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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Crónicas 7:11-23:15

Nueva aparición divina (1 Re 9,1-9)

11 Cuando Salomón terminó el Templo del Señor y el palacio real y remató con éxito todo cuanto proyectaba hacer en ellos, 12 se le apareció el Señor de noche y le dijo:

— He escuchado tus súplicas y he elegido este lugar como Templo para ofrecer sacrificios. 13 Cuando yo cierre el cielo para que no llueva, cuando mande a los saltamontes devorar la tierra o envíe una epidemia a mi pueblo, 14 si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y se arrepiente de su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la salud a su tierra. 15 Mantendré mis ojos abiertos y mis oídos atentos a las oraciones de este lugar. 16 He elegido y consagrado este Templo que has construido como residencia perpetua de mi nombre: aquí estarán siempre mis ojos y mi corazón. 17 Si tú procedes conmigo, como tu padre David, cumpliendo lo que te he mandado y guardando mis preceptos y decretos, 18 reafirmaré tu reinado, tal como le prometí a tu padre David: “No te faltarán descendientes que gobiernen a Israel”. 19 Pero si ustedes me abandonan, olvidan los mandamientos y preceptos que les he dado y se van a servir y a adorar a otros dioses, 20 los arrancaré de mi tierra que les he dado, abandonaré este Templo que he consagrado a mi nombre y lo convertiré en refrán y burla de todos los pueblos. 21 Y todo el que pase junto a este Templo, que era magnífico, preguntará extrañado: “¿Por qué ha tratado así el Señor a este país y a este Templo?”. 22 Entonces le responderán: “Porque abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, a los que sacó de Egipto, y se aferraron a otros dioses para adorarlos y servirlos. Por eso ha hecho caer sobre ellos todos estos castigos”.

En un período de veinte años Salomón construyó el Templo del Señor y su palacio.

Resto del reinado de Salomón (8,2—9,31)

Otras actividades (1 Re 9,10-28)

Salomón reconstruyó las veinte ciudades que le había dado Jirán e instaló en ellas a los israelitas. Después atacó Jamat de Sobá y la conquistó. Reconstruyó Tadmor en el desierto y todas las ciudades de avituallamiento que había construido en Jamat. Convirtió a Bet Jorón de arriba y a Bet Jorón de abajo en plazas fuertes con murallas, puertas y cerrojos. Y lo mismo hizo con Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que tenía, con las postas de carros y caballos y con todo cuanto quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en todo el territorio de su soberanía.

A todos los supervivientes de los hititas, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos que no eran israelitas, y que eran descendientes de aquellos que habían quedado en el país, porque los israelitas no habían podido aniquilarlos, Salomón los sometió a trabajos forzados. Y así siguen en la actualidad. En cuanto a los israelitas, no los sometió a trabajos forzados durante su reinado, pues eran sus soldados, sus oficiales, sus escuderos y los encargados de sus carros y caballos. 10 Los capataces del rey eran doscientos cincuenta, que supervisaban a la gente.

11 Salomón trasladó a la hija del faraón desde la ciudad de David al palacio que le había construido, pues pensaba que su esposa no debía residir en el palacio de David, el rey de Israel, ya que los lugares donde había entrado el Arca eran sagrados.

12 Entonces Salomón ofreció holocaustos al Señor sobre el altar que le había construido delante del atrio. 13 Y según el ritual diario ofrecía holocaustos, de acuerdo con las prescripciones de Moisés, los sábados, los primeros de mes y las tres fiestas anuales: la de los Panes sin levadura, la de las Semanas y la de las Tiendas. 14 De acuerdo con las disposiciones de su padre David, estableció los turnos de ministerio de los sacerdotes, los servicios de los levitas como cantores y ayudantes de los sacerdotes, según el ritual diario, y los turnos de los porteros en cada una de las puertas, pues así lo había dispuesto David, el hombre de Dios. 15 Y no desatendieron ninguna de las disposiciones del rey relativas a los sacerdotes y levitas, a los tesoros y a todas las demás cosas. 16 Así se realizó toda la obra de Salomón, desde el día en que se pusieron los cimientos del Templo del Señor hasta su total terminación.

17 Salomón se dirigió a Esionguéber y a Elat, en la costa del mar, en territorio de Edom. 18 Y Jirán le envió, por medio de sus servidores, barcos y marineros expertos que junto con los servidores de Salomón llegaron hasta Ofir y trajeron de allí cuatrocientos cincuenta talentos de oro para el rey Salomón.

Salomón y la reina de Sabá (1 Re 10,1-13)

La reina de Sabá tuvo noticia de la fama de Salomón y para ponerlo a prueba con enigmas, vino a Jerusalén con una magnífica caravana de camellos cargados de perfumes, oro en abundancia y piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón debatió con él todas las cuestiones que traía. Salomón contestó a todas sus preguntas: no hubo ninguna tan difícil que el rey no supiera responderle. Cuando la reina de Sabá comprobó toda la sabiduría de Salomón, el palacio que había construido, los manjares de su mesa, la disposición de sus comensales, la compostura y los uniformes de sus sirvientes, los uniformes de sus camareros y los holocaustos que ofrecía en el Templo del Señor, se quedó asombrada y dijo al rey:

— ¡Es cierto lo que había oído en mi país acerca de tus palabras y de tu sabiduría! Yo no me lo creía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos. Pero no me habían contado ni la mitad de tu gran sabiduría, pues superas las noticias que tenía. ¡Felices tus esposas y cortesanos, que están siempre a tu lado disfrutando de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha tenido a bien ponerte en su trono como rey del Señor tu Dios y, reafirmando su eterno amor a Israel, te ha convertido en su rey para garantizar la justicia y el derecho!

La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas. Nunca hubo perfumes como los que la reina de Sabá regaló al rey Salomón. 10 Además, los siervos de Jirán y los de Salomón, que habían traído el oro de Ofir, trajeron también gran cantidad de madera de sándalo y piedras preciosas. 11 Con la madera de sándalo el rey hizo entarimados para el Templo del Señor y para el palacio real y cítaras y arpas para los músicos. Sándalo como aquel no se había visto antes en el territorio de Judá. 12 El rey Salomón, por su parte, dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso y pidió, superando lo que ella había llevado al rey. Luego la reina y su séquito regresaron a su país.

