Salmos 73
Reina-Valera 1995
LIBRO 3
El destino de los malos
Salmo de Asaf
73 Ciertamente es bueno Dios para con Israel,
para con los limpios de corazón.
2 En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies,
¡por poco resbalaron mis pasos!,
3 porque tuve envidia de los arrogantes,
viendo la prosperidad de los impíos.
4 No se atribulan por su muerte,
pues su vigor está entero.
5 No pasan trabajos como los otros mortales,
ni son azotados como los demás hombres.
6 Por tanto, la soberbia los corona;
se cubren con vestido de violencia.
7 Los ojos se les saltan de gordura;
logran con creces los antojos del corazón.
8 Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia;
hablan con altanería.
9 Ponen su boca contra el cielo
y su lengua pasea la tierra.
10 Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí,
y aguas en abundancia son extraídas para ellos.
11 Y dicen: «¿Cómo sabe Dios?
¿Acaso hay conocimiento en el Altísimo?»
12 Estos impíos,
sin ser turbados del mundo, aumentaron sus riquezas.
13 ¡Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón
y en inocencia he lavado mis manos!,
14 pues he sido azotado todo el día
y castigado todas las mañanas.
15 Si dijera yo: «¡Hablaré como ellos!»,
engañaría a la generación de tus hijos.
16 Cuando pensé para saber esto,
fue duro trabajo para mí,
17 hasta que, entrando en el santuario de Dios,
comprendí el fin de ellos.
18 Ciertamente, los has puesto en deslizaderos,
en asolamiento los harás caer.
19 ¡Cómo han sido asolados de repente!
¡Perecieron, se consumieron de terrores!
20 Como sueño del que despierta,
así, Señor, cuando despiertes, menospreciarás su apariencia.
21 Se llenó de amargura mi alma
y en mi corazón sentía punzadas.
22 Tan torpe era yo, que no entendía;
¡era como una bestia delante de ti!
23 Con todo, yo siempre estuve contigo;
me tomaste de la mano derecha.
24 Me has guiado según tu consejo,
y después me recibirás en gloria.
25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón desfallecen;
mas la roca de mi corazón y mi porción
es Dios para siempre.
27 Ciertamente los que se alejan de ti perecerán;
tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.
28 Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien.
He puesto en Jehová el Señor mi esperanza,
para contar todas tus obras.
2 Samuel 1:1-16
Reina-Valera 1995
David se entera de la muerte de Saúl
1 Aconteció después de la muerte de Saúl, que vuelto David de derrotar a los amalecitas, estuvo dos días en Siclag. 2 Al tercer día, llegó uno del campamento de Saúl, con los vestidos rotos y la cabeza cubierta de tierra. Cuando se presentó ante David, se postró en tierra e hizo una reverencia. 3 David le preguntó:
—¿De dónde vienes?
—Me he escapado del campamento de Israel —le respondió él.
4 —¿Qué ha acontecido? Te ruego que me lo digas —le preguntó David.
—El pueblo huyó de la batalla; han caído muchos del pueblo y murieron. También Saúl y su hijo Jonatán murieron —respondió él.
5 Dijo David a aquel joven que le daba la noticia:
—¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?
6 El joven que le daba la noticia respondió:
—Casualmente fui al monte Gilboa, y hallé a Saúl que se apoyaba sobre su lanza; tras él venían carros y gente de a caballo. 7 Se volvió y al verme me llamó; yo respondí: “Heme aquí.” 8 Me preguntó: “¿Quién eres tú?” Yo le respondí: “Soy amalecita.” 9 Luego me dijo: “Te ruego que te acerques y me mates, porque se ha apoderado de mí la angustia; pues aún sigo vivo.” 10 Yo entonces me acerqué y lo maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída. Tomé la corona que llevaba sobre su cabeza y el brazalete que tenía en su brazo, y se los he traído aquí a mi señor.
11 Entonces David, tirando de sus vestidos, los rasgó, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. 12 Lloraron, se lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, pues habían caído al filo de la espada. 13 David preguntó luego a aquel joven que le había traído la noticia:
—¿De dónde eres tú?
—Soy hijo de un extranjero, amalecita —respondió él.
14 —¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? —le dijo David.
15 Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo:
—Ve y mátalo.
Él lo hirió, y murió, 16 mientras David decía:
—Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, al decir: “Yo maté al ungido de Jehová.”
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Lucas 22:1-13
Reina-Valera 1995
El complot para matar a Jesús(A)
22 Estaba cerca la fiesta de los Panes sin levadura, que se llama la Pascua. 2 Los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarlo, porque temían al pueblo.
3 Entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno de los doce; 4 éste fue y habló con los principales sacerdotes y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría. 5 Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. 6 Él aceptó y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
La Cena del Señor(B)
7 Llegó el día de los Panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la Pascua. 8 Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:
—Id, preparadnos la Pascua para que la comamos.
9 Ellos le preguntaron:
—¿Dónde quieres que la preparemos?
10 Él les dijo:
—Al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre 11 y decid al padre de familia de esa casa: “El Maestro te dice: ‘¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’” 12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto; preparadla allí.
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.
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