Nehemías 4-6
Reina-Valera 1995
Precauciones contra los enemigos
4 Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y enfureció mucho, y burlándose de los judíos, 2 dijo delante de sus hermanos y del ejército de Samaria:
—¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas?
3 Y estaba junto a él Tobías, el amonita, el cual dijo:
—Lo que ellos edifican del muro de piedra, si sube una zorra lo derribará.
4 «¡Oye, Dios nuestro, cómo somos objeto de su desprecio! Haz que su ofensa caiga sobre su cabeza y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. 5 No cubras su iniquidad ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se han airado contra los que edificaban.»
6 Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar. 7 Pero aconteció que oyeron Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod que los muros de Jerusalén eran reparados, pues ya las brechas comenzaban a ser cerradas, y se encolerizaron mucho. 8 Conspiraron luego todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. 9 Entonces oramos a nuestro Dios, y por culpa de ellos montamos guardia contra ellos de día y de noche. 10 Y decía Judá: «Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado y el escombro es mucho; no podremos reconstruir el muro.»
11 Nuestros enemigos dijeron: «Que no sepan ni vean hasta que entremos en medio de ellos, los matemos y hagamos cesar la obra.» 12 Pero sucedió que cuando venían los judíos que vivían entre ellos, nos decían una y otra vez: «De todos los lugares donde habitan, ellos caerán sobre vosotros.» 13 Entonces puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos, por las partes bajas del lugar, detrás del muro y en los sitios abiertos. 14 Después miré, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo:
—No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.
15 Cuando supieron nuestros enemigos que estábamos sobre aviso, y que Dios había desbaratado sus planes, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. 16 Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad se mantenía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. 17 Los que edificaban en el muro, los que acarreaban y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y con la otra sostenían la espada. 18 Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a la cintura, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí, 19 pues yo había dicho a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo:
—La obra es grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos los unos de los otros. 20 En el lugar donde oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.
21 Así pues, mientras trabajábamos en la obra desde la subida del alba hasta que salían las estrellas, la mitad de ellos montaba guardia con la lanza en la mano. 22 También dije entonces al pueblo:
—Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén; de noche sirvan de centinelas y de día trabajen en la obra.
23 Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse.
Abolición de la usura
5 Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. 2 Había quien decía: «Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir.» 3 Y había quienes decían: «Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre.» 4 Otros decían: «Hemos tomado prestado dinero sobre nuestras tierras y viñas para el tributo del rey. 5 Ahora bien, nosotros y nuestros hermanos somos de una misma carne, y nuestros hijos son como sus hijos; sin embargo, nosotros tuvimos que entregar nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas son ya esclavas, y no podemos rescatarlas porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros.»
6 Cuando oí su clamor y estas palabras, me enojé mucho. 7 Después de meditarlo bien, reprendí a los nobles y a los oficiales. Y les dije:
—¿Exigís interés a vuestros hermanos?
Además, convoqué contra ellos una gran asamblea, 8 y les dije:
—Nosotros, según nuestras posibilidades, rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y ahora sois vosotros los que vendéis aun a vuestros hermanos, para que nosotros tengamos que rescatarlos de nuevo?
Y callaron, pues no tuvieron qué responder.
9 Y yo añadí:
—No es bueno lo que hacéis. ¿No deberíais andar en el temor de nuestro Dios, para no ser objeto de burla de las naciones enemigas nuestras? 10 También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano. ¡Perdonémosles esta deuda! 11 Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés.
12 Ellos respondieron:
—Lo devolveremos y nada les demandaremos; haremos así como tú dices.
Entonces convoqué a los sacerdotes y les hice jurar que harían conforme a esto. 13 Sacudí además mi vestido, y dije:
—Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpla esto; así sea sacudido y quede sin nada.
Y respondió toda la congregación:
—¡Amén!
Entonces alabaron a Jehová, y el pueblo hizo conforme a esto.
14 También desde el día que me mandó el rey que fuera gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos del pan del gobernador. 15 En cambio, los primeros gobernadores que me antecedieron abrumaron al pueblo: les cobraban, por el pan y por el vino, más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo. Pero yo no hice así, a causa del temor de Dios. 16 También trabajé mi parte en la restauración de este muro, y no he comprado heredad; también todos mis criados estaban allí juntos en la obra. 17 Además, ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones que había alrededor de nosotros, se sentaban a mi mesa. 18 Cada día se preparaba un buey y seis ovejas escogidas; también me preparaban aves; y, cada diez días, se traía vino en abundancia. Así y todo, nunca reclamé el pan del gobernador, porque la carga que pesaba sobre este pueblo era excesiva.
19 «¡Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo!»
Maquinaciones de los adversarios
6 Cuando oyeron Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás de nuestros enemigos que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él brecha alguna (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas de las puertas), 2 Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: «Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono.» Pero ellos habían pensado hacerme mal. 3 Entonces envié mensajeros para decirles: «Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir; porque cesaría la obra si yo la abandonara para ir a vosotros.» 4 Cuatro veces me enviaron mensajes sobre el mismo asunto, y yo les respondí de la misma manera.
5 Entonces Sanbalat me envió a su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, 6 en la cual estaba escrito: «Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey; 7 y que has puesto profetas que, refiriéndose a ti, proclamen en Jerusalén: “¡Hay rey en Judá!” Estas palabras van a llegar a los oídos del rey; ven, por tanto, y consultemos juntos.»
8 Entonces envié yo a decirle: «No hay nada de lo que dices, sino que son invenciones de tu corazón.» 9 Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: «Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada.»
«¡Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos!»
10 Después fui a casa de Semaías hijo de Delaía hijo de Mehetabel, porque estaba encerrado. Él me dijo:
—Reunámonos en la casa de Dios, dentro del Templo, y cerremos las puertas, porque vienen a matarte; sí, esta noche vendrán a matarte.
11 Pero yo le respondí:
—¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al Templo para salvarse la vida? No entraré.
12 Reconocí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. 13 Pues fue sobornado para intimidarme, para que así yo pecara. Ellos aprovecharían esto para crearme mala fama y desprestigiarme.
14 «¡Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de la profetisa Noadías y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo!»
15 Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. 16 Cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros; se sintieron humillados y reconocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra.
17 En aquellos días los principales de Judá enviaban muchas cartas a Tobías y recibían las de éste. 18 Porque muchos en Judá se habían aliado con él, pues era yerno de Secanías hijo de Ara; y Johanán su hijo había tomado por mujer a la hija de Mesulam hijo de Berequías. 19 También contaban delante de mí las buenas obras de Tobías, y a él le referían mis palabras. Y Tobías enviaba cartas para atemorizarme.
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