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»Si un hombre se divorcia de su esposa,
    y ella se casa con otro,
él nunca la recibirá de nuevo,
    porque eso sin duda corrompería la tierra.
Pero tú te has prostituido con muchos amantes,
    entonces, ¿por qué tratas de volver a mí?
    —dice el Señor—.
Fíjate en los santuarios que hay en cada cumbre.
    ¿Hay algún lugar que no haya sido profanado
    por tu adulterio con otros dioses?
Te sientas junto al camino como una prostituta en espera de un cliente.
    Te sientas sola, como un nómada en el desierto.
Contaminaste la tierra con tu prostitución
    y tu perversidad.
Por eso incluso han faltado las lluvias de primavera.
    Pues eres una prostituta descarada y totalmente desvergonzada.
Aun así me dices:
    “Padre, tú has sido mi guía desde mi juventud.
¡Seguro que no estarás enojado para siempre!
    ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho!”.
Hablas de esta manera,
    pero sigues haciendo todo el mal posible».

Judá sigue el ejemplo de Israel

Durante el reinado de Josías, el Señor me dijo: «¿Te has dado cuenta de lo que ha hecho la caprichosa Israel? Como una esposa que comete adulterio, Israel ha rendido culto a otros dioses en cada colina y debajo de todo árbol frondoso. Yo pensaba: “Después de haber hecho todo esto regresará a mí”; pero no lo hizo, y su desleal hermana Judá lo observó. Vio[a] que me divorcié de la infiel Israel debido a su adulterio; pero Judá, esa hermana traicionera, no tuvo temor, y ahora ella también me ha dejado y se ha entregado a la prostitución. Israel no lo tomó en serio y no le parece nada fuera de lo común cometer adulterio al rendir culto a ídolos hechos de madera y de piedra. Así que ahora la tierra se ha corrompido. 10 Sin embargo, a pesar de esto, su infiel hermana Judá nunca ha vuelto a mí de corazón, solo fingió estar apenada. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Esperanza para la rebelde Israel

11 Luego el Señor me dijo: «¡Hasta la infiel Israel es menos culpable que la traidora Judá! 12 Por lo tanto, ve y dale este mensaje a Israel.[b] Esto dice el Señor:

»“Oh Israel, mi pueblo infiel,
    regresa otra vez a mí,
porque yo soy misericordioso.
    No estaré enojado contigo para siempre.
13 Solo reconoce tu culpa;
    admite que te has rebelado contra el Señor tu Dios
y que cometiste adulterio contra él
    al rendir culto a ídolos debajo de todo árbol frondoso.
Confiesa que rehusaste oír mi voz.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

14 »”Regresen a casa, ustedes, hijos descarriados
    —dice el Señor—,
    porque yo soy su amo.
Los traeré de regreso a la tierra de Israel,[c]
    uno de esta ciudad y dos de aquella familia,
    de todo lugar donde estén esparcidos.
15 Y les daré pastores conforme a mi propio corazón,
    que los guiarán con conocimiento y entendimiento.

16 »”Cuando una vez más la tierra se llene de gente—dice el Señor—, ya no desearán más ‘los viejos tiempos’ cuando poseían el arca del pacto del Señor. No extrañarán aquellos días, ni siquiera los recordarán y no habrá necesidad de reconstruir el arca. 17 En aquel día, Jerusalén será conocida como ‘el Trono del Señor’. Todas las naciones acudirán a Jerusalén para honrar al Señor. Ya no seguirán tercamente sus propios malos deseos. 18 En aquellos días la gente de Judá y la gente de Israel volverán juntas del destierro del norte. Regresarán a la tierra que les di a los antepasados de ustedes como herencia perpetua.

19 »”Me dije a mí mismo:
    ‘¡Cómo quisiera tratarlos como a mis propios hijos!’.
Solo quería darles esta hermosa tierra,
    la posesión más maravillosa del mundo.
Esperaba con anhelo que me llamaran ‘Padre’,
    y quise que nunca se alejaran de mí.
20 Sin embargo, me fuiste infiel, ¡pueblo de Israel!
    Has sido como una esposa infiel que deja a su marido.
    Yo, el Señor, he hablado”».

21 Se escuchan voces en las alturas de las montañas desoladas,
    el llanto y las súplicas del pueblo de Israel.
Pues han escogido caminos torcidos
    y se han olvidado del Señor su Dios.

