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Perversión del hombre(A)

(1a) Del maestro de coro. De David.

14 (1b) Los necios piensan que no hay Dios:
todos se han pervertido;
han hecho cosas horribles;
¡no hay nadie que haga lo bueno!
Desde el cielo mira el Señor a los hombres
para ver si hay alguien con entendimiento,
alguien que busque a Dios.
Pero todos se han ido por mal camino;
todos por igual se han pervertido.
¡Ya no hay quien haga lo bueno!
¡No hay ni siquiera uno!

No tienen entendimiento los malhechores,
los que se comen a mi pueblo como quien come pan,
los que no invocan el nombre del Señor.
Temblarán llenos de miedo,
pues Dios está con los que lo obedecen.
Se burlan de los anhelos del humilde,
pero el Señor lo protege.

¡Ojalá que del monte Sión
venga la salvación de Israel!
Cuando el Señor haga cambiar la suerte de su pueblo,
se alegrarán los descendientes de Jacob,
todo el pueblo de Israel.

Oración pidiendo la ayuda de Dios

(1) Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré.

44 (2) Oh Dios,
hemos oído con nuestros oídos,
y nuestros padres nos han contado
lo que tú hiciste en sus días,
en aquellos tiempos pasados:
(3) con tu propia mano
echaste fuera a los paganos,
castigaste a las naciones
y estableciste allí a nuestros padres.
(4) Pues no fue su brazo ni su espada
lo que les dio la victoria;
ellos no conquistaron la tierra.
¡Fue tu poder y tu fuerza!
¡Fue el resplandor de tu presencia,
porque tú los amabas!

(5) ¡Mi Rey! ¡Mi Dios!
Tú diste las victorias a tu pueblo;
(6) por ti vencimos a nuestros enemigos;
¡en tu nombre aplastamos a los que nos atacaban!
(7) Porque no confiaría yo en mi arco,
ni mi espada podría darme la victoria;
(8) fuiste tú quien nos hizo vencer a nuestros enemigos,
quien puso en ridículo a los que nos odiaban.
(9) ¡Siempre estaremos orgullosos de ti, oh Dios,
y siempre alabaremos tu nombre!

(10) Pero nos has rechazado;
nos has cubierto de vergüenza.
Ya no sales con nuestros ejércitos.
10 (11) Nos has hecho dar la espalda a nuestros enemigos;
los que nos odian nos roban
y se llevan lo que quieren.
11 (12) Nos has entregado
cual si fuéramos ovejas para el matadero;
nos has dispersado entre los paganos;
12 (13) has vendido a tu pueblo muy barato,
y nada has ganado con venderlo.
13 (14) Nos has convertido en objeto de insultos;
nuestros vecinos nos ofenden y ridiculizan.
14 (15) Has hecho que los paganos se burlen de nosotros;
al vernos, mueven burlones la cabeza.
15 (16) No hay momento en que no me vea humillado;
se me cae la cara de vergüenza
16 (17) por culpa del enemigo, que trata de vengarse
y que me ofende y ultraja.

17 (18) Esto que nos ha pasado
no fue por haberte olvidado.
¡No hemos faltado a tu alianza!
18 (19) No hemos pensado abandonarte
ni hemos dejado tus caminos.
19 (20) Sin embargo, tú nos has aplastado
en lugares de miseria.
¡Nos has cubierto de terrible oscuridad!
20 (21) Si te hubiéramos olvidado, oh Dios,
y adorado en tu lugar a un dios extraño,
21 (22) tú te habrías dado cuenta,
pues conoces los más íntimos secretos.
22 (23) Pero por causa tuya estamos siempre
expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas para el matadero.

23 (24) ¿Por qué duermes, Señor?
¡Despierta, despierta!
¡No nos rechaces para siempre!
24 (25) ¿Por qué te escondes?
¿Por qué te olvidas de nosotros,
que sufrimos tanto, tanto?
25 (26) Estamos rendidos y humillados,
arrastrando nuestros cuerpos por el suelo.
26 (27) ¡Levántate,
ven a ayudarnos
y sálvanos por tu gran amor!

Oración pidiendo la liberación del pueblo

(1a) Poema de Asaf.

74 (1b) Oh Dios,
¿por qué nos has abandonado para siempre?
¿Por qué se ha encendido tu furor
contra las ovejas de tu prado?
Acuérdate de tu pueblo,
el que adquiriste desde el principio,
el que rescataste para hacerlo tribu tuya;
acuérdate del monte Sión, donde has vivido.
Ven a ver estas ruinas sin fin;
¡el enemigo lo ha destruido todo en el santuario!

