a este lugar tanto todos los desterrados como el ajuar del Templo del Señor. 7 Pero escucha bien las palabras que voy a dirigirte a ti y a todos los presentes: 8 Desde siempre, los profetas que nos precedieron a ti y a mí profetizaron a numerosos países y grandes reinos, anunciando guerras, desastres y peste. 9 Cuando un profeta anunciaba bienestar, sólo se reconocía que había sido enviado de verdad por el Señor cuando se cumplía la palabra del profeta en cuestión.
10 El profeta Ananías arrancó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió. 11 Después dijo Ananías ante todos los presentes:
— Así dice el Señor: De este modo voy a romper el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Dentro de dos años lo retiraré del cuello de todas las naciones.
Entonces el profeta Jeremías se retiró. 12 Pero algún tiempo después que el profeta Ananías le arrancara el yugo de su cuello, Jeremías recibió la palabra del Señor en estos términos:
13 — Vete a decir a Ananías: Así dice el Señor: Has roto un yugo de madera, pero yo lo sustituiré por un yugo de hierro. 14 Pues así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a poner un yugo de hierro en el cuello de todas las naciones, para que estén sometidas a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y pondré también a su servicio todos los animales del campo.
15 El profeta Jeremías habló así al profeta Ananías:
— Escucha bien, Ananías. El Señor no te ha enviado, y tú en cambio has hecho que este pueblo confíe en la mentira. 16 Por eso, así dice el Señor: He decidido echarte de la tierra. Este año morirás, por haber profetizado rebelión contra el Señor.
17 El profeta Ananías murió aquel año, el mes séptimo.
Carta de Jeremías
29 Este es el texto de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén a los desterrados: a los ancianos, sacerdotes y profetas, y a toda la gente que Nabucodonosor había deportado de Jerusalén a Babilonia. 2 [El hecho tuvo lugar después de que el rey Jeconías partiese de Jerusalén con la reina madre, los eunucos y los dignatarios de Judá y de Jerusalén, así como con los gremios de artesanos y de trabajadores del metal]. 3 La envió a Nabucodonosor, rey de Babilonia, por medio de Elasá, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Jelcías, mensajeros de Sedecías, rey de Judá. Decía lo siguiente:
4 “Así dice el Señor del universo, Dios de Israel, a toda la gente deportada de Jerusalén a Babilonia: 5 Contruyan casas e instálense en ellas, planten huertos y aliméntense de sus frutos. 6 Cásense y tengan hijos e hijas; tomen esposas para sus hijos y den sus hijas a otros hombres, y que tengan a su vez hijos e hijas. De este modo crecerán y no menguarán. 7 Busquen el bienestar de la ciudad a la que han sido deportados y oren por ella al Señor, pues de su bienestar dependerá el de ustedes. 8 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Que no los engañen los profetas y adivinos que viven entre ustedes; no hagan caso de las fantasías que sueñan, 9 pues les profetizan mentiras en mi nombre, cuando yo no los he enviado —oráculo del Señor—. 10 Así dice el Señor: En cuanto pasen setenta años en Babilonia, los visitaré y haré que se cumpla en ustedes mi promesa de bienestar, haciéndolos volver a este lugar. 11 Yo conozco mis designios sobre ustedes —oráculo del Señor—. Son designios de bienestar, no de desgracia, pues les ofrezco un futuro y una esperanza. 12 Me invocarán y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé; 13 me buscarán y me encontrarán, si es que vienen a buscarme de todo corazón. 14 Me dejaré encontrar por ustedes —oráculo del Señor—, acabaré con su destierro y los reuniré de todas las naciones y lugares por donde los dispersé, y los haré regresar al lugar de donde los hice deportar —oráculo del Señor—. 15 Respecto a su afirmación de que el Señor les ha suscitado profetas en Babilonia, 16 así dice el Señor al rey que se sienta en el trono de David y a toda la gente que habita en esta ciudad, es decir, a sus hermanos que no partieron con ustedes al destierro: 17 Así dice el Señor del universo: Voy a enviar contra ellos la espada, el hambre y la peste; los trataré como a los higos podridos que no se pueden comer de puro malos. 18 Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste; servirán de escarmiento a todos los reinos de la tierra, y de fórmula de maldición, espanto, burla e ignominia de todas las naciones por donde los dispersé. 19 Porque no escucharon mis palabras —oráculo del Señor—; porque les envié continuamente a mis siervos los profetas y no les hicieron caso —oráculo del Señor—.