Comercio y riquezas de Salomón (1 Re 10,14-28)

13 Salomón recibía anualmente seiscientos sesenta y seis talentos de oro, 14 sin contar el que llegaba de mercaderes y comerciantes; y todos los reyes de Arabia y los gobernadores del país traían oro y plata a Salomón. 15 El rey Salomón mandó hacer doscientos escudos chapados en oro, de seiscientos siclos de oro cada uno, 16 y otros trescientos escudos más pequeños, también chapados en oro, de trescientos siclos de oro cada uno, y los colocó en el edificio del Bosque del Líbano. 17 El rey mandó hacer también un gran trono de marfil, recubierto de oro puro. 18 El trono tenía seis escalones, un escabel de oro fijado al trono y dos brazos a ambos lados del asiento, con dos leones de pie junto a los brazos 19 y otros doce leones, también de pie, a ambos lados de los seis escalones. Nunca se había hecho nada parecido en ningún reino. 20 Toda la vajilla del rey Salomón era de oro y los objetos del edificio del Bosque del Líbano, de oro puro. No había nada de plata, pues en tiempos de Salomón la plata estaba devaluada. 21 El rey tenía una flota de barcos que iban a Tarsis, con los servidores de Jirán, y cada tres años llegaban los barcos de Tarsis, cargados de oro, plata, marfil, monos y pavos reales. 22 El rey Salomón superó a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría, 23 y todos los reyes de la tierra querían conocerlo para escuchar la sabiduría que Dios le había dado. 24 Cada cual le traía su regalo: objetos de plata y oro, vestidos, armas, perfumes, caballos y mulos. Y así, año tras año. 25 Salomón tenía también cuatro mil caballerizas para sus caballos y carros y doce mil caballos de montar, que guardaba en las ciudades con establos y en Jerusalén junto al propio rey. 26 Era soberano de todos los reyes desde el Éufrates hasta el país filisteo y la frontera de Egipto. 27 El rey hizo que en Jerusalén hubiera tanta plata como piedras y tantos cedros como higueras silvestres en la llanura. 28 Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de todos los demás países.

Muerte de Salomón (1 Re 11,41-43)

29 El resto de la historia de Salomón, de principio a fin, está escrito en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías de Siló y en las visiones del vidente Idó acerca de Jeroboán, el hijo de Nabat. 30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel durante cuarenta años. 31 Cuando murió, lo enterraron en la ciudad de su padre David. Su hijo Roboán le sucedió en el trono.

IV.— HISTORIA DEL REINO DE JUDÁ (10—36)

La división del reino (10—13)

Roboán y la división del reino (1 Re 12,1-19)

10 Roboán fue a Siquén, adonde había acudido todo Israel para proclamarlo rey. Cuando se enteró Jeroboán, hijo de Nabat, que se había refugiado en Egipto huyendo del rey Salomón, regresó de Egipto, pues lo habían mandado llamar, y Jeroboán llegó con toda la asamblea de Israel para decir a Roboán:

— Tu padre nos impuso un yugo insoportable. Si tú aligeras ahora la dura servidumbre y el yugo insoportable que tu padre nos impuso, nosotros te serviremos.

Él les respondió:

— Vuelvan a verme dentro de tres días.

La gente se marchó y el rey Roboán pidió consejo a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón mientras vivió:

— ¿Qué me aconsejan responder a esta gente?

Ellos le dijeron:

— Si te portas bien con esta gente, si los complaces y les respondes con buenas palabras, ellos te servirán de por vida.

Pero Roboán desoyó el consejo que le dieron los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio. Él les preguntó:

— ¿Qué me aconsejan ustedes responder a esta gente que me ha pedido que les suavice el yugo que les impuso mi padre?

10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron:

— Esa gente te ha dicho: “Tu padre nos impuso un yugo insoportable, aligéranoslo tú”. Respóndeles así: “Mi dedo meñique es más gordo que la cintura de mi padre: 11 si mi padre los cargó con un yugo insoportable, yo aumentaré su carga; si mi padre los castigaba con azotes, yo lo haré a latigazos”.

12 Al tercer día, Jeroboán y todo el pueblo fueron a ver a Roboán, tal y como el rey les había dicho. 13 Pero el rey les respondió con dureza: desoyó el consejo de los ancianos, 14 y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:

— Mi padre les impuso un yugo insoportable, pero yo aumentaré su carga. Mi padre los castigó con azotes, pero yo lo haré a latigazos.

15 Y el rey no quiso escuchar al pueblo; así lo había decidido Dios para cumplir de esta manera la promesa que el Señor había hecho a Jeroboán, hijo de Nabat, por medio de Ajías de Siló.

16 Cuando todos los israelitas vieron que el rey no les hacía caso, le replicaron diciendo:

— ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! Y que ahora David se preocupe de su casa.

Y los israelitas marcharon a sus casas.

17 Roboán siguió reinando sobre los israelitas que residían en las ciudades de Judá. 18 El rey Roboán envió a Adonirán, jefe de los trabajos forzados, pero los israelitas lo apedrearon hasta matarlo, y entonces el rey Roboán tuvo que apresurarse a subir en su carro para huir a Jerusalén. 19 Así fue como Israel se rebeló contra la dinastía de David hasta el día de hoy.

Reinado de Roboán (1 Re 12,21-24)

11 Cuando Roboán llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil guerreros escogidos de las casas de Judá y Benjamín, para atacar a Israel y devolver el reino a Roboán. Pero el Señor dirigió este mensaje al profeta Semaías:

— Di a Roboán, hijo de Salomón y rey de Judá, y a todos los israelitas residentes en Judá y Benjamín: “Esto dice el Señor: No vayán a luchar contra sus hermanos; que todos vuelvan a sus casas, pues esto ha sucedido por voluntad mía”.

Ellos obedecieron la palabra del Señor y suspendieron el ataque contra Jeroboán.

Roboán se estableció en Jerusalén y edificó plazas fuertes en Judá. Además fortificó Belén, Etán, Tecoa, Betsur, Socó, Adulán, Gat, Maresá, Zif, Adoráin, Laquis, Acecá, 10 Sorá, Ayalón y Hebrón, plazas fuertes de Judá y Benjamín. 11 Reforzó las defensas, puso en ellas gobernadores y las proveyó de almacenes de víveres, aceite y vino. 12 Reforzó al máximo cada una de las ciudades, abasteciéndolas de escudos y lanzas. Y así Roboán se quedó con Judá y Benjamín.

