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Judit adoró a Dios, y luego les dijo:

—Den la orden para que me permitan salir de la ciudad. Llevaré a cabo todo lo que ustedes acaban de decir.

Enseguida, ellos ordenaron que se abrieran los portones, 10 y Judit y su empleada salieron. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada, y la vieron bajar por la montaña y atravesar el valle, hasta perderla de vista.

11 Cuando Judit y su empleada atravesaban el valle, les salió al paso un grupo de soldados asirios.

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