20 Pero ustedes, desterrados que envié de Jerusalén a Babilonia, escuchen la palabra del Señor. 21 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel, a propósito de Ajab, hijo de Colaías, y de Sedecías, hijo de Maasías, que les profetizan mentiras en mi nombre: Voy a entregarlos en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los matará en presencia de ustedes. 22 En ellos tendrá su origen una maldición, que será usada por todos los deportados de Judá que están en Babilonia: ‘Que el Señor te haga lo que a Sedecías y a Ajab, a quienes pasó a fuego el rey de Babilonia’, 23 porque perpetraron infamias en Israel, cometieron adulterio con las mujeres de otros y hablaron mentiras en mi nombre, algo que no les mandé. Lo sé personalmente, y doy testimonio de ello”. —Oráculo del Señor—.
Contra el falso profeta Semaías
24 Dirás a Semaías el nejlamita: 25 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Tú has enviado cartas firmadas de puño y letra a toda la gente que vive en Jerusalén y al sacerdote Sofonías, hijo del Maasías, así como a todos los sacerdotes, en estos términos: 26 “El Señor te ha nombrado sacerdote en lugar del sacerdote Joyadá, para que estés al frente del Templo del Señor. A todo el que desvaríe o profetice lo entregarás para que lo metan en el cepo y lo sujeten con argollas. 27 Entonces, ¿por qué no has llamado la atención a Jeremías, de Anatot, que actúa de profeta entre ustedes? 28 Pues nos ha enviado a Babilonia un mensaje diciendo que la cosa va para largo, por lo que debemos construir casas e instalarnos en ellas, plantar huertos y alimentarnos de sus frutos”.
29 El sacerdote Sofonías leyó esta carta en presencia del profeta Jeremías. 30 Y Jeremías recibió la palabra del Señor en estos términos:
31 — Envía este mensaje a todos los deportados: “Así dice el Señor a Semaías el nejlamita: Semaías les ha profetizado sin que yo lo haya enviado, haciéndolos confiar en la mentira. 32 Por eso, así dice el Señor: Voy a castigar a Semaías el nejlamita tomando una decisión sobre su descendencia: ya no tendrá descendiente que viva en medio de este pueblo y que pueda gozar de los bienes que voy a conceder a mi pueblo”. —Oráculo del Señor—.
Oráculos de restauración
30 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:
2 — Así dice el Señor, Dios de Israel: Pon por escrito todo lo que te he dicho, 3 pues ya llegan días —oráculo del Señor— en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y de Judá, dice el Señor; los haré volver a la tierra que di en herencia a sus antepasados. 4 Estas son las palabras que dirigió el Señor sobre Israel y Judá: 5 Así dice el Señor:
Se oyen gritos de terror,
de miedo, pues ya no hay paz;
6 pregunten y averigüen
si dan a luz los varones.
¿Por qué veo entonces a los varones
con las manos en las caderas,
lo mismo que parturientas,
con el rostro demudado?
7 ¡Ay! ¡Qué grande será aquel día!
No habrá ninguno como él:
tiempo de angustia para Jacob,
pero se verá libre de ella.
8 Aquel día —oráculo del Señor del universo— romperé el yugo que llevas al cuello y desataré tus correas; no volverán a servir a extranjeros. 9 Servirán al Señor, su Dios, y a David, el rey que nombraré para gobernarlos.
10 No temas, siervo mío, Jacob
—oráculo del Señor—,
no tengas miedo, Israel.
Te traeré ya libre, de lejos,
traeré a tus hijos del destierro;
Jacob volverá y descansará,
tranquilo y sin sobresaltos,
11 pues estoy contigo para salvarte
—oráculo del Señor—.
Acabaré con todas las naciones
por donde los había dispersado;
pero contigo no acabaré,
sólo te corregiré como conviene
para que no quede impune tu pecado.
12 Así dice el Señor:
Tu fractura es incurable,
tu herida está infectada;
13 tu llaga no tiene remedio,
no hay medicina que la cierre.
14 Tus amantes te olvidaron,
ya no andarán tras de ti.
Te herí por medio del enemigo
(sin duda un escarmiento cruel),
a causa de tus muchas culpas,
de la gran cantidad de tus pecados.
15 ¿Por qué gritas por tu herida?
¿Porque es tu llaga incurable?