13 Los sacerdotes y levitas que había en Israel se pasaron a Roboán desde sus territorios. 14 Los levitas abandonaron sus tierras y posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, pues Jeroboán y sus hijos les habían prohibido ejercer el sacerdocio del Señor. 15 Y es que Jeroboán había nombrado sus propios sacerdotes para los santuarios locales y para las imágenes de sátiros y becerros que había mandado fabricar. 16 Siguiendo a los levitas, gentes de todas las tribus de Israel, deseando seguir al Señor Dios de Israel, fueron a Jerusalén para hacer sacrificios al Señor, Dios de sus antepasados. 17 De esta manera consolidaron el Reino de Judá y fortalecieron a Roboán, el hijo de Salomón, durante tres años, los tres años en que él siguió los pasos de David y Salomón.

18 Roboán se casó con Majalat, hija de Jerimot y nieta de David y Abihail, la hija de Eliab y nieta de Jesé. 19 Majalat le dio como hijos a Jeús, Semarías y Zahán. 20 Después se casó con Maacá, la hija de Absalón, que le dio a Abías, Atay, Zizá y Selomit. 21 Roboán amaba a Maacá, la hija de Salomón, más que a todas sus demás esposas y concubinas, pues tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas, con las que tuvo veintiocho hijos y sesenta hijas. 22 Roboán designó a Abías, el hijo de Maacá, como jefe y príncipe de sus hermanos, pues quería hacerlo rey, 23 y distribuyó hábilmente a todos los demás hijos por los territorios de Judá y Benjamín y en todas las plazas fuertes, dándoles abundantes provisiones y proporcionándoles muchas mujeres.

Invasión del faraón Sisac (1 Re 14,25-28.21.30-31)

12 Cuando Roboán consolidó su reino y se afianzó, él y todo Israel abandonaron la ley del Señor. Y, por su infidelidad para con el Señor, el rey de Egipto Sisac atacó a Jerusalén en el año quinto de su reinado, con mil doscientos carros, sesenta mil caballos y un ejército innumerable de libios, suquitas y cusitas, procedentes de Egipto. Conquistó las plazas fuertes de Judá y llegó a Jerusalén. Entonces el profeta Semaías fue a ver a Roboán y a los jefes de Judá que, ante el ataque de Sisac, se habían concentrado en Jerusalén y les dijo:

— Esto dice el Señor: Puesto que ustedes me han abandonado, también yo los abandono en manos de Sisac.

Los jefes de Israel y el rey reconocieron humildemente:

— El Señor tiene razón.

Cuando el Señor vio cómo se habían arrepentido dijo de nuevo a Semaías:

— Puesto que se han arrepentido, no los destruiré: dentro de poco los salvaré y no descargaré mi cólera sobre Jerusalén a través de Sisac. Pero le quedarán sometidos para que reconozcan la diferencia que hay entre servirme a mí y servir a los reyes de la tierra.

Sisac, el rey de Egipto, atacó Jerusalén, saqueó los tesoros del Templo y los del palacio real y se lo llevó todo. También se llevó los escudos de oro que Salomón había mandado hacer. 10 El rey Roboán los sustituyó con escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la escolta que custodiaban la entrada del palacio real. 11 Cada vez que el rey entraba al Templo del Señor, la escolta iba también, los llevaba [al Templo] y luego los devolvía a la sala de guardia.

12 Por haberse arrepentido, el Señor apaciguó su ira y no los destruyó totalmente, de suerte que Judá siguió disfrutando de prosperidad.

13 El rey Roboán se afianzó en Jerusalén y siguió reinando, pues tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar; durante diecisiete años reinó en Jerusalén, la ciudad que el Señor había elegido entre todas las tribus de Israel como residencia de su nombre. Su madre se llamaba Naamá y era amonita. 14 Roboán obró mal, pues no puso empeño en buscar al Señor.

15 La historia de Roboán está escrita de principio a fin en los libros del profeta Semaías y del vidente Idó. Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. 16 Cuando murió Roboán, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David y su hijo Abías le sucedió como rey.

Reinado de Abías (914-911) (1 Re 15,1-2.6-8)

13 Abías comenzó a reinar en Judá en el año décimo octavo del reinado de Jeroboán y reinó en Jerusalén durante tres años. Su madre se llamaba Micaías y era hija de Uriel de Guibeá. Abías y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. Abías se preparó para el combate con un ejército de cuatrocientos mil guerreros escogidos y valerosos, mientras que Jeroboán se enfrentó a él con ochocientos mil guerreros igualmente escogidos y valerosos. Abías subió a la cima del monte Semaráin, en la sierra de Efraín, y gritó:

— Jeroboán e israelitas todos, escúchenme: ¿Acaso no saben que el Señor, Dios de Israel ha concedido a David y a sus hijos la realeza perpetua sobre Israel mediante alianza inviolable? Sin embargo, Jeroboán, hijo de Nabat y servidor de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor, seguido por una cuadrilla de vagos e indeseables que se impusieron a Roboán, hijo de Salomón, aprovechándose de que Roboán era un joven apocado que no pudo controlarlos. Y ahora ustedes pretenden enfrentarse al reino del Señor, regido por los descendientes de David, porque se saben numerosos y tienen con ustedes los becerros de oro que Jeroboán les impuso por dioses. Ya han expulsado a los sacerdotes del Señor, descendientes de Aarón, y a los levitas, para hacerse sacerdotes como los de los demás pueblos, pues a todo el que llega con un novillo y siete carneros lo consagran sacerdote de dioses falsos. 10 Para nosotros, en cambio, el Señor es nuestro Dios y no lo hemos abandonado; los sacerdotes que lo sirven son descendientes de Aarón y los levitas, los encargados del culto; 11 y ofrecen al Señor los sacrificios matutinos y vespertinos, el incienso perfumado, preparan los panes de la ofrenda sobre la mesa y encienden cada tarde el candelabro de oro con sus lámparas; pues nosotros guardamos las prescripciones del Señor nuestro Dios, al que ustedes han abandonado. 12 Sepan que nuestro Dios viene con nosotros en cabeza y sus sacerdotes tienen las trompetas preparadas para dar el toque de guerra contra ustedes. Así que, israelitas, no luchen contra el Señor, Dios de sus antepasados, porque no vencerán.