Tus enemigos cantan victoria en tu santuario;
¡han puesto sus banderas extranjeras
sobre el portal de la entrada!
Cual si fueran leñadores
en medio de un bosque espeso,
a golpe de hacha y martillo
destrozaron los ornamentos de madera.
Prendieron fuego a tu santuario;
¡deshonraron tu propio templo,
derrumbándolo hasta el suelo!
Decidieron destruirnos del todo;
¡quemaron todos los lugares del país
donde nos reuníamos para adorarte!
Ya no vemos nuestros símbolos sagrados;
ya no hay ningún profeta,
y ni siquiera sabemos lo que esto durará.

10 Oh Dios,
¿hasta cuándo nos ofenderá el enemigo?
¿Hasta cuándo seguirá hablando mal de ti?
11 ¿Por qué escondes tu mano poderosa?
¿Por qué te quedas cruzado de brazos?
12 Desde tiempos antiguos, tú eres mi Rey.
Tú, oh Dios, alcanzaste muchas victorias
en medio de la tierra:
13 tú dividiste el mar con tu poder,
les rompiste la cabeza a los monstruos del mar,
14 aplastaste las cabezas del monstruo Leviatán
y lo diste por comida a las fieras del desierto.
15 Tú hiciste brotar fuentes y ríos,
y secaste los ríos inagotables.
16 Tuyos son el día y la noche;
tú afirmaste la luna y el sol;
17 tú marcaste los límites del mundo;
tú hiciste el verano y el invierno.

18 Ten en cuenta, Señor, que el enemigo te ofende,
y que gente necia habla mal de ti.
19 ¡No te olvides tanto de nosotros!
Somos débiles como tórtolas;
¡no nos entregues a las fieras!
20 ¡Acuérdate de tu alianza,
porque el país está lleno de violencia
hasta el último rincón!
21 No dejes que se humille al oprimido;
¡haz que te alaben el pobre y el humilde!

22 ¡Levántate, oh Dios! ¡Defiende tu causa!
¡Recuerda que los necios te ofenden sin cesar!
23 No olvides los gritos de tus enemigos,
el creciente clamor de los rebeldes.

Alabanzas al Creador

104 ¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!
¡Cuán grande eres, Señor y Dios mío!
Te has vestido de gloria y esplendor;
te has envuelto en un manto de luz.
¡Tú extendiste el cielo como un velo!
¡Tú afirmaste sobre el agua
los pilares de tu casa, allá en lo alto!
Conviertes las nubes en tu carro;
¡viajas sobre las alas del viento!
Los vientos son tus mensajeros,
y las llamas de fuego tus servidores.

Pusiste la tierra sobre sus bases
para que nunca se mueva de su lugar.
El mar profundo cubría la tierra
como si fuera un vestido.
El agua cubría las montañas.
Pero tú la reprendiste, y se fue;
huyó de prisa al escuchar tu voz de trueno.
Subiendo a los montes
y bajando a los valles,
se fue al lugar que le habías señalado,
al límite que le ordenaste no cruzar,
para que no volviera a cubrir la tierra.

10 Tú envías el agua de los manantiales
a los ríos que corren por las montañas.
11 De esa agua beben los animales salvajes;
con ella apagan su sed los asnos del monte.
12 A la orilla de los ríos
anidan las aves del cielo;
¡allí cantan, entre las ramas de los árboles!

13 Tú eres quien riega los montes
desde tu casa, allá en lo alto;
con los torrentes del cielo satisfaces a la tierra.
14 Haces crecer los pastos para los animales,
y las plantas que el hombre cultiva
para sacar su pan de la tierra,
15 el pan que le da fuerzas,
y el vino, que alegra su vida
y hace brillar su cara más que el aceite.
16 Sacian su sed los árboles,
los cedros del Líbano que el Señor plantó.
17 En ellos anidan las aves más pequeñas,
y en los pinos viven las cigüeñas.
18 Los montes altos son para las cabras,
y en las peñas se esconden los tejones.

19 Hiciste la luna para medir el tiempo;
el sol sabe cuándo debe ocultarse.
20 Tiendes el manto oscuro de la noche,
y entonces salen los animales del bosque.
21 Los leones rugen por la víctima;
piden que Dios les dé su comida.
22 Pero al salir el sol, se van
y se acuestan en sus cuevas.
23 Entonces sale el hombre a su labor
y trabaja hasta la noche.