Si te traté de esa manera,
ha sido a causa de tus muchas culpas,
de la gran cantidad de tus pecados.
16 Pero los que te comen serán comidos,
tus enemigos irán desterrados;
tus saqueadores serán saqueados,
los que te despojan, serán despojados.
17 Haré que se cierre tu herida,
curaré todas tus llagas
—oráculo del Señor—.
Te llamaban Repudiada,
Sión, a quien nadie busca.
18 Pero así dice el Señor:
Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob,
me voy a compadecer de sus moradas;
reconstruirán la ciudad sobre sus ruinas,
los palacios estarán donde corresponde.
19 En ellos se oirán alabanzas,
voces con aire de fiesta.
Haré que crezcan y no mengüen,
que sea reconocida su importancia
y que no los desprecie la gente.
20 Sus hijos serán como antaño,
su asamblea, estable ante mí;
yo castigaré a sus opresores.
21 De entre ellos un príncipe surgirá,
saldrá un gobernante de entre ellos,
lo acercaré y estará junto a mí;
pues, ¿quién arriesgaría su vida
poniéndose cerca de mí?
22 Serán así mi pueblo
y yo seré su Dios.
23 Ya ha estallado la tempestad del Señor,
que gira sobre la cabeza de los malvados;
24 no cesará la cólera del Señor
hasta haber ejecutado sus designios.
Después de que pase ese tiempo,
lograrán entenderlo del todo.
31 En aquel tiempo —oráculo del Señor— seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellos serán mi pueblo.
2 Así dice el Señor:
Encontró favor en el desierto
el pueblo escapado de la espada;
Israel se dirige a su descanso,
3 de lejos se le mostró el Señor.
Te quise con amor eterno,
por eso he prolongado mi favor;
4 te reconstruiré y quedarás reconstruida,
doncella capital de Israel;
volverás a adornarte con panderos,
a danzar en plan de fiesta.
5 Volverás a plantar viñas
en los cerros de Samaría;
quienes las planten, vendimiarán.
6 Un día gritarán los vigías
allá por la montaña de Efraín:
“Venga, subamos a Sión,
allí está el Señor nuestro Dios”.
7 Así dice el Señor:
Griten de alegría por Jacob,
de gozo por la primera de las naciones;
que se deje oír la alabanza de ustedes:
“El Señor ha salvado a su pueblo,
al resto de Israel”.
8 Voy a traerlos de un país del norte,
a reunirlos de los rincones de la tierra:
vendrán hasta ciegos y cojos,
junto con preñadas y paridas;
volverá una enorme muchedumbre.
9 Vendrán todos llorando
y yo los guiaré entre consuelos;
los llevaré a la vera de arroyos,
por senda recta, sin tropiezos.
Soy como un padre para Israel,
Efraín es mi hijo primogénito.
10 Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
cuéntenlo luego en las costas lejanas;
digan: “El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño”.
11 Pues el Señor ha redimido a Israel,
lo rescató de una mano más fuerte.
12 Subirán alborozados a Sión,
acudirán a recibir los dones del Señor:
el grano, el mosto y el aceite,
las crías del rebaño y la vacada;
quedarán saciados como un huerto regado,
ya no volverán a desfallecer.
13 Las muchachas gozarán bailando,
junto con jóvenes y adultos;
cambiaré su duelo en alegría,
los consolaré, alegraré sus penas.
14 Saciaré a los sacerdotes
con la parte mejor de las ofrendas,
mi pueblo se hartará de mis dones
—oráculo del Señor—.
15 Así dice el Señor:
Se oyen gritos en Ramá,
quejidos y un llanto amargo:
Raquel llora por sus hijos
y se niega a ser consolada,
pues se ha quedado sin ellos.
16 Así dice el Señor:
Contén tus gemidos y tu llanto,
reprime las lágrimas de tus ojos:
tus penas serán recompensadas,
volverán del país enemigo
—oráculo del Señor—.
17 Tu futuro rebosa esperanza,
tus hijos volverán a su patria
—oráculo del Señor—.
18 He oído claramente
el lamento de Efraín:
“Me has tratado con dureza
como a un novillo sin domar,
y ya estoy escarmentado.
Haz que vuelva y volveré,
pues tú eres mi Dios, Señor.
19 Tras volver, me he arrepentido;
ahora que lo he comprendido
me doy golpes en el muslo.
