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El Señor castiga la injusticia

Al director. Al compás de «No destruyas». Poema de David.

Ustedes los poderosos[a] no son justos en sus decisiones.
    No están gobernando a la gente como debe ser,
sino que tienen la mente llena de maldad.
    Dan rienda suelta a la violencia en el país.
Los perversos se corrompen desde que nacen;
    los mentirosos se descarrían desde el vientre materno.
Su veneno es como el de las serpientes,
    como el de una cobra sorda que cierra su oído,
para no oír la música de los encantadores,
    ni siquiera del encantador más hábil.

Rómpeles los dientes, Dios mío,
    arráncales a esos leones sus colmillos, SEÑOR.
Que su fuerza desaparezca como el agua entre los dedos;
    que sean aplastados como hierba que se pisa.
Que desaparezcan como la babosa que se deshace;
    que sean como un bebé que nace muerto y nunca ve la luz del sol.
Que antes de darse cuenta,
    ardan como espinos que se queman para calentar la olla.
Que sean arrancados con enojo,
    como hierba mala entre la hierba buena.

10 Y se alegre el justo al verse vengado,
    como el soldado que pisa la sangre del enemigo.
11 La gente dirá: «De veras los justos son recompensados;
    es verdad que hay un Dios que gobierna el mundo».

Footnotes

  1. 58:1 poderosos o dioses.