Juan 16-18
Nueva Versión Internacional
16 »Todo esto les he dicho para que no flaquee su fe. 2 Los expulsarán de las sinagogas; y llegará el día en que cualquiera que los mate pensará que está prestando un servicio a Dios. 3 Actuarán de este modo porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí. 4 Y digo esto para que cuando llegue ese día se acuerden de que ya se lo había advertido. Sin embargo, no les dije esto al principio porque yo estaba con ustedes.
La obra del Espíritu Santo
5 »Ahora vuelvo al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?”. 6 Al contrario, como les he dicho estas cosas, se han entristecido mucho. 7 Pero digo la verdad: les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré. 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error[a] en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; 9 en cuanto al pecado, porque no creen en mí; 10 en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; 11 y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.
12 »Muchas cosas me quedan aún por decirles, que por ahora no podrían soportar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá solo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. 14 Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. 15 Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes.
16 »Dentro de poco ya no me verán; pero un poco después volverán a verme».
La despedida de Jesús
17 Algunos de sus discípulos comentaban entre sí:
«¿Qué quiere decir con eso de que “dentro de poco ya no me verán”, y “un poco después volverán a verme”, y “porque voy al Padre”?». 18 Luego insistían: «¿Qué quiere decir con eso de “dentro de poco”? No sabemos de qué habla».
19 Jesús se dio cuenta de que querían hacerle preguntas acerca de esto, entonces les dijo:
—¿Se están preguntando qué quise decir cuando dije: “Dentro de poco ya no me verán”, y “un poco después volverán a verme”? 20 Les aseguro que ustedes llorarán de dolor, mientras que el mundo se alegrará. Se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría. 21 La mujer que está por dar a luz siente dolores porque ha llegado su momento, pero en cuanto nace la criatura se olvida de su angustia por la alegría de haber traído al mundo un nuevo ser. 22 Lo mismo les pasa a ustedes; ahora están tristes, pero cuando vuelva a verlos se alegrarán y nadie les va a quitar esa alegría. 23 En aquel día ya no me pedirán nada. Les aseguro que mi Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. 24 Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán para que su alegría sea completa.
25 »Les he dicho todo esto por medio de comparaciones, pero viene la hora en que ya no les hablaré así, sino que les hablaré claramente acerca del Padre. 26 En aquel día pedirán en mi nombre. Y no digo que voy a rogar por ustedes al Padre, 27 ya que el Padre mismo los ama porque me han amado y han creído que yo he venido de parte de Dios. 28 Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo de nuevo el mundo y vuelvo al Padre.
29 —Ahora sí estás hablando directamente, sin vueltas ni rodeos —dijeron sus discípulos—. 30 Ya podemos ver que sabes todas las cosas; ni siquiera necesitas que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que saliste de Dios.
31 —¿Ahora creen? —contestó Jesús—. 32 Miren que viene la hora, y ya es la hora, en que ustedes serán dispersados; cada uno se irá a su propia casa y a mí me dejarán solo. Sin embargo, solo no estoy, porque el Padre está conmigo. 33 Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
Jesús ora por sí mismo
17 Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así:
«Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti, 2 ya que le has conferido autoridad sobre todo mortal para que él les conceda vida eterna a todos los que le has dado. 3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. 5 Y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera.
Jesús ora por sus discípulos
6 »A los que me diste del mundo les he revelado tu nombre. Eran tuyos; tú me los diste y ellos han obedecido tu palabra. 7 Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, 8 porque les he entregado las palabras que me diste y ellos las aceptaron; saben con certeza que salí de ti y han creído que tú me enviaste. 9 Ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado porque son tuyos. 10 Todo lo que yo tengo es tuyo y todo lo que tú tienes es mío; y por medio de ellos he sido glorificado. 11 Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo y yo vuelvo a ti.
»Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros. 12 Mientras estaba con ellos, los protegía y los cuidaba mediante el nombre que me diste y ninguno se perdió sino aquel que eligió perderse, a fin de que se cumpliera la Escritura.
13 »Ahora vuelvo a ti, pero digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, para que tengan mi alegría en plenitud. 14 Yo les he entregado tu palabra y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. 16 Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo. 17 Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo. 19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Jesús ora por todos los creyentes
20 »No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, 21 para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: 23 yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí.
24 »Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo.
25 »Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco y estos reconocen que tú me enviaste. 26 Yo les he dado a conocer tu nombre y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo mismo esté en ellos».
Arresto de Jesús(A)
18 Cuando Jesús terminó de orar, salió con sus discípulos y cruzó el arroyo de Cedrón. Al otro lado había un huerto en el que entró con sus discípulos.
