El afán sin conocimiento no es bueno;
    mucho yerra quien mucho corre.

La necedad del hombre le hace perder el rumbo
    y su corazón se irrita contra el Señor.

Con las riquezas aumentan los amigos,
    pero al pobre hasta su amigo lo abandona.

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No es bueno el afán sin reflexión;
las muchas prisas provocan errores.

La necedad del hombre le hace perder el camino,
y luego el hombre le echa la culpa al Señor.

La riqueza atrae multitud de amigos,
pero el pobre hasta sus amigos pierde.

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No es bueno actuar sin pensar;
la prisa es madre del error.

El tonto fracasa en todo,
y luego dice:
«¡Dios tiene la culpa!»

El rico tiene muchos amigos;
el pobre no tiene ninguno.

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