13 Jeroboán tendió una emboscada para atacarles por la espalda, de modo que ellos quedaban frente a Judá y la emboscada por detrás. 14 Cuando los judaítas se volvieron y se dieron cuenta de que les presentaban batalla de frente y por detrás, clamaron al Señor mientras los sacerdotes hacían sonar las trompetas 15 y los hombres de Judá lanzaban el grito de guerra. Cuando los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra, Dios derrotó a Jeroboán y a todo Israel ante Abías y Judá. 16 Los israelitas huyeron ante Judá y Dios los entregó en su poder. 17 Abías y su ejército les infligieron una gran derrota, pues Israel sufrió quinientas mil bajas. 18 En aquella ocasión los israelitas quedaron humillados, mientras que los judaítas vencieron por haberse apoyado en el Señor, Dios de sus antepasados. 19 Abías persiguió a Jeroboán y le arrebató las ciudades de Betel, Jesaná y Efrón con sus respectivas aldeas anejas.

20 Jeroboán ya no volvió a recuperarse en tiempos de Abías: el Señor lo hirió y murió. 21 En cambio, Abías se fortaleció: tuvo catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas.

22 El resto de la historia de Abías, su conducta y sus hechos están escritos en el comentario del profeta Idó. 23 Cuando murió Abías, fue enterrado en la ciudad de David y su hijo Asá le sucedió como rey. Durante su reinado el país disfrutó de diez años de paz.

Reinados de Asá y Josafat (14—20)

Comienzos del reinado de Asá (1 Re 15,11-12)

14 Asá hizo el bien y agradó con su conducta al Señor, su Dios. Suprimió los altares extranjeros y los santuarios locales; destruyó las columnas y los postes sagrados; exhortó a Judá a buscar al Señor, Dios de sus antepasados, y a cumplir la ley y los mandamientos; y eliminó de todas las ciudades de Judá los santuarios locales de los montes y los altares de incienso. Y el reino disfrutó de paz bajo su gobierno.

Como el Señor le había dado tranquilidad, y el país estaba por aquellos años en paz y sin guerras, Asá construyó ciudades fortificadas en Judá. Asá les dijo:

— Puesto que hemos seguido al Señor nuestro Dios y él nos ha dado paz con los vecinos, fortifiquemos estas ciudades construyendo a su alrededor murallas, torres, puertas y cerrojos, ahora que el país está en nuestro poder.

Y concluyeron con éxito las obras de construcción. Asá tenía un ejército de trescientos mil judaítas armados de escudos y lanzas, y doscientos ochenta mil benjaminitas armados de escudos y arcos; todos ellos, guerreros valerosos.

Invasión de Zéraj

El cusita Zéraj los atacó con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá. Asá salió a su encuentro y tomaron posiciones para la batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresá. 10 Entonces Asá invocó al Señor, su Dios, diciendo:

— Cuando tú ayudas, Señor, no haces distinciones entre el fuerte y el débil. Ayúdanos, Señor Dios nuestro, pues en ti nos apoyamos y en tu nombre vamos a luchar contra esa multitud. Señor, tú eres nuestro Dios. Que nadie prevalezca contra ti.

11 El Señor derrotó a los cusitas ante Asá y Judá, y ellos se dieron a la fuga. 12 Asá y su gente los persiguieron hasta Guerar y los cusitas cayeron sin dejar supervivientes, pues habían quedado destrozados ante el Señor y ante su ejército, que capturó un enorme botín. 13 Luego atacaron y saquearon todas las ciudades de la región de Guerar, que estaban aterrorizadas ante el Señor y tenían mucho botín. 14 Atacaron también los campamentos de ganado y se llevaron gran cantidad de ovejas y camellos. Finalmente regresaron a Jerusalén.

Reforma religiosa de Asá (1 Re 15,13-15)

15 Azarías, hijo de Oded, impulsado por el espíritu del Señor, se presentó ante Asá y le dijo:

— Escúchenme, Asá y todo Judá y Benjamín: Dios estará con ustedes mientras ustedes estén con él; y si lo buscan, se dejará encontrar; pero si lo abandonan, también él los abandonará. Durante mucho tiempo Israel estuvo sin verdadero Dios, sin sacerdote instructor y sin ley. Pero en medio de la adversidad volvió al Señor Dios de Israel, lo buscó y él se dejó encontrar. En aquellos tiempos nadie tenía paz y todos los habitantes de los países vivían continuamente sobresaltados. Pueblos y ciudades se destruían entre sí, pues Dios los sacudía con calamidades de todo tipo. Así que ustedes manténganse firmes y no bajen la guardia, porque sus esfuerzos se verán recompensados.

Cuando Asá escuchó las palabras de la profecía de Azarías, hijo del profeta Oded, se armó de valor e hizo desaparecer los ídolos de todo el territorio de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la sierra de Efraín, y restauró el altar del Señor que había delante del atrio del Templo. Luego convocó a todo Judá y Benjamín y a los de Efraín, Manasés y Simeón que vivían entre ellos (pues muchos israelitas se habían pasado a su lado al comprobar que el Señor su Dios estaba con él) 10 y los reunió en Jerusalén el tercer mes del año décimo quinto del reinado de Asá. 11 Aquel día ofrecieron al Señor setecientos toros y siete mil ovejas del botín que habían traído, 12 y se comprometieron en alianza a seguir al Señor, Dios de sus antepasados, con todo el corazón y toda el alma, 13 y a declarar reo de muerte a todo aquel que no siguiese al Señor Dios de Israel, fuese niño o adulto, hombre o mujer. 14 Lo juraron ante el Señor en voz alta, con gritos de júbilo y al son de trompetas y cuernos. 15 Todo Judá estaba feliz con el juramento, pues lo habían hecho de todo corazón y habían seguido al Señor con su mejor voluntad por lo que el Señor se había dejado encontrar por ellos, concediéndoles paz con sus vecinos circundantes.

16 El rey Asá retiró el título real a su madre Maacá por haber dedicado una imagen abominable a Astarté; Asá destruyó la imagen, la hizo trizas y la quemó en el torrente Cedrón. 17 Y aunque no desaparecieron en Israel los santuarios de los montes, Asá fue totalmente fiel al Señor durante toda su vida. 18 Además, llevó al Templo de Dios las ofrendas de su padre y las suyas propias: oro, plata y otros objetos. 19 Y no hubo guerra hasta el año trigésimo quinto de su reinado.