22 «Vuelvan a mí, hijos descarriados—dice el Señor—,
    y les sanaré el corazón extraviado».

«Sí, ya vamos—responde el pueblo—,
    porque tú eres el Señor nuestro Dios.
23 Nuestro culto a ídolos en las colinas
    y nuestras orgías religiosas en las montañas
    son una falsa ilusión.
Solo en el Señor nuestro Dios
    encontrará Israel salvación.
24 Desde la niñez hemos visto
    cómo todo aquello por lo que trabajaron nuestros antepasados
—sus ganados y rebaños, sus hijos e hijas—
    se despilfarraba en una falsa ilusión.
25 Echémonos al suelo llenos de vergüenza
    y cubiertos de deshonra,
porque tanto nosotros como nuestros antepasados hemos pecado
    contra el Señor nuestro Dios.
Desde la niñez hasta el día de hoy
    nunca lo hemos obedecido».
«¡Oh, Israel!—dice el Señor—,
    si quisieras, podrías volver a mí.
Podrías desechar tus ídolos detestables
    y no alejarte nunca más.
Después, cuando jures por mi nombre diciendo:
    “Tan cierto como que el Señor vive”,
lo podrías hacer
    con verdad, justicia y rectitud.
Entonces serías una bendición a las naciones del mundo,
    y todos los pueblos vendrían y alabarían mi nombre».

Se acerca el juicio a Judá

Esto dice el Señor a la gente de Judá y de Jerusalén:

«¡Pasen el arado por el terreno endurecido de sus corazones!
    No desperdicien la buena semilla entre los espinos.
Oh habitantes de Judá y de Jerusalén,
    renuncien a su orgullo y a su poder.
Cambien la actitud del corazón ante el Señor,[d]
    o mi enojo arderá como fuego insaciable
    debido a todos sus pecados.

»¡Griten a la gente de Judá y proclamen a los de Jerusalén!
    Díganles que toquen alarma en toda la tierra:
“¡Corran y salven sus vidas!
    ¡Huyan a las ciudades fortificadas!”.
Levanten una bandera de señales como una advertencia para Jerusalén:[e]
    “¡Huyan de inmediato! ¡No se demoren!”.
Pues desde el norte traigo
    una terrible destrucción sobre ustedes».

Desde su guarida un león acecha,
    un destructor de naciones.
Ha salido de su guarida y se dirige hacia ustedes.
    ¡Arrasará su tierra!
Sus ciudades quedarán en ruinas,
    y ya nadie vivirá en ellas.
Así que póngase ropa de luto
    y lloren con el corazón destrozado,
porque la ira feroz del Señor
    todavía está sobre nosotros.

«En aquel día—dice el Señor—,
    el rey y los funcionarios temblarán de miedo.
Los sacerdotes quedarán paralizados de terror
    y los profetas, horrorizados».

10 Entonces dije: «Oh Señor Soberano,
    el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste,
porque prometiste paz para Jerusalén.
    ¡Sin embargo, la espada está en su cuello!».

11 Se acerca la hora en que el Señor dirá
    a la gente de Jerusalén:
«Mi querido pueblo, desde el desierto sopla un viento abrasador,
    y no la brisa suave que se usa para separar la paja del grano.
12 ¡Es una ráfaga estrepitosa que yo envié!
    ¡Ahora pronuncio la destrucción contra ti!».

13 ¡Nuestro enemigo avanza hacia nosotros como nubarrones!
    Sus carros de guerra son como torbellinos;
sus caballos son más veloces que las águilas.
    ¡Qué horrible será, pues estamos condenados!
14 Oh Jerusalén, limpia tu corazón
    para que seas salvada.
¿Hasta cuándo guardarás
    tus malos pensamientos?
15 Tu destrucción ya se anunció
    desde Dan y la zona montañosa de Efraín.

16 «Adviertan a las naciones vecinas
    y anuncien esto a Jerusalén:
“El enemigo viene desde una tierra lejana,
    dando gritos de guerra contra las ciudades de Judá.
17 Rodean a Jerusalén como guardianes alrededor de un campo
    porque mi pueblo se rebeló contra mí
    —dice el Señor—.
18 Tus propios hechos han traído todo esto sobre ti.
    Este castigo es amargo; ¡te penetra hasta el corazón!”».

Jeremías llora por su pueblo

19 ¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor!
    ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto.
Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas
    y el bramido de sus gritos de guerra.
20 Olas de destrucción cubren la tierra,
    hasta dejarla en completa desolación.
Súbitamente mis carpas son destruidas;
    de repente mis refugios son demolidos.
21 ¿Hasta cuándo tendré que ver las banderas de combate
    y oír el toque de trompetas de guerra?

