Job 6-9
Reina-Valera 1995
Job reprocha la actitud de sus amigos
6 Respondió entonces Job y dijo:
2 «¡Ojalá pudieran pesarse mi queja y mi tormento,
y fueran igualmente puestos en la balanza!
3 Pesarían ahora más que la arena del mar.
Por eso mis palabras han sido precipitadas,
4 porque se me han clavado las flechas del Todopoderoso,
su veneno lo ha bebido mi espíritu
y los terrores de Dios combaten contra mí.
5 ¿Acaso gime el asno montés si está junto a la hierba?
¿Acaso muge el buey cuando está junto a su pasto?
6 ¿Acaso se come sin sal lo desabrido
o tiene sabor la clara del huevo?
7 Las cosas que yo ni siquiera quería tocar
son ahora mi alimento.
8 »¡Quién me concediera que se cumpliese mi petición,
que Dios me otorgara lo que anhelo:
9 que agradara a Dios destruirme,
que soltara su mano y acabara conmigo!
10 Sería entonces mi consuelo,
cuando el dolor me asaltara sin tregua,
no haber renegado de las palabras del Santo.
11 ¿Cuál es mi fuerza para seguir esperando?
¿Cuál es mi fin para seguir teniendo paciencia?
12 ¿Soy acaso tan fuerte como las piedras?
¿Es mi carne como el bronce?
13 ¿No es cierto que ni aun a mí mismo me puedo valer
y que carezco de todo auxilio?
14 El que sufre es consolado por su compañero,
incluso aquel que abandona el temor del Omnipotente.
15 Pero mis hermanos me han traicionado;
han pasado como un torrente,
como las corrientes impetuosas
16 que bajan turbias por el deshielo
y mezcladas con la nieve,
17 que al tiempo del calor se secan,
y al calentarse desaparecen en su cauce.
18 Los caminantes se apartan de su rumbo
y se pierden en el desierto.
19 Las buscan las caravanas de Temán,
y los caminantes de Sabá esperan en ellas;
20 pero se frustra su esperanza
al venir hasta ellas y verse defraudados.
21 Ahora, ciertamente como ellas sois vosotros,
pues habéis visto el horror y tenéis miedo.
22 ¿Es que yo os he dicho: “Traedme algo,
y pagad por mí de vuestra hacienda”,
23 o “Libradme de manos del opresor,
y redimidme del poder de los violentos”?
24 »Instruidme, y yo callaré;
hacedme entender en qué he errado.
25 ¡Cuán provechosas son las palabras rectas!
Pero ¿qué reprocha vuestra censura?
26 ¿Pretendéis censurar las palabras
y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
27 Vosotros os arrojáis sobre el huérfano
y caváis una fosa para vuestro amigo.
28 »Ahora, pues, si queréis, miradme,
y ved si estoy mintiendo ante vosotros.
29 Consideradlo ahora de nuevo, y no haya maldad;
volved a considerar mi justicia en esto.
30 ¿Es que hay iniquidad en mi lengua,
o acaso no puede mi paladar discernir lo malo?
7 ¿No es acaso la vida del hombre una lucha sobre la tierra,
y sus días como los días del jornalero?
2 Como el siervo suspira por la sombra
o como el jornalero espera el salario de su trabajo,
3 así yo he recibido meses de desengaño
y noches de sufrimiento me tocaron en suerte.
4 Cuando estoy acostado, digo: “¿Cuándo me levantaré?”
Mas la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba.
5 Mi carne está vestida de gusanos y costras de polvo;
mi piel hendida y abierta, supura.
6 Mis días corren más veloces que la lanzadera del tejedor,
y perecen sin esperanza.
7 »Acuérdate de que mi vida es un soplo
y de que mis ojos no volverán a ver el bien.
8 Los ojos de quienes me ven, no me verán más.
Y tú fijarás tus ojos en mí, pero ya no seré.
9 Como nube que se desvanece y pasa,
así el que desciende al seol no subirá de allí;
10 no volverá más a su casa,
ni su lugar volverá a reconocerlo.
11 »Por tanto, no refrenaré mi boca,
sino que hablaré en la angustia de mi espíritu
y me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Acaso soy yo el mar, o un monstruo marino,
para que me pongas vigilancia?
13 Cuando digo: “Mi lecho me consolará,
mi cama aliviará mis quejas”,
14 entonces me atemorizas con sueños
y me aterras con visiones.
15 Por eso tuve por mejor ser estrangulado,
y quise la muerte más que a mis huesos.
16 ¡Aborrezco mi vida! No he de vivir para siempre;
¡déjame, pues, ya que mis días sólo son vanidad!
17 ¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas,
para que pongas en él tu corazón
18 y lo visites todas las mañanas,
y a cada momento lo pruebes?
19 ¿Cuándo apartarás de mí tu mirada
y me soltarás para tragar siquiera mi saliva?
20 Aunque haya pecado, ¿qué mal puedo hacerte a ti, Guarda de los hombres?
¿Por qué me pones por blanco tuyo,
hasta convertirme en una carga para mí mismo?
21 ¿Y por qué no borras mi rebelión y perdonas mi iniquidad?
Pues pronto dormiré en el polvo,
y aunque me busques temprano, no existiré.»
