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Dijiste al Señor: “Tú eres mi dueño,
mi felicidad está en ti”.
En cuanto a las divinidades de esta tierra:
esos poderes que tanto me complacían,
esos muchos ídolos tras los que corren,
yo no les ofreceré sacrificios
ni pronunciaré su nombre con mis labios.

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Oh alma mía, dijiste a Jehová:

Tú eres mi Señor;

No hay para mí bien fuera de ti.

Para los santos que están en la tierra,

Y para los íntegros, es toda mi complacencia.

Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios.

No ofreceré yo sus libaciones de sangre,

Ni en mis labios tomaré sus nombres.

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Yo te he dicho:
«Tú eres mi Señor, mi bien;
nada es comparable a ti.»

Los dioses del país son poderosos,
según dicen los que en ellos se complacen,
los que aumentan el número de sus ídolos
y los siguen con gran devoción.
¡Jamás tomaré parte en sus sangrientos sacrificios!
¡Jamás pronunciaré sus nombres con mis labios!

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