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Y en cuanto desembarcó, en seguida le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu inmundo,

que tenía su morada entre los sepulcros, y ya nadie podía atarle ni con cadenas,

porque le habían atado muchas veces con grilletes y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grilletes, y nadie tenía fuerza para dominarle.

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