Bildad proclama la justicia de Dios
8 Respondió Bildad, el suhita, y dijo:
2 «¿Hasta cuándo hablarás tales cosas
y las palabras de tu boca serán como un viento impetuoso?
3 ¿Acaso torcerá Dios el derecho
o pervertirá el Todopoderoso la justicia?
4 Si tus hijos pecaron contra él,
él les hizo cargar con su pecado.
5 Si tú desde temprano buscas a Dios
y ruegas al Todopoderoso;
6 si eres puro y recto,
ciertamente él velará por ti
y hará prosperar la morada de tu justicia.
7 Y aunque tu principio haya sido pequeño,
tu estado, al final, será engrandecido.
8 »Pregunta tú ahora a las generaciones pasadas
y disponte a interrogar a los padres de ellas;
9 pues nosotros somos de ayer y nada sabemos,
ya que nuestros días sobre la tierra son como una sombra.
10 ¿No te enseñarán ellos, te hablarán
y sacarán palabras de su corazón?
11 »¿Crece el junco donde no hay lodo?
¿Crece el prado donde no hay agua?
12 Con todo, aun en su verdor y sin haber sido cortado
se seca antes que toda otra hierba.
13 Tales son los caminos de todos los que se olvidan de Dios;
y así perecerá la esperanza del impío,
14 porque su esperanza es apenas como un hilo,
y su confianza, como una tela de araña.
15 Si se apoya en su casa, ella no permanecerá en pie;
si se agarra a ella, no resistirá.
16 Es como un árbol que está verde plantado al sol,
y cuyos renuevos salen por encima de su huerto;
17 se van entretejiendo sus raíces junto a una fuente
y se enlazan hasta llegar al lugar pedregoso.
18 Pero si lo arrancan de su lugar,
éste lo negará, diciendo: “Nunca te había visto.”
19 Ciertamente así será el gozo de su camino,
y otros nacerán del polvo.
20 »Dios no desecha al íntegro
ni ofrece apoyo a la mano del maligno.
21 Él llenará aún tu boca de risas,
y tus labios de júbilo.
22 Los que te aborrecen serán cubiertos de confusión:
la morada de los impíos perecerá.»
La sabiduría y el poder de Dios
9 Respondió Job y dijo:
2 «Ciertamente yo sé que esto es así:
¿Cómo se justificará el hombre delante de Dios?
3 Si pretendiera discutir con él,
no podría responderle a una cosa entre mil.
4 Él es sabio de corazón y poderoso en fuerzas,
¿a quién, si quisiera resistirle, le iría bien?
5 Él arranca los montes con su furor,
sin que ellos sepan quién los trastornó.
6 Él remueve de su lugar la tierra,
y hace temblar sus columnas.
7 Si él lo ordena, el sol no sale,
y él es quien pone sello a las estrellas.
8 Él solo extiende los cielos,
y anda sobre las olas del mar.
9 Él hizo la Osa y el Orión,
las Pléyades y los más remotos lugares del sur.
10 Él hace cosas grandes e incomprensibles,
maravillosas y sin número.
11 Él pasa delante de mí, y yo no lo veo;
pasa junto a mí sin que yo lo advierta.
12 Si arrebata alguna cosa ¿quién hará que la restituya?
¿Quién le dirá: “Qué haces”?
13 »Dios no volverá atrás su ira,
y bajo él se postran los que ayudan a los soberbios;
14 pues ¿cuánto menos podré yo replicarle
y escoger mis palabras frente a él?
15 Aunque yo fuera justo, no podría responderle;
sólo puedo rogarle, a él que es mi juez.
16 Ni aun si lo invocara y él me respondiera,
creería yo que ha escuchado mi voz.
17 Porque él me quebranta con tempestad,
aumenta sin causa mis heridas
18 y no me concede que tome aliento,
sino que me llena de amarguras.
19 Si hablamos de su fuerza, por cierto que es poderosa;
si de juicio, ¿quién lo emplazará?
20 Aunque yo me justificara, mi propia boca me condenaría;
aunque fuera perfecto, él me declararía culpable.
21 Aun siendo yo íntegro, él no me tomaría en cuenta,
¡despreciaría mi vida!
22 Una cosa me resta por decir:
que al perfecto y al impío él los destruye.
23 Si un azote mata de repente,
él se ríe del sufrimiento de los inocentes.
24 La tierra es entregada en manos de los impíos,
y él cubre el rostro de sus jueces.
Y si no es él, ¿quién es?, ¿dónde está?
25 Mis días han sido más ligeros que un correo;
huyeron sin haber visto el bien.
26 Pasaron cual naves veloces,
como el águila que se arroja sobre la presa.
27 Si digo: “Olvidaré mi queja,
cambiaré mi triste semblante y me esforzaré”,
28 entonces me turban todos mis dolores,
pues sé que no me tienes por inocente.
29 Y si soy culpable,
¿para qué trabajar en vano?
30 Aun cuando me lave con agua de nieve
y limpie mis manos con lejía,
31 aun así me hundirás en el hoyo,
y hasta mis propios vestidos me aborrecerán.
32 ȃl no es un hombre como yo, para que yo le replique
y comparezcamos juntos en un juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro
que ponga su mano sobre ambos,
34 para que él aparte de mí su vara,
y su terror no me espante.
35 Con todo, yo le hablaré sin temor,
porque me consta que no soy así.
Copyright © 1995 by United Bible Societies