Estoy abochornado y avergonzado,
al tener que soportar la vergüenza
de lo que hice en mis años mozos”.
20 ¿No es Efraín mi hijo querido?
¿No es mi niño encantador?
Cada vez que lo reprendo,
vuelvo a acordarme de ello,
mis entrañas se conmueven,
me apiado sin falta de él
—oráculo del Señor—.
21 Instala mojones, coloca postes,
atención a la senda,
al camino que recorres.
Vuelve, doncella de Israel,
vuelve a estas tus ciudades;
22 ¿hasta cuándo andarás errante,
muchacha rebelde?
El Señor ha creado algo nuevo en el país:
¡La mujer cortejará al varón!
23 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Cuando yo cambie su suerte, volverán a decir esta letrilla en el territorio de Judá y en sus ciudades: “Que el Señor te bendiga, morada de justicia, montaña santa”. 24 En Judá y en sus ciudades vivirán juntos labradores y ganaderos trashumantes, 25 pues regaré la garganta reseca y saciaré la garganta hambrienta.
26 En esto me desperté y miré: ¡me resultó un dulce sueño!
27 Ya llegan días —oráculo del Señor— en que sembraré a Israel y a Judá con simiente humana y simiente de animales. 28 Y del mismo modo que los vigilé para arrancar y destruir, para arrasar, aniquilar y maltratar, también los vigilaré para reconstruir y plantar —oráculo del Señor—. 29 En aquellos días ya no dirán: “los padres comieron los agraces y los hijos padecen dentera”, 30 sino: “cada cual morirá por su propia culpa: todas las personas que coman agraces, padecerán dentera”.
31 Ya llegan días —oráculo del Señor— en que pactaré una nueva alianza con Israel y con Judá, 32 no como la alianza que pacté con sus antepasados el día que los tomé de la mano para sacarlos del país de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo los había desposado —oráculo del Señor—. 33 Esta es la alianza que voy a pactar con Israel después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34 Nadie enseñará a nadie diciendo: “Conozcan al Señor”, porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande —oráculo del Señor—; perdonaré sus culpas y ya no me acordaré de sus pecados.
35 Así dice el Señor,
que ha puesto el sol
para alumbrar de día,
la luna y las estrellas
para alumbrar la noche;
el que agita el mar
y hace que bramen sus olas:
su nombre es Señor del universo.
36 Sólo cuando fallen estas leyes
—oráculo del Señor—,
dejará Israel de ser nación para mí.
37 Así dice el Señor:
Si pudieran medirse los cielos allá arriba
y escrutarse abajo los cimientos de la tierra,
también yo rechazaría a la estirpe de Israel
en pago de todo lo que ha hecho
—oráculo del Señor—.
38 Ya llegan días —oráculo del Señor— en que la ciudad del Señor será reconstruida, desde la Torre de Jananel hasta la Puerta del Ángulo. 39 Una vez más la cuerda de medir irá derecha hasta la loma de Gareb y luego girará hacia Goá. 40 Todo el valle de los cadáveres y de las cenizas, y los campos que llegan hasta el torrente Cedrón y hasta la esquina de la Puerta de los Caballos, a oriente, estarán consagrados al Señor. Ya no volverán a ser destruidos ni arrasados.
Compra de un campo en Anatot
32 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor el año décimo de Sedecías, rey de Judá, que corresponde al año décimo octavo de Nabucodonosor. 2 Por aquel entonces las fuerzas del rey de Babilonia estaban asediando Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la guardia, en el palacio del rey de Judá. 3 Lo había encarcelado Sedecías, rey de Judá, con esta acusación:
— Tú has profetizado que el Señor va a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia para que la conquiste, 4 y que Sedecías, rey de Judá, no escapará de manos de los caldeos, pues será entregado sin remedio en manos del rey de Babilonia, con quien hablará directamente y a quien podrá ver cara a cara; 5 y has dicho que se llevarán a Sedecías a Babilonia, donde permanecerá hasta que el Señor —según su palabra— se ocupe personalmente de él, y que, aunque luchemos contra los caldeos, no vamos a conseguir nada.
6 Jeremías le había respondido:
— Yo he recibido la palabra del Señor en estos términos: 7 Janamel, hijo de tu tío Salún, vendrá a decirte: “Compra mi campo de Anatot, porque tuyo es el derecho de rescatarlo mediante compra”.