22 «Mi pueblo es necio
    y no me conoce—dice el Señor—.
Son hijos tontos,
    sin entendimiento.
Son lo suficientemente listos para hacer lo malo,
    ¡pero no tienen ni idea de cómo hacer lo correcto!».

Visión de Jeremías del desastre venidero

23 Miré a la tierra y estaba vacía y no tenía forma;
    miré a los cielos y no había luz.
24 Miré a las montañas y colinas
    que temblaban y se agitaban.
25 Miré y toda la gente se había ido;
    todos los pájaros del cielo se habían volado.
26 Miré y los terrenos fértiles se habían convertido en desiertos;
    las ciudades estaban en ruinas,
    destruidas por la ira feroz del Señor.

27 Esto dice el Señor:
«La tierra entera será arrasada,
    pero no la destruiré por completo.
28 La tierra estará de luto
    y los cielos serán tapizados de negro
a causa de la sentencia que pronuncié contra mi pueblo.
    Lo he decidido y no lo cambiaré».

29 Al oír el ruido de los carros de guerra y los arqueros,
    la gente huye aterrorizada.
Ellos se esconden en los matorrales
    y corren a las montañas.
Todas las ciudades han sido abandonadas;
    ¡no queda nadie en ellas!
30 ¿Qué es lo que haces,
    tú que has sido saqueado?
¿Por qué te vistes de ropas hermosas
    y te pones joyas de oro?
¿Por qué te resaltas los ojos con rímel?
    ¡Arreglarte así de nada te servirá!
Los aliados que fueron tus amantes
    te desprecian y buscan tu muerte.

31 Oigo gritos, como los de una mujer que está de parto,
    los gemidos de una mujer dando a luz a su primer hijo.
Es la bella Jerusalén,[f]
    que respira con dificultad y grita:
    «¡Socorro! ¡Me están matando!».

Los pecados de Judá

«Corran por todas las calles de Jerusalén—dice el Señor—.
    Busquen arriba y abajo; ¡busquen por toda la ciudad!
Si encuentran aunque sea a una sola persona justa y honrada,
    no destruiré la ciudad.
Pero aun cuando están bajo juramento
    diciendo: “Tan cierto como que el Señor vive”,
    ¡todos siguen mintiendo!».

Señor, tú estás buscando la honradez.
Golpeaste a tu pueblo,
    pero no prestó atención.
Los has aplastado,
    pero se negaron a ser corregidos.
Son tercos, de caras duras como piedra;
    rehusaron arrepentirse.

Entonces dije: «¿Pero qué podemos esperar de los pobres?
    Son unos ignorantes.
No conocen los caminos del Señor
    ni entienden las leyes divinas.
Así que iré y hablaré a sus líderes.
    Sin duda ellos conocen los caminos del Señor
    y entienden las leyes de Dios».
Pero los líderes también, como un solo hombre,
    se habían librado del yugo de Dios
    y roto las cadenas.
Entonces ahora un león de la selva los atacará;
    un lobo del desierto se les echará encima.
Un leopardo acechará cerca de sus ciudades,
    y hará trizas a quien se atreva a salir.
Pues grande es la rebelión de ellos,
    y muchos son sus pecados.

«¿Cómo puedo perdonarte?
    Pues aun tus hijos se han alejado de mí.
¡Ellos juraron por dioses que no son dioses en absoluto!
    Alimenté a mi pueblo hasta que estuvo satisfecho;
pero su manera de darme las gracias fue cometer adulterio
    y hacer fila en los prostíbulos.
Son vigorosos sementales, bien alimentados,
    cada uno relinchando por la mujer de su prójimo.
¿No habría de castigarlos por esto?—dice el Señor—.
    ¿No habría de vengarme contra semejante nación?

10 »Vayan por las hileras de los viñedos y destruyan las vides,
    pero dejen algunas con vida.
Arranquen los sarmientos de las vides,
    porque esta gente no pertenece al Señor.
11 Los pueblos de Israel y Judá
    están llenos de traición contra mí
    —dice el Señor—.
12 Mintieron acerca del Señor y dijeron:
    “¡Él no nos molestará!
Ningún desastre vendrá sobre nosotros;
    no habrá guerra ni hambre.
13 Todos los profetas de Dios son pura palabrería;
    en realidad no hablan de parte de él.
    ¡Que caigan sobre ellos mismos sus predicciones de desastre!”».

