Parábola de la viuda y el juez injusto

18 Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar(A) en todo tiempo, y no desfallecer(B), diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno(C). Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: «Hazme justicia de mi adversario». Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: «Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno(D), sin embargo, porque esta viuda me molesta(E), le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia[a](F)». Y el Señor(G) dijo: Escuchad lo que dijo* el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia(H) a sus escogidos(I), que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles[b](J)? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe[c](K) en la tierra?

Parábola del fariseo y el publicano

Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos(L) como justos, y despreciaban a los demás(M): 10 Dos hombres subieron al templo a orar(N); uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos[d]. 11 El fariseo puesto en pie, oraba(O) para sí de esta manera: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. 12 Yo ayuno(P) dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano(Q)». 13 Pero el recaudador de impuestos, de pie(R) y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo(S), sino que se golpeaba el pecho(T), diciendo: «Dios, ten piedad de[e] mí, pecador». 14 Os digo que este descendió a su casa justificado pero aquel no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado(U).

Jesús y los niños

15 (V)Y le traían aun a los niños muy pequeños para que los tocara, pero al ver esto los discípulos, los reprendían. 16 Mas Jesús, llamándolos a su lado, dijo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como estos[f] es el reino de Dios. 17 En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él(W).

El joven rico

18 (X)Y cierto hombre prominente[g] le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 19 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios. 20 Tú sabes los mandamientos: «No cometas adulterio, No mates, No hurtes, No des falso testimonio, Honra a tu padre y a tu madre(Y)». 21 Y él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. 22 Cuando Jesús oyó esto, le dijo: Te falta todavía una cosa; vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres, y tendrás tesoro en los cielos(Z); y ven, sígueme(AA). 23 Pero al oír esto, se puso muy triste, pues era sumamente rico. 24 Mirándolo Jesús, dijo: ¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezas(AB)! 25 Porque es más fácil que un camello pase[h] por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios(AC). 26 Los que oyeron esto, dijeron: ¿Y quién podrá salvarse? 27 Y Él respondió: Lo imposible para los hombres, es posible para Dios(AD). 28 Y Pedro dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo[i] y te hemos seguido(AE). 29 Entonces Él les dijo: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres o hijos por la causa del reino de Dios(AF), 30 que no reciba muchas veces más en este tiempo, y en el siglo venidero(AG), la vida eterna.

Jesús anuncia su muerte por tercera vez

31 (AH)Tomando aparte a los doce, Jesús les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén(AI), y se cumplirán todas las cosas que están escritas por medio de los profetas acerca del Hijo del Hombre(AJ). 32 Pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burla, afrentado y escupido(AK); 33 y después de azotarle, le matarán, y al tercer día resucitará. 34 Pero ellos no comprendieron nada de esto; este dicho les estaba encubierto(AL), y no entendían lo que se les decía.

Curación de un ciego

35 (AM)Y aconteció que al acercarse a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando(AN). 36 Al oír que pasaba una multitud, preguntaba qué era aquello. 37 Y le informaron que pasaba Jesús de Nazaret. 38 Entonces gritó, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí(AO)! 39 Y los que iban delante lo reprendían para que se callara; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí(AP)! 40 Jesús se detuvo y[j] ordenó que se lo trajeran; y cuando estuvo cerca, le preguntó: 41 ¿Qué deseas que haga por ti? Y él dijo: Señor, que recobre la vista. 42 Jesús entonces le dijo: Recibe[k] la vista, tu fe te ha sanado[l](AQ). 43 Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios(AR); cuando toda la gente vio aquello, dieron gloria a Dios(AS).

Footnotes

  1. Lucas 18:5 Lit., me abofetee
  2. Lucas 18:7 O, noche, y no obstante es muy paciente en cuanto a ellos?
  3. Lucas 18:8 Lit., la fe
  4. Lucas 18:10 O, publicano; i.e., uno que explotaba la recaudación de los impuestos romanos, y así en los vers. 11 y 13
  5. Lucas 18:13 O, sé propicio a
  6. Lucas 18:16 O, de los tales
  7. Lucas 18:18 O, principal
  8. Lucas 18:25 Lit., entre
  9. Lucas 18:28 Lit., lo nuestro
  10. Lucas 18:40 Lit., puesto en pie
  11. Lucas 18:42 O, Recobra
  12. Lucas 18:42 Lit., salvado

La viuda y el juez

18 Jesús les contó una historia a sus discípulos, para enseñarles que debían orar siempre y sin desanimarse. Les dijo:

«En una ciudad había un juez que no tenía miedo ni de Dios ni de la gente. Allí también vivía una viuda, que siempre lo buscaba y le decía: “Por favor, haga usted todo lo posible para que se me haga justicia en la corte.” 4-5 Al principio, el juez no quería atender a la viuda. Pero luego pensó: “Esta viuda molesta mucho. Aunque no le tengo miedo a Dios, ni me importa la gente, la voy a ayudar. Si no lo hago, nunca dejará de molestarme.”»

