Eclesiastés 10-12
Reina-Valera 1995
Excelencia de la sabiduría
10 Las moscas muertas hacen heder
y corrompen el perfume del perfumista;
así es una pequeña locura
al que es estimado como sabio y honorable.
2 El corazón del sabio está a su mano derecha,
mas el corazón del necio a su mano izquierda.
3 Aun mientras va de camino,
al necio le falta cordura,
y va diciendo a todos que es necio.
4 Aunque el ánimo del príncipe se exalte contra ti,
no pierdas la calma,
porque la mansedumbre hace cesar grandes ofensas.
5 Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera de error emanado del príncipe: 6 que la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo. 7 He visto siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.
8 El que haga un hoyo caerá en él;
y al que aportille el vallado,
lo morderá la serpiente.
9 Quien corta piedras, se hiere con ellas;
el que parte leña, en ello peligra.
10 Si se embota el hierro
y su filo no es amolado,
hay que aumentar el esfuerzo;
lo provechoso es emplear la sabiduría.
11 Si la serpiente muerde antes de ser encantada,
de nada sirve el encantador.
12 Las palabras del sabio están llenas de gracia,
mas los labios del necio causan su propia ruina.
13 El comienzo de las palabras de su boca es necedad;
el final de su charla, nocivo desvarío.
14 El necio multiplica sus palabras.
Si nadie sabe lo que ha de acontecer,
¿quién le hará saber lo que después de él será?
15 Tanto fatiga a los necios el trabajo,
que ni aun saben por dónde ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es un muchacho,
y tus príncipes banquetean desde la mañana!
17 ¡Bienaventurada tú, tierra,
cuando tu rey es hijo de nobles
y tus príncipes comen a su hora
para reponer sus fuerzas y no para beber!
18 Por la pereza se cae la techumbre,
y por cruzarse de brazos hay goteras en la casa.
19 Por placer se hace el banquete,
el vino alegra a los vivos
y el dinero responde por todo.
20 Ni aun en tu pensamiento hables mal del rey,
ni en lo secreto de tu cámara hables mal del rico;
porque las aves del cielo llevarán la voz,
los seres alados se lo harán saber.
11 Echa tu pan sobre las aguas;
después de muchos días lo hallarás.
2 Reparte a siete, y aun a ocho,
porque no sabes qué mal ha de venir sobre la tierra.
3 Si las nubes están llenas de agua,
sobre la tierra la derramarán;
y si el árbol cae hacia el sur, o hacia el norte,
en el lugar donde el árbol caiga, allí quedará.
4 El que al viento observa, no sembrará,
y el que a las nubes mira, no segará.
5 Así como tú no sabes cuál es el camino del viento ni cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así también ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos; pues no sabes qué es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
7 Suave ciertamente es la luz y agradable a los ojos ver el sol; 8 pero aunque un hombre viva muchos años y en todos ellos tenga gozo, recuerde que los días de las tinieblas serán muchos, y que todo cuanto viene es vanidad.
Consejos para la juventud
9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. 10 Quita, pues, de tu corazón el enojo y aparta de tu carne el mal, porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
12 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,
antes que vengan los días malos,
y lleguen los años de los cuales digas:
«No tengo en ellos contentamiento»;
2 antes que se oscurezcan el sol y la luz,
la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes tras la lluvia;
3 cuando tiemblen los guardias de la casa
y se encorven los hombres fuertes;
cuando cesen de trabajar las molineras, porque habrán disminuido,
y se queden a oscuras las que miran por las ventanas;
4 cuando las puertas de afuera se cierren,
y se vaya apagando el ruido del molino;
cuando se escuche la voz del ave,
pero las canciones dejen de oírse;
5 cuando se tema también a las alturas,
y se llene de peligros el camino,
y florezca el almendro,
y la langosta sea una carga,
y se pierda el apetito;
porque el hombre va a su morada eterna,
y rondarán por las calles quienes hacen duelo;
6 antes que la cadena de plata se quiebre,
se rompa el cuenco de oro,
el cántaro se quiebre junto a la fuente
y la polea se rompa sobre el pozo;
7 antes que el polvo vuelva a la tierra, como era,
y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.
8 «¡Vanidad de vanidades —dijo el Predicador—,
todo es vanidad!»
Resumen del deber del hombre
9 Cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo. Escuchó, escudriñó y compuso muchos proverbios. 10 Procuró el Predicador hallar palabras agradables y escribir rectamente palabras de verdad.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados las de los maestros de las congregaciones, pronunciadas por un pastor. 12 Ahora, hijo, a más de esto acepta ser amonestado. No tiene objeto escribir muchos libros; el mucho estudio es fatiga para el cuerpo.
13 El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre. 14 Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala.
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