Guerra contra Basá de Israel (1 Re 15,17-22.24)

16 El año trigésimo sexto del reinado de Asá, Basá, el rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá para cortar las comunicaciones a Asá, el rey de Judá. Asá sacó oro y plata de los tesoros del Templo del Señor y del palacio real y se los envió a Benadad, rey de Aram, que residía en Damasco, con este mensaje:

— Hagamos un pacto tú y yo, como lo hicieron nuestros padres. Te envío plata y oro. Rompe tu pacto con Basá, para que deje de atacarme.

Benadad aceptó la propuesta del rey Asá y envió a los jefes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel; atacaron Iyón, Dan, Abel Main y todos los almacenes de las ciudades de Neftalí. Cuando Basá se enteró, dejó de fortificar Ramá y suspendió las obras. Entonces el rey Asá tomó consigo a todo Judá, se llevaron de Ramá las piedras y la madera que Basá había empleado para fortificarla y con ellas fortificó Guibeá y Mispá.

En aquella ocasión el profeta Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo:

— Por haberte apoyado en el rey de Aram, en vez de apoyarte en el Señor tu Dios, el ejército del rey de Aram se te ha escapado. Recuerda que los cusitas y los libios tenían un gran ejército con numerosos carros y caballos; y sin embargo, el Señor los entregó en tu poder, porque te apoyaste en él. El Señor recorre toda la tierra con su mirada para fortalecer a los que le son plenamente fieles. Pero tú, en esta ocasión, has perdido la cabeza. Por eso, a partir de ahora tendrás guerras.

10 Asá se indignó con el profeta y lo metió en la cárcel, enfurecido por sus palabras. Por aquella época Asá también reprimió duramente a algunos ciudadanos. 11 La historia de Asá, de principio a fin, está escrita en el libro de los Reyes de Judá e Israel. 12 El año trigésimo noveno de su reinado, Asá enfermó gravemente de gota, pero tampoco en la enfermedad acudió al Señor, sino a los médicos. 13 Asá murió el año cuadragésimo primero de su reinado y descansó con sus antepasados. 14 Fue enterrado en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de David, colocado en un lecho lleno de diversas clases de perfumes, elaborados por expertos perfumistas. Luego encendieron en su honor una enorme pira.

Reinado de Josafat

17 Le sucedió como rey su hijo Josafat, que se hizo fuerte frente a Israel. Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y nombró gobernadores para el territorio de Judá y para las ciudades de Efraín conquistadas por su padre Asá. El Señor estuvo con Josafat, porque siguió los pasos que había recorrido anteriormente su antepasado David y no acudió a los baales, sino al Dios de sus antepasados, cumpliendo sus mandamientos, a diferencia del proceder de Israel. El Señor consolidó el reino bajo su mando: todo Judá pagaba tributo a Josafat, y llegó a tener grandes riquezas y honores. Se sentía orgulloso de seguir al Señor y suprimió de Judá los santuarios locales y los postes sagrados. El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Benjáil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas a impartir enseñanza por las ciudades de Judá, acompañados de los levitas Semaías, Natanías, Zebadías, Asael, Simiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías, y de los sacerdotes Elisamá y Jorán. Impartían instrucción en Judá con el Libro de la Ley del Señor y así recorrieron todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo.

10 Todos los reinos de los países vecinos de Judá sentían pánico sagrado y dejaron de luchar contra Josafat. 11 Los filisteos le pagaron tributo en especie y en dinero, y los árabes, en ganado: siete mil setecientos carneros y siete mil machos cabríos. 12 Josafat se iba haciendo cada día más poderoso y edificó fortalezas y ciudades de avituallamiento en Judá. 13 Tenía abundantes provisiones en las ciudades de Judá y un ejército de soldados aguerridos en Jerusalén, 14 con arreglo al siguiente registro familiar: jefes de millar en Judá: Adná, jefe de trescientos mil guerreros valerosos; 15 y a sus órdenes estaban Yojanán, jefe de doscientos ochenta mil, 16 y Amasías, hijo de Zicrí, voluntario al servicio del Señor, con doscientos mil guerreros valerosos. 17 Por Benjamín, el valeroso Elyadá con doscientos mil hombres armados de arco y escudo; 18 y a sus órdenes Jozabad con ciento ochenta mil hombres bien entrenados. 19 Todos ellos estaban al servicio del rey, sin contar a los que había distribuido en las ciudades fortificadas por todo Judá.

La campaña de Ramot de Galaad (1 Re 22,4-35)

18 Josafat llegó a tener grandes riquezas y honores, y emparentó con Ajab. Al cabo de unos años bajó a Samaría a visitar a Ajab, quien sacrificó en su honor y en el de sus acompañantes gran cantidad de ovejas y toros. Luego lo convenció para atacar Ramot de Galaad. Ajab, el rey de Israel, propuso a Josafat, rey de Judá:

— ¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad?

Josafat le respondió:

— Yo y mi gente estamos a tu disposición e iremos contigo a la guerra.

Y Josafat añadió al rey de Israel:

— Consulta antes al Señor.

El rey de Israel reunió a unos cuatrocientos profetas y les preguntó:

— ¿Podemos ir a atacar Ramot de Galaad o no?

Ellos le respondieron:

— Puedes ir, porque Dios te la va a entregar.

Pero Josafat preguntó:

— ¿No hay por aquí algún profeta del Señor al que podamos consultar?

El rey de Israel le respondió:

— Sí, aún queda alguien a través del cual podemos consultar al Señor: Miqueas, el hijo de Jimlá. Pero yo lo detesto, porque no me profetiza venturas, sino siempre desgracias.

Josafat le dijo:

— El rey no debe hablar así.

Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo:

— ¡Que venga inmediatamente Miqueas, el hijo de Jimlá!

El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, estaban sentados en sus tronos con sus vestiduras reales, en la plaza de la entrada de Samaría, mientras todos los profetas hacían profecías ante ellos. 10 Sedecías, el hijo de Quenaná, se hizo unos cuernos de hierro y decía:

— El Señor dice: “¡Con estos cuernos embestirás a los arameos hasta aniquilarlos!”.

11 Y todos los profetas profetizaban lo mismo:

— ¡Ataca a Ramot de Galaad, que tendrás éxito! ¡El Señor la entregará al rey!

12 Mientras, el mensajero que había ido a llamar a Miqueas le decía:

— Ten en cuenta que los profetas están anunciado unánimemente la victoria al rey, procura que tu profecía coincida también con la suya y anuncia la victoria.

