Eclesiastés 7-12
Reina-Valera 1995
Contraste entre la sabiduría y la insensatez
7 Mejor es la buena fama que el buen perfume,
y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento.
2 Mejor es ir a la casa del luto
que a la casa del banquete,
porque aquello es el fin de todos los hombres,
y el que vive lo tendrá presente en su corazón.
3 Mejor es el pesar que la risa,
porque con la tristeza del rostro se enmienda el corazón.
4 El corazón de los sabios está en la casa del luto,
mas el corazón de los insensatos, en la casa donde reina la alegría.
5 Mejor es oír la reprensión del sabio
que la canción de los necios,
6 porque la risa del necio es como el crepitar de los espinos
debajo de la olla.
Y también esto es vanidad.
7 Ciertamente la opresión hace enloquecer al sabio,
y las dádivas corrompen el corazón.
8 Mejor es el fin del negocio que su principio;
mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.
9 No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios.
10 Nunca digas: «¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?», porque nunca hay sabiduría en esta pregunta.
11 Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol; 12 porque escudo es la ciencia y escudo es el dinero; pero más ventajosa es la sabiduría, porque da vida a sus poseedores.
13 Mira la obra de Dios. ¿Quién podrá enderezar lo que él torció? 14 En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto el uno como el otro, a fin de que el hombre no sepa qué trae el futuro.
15 Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece pese a su justicia, y hay malvado que pese a su maldad alarga sus días.
16 No seas demasiado justo,
ni sabio en exceso;
¿por qué habrás de destruirte?
17 No quieras hacer mucho mal,
ni seas insensato;
¿por qué habrás de morir antes de tu tiempo?
18 Bueno es que tomes esto,
sin apartar de aquello tu mano;
porque el que teme a Dios
saldrá bien de todo.
19 La sabiduría fortalece al sabio
más que diez poderosos que haya en una ciudad.
20 Ciertamente no hay en la tierra hombre tan justo, que haga el bien y nunca peque.
21 Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se dicen, para que no oigas a tu siervo cuando habla mal de ti; 22 porque tu corazón sabe que tú también hablaste mal de otros muchas veces.
23 Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: «¡Seré sabio!»; pero la sabiduría se apartó de mí. 24 Ya está lejos lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?
25 Me volví entonces, y apliqué mi corazón a saber, examinar y buscar la sabiduría y la razón, para conocer la maldad de la insensatez y el desvarío del error.
26 Y más amarga que la muerte he hallado a la mujer
cuyo corazón es trampas y redes,
y sus manos ligaduras.
El que agrada a Dios escapará de ella,
pero el pecador queda en ella preso.
27 He aquí, dice el Predicador, que pesando las cosas una por una para dar con la razón de ellas, 28 he hallado lo que aún busca mi alma, sin haberlo encontrado:
Un hombre entre mil he hallado,
pero ni una sola mujer entre todas.
29 He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero él se buscó muchas perversiones.
8 ¿Quién como el sabio?
¿Quién como el que sabe interpretar las cosas?
La sabiduría del hombre ilumina su rostro
y cambia la tosquedad de su semblante.
2 Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey,
por el juramento que pronunciaste delante de Dios.
3 No te apresures a irte de su presencia,
ni en cosa mala persistas;
porque él hará todo lo que quiera,
4 pues la palabra del rey es soberana
y nadie le dirá: «¿Qué haces?»
5 El que guarda el mandamiento no conocerá el mal;
el corazón del sabio discierne cuándo y cómo cumplirlo.
6 Porque para todo lo que quieras hay un tiempo y un cómo,
aunque el gran mal que pesa sobre el hombre
7 es no saber lo que ha de ocurrir;
y el cuándo haya de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar?
8 No hay hombre que tenga potestad sobre el aliento de vida
para poder conservarlo,
ni potestad sobre el día de la muerte.
Y no valen armas en tal guerra,
ni la maldad librará al malvado.
9 Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que se hace debajo del sol, cuando el hombre se enseñorea del hombre para hacerle mal.
