Isaías 31-34
Nueva Versión Internacional
Ay de los que confían en Egipto
31 ¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda,
de los que se apoyan en caballos,
de los que confían en la multitud de sus carros de guerra
y en la gran fuerza de sus jinetes,
pero no toman en cuenta al Santo de Israel
ni buscan al Señor!
2 Sin embargo, el Señor es también sabio y traerá calamidad;
y no se retractará de sus palabras.
Se levantará contra la dinastía de los malvados,
contra los que ayudan a los malhechores.
3 Los egipcios, en cambio, son simples mortales y no dioses;
sus caballos son carne y no espíritu.
Cuando el Señor extienda su mano,
tropezará el que presta ayuda
y caerá el que la recibe.
¡Todos juntos perecerán!
4 Porque así me dice el Señor:
«Como león que gruñe sobre la presa
cuando contra él se reúne
toda una cuadrilla de pastores;
como cachorro de león
que no se asusta por sus gritos
ni se inquieta por su tumulto,
así también el Señor de los Ejércitos
descenderá para combatir sobre el monte Sión, sobre su cumbre.
5 Como aves que revolotean sobre el nido,
así también el Señor de los Ejércitos protegerá a Jerusalén;
la protegerá y la librará,
pasará sobre ella y la rescatará».
6 Israelitas, ¡vuélvanse a aquel contra quien ustedes se han rebelado tan abiertamente! 7 Porque en aquel día cada uno de ustedes rechazará a los ídolos de plata y oro que sus propias manos pecadoras fabricaron.
8 «Asiria caerá a espada, pero no de hombre;
una espada, pero no de mortales, la consumirá.
Huirá para escapar de la espada,
y sus jóvenes serán sometidos a trabajos forzados.
9 A causa del terror caerá su fortaleza;
sus comandantes dejarán abandonada su bandera»,
afirma el Señor,
cuyo fuego está en Sión
y cuyo horno está en Jerusalén.
El reino de justicia
32 Miren, un rey reinará con rectitud
y los gobernantes gobernarán con justicia.
2 Cada uno será como un refugio contra el viento,
como un resguardo contra la tormenta;
como arroyos de agua en tierra seca,
como la sombra de un peñasco en el desierto.
3 No se nublarán los ojos de los que ven;
prestarán atención los oídos de los que oyen.
4 La mente impulsiva comprenderá y entenderá,
la lengua tartamuda hablará con fluidez y claridad.
5 Ya no se llamará noble al necio
ni será respetado el canalla.
6 Porque el necio profiere necedades
y su corazón está inclinado al mal;
practica la impiedad,
y habla falsedades contra el Señor;
deja con hambre al hambriento
y niega el agua al sediento.
7 El canalla recurre a artimañas malignas
y trama designios infames;
destruye a los pobres con mentiras,
aunque el necesitado reclama justicia.
8 El noble, por el contrario, concibe nobles planes
y en sus nobles acciones se afirma.
Las mujeres de Jerusalén
9 Mujeres indolentes,
¡levántense y escúchenme!
Hijas que se sienten tan confiadas,
¡presten atención a lo que voy a decirles!
10 Ustedes, que se sienten tan confiadas,
en poco más de un año temblarán;
porque fallará la vendimia,
y no llegará la cosecha.
11 ¡Tiemblen, mujeres indolentes!
Ustedes, que se sienten tan confiadas, ¡estremézcanse!
Desvístanse, desnúdense;
pónganse ropa de luto.
12 Golpéense el pecho,
por los campos agradables,
por los viñedos fértiles,
13 por el suelo de mi pueblo
cubierto de espinos y de zarzas,
por todas las casas donde hay alegría
y por esta ciudad donde hay diversión.
14 La fortaleza será abandonada,
y desamparada la ciudad populosa;
para siempre convertidas en cuevas quedarán la torre y la fortaleza;
convertidas en deleite de asnos salvajes, en pastizal de rebaños,
15 hasta que desde lo alto el Espíritu sea derramado sobre nosotros.
Entonces el desierto se volverá un campo fértil,
y el campo fértil se convertirá en bosque.
16 La justicia morará en el desierto
y en la tierra fructífera habitará la rectitud.
17 El producto de la justicia será la paz;
tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto.
18 Mi pueblo habitará en un lugar de paz,
en moradas seguras,
en serenos lugares de reposo.
19 Aunque el granizo arrase con el bosque
y la ciudad sea completamente allanada,
20 ¡dichosos ustedes,
los que siembran junto al agua
y dejan sueltos al buey y al asno!
Angustia y auxilio
33 ¡Ay de ti, destructor, que no has sido destruido!
¡Ay de ti, traidor, que no has sido traicionado!
Cuando dejes de destruir,
te destruirán;
cuando dejes de traicionar,
te traicionarán.
2 Señor, ¡ten compasión de nosotros;
pues en ti esperamos!
Sé nuestra fortaleza[a] cada mañana,
nuestra salvación en tiempo de angustia.
3 Al estruendo de tu voz, huyen los pueblos;
cuando te levantas, se dispersan las naciones.
4 Su botín se recoge como si fuera devorado por orugas;
sobre él se lanza el enemigo como una bandada de langostas.
5 Exaltado es el Señor porque mora en las alturas,
y llena a Sión de justicia y rectitud.
6 Él será la seguridad de tus tiempos,
te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento;
el temor del Señor será tu tesoro.
7 ¡Miren cómo gritan sus valientes en las calles!
¡Amargamente lloran los mensajeros de paz!