13 Miqueas contestó:

— ¡Juro por el Señor que sólo le anunciaré lo que me diga mi Dios!

14 Cuando llegó ante el rey, este le preguntó:

— Miqueas, ¿podemos ir a atacar Ramot de Galaad o no?

Él le contestó:

— Ataquen, que tendrán éxito, pues el Señor se la entregará a ustedes.

15 Pero el rey le dijo:

— ¿Cuántas veces tendré que pedirte bajo juramento que me digas sólo la verdad en nombre del Señor?

16 Entonces Miqueas dijo:

— He visto a todo Israel disperso por los montes como un rebaño sin pastor y el Señor decía: “No tienen dueño; que vuelvan en paz a sus casas”.

17 El rey de Israel dijo a Josafat:

— ¿Qué te decía yo? No me profetiza venturas, sino desgracias.

18 Miqueas añadió:

— Por eso, escuchen la palabra del Señor. He visto al Señor sentado en su trono y toda la corte celeste estaba de pie, a su derecha y a su izquierda. 19 El Señor preguntó: “¿Quién confundirá a Ajab, el rey de Israel, para que ataque a Ramot de Galaad y perezca?”. Unos decían una cosa y otros, otra. 20 Entonces un espíritu se presentó ante el Señor y le dijo: “Yo lo confundiré”. Y el Señor preguntó: “¿Cómo lo harás?”. 21 Él respondió: “Iré y me convertiré en espíritu de mentira en boca de todos sus profetas”. A lo que el Señor dijo: “¡Conseguirás confundirlo! Vete y hazlo así”. 22 Ahora ya sabes que el Señor ha inspirado mentiras a estos profetas tuyos y ha anunciado tu desgracia.

23 Entonces Sedecías, el hijo de Quenaná, se acercó a Miqueas, le dio una bofetada y le dijo:

— ¿Es que me ha abandonado el espíritu del Señor para hablarte a ti?

24 Miqueas le respondió:

— Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de casa en casa.

25 Entonces el rey de Israel ordenó:

— Agarren a Miqueas, entréguenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joel 26 y díganles: “El rey ha ordenado que lo metan en la cárcel y que le racionen el pan y el agua hasta que el rey regrese sano y salvo”.

27 Miqueas le dijo:

— Si consigues regresar sano y salvo, es que el Señor no ha hablado por mi boca.

28 El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, fueron a atacar Ramot de Galaad. 29 El rey de Israel dijo a Josafat:

— Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, pero tú conserva tus vestiduras reales.

Así que el rey de Israel entró en combate disfrazado. 30 El rey de Siria había ordenado a sus jefes de carros que no atacasen ni a soldados ni a oficiales; sólo al rey de Israel. 31 Cuando los jefes de carros vieron a Josafat creyeron que se trataba del rey de Israel y se dispusieron a atacarlo; pero Josafat se puso a gritar y el Señor lo ayudó, apartándolos de él, 32 pues cuando los jefes de los carros se dieron cuenta de que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 33 Entonces un soldado lanzó una flecha al azar que hirió al rey de Israel, entrando por las juntas de la coraza. Inmediatamente el rey ordenó al conductor de su carro:

— Da la vuelta y sácame del campo de batalla, que estoy herido.

34 Pero en aquel momento la batalla se recrudeció tanto, que el rey tuvo que aguantar en su carro haciendo frente a los sirios hasta el atardecer, y a la caída del sol murió.

19 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba sano y salvo a su palacio de Jerusalén, le salió al encuentro el profeta Jehú, hijo de Jananí, para decirle:

— ¿Así que ayudas al malvado y amas a los que odian al Señor? Por eso, te ha castigado el Señor. Sin embargo, también tienes cosas buenas a tu favor, pues has quemado los postes sagrados del país y has puesto todo tu empeño en seguir a Dios.

Reforma judicial de Josafat

Aunque Josafat residía en Jerusalén, volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la serranía de Efraín, con la intención de convertirlo al Señor, Dios de sus antepasados; nombró también jueces en todas y cada una de las ciudades fortificadas del territorio de Judá, y les dio estas órdenes:

— Miren bien lo que hacen, porque no administran la justicia humana, sino la justicia del Señor, que estará con ustedes cuando dicten sentencia. Por tanto, respeten al Señor y tengan cuidado con lo que hacen, porque el Señor nuestro Dios no tolera corrupciones, ni favoritismos, ni sobornos.

Josafat designó también en Jerusalén a algunos levitas, sacerdotes y cabezas de familia israelitas para administrar la justicia del Señor y para dirimir pleitos. Residían en Jerusalén y Josafat les dio estas instrucciones:

— Deberán actuar con respeto al Señor, con fidelidad y con total integridad. 10 En cualquier pleito que les presenten sus hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas criminales o asuntos relativos a la ley, mandamientos, normas y decretos, los instruirán para que no pequen contra el Señor y no recaiga su ira sobre ustedes y sus hermanos. Si actúan así, no pecarán. 11 El sacerdote Amarías será el encargado de los asuntos religiosos y Zebadías, hijo de Ismael y jefe de Judá, el de los asuntos civiles. Los levitas les servirán como oficiales. ¡Ánimo y manos a la obra! ¡Que el Señor acompañe a los justos!

Victoria sobre Moab y Amón

20 Algún tiempo después los moabitas y amonitas, acompañados por meunitas, se movilizaron para atacar a Josafat. Sus informadores le dijeron:

— Una gran multitud procedente de Edom, al otro lado del mar, viene contra ti y ya está en Jasesón Tamar, o sea, en Enguedí.

