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¡Despierta, Dios mío!

Al director. Un poema de los descendientes de Coré.

Dios mío, hemos escuchado hablar de ti,
    nuestros padres nos han contado
las maravillas que hiciste en su época,
    en aquellos tiempos pasados.
Nos contaron cómo con tu poder arrancaste naciones,
    y plantaste a nuestros padres.
Trituraste naciones,
    y los expulsaste de la tierra.
No fue gracias a sus espadas
    ni a su fuerza como obtuvieron la victoria,
sino gracias a tu poder y a tu fortaleza,
    y a la luz de tu presencia
    porque tú eras feliz con ellos.

Dios mío, tú eres mi rey.
    Ordena que el pueblo de Jacob salga victorioso.
Con tu ayuda, nos quitaremos de encima al enemigo;
    sólo en tu nombre los podremos pisotear.
No confío en mi espada ni en mi arco,
    pues no me pueden dar la victoria.
Eres tú quien nos da la victoria
    y pone en ridículo a nuestros enemigos.
Todo el día hemos alabado a Dios.
    Siempre adoraremos su nombre. Selah

Pero tú nos has rechazado, nos has humillado
    y ya no fuiste con nosotros a la batalla.
10 Nos hiciste huir de nuestros enemigos,
    los que nos odian se apoderan de lo nuestro.
11 Nos entregaste como ovejas para que nos devoraran.
    Nos dispersaste por todo el mundo.
12 Vendiste a tu pueblo muy barato
    sin luchar por un buen precio.

13 Nos has convertido en objeto de los insultos de nuestros vecinos;
    los que nos rodean se burlan de nosotros y nos ridiculizan.
14 Nuestra desgracia ya sirve de refrán a las naciones.
    Cuando nos ven, se burlan de nosotros meneando la cabeza.
15 A todo instante me siento humillado,
    mi cara está cubierta de vergüenza
16 al oír las palabras de quienes me ultrajan e insultan.
    Es el enemigo que busca venganza.

17 Todo esto nos ha sucedido a pesar de que nunca te olvidamos
    ni rompimos tu pacto.
18 Nunca te traicionamos;
    nunca nos alejamos de ti.
19 Sin embargo, nos aplastaste en una cueva de chacales
    y nos has cubierto de densa oscuridad.

20 Si nos hubiéramos olvidado de nuestro Dios
    y recurrido a otros dioses,
21 tú te habrías dado cuenta,
    ya que conoces nuestros más íntimos secretos.
22 Pero por seguirte siempre nos han masacrado,
    nos han tratado como a las ovejas en un matadero.

23 ¡Despierta, Dios mío!
    ¿Por qué duermes?
¡Levántate, Señor!
    No nos abandones para siempre.
24 ¿Por qué te escondes de nosotros?
    No ignores nuestro dolor y sufrimiento.
25 Nos han humillado hasta el polvo;
    y nos arrastramos por el suelo.
26 ¡Levántate y ven pronto a ayudarnos!
    ¡Muéstranos tu fiel amor! ¡Sálvanos!

Oración pidiendo la ayuda de Dios

(1) Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré.

44 (2) Oh Dios,
hemos oído con nuestros oídos,
y nuestros padres nos han contado
lo que tú hiciste en sus días,
en aquellos tiempos pasados:
(3) con tu propia mano
echaste fuera a los paganos,
castigaste a las naciones
y estableciste allí a nuestros padres.
(4) Pues no fue su brazo ni su espada
lo que les dio la victoria;
ellos no conquistaron la tierra.
¡Fue tu poder y tu fuerza!
¡Fue el resplandor de tu presencia,
porque tú los amabas!

(5) ¡Mi Rey! ¡Mi Dios!
Tú diste las victorias a tu pueblo;
(6) por ti vencimos a nuestros enemigos;
¡en tu nombre aplastamos a los que nos atacaban!
(7) Porque no confiaría yo en mi arco,
ni mi espada podría darme la victoria;
(8) fuiste tú quien nos hizo vencer a nuestros enemigos,
quien puso en ridículo a los que nos odiaban.
(9) ¡Siempre estaremos orgullosos de ti, oh Dios,
y siempre alabaremos tu nombre!

(10) Pero nos has rechazado;
nos has cubierto de vergüenza.
Ya no sales con nuestros ejércitos.
10 (11) Nos has hecho dar la espalda a nuestros enemigos;
los que nos odian nos roban
y se llevan lo que quieren.
11 (12) Nos has entregado
cual si fuéramos ovejas para el matadero;
nos has dispersado entre los paganos;
12 (13) has vendido a tu pueblo muy barato,
y nada has ganado con venderlo.
13 (14) Nos has convertido en objeto de insultos;
nuestros vecinos nos ofenden y ridiculizan.
14 (15) Has hecho que los paganos se burlen de nosotros;
al vernos, mueven burlones la cabeza.
15 (16) No hay momento en que no me vea humillado;
se me cae la cara de vergüenza
16 (17) por culpa del enemigo, que trata de vengarse
y que me ofende y ultraja.

17 (18) Esto que nos ha pasado
no fue por haberte olvidado.
¡No hemos faltado a tu alianza!
18 (19) No hemos pensado abandonarte
ni hemos dejado tus caminos.
19 (20) Sin embargo, tú nos has aplastado
en lugares de miseria.
¡Nos has cubierto de terrible oscuridad!
20 (21) Si te hubiéramos olvidado, oh Dios,
y adorado en tu lugar a un dios extraño,
21 (22) tú te habrías dado cuenta,
pues conoces los más íntimos secretos.
22 (23) Pero por causa tuya estamos siempre
expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas para el matadero.

23 (24) ¿Por qué duermes, Señor?
¡Despierta, despierta!
¡No nos rechaces para siempre!
24 (25) ¿Por qué te escondes?
¿Por qué te olvidas de nosotros,
que sufrimos tanto, tanto?
25 (26) Estamos rendidos y humillados,
arrastrando nuestros cuerpos por el suelo.
26 (27) ¡Levántate,
ven a ayudarnos
y sálvanos por tu gran amor!