Job 6-9
Dios Habla Hoy
Job
6 Si todas mis penas y desgracias
pudieran pesarse en una balanza,
3 pesarían más que la arena del mar.
Por eso he hablado con pasión.
4 El Todopoderoso ha clavado en mí sus flechas,
y el veneno de ellas me corre por el cuerpo.
Dios me ha llenado de terror con sus ataques.
5 ¿Acaso rebuzna el asno, si tiene hierba?
¿O brama el toro, si tiene pasto?
6 ¿Quién come sin sal una cosa desabrida?
¿Qué gusto tiene una cosa sin sabor?
7 Pues lo que jamás quise comer
es ahora mi alimento.
8 ¡Ojalá Dios me conceda lo que le pido;
ojalá me cumpla lo que deseo!
9 ¡Ojalá Dios se decida por fin
a aplastarme y acabar con mi vida!
10 A pesar de la violencia del dolor,
eso sería un gran consuelo para mí,
pues siempre he respetado las leyes del Dios santo.
11 Ya no me quedan fuerzas para resistir,
ni razón alguna para seguir viviendo.
12 No tengo la dureza de la roca,
ni la consistencia del bronce.
13 No puedo valerme por mí mismo,
ni cuento con ningún apoyo.
14 Al amigo que sufre se le ama,
aun cuando no haya sido fiel al Todopoderoso.
15 Pero ustedes, mis amigos, me han fallado,
como arroyos que se quedan secos.
16 El agua baja turbia,
revuelta con el hielo y la nieve;
17 pero pasa el deshielo y se secan los arroyos,
viene el calor y se acaba el agua.
18 Hacen que las caravanas se desvíen de su camino,
y que avancen por el desierto y mueran.
19 Las caravanas de Temá y de Sabá
buscan llenas de esperanza esos arroyos,
20 pero al llegar se ven decepcionadas,
queda frustrada su esperanza.
21 Así son ustedes para mí:
ven mi horrible situación, y sienten miedo.
22 Pero yo no les he pedido nada,
ni que den dinero por salvarme,
23 ni que me libren de un enemigo,
ni que me rescaten de las manos de los bandidos.
24 Denme lecciones, y guardaré silencio:
muéstrenme el error que he cometido.
25 Nadie puede rechazar un argumento correcto;
pero ustedes me acusaron sin razón.
26 Ustedes me critican por mis palabras,
palabras locas que se lleva el viento.
27 ¡Capaces son de jugarse la vida de un huérfano
y de vender aun a su propio amigo!
28 Mírenme ahora cara a cara;
díganme si miento.
29 Retiren lo dicho, no sean injustos;
reconozcan que tengo razón.
30 ¿Acaso creen que soy un mentiroso
que no se da cuenta de lo que dice?
7 La vida del hombre aquí en la tierra
es la de un soldado que cumple su servicio,
2 la de un esclavo que suspira por la sombra,
la de un peón que espera con ansias su salario.
3 Me ha tocado vivir meses enteros de desengaño,
noche tras noche de sufrimiento.
4 Me acuesto y la noche se me hace interminable;
me canso de dar vueltas hasta el alba,
y pienso: ¿Cuándo me levantaré?
5 Tengo el cuerpo lleno de gusanos y de costras,
y me supuran las heridas de la piel.
6 Mis días se acercan a su fin, sin esperanza,
con la rapidez de una lanzadera de telar.
7 Recuerda, oh Dios, que mi vida es como un suspiro,
y que nunca más tendré felicidad.
8 Nadie podrá volver a verme;
pondrás en mí tus ojos, y dejaré de existir.
9-10 Como nube que pasa y se deshace,
así es el que baja al sepulcro:
jamás regresa de allí,
sus familiares no vuelven a verlo.
11 Por eso no puedo quedarme callado.
En mi dolor y mi amargura
voy a dar rienda suelta a mis quejas.
12 ¿Soy acaso un monstruo del mar
para que así me vigiles?
13 Cuando pienso que en la cama encontraré descanso
y que el sueño aliviará mi pena,
14 me llenas de terror en mis sueños;
¡me espantas con pesadillas!
15 Sería mejor que me estrangularas;
prefiero la muerte a esta vida.
16 No puedo más. No quiero seguir viviendo.
Déjame en paz, que mi vida es como un suspiro.
17 ¿Qué es el hombre, que le das tanta importancia?
¿Por qué te preocupas por él?
18 ¿Por qué lo vigilas día tras día,
y lo pones a prueba a cada instante?
19 ¿Por qué no apartas tu vista de mí,
y me dejas siquiera tragar saliva?
20 Si peco, ¿qué perjuicio te causo,
vigilante de los hombres?
¿Por qué me tomas por blanco de tus flechas?
¿Acaso soy una carga para ti?
21 ¿No puedes perdonarme mi pecado?
¿No puedes perdonar el mal que he cometido?
Pronto estaré tendido en el polvo:
me buscarás, y ya no existiré.
Bildad
8 ¿Hasta cuándo vas a seguir hablando así,
hablando como un viento huracanado?