24 ¡Cuántas cosas has hecho, Señor!
Todas las hiciste con sabiduría;
¡la tierra está llena de todo lo que has creado!
25 Allí está el mar, ancho y extenso,
donde abundan incontables animales,
grandes y pequeños;
26 allí navegan los barcos, allí está el Leviatán,
el monstruo que hiciste para jugar con él.
27 Todos ellos esperan de ti
que les des su comida a su tiempo.
28 Tú les das, y ellos recogen;
abres la mano, y se llenan de lo mejor;
29 si escondes tu rostro, se espantan;
si les quitas el aliento, mueren
y vuelven a ser polvo.
30 Pero si envías tu aliento de vida, son creados,
y así renuevas el aspecto de la tierra.

31 ¡La gloria del Señor es eterna!
¡El Señor se alegra en su creación!
32 La tierra tiembla cuando él la mira;
¡echan humo los montes cuando él los toca!

33 Mientras yo exista y tenga vida,
cantaré himnos al Señor mi Dios.
34 Quiera el Señor agradarse de mis pensamientos,
pues sólo en él encuentro mi alegría.
35 ¡Que desaparezcan de la tierra los pecadores!
¡Que dejen de existir los malvados!

¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!
¡Aleluya!

Que el Señor te bendiga

(1a) Cántico de las subidas.

134 (1b) ¡Vamos, siervos del Señor!
¡Bendigan al Señor todos ustedes,
que están en su templo por las noches!
¡Eleven sus manos al santuario
y bendigan al Señor!
¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra,
te bendiga desde el monte Sión!

14 La mujer sabia construye su casa;
la necia, con sus propias manos la destruye.

El de recta conducta honra al Señor;
el de conducta torcida lo desprecia.

De la boca del necio brota el orgullo;
de los labios del sabio, su protección.

Cuando no hay bueyes, el trigo falta;
con la fuerza del buey, la cosecha aumenta.

El testigo verdadero no miente;
el testigo falso dice mentiras.

El insolente busca sabiduría y no la encuentra;
para el inteligente, el saber es cosa fácil.

Aléjate del necio,
pues de sus labios no obtendrás conocimiento.

La sabiduría hace al sabio entender su conducta,
pero al necio lo engaña su propia necedad.

Los necios se burlan de sus culpas,
pero entre los hombres honrados hay buena voluntad.

10 El corazón conoce sus propias amarguras,
y no comparte sus alegrías con ningún extraño.

11 La casa de los malvados será destruida;
la de los hombres honrados prosperará.

12 Hay caminos que parecen derechos,
pero al final de ellos está la muerte.

13 Hasta de reírse duele el corazón,
y al final la alegría acaba en llanto.

14 El necio está satisfecho de su conducta;
el hombre bueno lo está de sus acciones.

15 El imprudente cree todo lo que le dicen;
el prudente se fija por dónde anda.

16 El sabio teme al mal y se aparta de él,
pero al necio nada parece importarle.

17 El que es impulsivo actúa sin pensar;
el que es reflexivo mantiene la calma.

18 Los imprudentes son herederos de la necedad;
los prudentes se rodean de conocimientos.

19 Los malvados se inclinarán ante los buenos;
los malos suplicarán a las puertas de los justos.

20 Al pobre, hasta sus propios amigos lo odian;
al rico le sobran amigos.

21 El que desprecia a su amigo comete un pecado,
pero ¡feliz aquel que se compadece del pobre!

22 Los que buscan hacer lo malo, pierden el camino;
los que buscan hacer lo bueno son objeto de amor y lealtad.

23 De todo esfuerzo se saca provecho;
del mucho hablar, sólo miseria.

24 La corona del sabio es su inteligencia;
la de los necios, su necedad.

25 El testigo verdadero salva a otros la vida;
el testigo falso es causa de muerte.

26 El honrar al Señor es una firme esperanza
que da seguridad a los hijos.

27 El honrar al Señor es fuente de vida
que libra de los lazos de la muerte.

28 Gobernar a muchos es una honra para el rey;
gobernar a pocos es su ruina.

29 Ser paciente es muestra de mucha inteligencia;
ser impaciente es muestra de gran estupidez.

30 La mente tranquila es vida para el cuerpo,
pero la envidia corroe hasta los huesos.

31 Ofende a su Creador quien oprime al pobre,
pero lo honra quien le tiene compasión.

32 Al malvado lo arruina su propia maldad;
al hombre honrado lo protege su honradez.

33 La sabiduría habita en mentes que razonan,
pero entre los necios es desconocida.

34 La justicia es el orgullo de una nación;
el pecado es su vergüenza.

35 El siervo capaz se gana el favor del rey,
pero el incapaz se gana su enojo.