8 Pues bien, tal como había dicho el Señor, mi primo Janamel vino a verme al patio de la guardia y me dijo: “Compra mi campo de Anatot, en territorio de Benjamín, pues tú tienes el derecho de adquisición y de rescate; cómpramelo”. Yo me di cuenta de que se trataba de la palabra del Señor. 9 Así que compré el campo de Anatot a mi primo. El dinero que pesé ascendía a diecisiete siclos de plata. 10 Firmé el contrato y lo sellé en presencia de los testigos, y pesé la plata en la balanza. 11 Después tomé el contrato de compra, ya sellado, con el acuerdo y las condiciones, y una copia abierta. 12 A continuación entregué el contrato de compra a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Majsías, en presencia de mi primo Janamel, de los testigos que habían firmado el contrato y de los judaítas que estaban en el patio de la guardia. 13 En presencia de todos, di esta orden a Baruc:
14 — Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Toma estos contratos de compra, el que está sellado y la copia abierta, y mételos en un recipiente de loza, para que se conserven durante mucho tiempo. 15 Pues así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Se volverán a comprar casas, campos y viñas en esta tierra.
16 Después de entregar el contrato de compra a Baruc, hijo de Nerías, oré al Señor así:
17 — ¡Ay, Señor mi Dios! Tú eres quien ha hecho el cielo y la tierra con gran poder y brazo extendido. Nada te resulta imposible. 18 Aunque pones de manifiesto tu amor por generaciones, castigas la culpa de los padres en sus descendientes. Eres un Dios grande y poderoso: ¡Te llamas Señor del universo! 19 Tus proyectos son soberbios, magníficas tus acciones; tus ojos advierten la conducta humana y pagas a cada uno conforme a sus obras, según merecen sus acciones. 20 Hiciste signos y prodigios en el país de Egipto, en Israel y entre todas las gentes, y te has ganado un renombre que dura hasta hoy. 21 Sacaste a tu pueblo Israel del país de Egipto con signos y prodigios, con mano dura y brazo extendido, y con gran terror. 22 Les diste esta tierra, que habías jurado dar a sus antepasados, una tierra que mana leche y miel. 23 Vinieron a tomar posesión de ella, pero no hicieron caso ni a ti ni a tus leyes; no cumplieron las normas que les diste, por eso convocaste contra ellos todas estas desgracias. 24 En estos momentos los taludes llegan a la ciudad para conquistarla, y la ciudad está condenada a caer en manos de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Lo que anunciaste ha tenido lugar; tú mismo lo estás viendo. 25 ¿Cómo, pues, me dices, Señor Dios, que compre el campo delante de testigos, cuando la ciudad está siendo entregada a los caldeos?
26 Jeremías recibió la palabra del Señor en estos términos:
27 — Yo soy el Señor, Dios de todo viviente; ¿crees que algo me resulta imposible? 28 Por eso, así dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en manos de los caldeos y en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la conquistará. 29 Los caldeos que la atacan vendrán y prenderán fuego a esta ciudad, y la quemarán junto con las casas sobre cuyas terrazas se quemaban ofrendas de incienso a Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros, con el ánimo de irritarme. 30 Porque los israelitas y los judaítas hacen desde su juventud lo que me parece mal, me han irritado con sus obras —oráculo del Señor—. 31 Esta ciudad ha provocado mi ira y mi cólera desde el día en que la construyeron hasta hoy, hasta el punto de tener que apartarla de mi vista, 32 debido a todas las maldades que cometieron israelitas y judaítas para irritarme; y no sólo el pueblo llano, sino también sus reyes, dignatarios, sacerdotes y profetas, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33 Me dieron la espalda, que no la cara; yo los instruía continuamente, pero no escuchaban ni aprendían la lección. 34 Metieron sus ídolos abominables en el Templo que lleva mi nombre, profanándolo. 35 Construyeron santuarios a Baal en el valle de Ben Hinón, para pasar a fuego a sus hijos e hijas en honor a Moloc, algo que no les había ordenado ni me había pasado por la imaginación. Con esas abominaciones hicieron pecar a Judá. 36 Pues ahora, así dice el Señor, Dios de Israel, a esta ciudad de la que dicen que ha sido entregada en manos del rey de Babilonia mediante la espada, el hambre y la peste: 37 Voy a reunirlos de todos los países adonde los dispersé con ira, con cólera y con rabia incontrolada. Los haré volver a este lugar y lo habitarán tranquilos. 38 Serán mi pueblo y yo seré su Dios. 39 Les daré otro corazón y haré que se comporten de tal modo que me respeten continuamente y les vaya bien a ellos y a sus descendientes. 40 Pactaré con ellos una alianza perpetua, y así no dejaré de hacerles el bien; haré que me respeten de corazón, para que no se aparten de mí. 41 Me alegraré de poder hacerles el bien; los plantaré de verdad en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma. 42 Pues así dice el Señor: Del mismo modo que traje contra este pueblo esa gran calamidad, ahora voy a traerles todos los bienes que les estoy prometiendo. 43 Se comprarán campos en esta tierra de la que dicen que es una desolación, sin gente y sin animales, y que ha sido entregada en manos de los caldeos. 44 La gente comprará campos, firmará los contratos y los sellará ante testigos en el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las ciudades de la montaña, en las ciudades de la Sefela y en las ciudades del Négueb, pues voy a cambiar su suerte —oráculo del Señor—.