3 Dios, el Todopoderoso,
nunca tuerce la justicia ni el derecho.
4 Seguramente tus hijos pecaron contra Dios,
y él les dio el castigo merecido.
5 Busca a Dios, al Todopoderoso,
y pídele que tenga compasión de ti.
6 Si tú actúas con pureza y rectitud,
él velará por ti, y te dará
el hogar que justamente mereces.
7 La riqueza que tenías no será nada
comparada con lo que tendrás después.
8 Consulta a las generaciones pasadas,
aprende de la experiencia de los antiguos.
9 Nosotros somos apenas de ayer, y nada sabemos;
nuestros días en esta tierra pasan como una sombra.
10 Pero los antiguos podrán hablarte
y enseñarte muchas cosas.
11 El junco y el papiro
crecen sólo donde abunda el agua;
12 sin embargo, estando aún verdes y sin cortar,
se secan antes que otras hierbas.
13 Lo mismo pasa con los malvados,
con los que se olvidan de Dios:
sus esperanzas quedan frustradas.
14 Su confianza y su seguridad
son como el hilo de una telaraña.
15 Querrán agarrarse al hilo, y no resistirá;
o apoyarse en la telaraña, y no los soportará.
16 Los malvados son como verdes hierbas al sol,
que se extienden por todo el jardín;
17 enredan sus raíces entre las rocas
y se adhieren a las piedras,
18 pero si alguien las arranca de su sitio
nadie podrá saber que estuvieron allí.
19 Así termina su prosperidad,
y en su lugar brotan otras hierbas.
20 Dios no abandona al hombre intachable,
ni brinda su apoyo a los malvados.
21 Él hará que vuelvas a reír
y que grites de alegría;
22 en cambio, tus enemigos se cubrirán de vergüenza
y la casa de los malvados será destruida.
Job
9 Yo sé muy bien que esto es así,
y que ante Dios el hombre no puede alegar inocencia.
3 Si alguno quisiera discutir con él,
de mil argumentos no podría rebatirle uno solo.
4 Dios es grande en poder y sabiduría,
¿quién podrá hacerle frente y salir bien librado?
5 Dios, en su furor, remueve las montañas;
las derrumba, y nadie se da cuenta.
6 Él hace que la tierra se sacuda
y que sus bases se estremezcan.
7 Él ordena al sol que no salga,
y a las estrellas, que no brillen.
8 Sin ayuda de nadie extendió el cielo
y aplastó al monstruo del mar.
9 Él creó las constelaciones:
la Osa Mayor, el Orión y las Pléyades,
y el grupo de estrellas del sur.
10 ¡Él hace tantas y tan grandes maravillas,
cosas que nadie es capaz de comprender!
11 Si Dios pasa junto a mí, no lo podré ver;
pasará y no me daré cuenta.
12 Si de algo se adueña, ¿quién podrá reclamárselo?
¿Quién podrá pedirle cuentas de lo que hace?
13 Si Dios se enoja, no se calma fácilmente;
a sus pies quedan humillados los aliados de Rahab.
14 ¿Cómo, pues, encontraré palabras
para contradecir a Dios?
15 Por muy inocente que yo sea, no puedo responderle;
él es mi juez, y sólo puedo pedirle compasión.
16 Si yo lo llamara a juicio, y él se presentara,
no creo que hiciera caso a mis palabras.
17 Haría que me azotara una tempestad,
y aumentaría mis heridas sin motivo;
18 me llenaría de amargura
y no me dejaría tomar aliento.
19 ¿Acudir a la fuerza? Él es más poderoso.
¿Citarlo a juicio? ¿Y quién lo hará presentarse?
20 Por más recto e intachable que yo fuera,
él me declararía culpable y malo.
21 Yo soy inocente, pero poco importa;
ya estoy cansado de vivir.
22 Todo es lo mismo. Y esto es lo que pienso:
que él destruye lo mismo a culpables que a inocentes.
23 Si en un desastre muere gente inocente,
Dios se ríe de su desesperación.
24 Deja el mundo en manos de los malvados
y a los jueces les venda los ojos.
Y si no ha sido Dios, ¿quién, entonces?
25 Mis días huyen en veloz carrera,
sin haber visto la felicidad.
26 Se van como barcos ligeros,
como águila que se lanza tras la presa.
27 Si trato de olvidar mis penas
y de parecer alegre,
28 todo mi dolor vuelve a asustarme,
pues sé que Dios no me cree inocente.
29 Y si él me tiene por culpable,
de nada sirve que yo me esfuerce.
30 Aunque me lave las manos con jabón
y me las frote con lejía,
31 Dios me hundirá en el fango,
y hasta mi ropa sentirá asco de mí.
32 Yo no puedo encararme con Dios como con otro hombre,
ni decirle que vayamos los dos a un tribunal.
33 ¡Ojalá entre nosotros hubiera un juez
que tuviera autoridad sobre los dos,
34 que impidiera que Dios me siga castigando
y me siga llenando de terror!
35 Entonces yo hablaría sin tenerle miedo,
pues no creo haberle faltado.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.