Josafat se asustó y recurrió al Señor, proclamando un ayuno para todo Judá. Gente procedente de todas las ciudades de Judá se reunió para consultar al Señor. Josafat se puso en pie en medio de la asamblea de Judá y Jerusalén, que se encontraba reunida ante el atrio nuevo del Templo del Señor, y exclamó:

— Señor, Dios de nuestros antepasados: tú eres el Dios de los cielos, tú gobiernas todos los reinos de las naciones y tienes el poder y la fuerza, sin que nadie pueda resistirte. Tú, Dios nuestro, expulsaste a los habitantes de esta tierra ante tu pueblo Israel y se la entregaste a perpetuidad a la descendencia de tu amigo Abrahán. Ellos la habitaron y construyeron un santuario en tu honor, pensando: “Si nos sobreviene alguna desgracia (guerra, castigo, epidemia o hambre), nos presentaremos ante ti en este Templo, donde reside tu nombre, te invocaremos en nuestra angustia, y tú nos escucharás y nos salvarás”. 10 Ahí tienes a los amonitas, moabitas y habitantes de la montaña de Seír: tú no permitiste a Israel atravesar su territorio cuando venía de Egipto, sino que los evitaron para no tener que destruirlos. 11 Y ahora nos lo pagan viniendo a expulsarnos de la propiedad que nos diste en herencia. 12 Dios nuestro, dales su merecido, pues nosotros nos sentimos indefensos ante esta enorme multitud que nos ataca y no sabemos qué hacer, si no es poner en ti nuestra mirada.

13 Todos los judaítas estaban en pie ante el Señor con sus chiquillos, sus mujeres y sus hijos. 14 El espíritu del Señor inspiró entonces en medio de la asamblea a Jajaziel, hijo de Zacarías y descendiente de Benaías, Jeiel y Matanías, levita del clan de Asaf, 15 que dijo:

— Presten todos atención, pueblo de Judá, habitantes de Jerusalén y rey Josafat. Esto les dice el Señor: No teman ni se acobarden ante esa gran multitud, porque la batalla no es de ustedes sino de Dios. 16 Mañana bajarán hacia ellos cuando suban la cuesta de Sis y los encontrarán al final del arroyo, frente al desierto de Jeruel. 17 Pero no tendrán que luchar esta vez. Deténganse y quédense quietos y verán la victoria que les depara el Señor. Judá y Jerusalén, no teman ni se acobarden. Salgan mañana a su encuentro, que el Señor estará con ustedes.

18 Josafat se arrodilló rostro en tierra, y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se inclinaron ante el Señor para adorarlo. 19 Los levitas descendientes de Queat y de Coré se levantaron para alabar a voz en grito al Señor, Dios de Israel. 20 Al día siguiente madrugaron para salir al desierto de Tecoa y mientras iban saliendo, Josafat, en pie, les decía:

— Escúchenme, Judá y habitantes de Jerusalén: Confíen en el Señor su Dios y estarán seguros; confíen en sus profetas y vencerán.

21 Tras consultar con el pueblo, designó a algunos para que fuesen delante de la formación vestidos con ornamentos sagrados, cantando y alabando al Señor con el estribillo: “Den gracias al Señor, porque es eterno su amor”. 22 Y en el momento en que comenzaron los cantos y las súplicas, el Señor sembró discordias entre los amonitas, los moabitas y los habitantes de la montaña de Seír que venían contra Judá, y se destruyeron entre sí. 23 Los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de la montaña de Seír hasta destrozarlos y exterminarlos; y cuando acabaron con los habitantes de Seír se pusieron a destruirse mutuamente. 24 Cuando los de Judá llegaron al promontorio del desierto y miraron hacia la multitud, no vieron más que cadáveres caídos en tierra y ningún superviviente. 25 Cuando Josafat y su gente llegaron dispuestos al saqueo, encontraron tal cantidad de ganado, riquezas, vestidos y objetos preciosos que no pudieron cargar con ellos. Necesitaron tres días para consumar el saqueo. 26 El cuarto día se reunieron en el valle de Beracá, donde bendijeron al Señor. Por eso aquel lugar se llama valle de la Bendición hasta el presente. 27 Los hombres de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron contentos a Jerusalén, pues el Señor los había llenado de alegría a costa de sus enemigos. 28 Llegaron a Jerusalén y entraron en el Templo al son de salterios, cítaras y trompetas.

29 Un pánico sagrado invadió a todos los reinos vecinos al enterarse de que el Señor luchaba contra los enemigos de Israel. 30 El reinado de Josafat, en cambio, fue tranquilo y Dios le concedió paz con sus vecinos.

Conclusión del reinado de Josafat (1 Re 22,41-46a.49)

31 Josafat reinó en Judá. Cuando comenzó a reinar tenía treinta y cinco años y reinó en Jerusalén durante veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá y era hija de Siljí. 32 Josafat siguió los pasos de su padre Asá, sin apartarse lo más mínimo y actuando rectamente ante el Señor. 33 Sin embargo, los santuarios locales de los altos no desaparecieron, pues el pueblo seguía sin entregarse de corazón al Dios de sus antepasados.

34 El resto de la historia de Josafat, de principio a fin, está escrito en la Historia de Jehú, hijo de Jananí, que fue incluida en el libro de los Reyes de Israel. 35 Además, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, de conducta perversa. 36 Se asociaron para construir naves con destino a Tarsis, y las construyeron en Esionguéber. 37 Pero Eliezer, hijo de Dodavahu, de Maresá, profetizó contra Josafat, diciendo:

— Por haberte aliado con Ocozías, el Señor destruirá tu obra.

Y, en efecto, las naves naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.

De Jorán a Ajaz (21—28)

Reinado de Jorán (1 Re 22,51; 2 Re 8,17-22)

21 Cuando murió Josafat, lo enterraron con sus antepasados en la ciudad de David y su hijo Jorán lo sucedió como rey.

Los hermanos de Jorán fueron: Azarías, Jiel, Zacarías, Uzías, Miguel y Sefatías. Todos ellos eran hijos de Josafat, rey de Judá. Su padre les hizo cuantiosos regalos en plata, oro y objetos preciosos, junto con ciudades fortificadas de Judá; pero entregó el reino a Jorán, por ser el primogénito. Cuando Jorán subió al trono de su padre y se afianzó en él, mató a espada a todos sus hermanos y también a algunos jefes de Israel. Jorán tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante ocho años. Siguió los pasos de los reyes de Israel, como había hecho la dinastía de Ajab, pues se había casado con una hija de Ajab, y ofendió al Señor. Pero el Señor no quiso destruir a la dinastía de David en consideración a la alianza que había sellado con David y a la lámpara que había prometido mantener por siempre a él y a sus hijos.

Durante su reinado, Edom se independizó del dominio de Judá y se eligió un rey. Jorán con sus jefes y todos sus carros atacó de noche a Edom, que los tenía cercados a él y a los jefes de los carros. 10 Pero Edom se independizó del dominio de Judá hasta el presente. Por entonces también Libná se independizó de su dominio, ya que Jorán había abandonado al Señor Dios de sus antepasados.