14 Por lo tanto, esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales:

«Debido a que mi pueblo habla de esta manera,
    mis mensajes saldrán de tu boca como llamas de fuego
    y quemarán al pueblo como si fuera leña.
15 Oh Israel, traeré una nación lejana contra ti
    —dice el Señor—.
Es una nación poderosa,
    una nación antigua,
un pueblo cuyo idioma desconoces,
    cuya forma de hablar no entiendes.
16 Sus armas son mortíferas;
    sus guerreros, poderosos.
17 Devorarán la comida de tu cosecha;
    devorarán a tus hijos e hijas.
Devorarán tus rebaños y manadas;
    devorarán tus uvas y tus higueras.
Y destruirán tus ciudades fortificadas
    que consideras tan seguras.

18 »Sin embargo, aun en esos días, no te eliminaré por completo—dice el Señor—. 19 Y cuando tu pueblo pregunte: “¿Por qué el Señor nuestro Dios nos hizo todo esto?”, debes contestar: “Ustedes lo rechazaron y se entregaron a dioses extranjeros en su propia tierra. Ahora servirán a extranjeros en una tierra que a ustedes no les pertenece”.

Advertencia al pueblo de Dios

20 »Anuncien esto a Israel,[g]
    y díganselo a Judá:
21 “Escucha, gente necia y sin sentido común,
    que tiene ojos que no ven,
    y oídos que no oyen.
22 ¿No me tienes respeto?
    ¿Por qué no tiemblas en mi presencia?
Yo, el Señor, con la arena defino el límite del océano
    como frontera eterna que las aguas no pueden cruzar.
Las olas pueden agitarse y rugir,
    pero nunca podrán pasar los límites que establecí.
23 Sin embargo, mi pueblo tiene el corazón terco y rebelde;
    se alejó y me abandonó.
24 No dicen de corazón:
    ‘Vivamos con temor reverente ante el Señor nuestro Dios,
porque nos da la lluvia cada primavera y otoño,
    asegurándonos una cosecha en el tiempo apropiado’.
25 Su maldad les ha privado de estas maravillosas bendiciones;
    su pecado les ha robado todas estas cosas buenas.

26 »”Hay hombres perversos entre mi pueblo
    que están al acecho de víctimas, como un cazador oculto en su escondite.
Continuamente ponen trampas
    para atrapar a la gente.
27 Como una jaula llena de pájaros
    sus casas están llenas de planes siniestros.
    Ahora son poderosos y ricos.
28 Están gordos y con aspecto saludable,
    y sus obras de maldad no tienen límite.
Rehúsan dar justicia al huérfano
    y le niegan los derechos al pobre.
29 ¿No habría de castigarlos por esto?—dice el Señor—.
    ¿No habría de vengarme de semejante nación?
30 Algo terrible y espantoso
    ha sucedido en este país:
31 los profetas dan profecías falsas,
    y los sacerdotes gobiernan con mano de hierro.
Peor todavía, ¡a mi pueblo le encanta que sea así!
    Ahora bien, ¿qué harán ustedes cuando todo esto llegue a su fin?

Advertencia final a Jerusalén

»”¡Corran y salven sus vidas, habitantes de Benjamín!
    ¡Salgan de Jerusalén!
¡Toquen alarma en Tecoa!
    ¡Levanten señales en Bet-haquerem!
Un ejército poderoso viene del norte
    y trae calamidad y destrucción.
Oh Jerusalén,[h] tú eres mi hija hermosa y delicada,
    ¡pero te destruiré!
Los enemigos te rodearán como pastores que acampan alrededor de la ciudad.
    Cada uno escoge un lugar para que su tropa devore.
Ellos gritan: ‘¡Prepárense para la batalla!
    ¡Ataquen a mediodía!’.
‘No, ya es muy tarde; el día se acaba,
    y caen las sombras de la noche’.
‘¡Entonces, ataquemos de noche
    y destruyamos sus palacios!’”».

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice:
«Corten árboles para usarlos como arietes;
    construyan rampas de asalto contra las murallas de Jerusalén.
Esta es la ciudad que debe ser castigada,
    porque es perversa hasta más no poder.
De ella brota la maldad como de una fuente.
    Sus calles resuenan con violencia y destrucción.
    Siempre veo sus enfermedades y heridas.
Oye esta advertencia, Jerusalén,
    o me alejaré de ti indignado.
Escucha, o te convertiré en un montón de escombros,
    una tierra donde no vive nadie».

