²⁰ Porque por las obras de la ley^[a] ningún ser humano^[b] será justificado delante de Él^(A); pues por medio de la ley^[c] viene el conocimiento del pecado^(B).

⁷ ¿Qué diremos^(A) entonces? ¿Es pecado la ley? ¡De ningún modo^(B)! Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley^(C). Porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia^[a], si la ley no hubiera dicho: «No codiciaras^(D)».

¹⁰ y este mandamiento, que era para vida^(A), a mí me resultó para muerte; ¹¹ porque el pecado, aprovechándose del^[a] mandamiento^(B), me engañó^(C), y por medio de él me mató. ¹² Así que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno^(D).

¹³ ¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí? ¡De ningún modo^(E)! Al contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso. ¹⁴ Porque sabemos que la ley es espiritual^(F), pero yo soy carnal^[b](G), vendido a la esclavitud del pecado^[c](H).

¹⁵ Porque lo que hago, no lo entiendo^(I). Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago^(J). ¹⁶ Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena^(K). ¹⁷ Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí^(L).

¹⁸ Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne^(M), no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. ¹⁹ Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico^(N). ²⁰ Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí^(O).

²¹ Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí^(P). ²² Porque en el^[d] hombre interior^(Q) me deleito con la ley de Dios, ²³ pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo^[e] que hace guerra^(R) contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de^[f] la ley del pecado que está en mis miembros^(S).

²⁴ ¡Miserable de mí^[g]! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte^[h](T)? ²⁵ Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro^(U). Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado^(V).

⁵⁶ El aguijón de la muerte es el pecado^(A), y el poder del pecado es la ley^(B);

¹⁰ Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito todo el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas^(A)».