Jesús agregó:

«Fíjense en lo que dijo ese mal juez. ¿Creen ustedes que Dios no defenderá a las personas que él eligió, y que día y noche le piden ayuda? ¿Creen que tardará él en responderles? ¡Claro que no, sino que les responderá de inmediato! Pero cuando yo, el Hijo del hombre, regrese a este mundo, ¿acaso encontraré gente que confíe en Dios?»

El hombre orgulloso y el hombre humilde

Una vez, Jesús estuvo hablando con unas personas, de ésas que se creen muy buenas y que siempre están despreciando a los demás. A éstas, Jesús les puso este ejemplo:

10 «Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos era fariseo y el otro era cobrador de impuestos.

11 »Puesto de pie, el fariseo oraba así: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres. Ellos son ladrones y malvados, y engañan a sus esposas con otras mujeres. ¡Tampoco soy como ese cobrador de impuestos! 12 Yo ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.”

13 »El cobrador de impuestos, en cambio, se quedó un poco más atrás. Ni siquiera se atrevía a levantar la mirada hacia el cielo, sino que se daba golpes en el pecho y decía: “¡Dios, ten compasión de mí, y perdóname por todo lo malo que he hecho!”»

14 Cuando terminó de contar esto, Jesús les dijo a aquellos hombres: «Les aseguro que, cuando el cobrador de impuestos regresó a su casa, Dios ya lo había perdonado; pero al fariseo no. Porque los que se creen más importantes que los demás, son los menos valiosos para Dios. En cambio, los más importantes para Dios son los humildes.»

Jesús bendice a los niños

15 Algunas madres llevaron a sus niños pequeños para que Jesús pusiera su mano sobre sus cabezas y los bendijera. Pero los discípulos comenzaron a reprenderlas para que no los trajeran. 16 Entonces Jesús llamó a los niños, y les dijo a sus discípulos: «Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos. 17 Les aseguro que la persona que no confía en Dios como lo hace un niño, no podrá entrar en el reino de Dios.»

El hombre rico

18 Un líder de los judíos fue a ver a Jesús y le preguntó:

—Tú, que eres un maestro bueno, dime, ¿qué cosa debo hacer para tener vida eterna?

19 Jesús le contestó:

—¿Por qué dices que soy bueno? Sólo Dios es bueno. 20 Tú conoces bien los mandamientos: No seas infiel en el matrimonio, no mates, no robes, no mientas para hacerle daño a otra persona, obedece y cuida a tu padre y a tu madre.

21 El líder le dijo:

—¡He obedecido todos esos mandamientos desde que era un niño!

22 Jesús le respondió:

—Sólo te falta hacer una cosa: Vende todo lo que tienes, y dales ese dinero a los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores.

23 Cuando el líder oyó esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Jesús lo miró y dijo:

—¡Qué difícil es que una persona rica entre en el reino de Dios! 25 En realidad, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para una persona rica entrar en el reino de Dios.

26 La gente que estaba allí y que oyó a Jesús, preguntó:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

27 Jesús les respondió:

—Para la gente eso es imposible, pero todo es posible para Dios.

28 Pedro le dijo:

—Recuerda que nosotros dejamos todo lo que teníamos, y te hemos seguido.

29 Jesús les respondió:

—Les aseguro que si alguno ha dejado su casa, su esposa, sus hermanos, sus padres, o sus hijos, por ser obediente al reino de Dios, 30 sin duda recibirá aquí mucho más de lo que dejó. Además, cuando muera, vivirá con Dios para siempre.

Jesús habla otra vez de su muerte

31 Jesús se reunió a solas con los doce discípulos y les dijo: «Ahora iniciamos nuestro viaje hacia Jerusalén. Allí pasará todo lo que anunciaron los profetas acerca de mí, el Hijo del hombre. 32 Porque en Jerusalén unos hombres me entregarán a las autoridades de Roma. Los romanos se burlarán de mí, me insultarán y me escupirán en la cara. 33 Luego me golpearán y me matarán, pero después de tres días, resucitaré.»

34 Los discípulos no entendieron de qué hablaba Jesús. Era algo que ellos no podían comprender.

Jesús sana a un ciego

35 Jesús iba llegando a la ciudad de Jericó. Junto al camino estaba un ciego pidiendo limosna. 36 Cuando el ciego oyó el ruido de la gente que pasaba, preguntó:

—¿Qué sucede?

37 La gente le explicó:

—Ahí viene Jesús, el del pueblo de Nazaret.

38 Entonces el ciego se puso a gritar: «¡Jesús, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame!»

39 Los que iban delante reprendían al ciego para que se callara, pero él gritó con más fuerza: «¡Mesías, ten compasión de mí y ayúdame!»

40 Jesús se detuvo y ordenó que trajeran al ciego. Cuando el ciego estuvo cerca, Jesús le preguntó:

41 —¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego le respondió:

—Señor, ¡quiero volver a ver!

42 Jesús le dijo:

—¡Muy bien, ya puedes ver! Te has sanado porque confiaste en mí.

43 En ese mismo instante, el ciego pudo ver, y siguió a Jesús, alabando a Dios. Toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.