Desigualdades de la vida
10 Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honores; en cambio, los que frecuentaban el lugar santo fueron luego olvidados en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad. 11 Si no se ejecuta enseguida la sentencia para castigar una mala obra, el corazón de los hijos de los hombres se dispone a hacer lo malo. 12 Ahora bien, aunque el pecador haga cien veces lo malo, y sus días se prolonguen, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia, 13 y que no le irá bien al malvado, ni le serán prolongados sus días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.
14 Hay vanidad que se hace sobre la tierra, pues hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de malvados, y hay malvados a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.
15 Por tanto, alabé yo la alegría, pues no tiene el hombre más bien debajo del sol que comer, beber y alegrarse; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
16 Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día retiene el sueño en sus ojos); 17 y he visto todas las obras de Dios, y que el hombre no puede conocer toda la obra que se hace debajo del sol. Por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; y aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
9 Ciertamente me he dado de corazón a todas estas cosas, para poder declarar que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios. Y que los hombres ni siquiera saben qué es amor o qué es odio, aunque todo está delante de ellos.
2 Todo acontece a todos de la misma manera;
lo mismo les ocurre al justo y al malvado,
al bueno, al puro y al impuro,
al que sacrifica y al que no sacrifica;
lo mismo al bueno que al pecador,
tanto al que jura como al que teme jurar.
3 Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol: que un mismo suceso acontece a todos, y que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez durante toda su vida. Y que después de esto se van con los muertos.
4 Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos, pues mejor es perro vivo que león muerto.
5 Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido. 6 También perecen su amor, su odio y su envidia; y ya nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.
7 Anda, come tu pan con gozo
y bebe tu vino con alegre corazón,
porque tus obras ya son agradables a Dios.
8 Que en todo tiempo sean blancos tus vestidos
y nunca falte perfume sobre tu cabeza.
9 Goza de la vida con la mujer que amas,
todos los días de la vida vana
que te son dados debajo del sol,
todos los días de tu vanidad.
Ésta es tu recompensa en la vida,
y en el trabajo con que te afanas debajo del sol.
10 Todo lo que te venga a mano para hacer,
hazlo según tus fuerzas,
porque en el seol, adonde vas, no hay obra,
ni trabajo ni ciencia ni sabiduría.
11 Me volví, y vi debajo del sol
que ni es de los veloces la carrera,
ni de los fuertes la guerra,
ni aun de los sabios el pan,
ni de los prudentes las riquezas,
ni de los elocuentes el favor;
pues a todos les llega el tiempo y la ocasión.
12 Ahora bien, el hombre tampoco conoce su tiempo:
Como los peces apresados en la mala red,
o como las aves que se enredan en el lazo,
así se ven atrapados los hijos de los hombres
por el tiempo malo, cuando de repente cae sobre ellos.
13 También vi debajo del sol esto que me parece de gran sabiduría: 14 Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes, y vino un gran rey que le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes; 15 pero en ella se hallaba un hombre pobre y sabio, el cual libró a la ciudad con su sabiduría. ¡Y nadie se acordaba de aquel hombre pobre! 16 Entonces dije yo: «Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada y no sean escuchadas sus palabras.»
17 Las palabras serenas del sabio
son mejores que el clamor del señor entre los necios.
18 Mejor es la sabiduría que las armas de guerra;
pero un solo error destruye mucho bien.
Excelencia de la sabiduría
10 Las moscas muertas hacen heder
y corrompen el perfume del perfumista;
así es una pequeña locura
al que es estimado como sabio y honorable.
2 El corazón del sabio está a su mano derecha,
mas el corazón del necio a su mano izquierda.
3 Aun mientras va de camino,
al necio le falta cordura,
y va diciendo a todos que es necio.
4 Aunque el ánimo del príncipe se exalte contra ti,
no pierdas la calma,
porque la mansedumbre hace cesar grandes ofensas.
5 Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera de error emanado del príncipe: 6 que la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo. 7 He visto siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.
8 El que haga un hoyo caerá en él;
y al que aportille el vallado,
lo morderá la serpiente.