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice:
«Aun los pocos que permanezcan en Israel
    serán nuevamente recogidos,
como cuando el que cosecha revisa cada vid por segunda vez
    para recoger las uvas que no se cortaron».

La rebelión constante de Judá

10 ¿A quién puedo advertir?
    ¿Quién escuchará cuando yo hable?
Tienen sordos los oídos
    y no pueden oír.
Ellos desprecian la palabra del Señor.
    No quieren escuchar para nada.
11 Por eso ahora estoy lleno de la furia del Señor.
    ¡Sí, estoy cansado de contenerla!

«Derramaré mi furia sobre los niños que juegan en las calles
    y sobre las reuniones de jóvenes,
sobre esposos y esposas
    y sobre los que son viejos y canosos.
12 Sus casas serán dadas a los enemigos,
    al igual que sus campos y sus esposas
porque levantaré mi puño poderoso
    contra la gente de esta tierra
    —dice el Señor—.
13 Desde el menos importante hasta el más importante,
    sus vidas están dominadas por la avaricia.
Desde los profetas hasta los sacerdotes,
    todos son unos farsantes.
14 Ofrecen curas superficiales
    para la herida mortal de mi pueblo.
Dan garantías de paz
    cuando no hay paz.
15 ¿Se avergüenzan de sus actos repugnantes?
    De ninguna manera, ¡ni siquiera saben lo que es sonrojarse!
Por lo tanto, estarán entre los caídos en la matanza;
    serán derribados cuando los castigue»,
    dice el Señor.

Judá rechaza el camino del Señor

16 Esto dice el Señor:
«Deténganse en el cruce y miren a su alrededor;
    pregunten por el camino antiguo, el camino justo, y anden en él.
Vayan por esa senda y encontrarán descanso para el alma.
    Pero ustedes responden: “¡No, ese no es el camino que queremos!”.
17 Puse centinelas sobre ustedes, que dijeron:
    “Estén atentos al sonido de alarma”.
Pero ustedes respondieron:
    “¡No! ¡No prestaremos atención!”.

18 »Por lo tanto, naciones, escuchen esto;
    tomen nota de la situación de mi pueblo.
19 ¡Escuchen, habitantes de toda la tierra!
    Traeré desastre sobre mi pueblo.
Es el fruto de sus propias intrigas,
    porque se niegan a escucharme;
    han rechazado mi palabra.
20 Es inútil ofrecerme el incienso dulce de Saba.
    ¡Guárdense su cálamo aromático importado de tierras lejanas!
No aceptaré sus ofrendas quemadas;
    sus sacrificios no tienen ningún aroma agradable para mí».

21 Por lo tanto, esto dice el Señor:
    «Pondré obstáculos en el camino de mi pueblo.
Padres e hijos tropezarán contra ellos.
    Vecinos y amigos morirán juntos».

Invasión desde el norte

22 Esto dice el Señor:
«¡Miren! ¡Un gran ejército viene del norte!
    Desde tierras lejanas se levanta contra ti una gran nación.
23 Están armados con arcos y lanzas;
    son crueles y no perdonan a nadie.
Cuando avanzan montados a caballo
    se oyen como el rugido del mar.
Vienen en formación de batalla,
    con planes de destruirte, hermosa Jerusalén[i]».

24 Hemos oído informes acerca del enemigo
    y las manos nos tiemblan de miedo.
Punzadas de angustia se han apoderado de nosotros,
    como las de la mujer que está en trabajo de parto.
25 ¡No salgan a los campos!
    ¡No viajen por los caminos!
¡La espada del enemigo está por todos lados,
    y nos aterroriza a cada paso!
26 Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera
    y siéntate entre las cenizas.
Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único.
    ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!

27 «Jeremías, te he hecho probador de metales,[j]
    para que puedas determinar la calidad de mi pueblo.
28 Ellos son rebeldes de la peor clase,
    llenos de calumnia.
Son tan duros como el bronce y el hierro
    y llevan a otros a la corrupción.
29 Los fuelles soplan las llamas con furor
    para quemar la corrupción.
Pero no los purifica,
    ya que su perversidad permanece.
30 Los marcaré: “plata rechazada”,
    porque yo, el Señor, los desecho».