11 Además, había levantado santuarios locales en los montes de Judá, provocando la prostitución de los habitantes de Jerusalén y el extravío de Judá. 12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía:

— Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: Puesto que no has seguido los pasos de tu padre Josafat, ni los de Asá, el rey de Judá, 13 sino que has seguido los pasos de los reyes de Israel, provocando la prostitución de Judá y de los habitantes de Jerusalén e imitando a la dinastía de Ajab, y has asesinado además a tus hermanos paternos, que eran mejores que tú, 14 el Señor va a azotar a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres y a toda tu hacienda con una terrible plaga. 15 Tú mismo sufrirás graves enfermedades y un dolor de intestinos tal, que día tras día se te irán saliendo a causa de la enfermedad.

16 El Señor incitó contra Jorán la enemistad de los filisteos y de los árabes vecinos de los cusitas, 17 que atacaron Judá, la invadieron y se llevaron todas las riquezas que encontraron en el palacio, junto con sus hijos y mujeres, sin dejar ninguno, a excepción de Joacaz, su hijo menor. 18 Después de todo esto el Señor lo hirió con una enfermedad de intestinos incurable. 19 Pasó el tiempo y al cabo de dos años se le salieron los intestinos por culpa de la enfermedad y murió entre horribles dolores. Su pueblo no le dedicó una pira como las de sus antepasados. 20 Había comenzado a reinar con treinta y dos años y reinó en Jerusalén durante ocho años. Partió sin ser llorado y lo enterraron en la ciudad de David, fuera del panteón real.

Reinado de Ocozías (2 Re 8,25-29)

22 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey sucesor de Jorán a su hijo menor Ocozías, pues una banda de árabes llegada al campamento había asesinado a los hijos mayores. Por eso reinó Ocozías, hijo de Jorán, rey de Judá. Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante un año. Su madre se llamaba Atalía y era hija de Omrí. También él siguió los pasos de la dinastía de Ajab, pues su madre lo incitaba a hacer el mal y ofendió al Señor, como la dinastía de Ajab, pues tras la muerte de su padre ellos fueron sus consejeros para su perdición. Precisamente por su consejo se alió con Jorán, el hijo de Ajab, rey de Israel, para luchar contra Jazael, el rey de Siria, en Ramot de Galaad. Pero los sirios hirieron a Jorán, y tuvo que retirarse a Jezrael para curarse de las heridas que había recibido en Ramot, cuando luchaba contra Jazael, rey de Siria. Ocozías, el hijo de Jorán, rey de Judá, fue a Jezrael a visitar a Jorán, el hijo de Ajab, pues estaba enfermo. Por decisión divina, la visita de Ocozías a Jorán se convirtió en su perdición; apenas llegó, salió con Jorán al encuentro de Jehú, hijo de Nimsí, ungido por el Señor para exterminar a la dinastía de Ajab. Jehú hizo justicia con la dinastía de Ajab, matando también a los príncipes de Judá y a los parientes de Ocozías que estaban a su servicio. Luego mandó buscar a Ocozías, que se había escondido en Samaría; lo apresaron y lo llevaron ante Jehú, que lo mandó ejecutar. Pero, por ser hijo de Josafat, que había seguido íntegramente al Señor, lo enterraron. Y no quedó nadie en la familia de Ocozías capaz de reinar.

Reinado de Atalía (2 Re 11,1-3)

10 Cuando Atalía, la madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, se puso a eliminar a toda la familia real de Judá. 11 Pero la princesa Josebá tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo apartó de sus hermanos que iban a ser asesinados y lo escondió con su nodriza en el dormitorio. De esta manera, Josebá, hija del rey Jorán, esposa del sacerdote Joyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de Atalía y evitó que lo matara. 12 Joás estuvo escondido con ellos en el Templo durante seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

Conjura contra Atalía y entronización de Joás (2 Re 11,4-20)

23 El séptimo año Joyadá se armó de valor y tomó consigo a los centuriones Azarías, hijo de Jeroján, Ismael, hijo de Yojanán, Azarías, hijo de Obed, Maasías, hijo de Adaías, y Elisafat, hijo de Zicrí. Hicieron un pacto y recorrieron Judá convocando a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los cabezas de familia de Israel para ir a Jerusalén. Luego toda la asamblea selló un pacto con el rey en el Templo de Dios, y Joyadá les dijo:

— Les presento al príncipe que debe reinar, tal como el Señor prometió a los descendientes de David. Esto es lo que harán: el tercio de sacerdotes y levitas que entra de servicio el sábado hará guardia en las puertas; otro tercio se ocupará del palacio real, y el otro de la puerta de la Fundación, mientras todo el pueblo se quedará en los atrios del Templo del Señor. Nadie entrará en el Templo del Señor, a excepción de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio, que podrán entrar por estar consagrados. Pero el resto de la gente observará las prescripciones del Señor. Los levitas rodearán completamente al rey con las armas en la mano y si alguien intenta entrar en palacio, lo matan. Tienen que acompañar al rey a todas partes.

Los levitas y todo Judá hicieron todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado: cada uno con sus hombres, tanto los que entraban de servicio el sábado, como los que salían, pues el sacerdote Joyadá no había licenciado a ningún turno. El sacerdote Joyadá entregó a los centuriones las lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David que se guardaban en el Templo; 10 al mismo tiempo distribuyó a toda la gente empuñando sus armas, desde el ala derecha del Templo hasta el ala izquierda, entre el altar y el Templo, alrededor del rey. 11 Entonces sacaron al príncipe, le entregaron la corona y el testimonio y lo proclamaron rey. Joyadá y sus hijos lo ungieron, aclamándolo:

— ¡Viva el rey!

12 Atalía oyó el griterío del pueblo que corría y aclamaba al rey, y se acercó a la gente que estaba en el Templo del Señor. 13 Cuando vio al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los oficiales y a los que tocaban las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de fiesta, mientras sonaban las trompetas y los cantores con los instrumentos musicales entonaban cánticos de alabanza, se rasgó las vestiduras y gritó:

— ¡Traición! ¡Traición!

14 El sacerdote Joyadá ordenó a los centuriones que estaban al mando del ejército:

— Sáquenla de las filas y maten a cuchillo al que la siga.

Como el sacerdote había ordenado que no la matasen en el Templo, 15 le echaron mano cuando entraba en el palacio por la puerta de las caballerías y la mataron allí.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España