2 También Judas, el que lo traicionaba, conocía aquel lugar porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 3 Así que Judas llegó al huerto, a la cabeza de un destacamento[b] de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos. Llevaban antorchas, lámparas y armas.
4 Jesús, que sabía todo lo que iba a suceder, les salió al encuentro.
—¿A quién buscan? —preguntó.
5 —A Jesús de Nazaret —contestaron.
Jesús dijo:
—Yo soy.
Judas, el traidor, también estaba con ellos. 6 Cuando Jesús dijo: “Yo soy”, dieron un paso atrás y se desplomaron.
7 —¿A quién buscan? —volvió a preguntar Jesús.
—A Jesús de Nazaret —repitieron.
8 Jesús contestó:
—Ya dije que yo soy. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan.
9 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho: «De los que me diste ninguno se perdió».[c]
10 Simón Pedro, que tenía una espada, la desenfundó e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. (El siervo se llamaba Malco).
11 —¡Vuelve esa espada a su funda! —ordenó Jesús a Pedro—. ¿Acaso no he de beber el trago amargo que el Padre me da a beber?
Jesús ante Anás(B)
12 Entonces los soldados, su comandante y los guardias de los judíos arrestaron a Jesús. Lo ataron 13 y lo llevaron primeramente a Anás, que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. 14 Caifás era el que había aconsejado a los judíos que les convenía más que muriera un solo hombre por el pueblo.
Pedro niega a Jesús(C)
15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y, como el otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró en el patio del sumo sacerdote con Jesús; 16 Pedro, en cambio, tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. El discípulo conocido del sumo sacerdote volvió entonces a salir, habló con la portera de turno y consiguió que Pedro entrara.
17 —¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre? —le preguntó la portera.
—No lo soy —respondió Pedro.
18 Los criados y los guardias estaban de pie alrededor de una fogata que habían hecho para calentarse, pues hacía frío. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose.
Jesús ante el sumo sacerdote(D)
19 Mientras tanto, el sumo sacerdote interrogaba a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza.
20 —Yo he hablado abiertamente al mundo —respondió Jesús—. Siempre he enseñado en las sinagogas o en el Templo, donde se congregan todos los judíos. En secreto no he dicho nada. 21 ¿Por qué me interrogas a mí? ¡Interroga a los que me han oído hablar! Ellos deben saber lo que dije.
22 Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí cerca le dio una bofetada y le dijo:
—¿Así contestas al sumo sacerdote?
23 —Si he dicho algo malo —respondió Jesús—, demuéstramelo. Pero si lo que dije es correcto, ¿por qué me pegas?
24 Entonces Anás lo envió,[d] todavía atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega de nuevo a Jesús(E)
25 Mientras tanto, Simón Pedro seguía de pie, calentándose.
—¿No eres tú también uno de sus discípulos? —le preguntaron.
—¡No lo soy! —dijo Pedro, negándolo.
26 —¿Acaso no te vi en el huerto con él? —insistió uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja.
27 Pedro volvió a negarlo y en ese instante cantó el gallo.
Jesús ante Pilato(F)
28 Luego los judíos llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano.[e] Como ya amanecía, los judíos no entraron en el palacio, pues de hacerlo se contaminarían ritualmente y no podrían comer la Pascua. 29 Así que Pilato salió a interrogarlos:
—¿De qué delito acusan a este hombre?
30 —Si no fuera un malhechor —respondieron—, no se lo habríamos entregado.
31 —Pues llévenselo ustedes y júzguenlo según su propia ley —les dijo Pilato.
—Nosotros no tenemos ninguna autoridad para ejecutar a nadie —objetaron los judíos.
32 Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús dijo sobre la clase de muerte que iba a sufrir.
33 Pilato volvió a entrar en el palacio y llamó a Jesús.
—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó.
34 —¿Eso lo dices tú —respondió Jesús— o es que otros te han hablado de mí?
35 —¿Acaso soy judío? —respondió Pilato—. Han sido tu propio pueblo y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué has hecho?
36 —Mi reino no es de este mundo —contestó Jesús—. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.
37 —¡Así que eres rey! —le dijo Pilato.
Jesús contestó:
—Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.
38 —¿Y qué es la verdad? —preguntó Pilato.
Dicho esto, salió otra vez a ver a los judíos.
—Yo no encuentro que este sea culpable de nada —declaró—. 39 Pero como ustedes tienen la costumbre de que suelte a un preso durante la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?
40 —¡No, no sueltes a ese! ¡Suelta a Barrabás! —volvieron a gritar.
Y Barrabás era un insurgente.[f]
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