Jeremías habla en el templo

El Señor le dio otro mensaje a Jeremías diciendo: «Vete a la entrada del templo del Señor y dale el siguiente mensaje al pueblo: “Oh Judá, ¡escucha este mensaje del Señor! ¡Escúchenlo, todos ustedes que aquí adoran al Señor! Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel:

»”Incluso ahora, si abandonan sus malos caminos les permitiré quedarse en su propia tierra; pero no se dejen engañar por los que les prometen seguridad simplemente porque aquí está el templo del Señor. Ellos repiten: ‘¡El templo del Señor está aquí! ¡El templo del Señor está aquí!’. Pero seré misericordioso únicamente si abandonan sus malos pensamientos y sus malas acciones, y comienzan a tratarse el uno al otro con justicia; si dejan de explotar a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas; si dejan de asesinar; y si dejan de dañarse ustedes mismos al rendir culto a los ídolos. Entonces, les permitiré quedarse en esta tierra que les di a sus antepasados para siempre.

»”No se dejen engañar ni crean que nunca tendrán que sufrir porque el templo está aquí. ¡Es una mentira! ¿De verdad piensan que pueden robar, matar, cometer adulterio, mentir y quemar incienso a Baal y a los otros nuevos dioses que tienen, 10 y luego venir y presentarse delante de mí en mi templo a repetir: ‘¡Estamos a salvo!’, solo para irse a cometer nuevamente todas las mismas maldades? 11 ¿No reconocen ustedes mismos que este templo, que lleva mi nombre, se ha convertido en una cueva de ladrones? Les aseguro que veo todo el mal que ocurre allí. ¡Yo, el Señor, he hablado!

12 »”Ahora vayan a Silo, al lugar donde puse antes el tabernáculo que llevaba mi nombre. Vean lo que hice allí debido a toda la perversidad de mi pueblo, los israelitas. 13 Cuando ustedes cometían estas perversidades, dice el Señor, yo les hablé de ello repetidas veces, pero ustedes no quisieron escuchar. Los llamé, pero se negaron a contestar. 14 Entonces, tal como destruí a Silo, ahora también destruiré a este templo que lleva mi nombre, este templo al que acuden en busca de ayuda, este lugar que les di a ustedes y a sus antepasados. 15 Y los enviaré al destierro fuera de mi vista, así como hice con sus parientes, el pueblo de Israel[k]”.

Persistente idolatría de Judá

16 »Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni ores por ellos y no me supliques que los ayude, porque no te escucharé. 17 ¿Acaso no ves lo que están haciendo en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 18 ¡Con razón estoy tan enojado! Mira cómo los hijos juntan leña y los padres preparan el fuego para el sacrificio. Observa cómo las mujeres preparan la masa para hacer pasteles y ofrecérselos a la reina del cielo. ¡Y derraman ofrendas líquidas a sus otros dioses-ídolos! 19 ¿Soy yo al que ellos perjudican?—pregunta el Señor—. Más que nada se perjudican a sí mismos, para su propia vergüenza».

20 Así que esto dice el Señor Soberano: «Derramaré mi terrible furia sobre este lugar. Sus habitantes, animales, árboles y cosechas serán consumidos con el fuego insaciable de mi enojo».

21 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «¡Tomen sus ofrendas quemadas y los demás sacrificios y cómanselos ustedes mismos! 22 Cuando saqué a sus antepasados de Egipto no eran ofrendas quemadas ni sacrificios lo que deseaba de ellos. 23 Esto les dije: “Obedézcanme, y yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. ¡Hagan todo lo que les diga y les irá bien!”.

24 »Pero mi pueblo no quiso escucharme. Continuaron haciendo lo que querían, siguiendo los tercos deseos de su malvado corazón. Retrocedieron en vez de ir hacia adelante. 25 Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviarles a mis siervos, los profetas, día tras día; 26 pero mi pueblo no me ha escuchado, ni siquiera ha tratado de oírme. Han sido tercos y pecadores, aún peores que sus antepasados.

27 »Diles todo esto, pero no esperes que te escuchen. Adviérteles a gritos, pero no esperes que te hagan caso. 28 Diles: “Esta es la nación que no obedece al Señor su Dios y que rechaza ser enseñada. Entre ellos la verdad ha desaparecido; ya no se escucha en sus labios. 29 Rápate en señal de luto y llora a solas en las montañas, porque el Señor ha rechazado y ha abandonado a esta generación que ha provocado su furia”.

