Daniel 5-7
Reina-Valera 1995
La escritura en la pared
5 El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, y en presencia de los mil bebía vino. 2 Belsasar, con el gusto del vino, mandó que trajeran los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor, su padre, había traído del templo de Jerusalén, para que bebieran de ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas. 3 Entonces trajeron los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios, que estaba en Jerusalén, y bebieron de ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. 4 Bebieron vino y alabaron a los dioses de oro y plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
5 En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre que escribía delante del candelabro, sobre lo encalado de la pared del palacio real; y el rey veía la mano que escribía. 6 Entonces el rey palideció y sus pensamientos lo turbaron, se debilitaron sus caderas y sus rodillas daban la una contra la otra. 7 El rey gritó en alta voz que hicieran venir magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: «Cualquiera que lea esta escritura y me dé su interpretación, será vestido de púrpura, llevará en su cuello un collar de oro y será el tercer señor en el reino.»
8 Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, pero no pudieron leer la escritura ni dar al rey su interpretación. 9 Entonces el rey Belsasar se turbó sobremanera y palideció, y sus príncipes estaban perplejos.
10 La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró a la sala del banquete, y dijo:
—¡Rey, vive para siempre! No te turben tus pensamientos ni palidezca tu rostro. 11 En tu reino hay un hombre en el que mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se halló en él luz, inteligencia y sabiduría, como la sabiduría de los dioses. El rey Nabucodonosor, tu padre, oh rey, lo constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos, 12 por cuanto en él se halló más espíritu, ciencia y entendimiento para interpretar sueños, descifrar enigmas y resolver dudas; esto es, en Daniel, al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación.
13 Entonces trajeron a Daniel ante el rey. Y dijo el rey a Daniel:
—¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea? 14 Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría. 15 Y ahora trajeron ante mí sabios y astrólogos para que leyeran esta escritura y me dieran su interpretación; pero no han podido interpretarme el asunto. 16 Yo, pues, he oído de ti que puedes interpretar y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás en tu cuello un collar de oro y serás el tercer señor en el reino.
17 Entonces Daniel respondió y dijo al rey:
—Tus dones sean para ti; da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey y le daré la interpretación.
18 »El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor, tu padre, el reino, la grandeza, la gloria y la majestad. 19 Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien le placía, mataba, y a quien le placía, daba vida; engrandecía a quien le placía, y a quien le placía, humillaba. 20 Pero cuando su corazón se ensoberbeció y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino y despojado de su gloria. 21 Fue echado de entre los hijos de los hombres, su mente se hizo semejante a la de las bestias y con los asnos monteses fue su habitación. Le hicieron comer hierba, como al buey, y su cuerpo se empapó del rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place. 22 Pero tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón sabiendo todo esto, 23 sino que contra el Señor del cielo te has ensoberbecido; hiciste traer ante ti los vasos de su Casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas bebisteis vino de ellos; además diste alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven ni oyen ni saben; pero nunca honraste al Dios en cuya mano está tu vida y de quien son todos tus caminos.
24 »Por eso, de su presencia envió él la mano que trazó esta escritura. 25 Y la escritura que trazó es: “Mene, Mene, Tekel, Uparsin.” 26 Ésta es la interpretación del asunto: “Mene”: Contó Dios tu reino y le ha puesto fin. 27 “Tekel”: Pesado has sido en balanza y hallado falto. 28 “Peres”: Tu reino ha sido roto y dado a los medos y a los persas.
29 Entonces Belsasar mandó vestir a Daniel de púrpura, poner en su cuello un collar de oro y proclamar que él era el tercer señor del reino.
30 La misma noche fue muerto Belsasar, rey de los caldeos. 31 Y Darío, de Media, cuando tenía sesenta y dos años, tomó el reino.
Daniel en el foso de los leones
6 Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas que gobernaran en todo el reino. 2 Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas dieran cuenta, para que el rey no fuera perjudicado. 3 Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino. 4 Los gobernadores y sátrapas buscaron ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado con el reino; pero no podían hallar motivo alguno o falta, porque él era fiel, y ningún error ni falta hallaron en él. 5 Entonces dijeron aquellos hombres: «No hallaremos contra este Daniel motivo alguno para acusarlo, si no lo hallamos contra él en relación con la ley de su Dios.»
6 Entonces estos gobernadores y sátrapas se juntaron delante del rey, y le dijeron:
—¡Rey Darío, para siempre vive! 7 Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real, y lo confirmes, ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones. 8 Ahora, pues, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada.
9 Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.
10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes. 11 Se juntaron entonces aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios. 12 Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real:
—¿No has confirmado un edicto ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones?
Respondió el rey diciendo:
—Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada.
13 Entonces respondieron y dijeron delante del rey:
—Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición.