9 Quien corta piedras, se hiere con ellas;
el que parte leña, en ello peligra.
10 Si se embota el hierro
y su filo no es amolado,
hay que aumentar el esfuerzo;
lo provechoso es emplear la sabiduría.
11 Si la serpiente muerde antes de ser encantada,
de nada sirve el encantador.
12 Las palabras del sabio están llenas de gracia,
mas los labios del necio causan su propia ruina.
13 El comienzo de las palabras de su boca es necedad;
el final de su charla, nocivo desvarío.
14 El necio multiplica sus palabras.
Si nadie sabe lo que ha de acontecer,
¿quién le hará saber lo que después de él será?
15 Tanto fatiga a los necios el trabajo,
que ni aun saben por dónde ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es un muchacho,
y tus príncipes banquetean desde la mañana!
17 ¡Bienaventurada tú, tierra,
cuando tu rey es hijo de nobles
y tus príncipes comen a su hora
para reponer sus fuerzas y no para beber!
18 Por la pereza se cae la techumbre,
y por cruzarse de brazos hay goteras en la casa.
19 Por placer se hace el banquete,
el vino alegra a los vivos
y el dinero responde por todo.
20 Ni aun en tu pensamiento hables mal del rey,
ni en lo secreto de tu cámara hables mal del rico;
porque las aves del cielo llevarán la voz,
los seres alados se lo harán saber.
11 Echa tu pan sobre las aguas;
después de muchos días lo hallarás.
2 Reparte a siete, y aun a ocho,
porque no sabes qué mal ha de venir sobre la tierra.
3 Si las nubes están llenas de agua,
sobre la tierra la derramarán;
y si el árbol cae hacia el sur, o hacia el norte,
en el lugar donde el árbol caiga, allí quedará.
4 El que al viento observa, no sembrará,
y el que a las nubes mira, no segará.
5 Así como tú no sabes cuál es el camino del viento ni cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así también ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos; pues no sabes qué es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
7 Suave ciertamente es la luz y agradable a los ojos ver el sol; 8 pero aunque un hombre viva muchos años y en todos ellos tenga gozo, recuerde que los días de las tinieblas serán muchos, y que todo cuanto viene es vanidad.
Consejos para la juventud
9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. 10 Quita, pues, de tu corazón el enojo y aparta de tu carne el mal, porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
12 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,
antes que vengan los días malos,
y lleguen los años de los cuales digas:
«No tengo en ellos contentamiento»;
2 antes que se oscurezcan el sol y la luz,
la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes tras la lluvia;
3 cuando tiemblen los guardias de la casa
y se encorven los hombres fuertes;
cuando cesen de trabajar las molineras, porque habrán disminuido,
y se queden a oscuras las que miran por las ventanas;
4 cuando las puertas de afuera se cierren,
y se vaya apagando el ruido del molino;
cuando se escuche la voz del ave,
pero las canciones dejen de oírse;
5 cuando se tema también a las alturas,
y se llene de peligros el camino,
y florezca el almendro,
y la langosta sea una carga,
y se pierda el apetito;
porque el hombre va a su morada eterna,
y rondarán por las calles quienes hacen duelo;
6 antes que la cadena de plata se quiebre,
se rompa el cuenco de oro,
el cántaro se quiebre junto a la fuente
y la polea se rompa sobre el pozo;
7 antes que el polvo vuelva a la tierra, como era,
y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.
8 «¡Vanidad de vanidades —dijo el Predicador—,
todo es vanidad!»
Resumen del deber del hombre
9 Cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo. Escuchó, escudriñó y compuso muchos proverbios. 10 Procuró el Predicador hallar palabras agradables y escribir rectamente palabras de verdad.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados las de los maestros de las congregaciones, pronunciadas por un pastor. 12 Ahora, hijo, a más de esto acepta ser amonestado. No tiene objeto escribir muchos libros; el mucho estudio es fatiga para el cuerpo.
13 El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre. 14 Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala.
Copyright © 1995 by United Bible Societies