El valle de la Matanza

30 »La gente de Judá ha pecado ante mis propios ojos—dice el Señor—. Han puesto sus ídolos abominables precisamente en el templo que lleva mi nombre, y así lo han profanado. 31 Han edificado santuarios paganos en Tofet, el basurero en el valle de Ben-hinom, donde queman a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! 32 Así que, ¡atención! Se acerca la hora—dice el Señor—, cuando ese basurero ya no será llamado más Tofet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. Enterrarán a sus muertos en Tofet hasta que ya no haya más lugar. 33 Los cadáveres de mi pueblo servirán de comida para los buitres y los animales salvajes, y no habrá quien los ahuyente. 34 Pondré fin a las risas y a las alegres canciones en las calles de Jerusalén. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias en las ciudades de Judá. La tierra quedará completamente desolada.

»En ese día—dice el Señor—, el enemigo abrirá las tumbas de los reyes y los funcionarios de Judá, las tumbas de los sacerdotes, los profetas y la gente común de Jerusalén. Esparcirá los huesos sobre la tierra ante el sol, la luna y las estrellas: los dioses que mi pueblo ha amado, servido y rendido culto. Sus huesos no serán recogidos nuevamente ni enterrados, sino que serán esparcidos sobre la tierra como si fueran estiércol. Y la gente que sobreviva de esta nación malvada deseará morir en vez de vivir en el lugar donde los enviaré. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado!

Engaño de los falsos profetas

»Jeremías, dile al pueblo: “Esto dice el Señor:

»”‘Cuando una persona se cae, ¿acaso no vuelve a levantarse?
    Cuando descubre que está en un camino equivocado, ¿acaso no da la vuelta?
Entonces, ¿por qué esta gente continúa en su camino de autodestrucción?
    ¿Por qué los habitantes de Jerusalén rehúsan regresar?
Se aferran a sus mentiras
    y se niegan a volver.
Escucho sus conversaciones
    y no oigo una sola palabra de verdad.
¿Hay alguien que esté apenado por haber hecho lo malo?
    ¿Hay alguien que diga: “¡Qué cosa tan terrible he hecho!”?
¡No! ¡Todos corren por el camino del pecado
    tan veloces como galopa un caballo a la batalla!
Hasta la cigüeña que surca el cielo
    conoce el tiempo de su migración,
al igual que la tórtola, la golondrina y la grulla.[l]
    Todas regresan en el tiempo señalado cada año.
¡Pero no en el caso de mi pueblo!
    Ellos no conocen las leyes del Señor.

»”’¿Cómo pueden decir: “Somos sabios porque tenemos la palabra del Señor”,
    cuando, al escribir mentiras, sus maestros la han torcido?
Estos maestros sabios caerán
    en la trampa de su propia necedad,
porque han rechazado la palabra del Señor.
    Después de todo, ¿son ellos tan sabios?
10 Les daré sus esposas a otros
    y sus fincas a extranjeros.
Desde el menos importante hasta el más importante,
    sus vidas están dominadas por la avaricia.
Es cierto, incluso mis profetas y sacerdotes son así;
    todos ellos son unos farsantes.
11 Ofrecen curas superficiales
    para la herida mortal de mi pueblo.
Dan garantías de paz
    cuando no hay paz.
12 ¿Se avergüenzan de estos actos repugnantes?
    De ninguna manera, ¡ni siquiera saben lo que es sonrojarse!
Por lo tanto, estarán entre los caídos en la matanza;
    serán derribados cuando los castigue,
    dice el Señor.
13 Con toda seguridad los consumiré.
    No habrá más cosechas de higos ni de uvas;
todos sus árboles frutales morirán.
    Todo lo que les di, pronto se acabará.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!’”.

14 »Luego el pueblo dirá:
    “¿Por qué deberíamos esperar aquí para morir?
Vengan, vayamos a las ciudades fortificadas para morir allí.
    Pues el Señor nuestro Dios ha decretado nuestra destrucción
y nos ha dado a beber una copa de veneno
    porque pecamos contra el Señor.
15 Esperábamos paz, pero la paz no llegó;
    esperábamos tiempos de sanidad, pero solo encontramos terror”.