14 Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarlo. 15 Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron:
—Sabes, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado.
16 Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel, y lo echaron al foso de los leones. El rey dijo a Daniel:
—El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.
17 Trajeron una piedra y la pusieron sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiara. 18 Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó en ayunas; no trajeron ante él instrumentos musicales, y se le fue el sueño.
19 El rey se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. 20 Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con voz triste, y le dijo:
—Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?
21 Entonces Daniel respondió al rey:
—¡Rey, vive para siempre! 22 Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no me hicieran daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo.
23 Se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso. Sacaron, pues, del foso a Daniel, pero ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios. 24 Luego ordenó el rey que trajeran a aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados al foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos.
25 Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra:
«Paz os sea multiplicada. 26 De parte mía es promulgada esta ordenanza: “Que en todo el dominio de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel.
»”Porque él es el Dios viviente
y permanece por todos los siglos,
su reino no será jamás destruido
y su dominio perdurará hasta el fin.
27 Él salva y libra,
y hace señales y maravillas
en el cielo y en la tierra;
él ha librado a Daniel
del poder de los leones.”»
28 Daniel prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro, el persa.
Visión de las cuatro bestias
7 En el primer año de Belsasar, rey de Babilonia, tuvo Daniel un sueño y visiones de su cabeza mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño y relató lo principal del asunto.
2 Daniel dijo: «Miraba yo en mi visión de noche, y vi que los cuatro vientos del cielo combatían en el gran mar. 3 Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar. 4 La primera era como un león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas le fueron arrancadas; fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies, a manera de hombre, y se le dio corazón de hombre.
5 »Vi luego una segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro. En su boca, entre los dientes, tenía tres costillas; y se le dijo: “Levántate y devora mucha carne.”
6 »Después de esto miré, y vi otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas. Esta bestia tenía cuatro cabezas; y le fue dado dominio.
7 »Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y vi la cuarta bestia, espantosa, terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos grandes dientes de hierro; devoraba y desmenuzaba, pisoteaba las sobras con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que había visto antes de ella; y tenía diez cuernos.
8 »Mientras yo contemplaba los cuernos, otro cuerno pequeño salió entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros. Este cuerno tenía ojos como de hombre y una boca que hablaba con gran insolencia.
9 »Estuve mirando
hasta que fueron puestos unos tronos
y se sentó un Anciano de días.
Su vestido era blanco como la nieve;
el pelo de su cabeza, como lana limpia;
su trono, llama de fuego,
y fuego ardiente las ruedas del mismo.
10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él;
miles de miles lo servían,
y millones de millones estaban delante de él.
El Juez se sentó
y los libros fueron abiertos.
11 »Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes insolencias que hablaba el cuerno; y mientras miraba mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para quemarlo en el fuego. 12 También a las otras bestias les habían quitado su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo.
13 »Miraba yo en la visión de la noche,
y vi que con las nubes del cielo
venía uno como un hijo de hombre;
vino hasta el Anciano de días,
y lo hicieron acercarse delante de él.
14 Y le fue dado dominio, gloria y reino,
para que todos los pueblos,
naciones y lenguas lo sirvieran;
su dominio es dominio eterno,
que nunca pasará;
y su reino es uno que nunca será destruido.
15 »A mí, Daniel, se me turbó el espíritu hasta lo más hondo de mi ser, y las visiones de mi cabeza me asombraron. 16 Me acerqué a uno de los que allí estaban y le pregunté la verdad acerca de todo aquello. Me habló y me hizo conocer la interpretación de las cosas:
17 »“Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. 18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.”
19 »Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y pisoteaba las sobras con sus pies; 20 asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, ante el cual habían caído tres. Este mismo cuerno tenía ojos y una boca que hablaba con gran insolencia, y parecía más grande que sus compañeros. 21 Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos y los vencía, 22 hasta que vino el Anciano de días, y se hizo justicia a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.
23 »Dijo así:
»“La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra,
el cual será diferente de todos los otros reinos,
y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.
24 Los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes;
y tras ellos se levantará otro,
el cual será diferente de los primeros, y derribará a tres reyes.
25 Hablará palabras contra el Altísimo,
a los santos del Altísimo quebrantará
y pensará en cambiar los tiempos y la Ley;
y serán entregados en sus manos hasta tiempo, tiempos y medio tiempo.
26 Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio,
para que sea destruido y arruinado hasta el fin,
27 y que el reino, el dominio y la majestad de los reinos
debajo de todo el cielo sean dados al pueblo de los santos del Altísimo,
cuyo reino es reino eterno,
y todos los dominios lo servirán y obedecerán.”
28 »Aquí fue el fin de sus palabras. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me turbaron y mi rostro se demudó; pero guardé el asunto en mi corazón.»
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