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Los israelitas se alistan para la guerra

Los israelitas que vivían en Judea se enteraron de que el comandante Holofernes había tratado con crueldad a las naciones de la costa. Supieron que había destruido los templos y se había llevado todo lo que allí había. Estas noticias les causaron gran temor, pues ya se imaginaban lo que Holofernes haría con Jerusalén y su templo.

Hacía poco tiempo que los israelitas habían sido liberados de la esclavitud en Babilonia, y habían regresado a su país. Además, habían vuelto a dedicar a Dios el templo, el altar y los utensilios que se usaban en el culto, pues sus enemigos los habían usado para adorar a sus dioses.

Entonces los de Judea enviaron mensajeros a los israelitas que vivían en Samaria, Coná, Bet-horón, Ibleam, Jericó, Cobá, Hasor y el valle de Salem, y les avisaron que se alistaran para la guerra. Luego, subieron rápidamente a las montañas más altas, y allí construyeron murallas alrededor de los pueblos de esos lugares. Aprovechando que hacía poco habían recogido sus cosechas, reunieron una gran cantidad de alimentos, y de ese modo se alistaron para la guerra.

6-8 El único camino que conducía a Judea estaba en la región montañosa, cerca de los pueblos de Betulio y Betomestaim, frente al valle de Esdrelón, y frente a la llanura cercana a Dotán. Entonces Joaquín, que era el jefe de los sacerdotes y vivía en Jerusalén, escribió un mensaje para los israelitas de esos pueblos, pidiéndoles que vigilaran el camino. El mensaje iba firmado por él y por los jefes de Judea. El plan era cerrarles el paso a los enemigos invasores, pues el camino era tan angosto que sólo podían pasar dos personas a la vez. La gente de Betulio y Betomestaim obedeció de inmediato.

Los israelitas piden ayuda a Dios

Los israelitas oraron a Dios con todas sus fuerzas y le pidieron ayuda. Reconocieron que necesitaban su ayuda, y que sin él estaban perdidos. 10 Entonces los hombres, mujeres y niños, y los obreros, esclavos y extranjeros del lugar, se vistieron con ropas ásperas para mostrar su tristeza ante Dios. También echaron mantas ásperas sobre los animales, para mostrarle a Dios hasta dónde llegaba su preocupación.

11 Los israelitas de Jerusalén fueron a los patios del templo y se arrodillaron; allí se echaron ceniza sobre la cabeza, y se vistieron con ropas ásperas y extendieron sus manos hacia Dios. 12-15 También cubrieron el altar del templo con telas ásperas, y le pidieron a Dios protección. Y es que temían que sus enemigos se burlaran de ellos, les quitaran a sus hijos y se llevaran a sus mujeres. Sabían que los enemigos destruirían las ciudades que habían heredado y adorarían a sus dioses en el templo.

En Jerusalén y en toda Judea, la gente ayunó durante muchos días delante del templo del Dios todopoderoso. Por su parte, Joaquín, el jefe de los sacerdotes, junto con los demás sacerdotes y los que trabajaban en el templo, reconocieron ante Dios que sin su ayuda estaban perdidos. Entonces se vistieron con ropas ásperas para hacer los sacrificios de cada día, y para recibir las ofrendas que el pueblo voluntariamente le llevaba a Dios. Además se echaron ceniza sobre la cabeza, y con todas sus fuerzas le pidieron a Dios que protegiera al pueblo de Israel.

Dios vio el sufrimiento de su pueblo y escuchó sus oraciones.

Los israelitas se preparan para la defensa

Cuando los israelitas que vivían en Judea oyeron todo lo que Holofernes, el comandante en jefe del ejército del rey Nabucodonosor de Asiria, había hecho con las otras naciones, y cómo había saqueado y destruido todos sus templos, se aterrorizaron al pensar lo que podía hacer con Jerusalén y con el templo del Señor su Dios. Hacía poco que habían vuelto del destierro, y no hacía mucho que todo el pueblo de Judea se había reunido y que habían sido consagrados de nuevo los utensilios, el altar y el templo que habían sido profanados. Así que pusieron sobre aviso a toda la región de Samaria, y a Coná, Bet-horón, Ibleam, Jericó, Cobá, Hasor y el valle de Salem, y se adelantaron a ocupar todas las cumbres de los montes altos; fortificaron con murallas las aldeas que había en aquellos lugares, consiguieron provisiones, y se prepararon para la guerra. Hacía poco que habían recogido las cosechas de sus campos. Joaquín, que era entonces el sumo sacerdote y estaba en Jerusalén, escribió una carta a los habitantes de Betulia y de Betomestaim, frente a Esdrelón, delante de la llanura cerca de Dotán, en la que les decía que ocuparan los lugares de subida a la región montañosa, por donde se entraba en Judea, pues por allí era fácil impedir el avance, ya que el paso era estrecho y sólo podían pasar dos personas a la vez. Los israelitas hicieron lo que el sumo sacerdote Joaquín y los ancianos de todo el pueblo de Israel que vivían en Jerusalén les ordenaron.

Los israelitas piden ayuda al Señor

Todos los israelitas clamaron con gran fervor a Dios y se humillaron profundamente delante de él. 10 Los hombres, las mujeres, los niños, el ganado, todos los extranjeros que vivían allí, los jornaleros y los esclavos se vistieron con ropas ásperas. 11 Todos los israelitas que vivían en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se inclinaron ante el santuario en actitud de adoración, se echaron ceniza sobre las cabezas, y extendieron sus ropas ásperas delante del Señor. 12 También cubrieron con telas ásperas el altar, y a una voz clamaron con fervor al Dios de Israel pidiéndole que no permitiera que, para alegría de los paganos, sus niños fueran arrebatados, sus mujeres raptadas, las ciudades de su patria destruidas, y el templo profanado y deshonrado. 13 Y el Señor escuchó sus gritos y tuvo en cuenta su aflicción. En toda Judea y en Jerusalén, el pueblo estuvo ayunando durante muchos días delante del templo del Señor todopoderoso. 14 El sumo sacerdote Joaquín y todos los sacerdotes, que servían en el templo, y los demás que oficiaban ante el Señor, iban vestidos con ropas ásperas mientras ofrecían el holocausto de todos los días, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo. 15 Con sus turbantes cubiertos de ceniza, insistentemente pedían al Señor que tuviera misericordia y compasión de todo el pueblo de Israel.