8 Los caminos están desolados,
nadie transita por los senderos.
El convenio se ha quebrantado,
se desprecia a los testigos,[b]
¡a nadie se respeta!
9 La tierra está de luto y languidece;
el Líbano se avergüenza y se marchita;
Sarón es como un desierto;
Basán y el Carmelo pierden su follaje.
10 «Ahora me levantaré», dice el Señor.
«Ahora seré exaltado,
ahora seré ensalzado.
11 Ustedes conciben cizaña
y dan a luz paja;
¡pero mi soplo será un fuego que los consumirá!
12 Los pueblos serán calcinados,
como espinos cortados arderán en el fuego».
13 Ustedes que están lejos, oigan lo que he hecho;
y ustedes que están cerca, reconozcan mi poder.
14 Los pecadores están aterrados en Sión;
el temblor atrapa a los impíos:
«¿Quién de nosotros puede habitar en el fuego consumidor?
¿Quién de nosotros puede habitar en la hoguera eterna?».
15 Solo el que camina con justicia
y habla con rectitud,
el que rechaza la ganancia de la extorsión
y se sacude las manos para no aceptar soborno,
el que no presta oído a las conjuras de asesinato
y cierra los ojos para no contemplar el mal.
16 Ese morará en las alturas;
tendrá como refugio una fortaleza de rocas,
se le proveerá de pan
y no le faltará el agua.
17 Tus ojos verán al rey en su esplendor
y contemplarán una tierra que se extiende hasta muy lejos.
18 Dentro de ti meditarás acerca del terror y dirás:
«¿Dónde está el que lleva la cuenta?
¿Dónde el recaudador de impuestos?
¿Dónde el que lleva el registro de las torres?».
19 No verás más a ese pueblo insolente,
a ese pueblo de idioma confuso,
de lengua extraña e incomprensible.
20 Mira a Sión, la ciudad de nuestras fiestas;
tus ojos verán a Jerusalén,
morada apacible, campamento bien plantado;
sus estacas jamás se arrancarán
ni se romperá ninguna de sus sogas.
21 Allí el Señor nos mostrará su poder.
Será como un lugar de anchos ríos y canales.
Ningún barco de remos surcará sus aguas
ni barcos poderosos navegarán por ellas.
22 Porque el Señor es nuestro juez;
el Señor es nuestro legislador;
el Señor es nuestro rey:
¡Él nos salvará!
23 Tus cuerdas se han aflojado:
No sostienen el mástil con firmeza
ni se despliegan las velas.
Abundante botín habrá de repartirse
y aun los cojos se dedicarán al saqueo.
24 Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo»;
y se perdonará la iniquidad del pueblo que allí habita.
Juicio contra las naciones
34 Naciones, ¡acérquense a escuchar!
Pueblos, ¡presten atención!
¡Que lo oiga la tierra y todo lo que hay en ella;
el mundo y todo lo que él produce!
2 El Señor está enojado con todas las naciones,
airado con todos sus ejércitos.
Él los ha destruido por completo,
los ha entregado a la matanza.
3 Serán arrojados sus muertos,
hedor despedirán sus cadáveres,
su sangre corre por las montañas.
4 Se desintegrará todo el ejército del cielo
y se enrollará el cielo como un pergamino.
Todo su ejército perderá su esplendor,
como lo pierde la hoja marchita de la vid
o los higos secos de la higuera.
5 Mi espada se ha embriagado en el cielo;
miren cómo desciende en juicio sobre Edom,
pueblo que he condenado a la destrucción total.
6 La espada del Señor está bañada en sangre,
en la sangre de corderos y machos cabríos;
cubierta está de grasa,
de la grasa de los riñones de carneros.
Porque el Señor celebra un sacrificio en Bosra
y una gran matanza en tierra de Edom.
7 Y con ellos caerán los toros salvajes,
los terneros y los novillos.
Su tierra quedará empapada en sangre
y su polvo se llenará de grasa.
8 Porque el Señor celebra un día de venganza,
un año de retribución para defender la causa de Sión.
9 Los arroyos de Edom se volverán ríos de brea,
su polvo se convertirá en azufre
y en ardiente brea se volverá su tierra.
10 Ni de día ni de noche se extinguirá
y su humo subirá por siempre.
Quedará desolada por todas las generaciones;
nunca más transitará nadie por ella.
11 Se adueñarán de ella el búho del desierto y la lechuza;
anidarán allí la lechuza y el cuervo.
Dios extenderá sobre Edom
el cordel del caos
y la plomada de la destrucción.
12 Sus nobles no tendrán allí
nada que pueda llamarse reino;
todos sus príncipes desaparecerán.
13 Los espinos invadirán sus palacios;
las ortigas y las zarzas, sus fortalezas.
Se volverá guarida de chacales
y nido de avestruces.
14 Las fieras del desierto se juntarán con las hienas
y las cabras monteses se llamarán unas a otras;
allí también reposarán las aves nocturnas
y encontrarán un lugar de descanso.
15 Allí el búho anidará y pondrá sus huevos;
bajo sus alas incubará y cuidará a sus crías.
También allí se reunirán los halcones,
cada cual con su pareja.
16 Consulten el libro del Señor y lean:
Ninguno de estos animales faltará;
cada cual tendrá su pareja.
El Señor mismo ha dado la orden
y su Espíritu los ha de reunir.
17 Él les ha asignado sus lugares;
su mano les señaló su territorio.
Ellos los poseerán para siempre
y morarán allí por todas las generaciones.
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