Restauración del pueblo
33 De nuevo recibió Jeremías la palabra del Señor, mientras seguía detenido en el patio de la guardia:
2 — Así dice el Señor, el Creador, el que da forma y consolida todo, el que tiene como nombre “el Señor”: 3 Llámame y te responderé; te comunicaré cosas importantes y recónditas, que no conoces. 4 Pues así dice el Señor, Dios de Israel, sobre las casas de esta ciudad y los palacios de los reyes de Judá, destruidos ahora mediante las rampas de asalto y la espada: 5 Los caldeos vienen a luchar contra la ciudad, y las casas se llenarán de los cadáveres de las personas que he decidido aniquilar lleno de ira y de cólera, pues oculté mi rostro a esta ciudad a causa de todas sus maldades. 6 Pero luego yo mismo les proporcionaré cura y remedio, los sanaré y les revelaré el bienestar y la estabilidad que les voy a conceder. 7 Haré cambiar la suerte de Judá y la suerte de Israel, y los reconstruiré como al principio. 8 Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí y perdonaré todos los pecados y rebeldías que cometieron contra mí. 9 Y la ciudad será objeto de alegría, de alabanza y de honor para todas las naciones que escuchen los beneficios que le voy a conceder; y se estremecerán y se conmoverán a la vista de los beneficios y el bienestar que le voy a proporcionar. 10 Así dice el Señor: En este lugar del que dicen que está en ruinas, sin gente y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, desoladas, sin gente, sin habitantes y sin animales, podrán oírse de nuevo 11 voces alegres de fiesta, las canciones del novio y de la novia, las voces de los que entran en el Templo del Señor con acciones de gracias proclamando:
“Den gracias al Señor del universo,
porque el Señor es bueno,
porque es eterno su amor”.
Pues pienso cambiar la suerte del país dejándolo como al principio, dice el Señor.
12 Así dice el Señor del universo: En este lugar arruinado, sin gente y sin animales, y en todas sus ciudades todavía habrá dehesas donde los pastores hagan reposar a sus ganados. 13 Por las ciudades de la montaña, de la Sefela y del Négueb, en el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén y en las ciudades de Judá, todavía pasarán las ovejas junto al que las cuenta, dice el Señor. 14 Ya llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré lo que anuncié sobre Israel y Judá. 15 En aquellos días y en aquel tiempo le brotará a David un vástago legítimo que impondrá en el país la justicia y el derecho. 16 En aquellos días Judá quedará a salvo y Jerusalén podrá vivir confiada, y la llamarán “el Señor es nuestra justicia”. 17 Pues así dice el Señor: No le faltará a David quien se siente en el trono de Israel. 18 Tampoco le faltarán a la tribu de Leví sacerdotes que ofrezcan holocaustos, que me quemen ofrendas y que me hagan sacrificios a diario.
19 Jeremías recibió la palabra del Señor en estos términos:
20 — Así dice el Señor: Si son capaces de romper mi pacto con el día y con la noche, de modo que no haya día ni noche cuando corresponde, 21 también podrá romperse mi alianza con mi siervo David, de modo que ya no tenga quien le suceda en el trono, y con mis servidores los sacerdotes de la tribu de Leví. 22 Así como no es posible contar los astros del cielo o calcular la arena del mar, así de incontable e incalculable haré a la descendencia de mi siervo David y a los levitas, mis servidores.
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