16 »Ya se puede oír el resoplido de los caballos de guerra del enemigo
    ¡desde tan lejos como la tierra de Dan en el norte!
El relincho de sus sementales hace temblar toda la tierra.
    Vienen a devorar el país y todo lo que hay en él,
    tanto las ciudades como los habitantes.
17 Enviaré estas tropas enemigas entre ustedes
    como serpientes venenosas a las que no pueden encantar.
Los morderán y ustedes morirán.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Jeremías llora por Judá

18 Mi dolor no tiene remedio;
    mi corazón está destrozado.
19 Escuchen el llanto de mi pueblo;
    puede oírse por toda la tierra.
«¿Acaso ha abandonado el Señor a Jerusalén[m]?—pregunta la gente—.
    ¿No está más su Rey allí?».

«Oh, ¿por qué han provocado mi enojo con sus ídolos tallados
    y sus despreciables dioses ajenos?», pregunta el Señor.

20 «Ya se acabó la cosecha,
    y el verano se ha ido—se lamenta el pueblo—,
    ¡y todavía no hemos sido salvados!».

21 Sufro con el dolor de mi pueblo;
    lloro y estoy abrumado de profunda pena.
22 ¿No hay medicina en Galaad?
    ¿No hay un médico allí?
¿Por qué no hay sanidad
    para las heridas de mi pueblo?
[n]¡Si tan solo mi cabeza fuera una laguna
    y mis ojos una fuente de lágrimas,
lloraría día y noche
    por mi pueblo que ha sido masacrado!
[o]Desearía poder marcharme y olvidarme de mi pueblo
    y vivir en una choza para viajeros en el desierto.
Pues todos ellos son adúlteros,
    una banda de mentirosos traicioneros.

Juicio por la desobediencia

«Mi pueblo encorva sus lenguas como arcos
    para lanzar mentiras.
Se rehúsan a defender la verdad;
    solo van de mal en peor.
Ellos no me conocen»,
    dice el Señor.

«¡Cuidado con tu vecino!
    ¡Ni siquiera confíes en tu hermano!
Pues un hermano saca ventaja de su hermano,
    y un amigo calumnia a su amigo.
Todos se engañan y se estafan entre sí;
    ninguno dice la verdad.
Con la lengua, entrenada a fuerza de práctica, dicen mentiras;
    pecan hasta el cansancio.
Amontonan mentira sobre mentira
    y rechazan por completo reconocerme»,
    dice el Señor.

Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
«Mira, los derretiré en el crisol
    y los probaré como al metal.
¿Qué más puedo hacer con mi pueblo[p]?
    Pues sus lenguas lanzan mentiras como flechas envenenadas.
Dicen palabras amistosas a sus vecinos
    mientras en el corazón traman matarlos.
¿No habría de castigarlos por eso?—dice el Señor—.
    ¿No habría de tomar venganza contra semejante nación?».

10 Lloraré por las montañas
    y gemiré por los pastos del desierto;
pues están desolados y no tienen vida.
    Ya no se escucha el mugido del ganado;
    todas las aves y los animales salvajes han huido.

11 «Haré de Jerusalén un montón de ruinas—dice el Señor—,
    y será un lugar frecuentado por chacales.
Las ciudades de Judá serán abandonadas,
    y nadie vivirá en ellas».

12 ¿Quién tiene suficiente sabiduría para entender todo esto? ¿Quién ha sido instruido por el Señor y puede explicárselo a otros? ¿Por qué ha sido tan arruinada esta tierra que nadie se atreve a viajar por ella?

13 El Señor contesta: «Esto sucedió porque mi pueblo abandonó mis instrucciones; se negó a obedecer lo que dije. 14 En cambio, se pusieron tercos y siguieron sus propios deseos y rindieron culto a imágenes de Baal, como les enseñaron sus antepasados. 15 Así que ahora esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡mira!, los alimentaré con amargura y les daré veneno para beber. 16 Los esparciré por todo el mundo, a lugares que ni ellos ni sus antepasados han oído nombrar, y aun allí los perseguiré con espada hasta que los haya destruido por completo».

Llanto en Jerusalén

17 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
«Piensa en todo esto y llama a las que se les paga por llorar;
    manda traer a las mujeres que lloran en los funerales.
18 ¡Rápido! ¡Comiencen a llorar!
    Que las lágrimas fluyan de sus ojos.
19 Escuchen a los habitantes de Jerusalén[q] llorando desesperados:
    “¡Estamos arruinados! ¡Estamos totalmente humillados!
Tenemos que abandonar nuestra tierra,
    porque derribaron nuestras casas”».

20 Escuchen, ustedes mujeres, las palabras del Señor;
    abran sus oídos a lo que él tiene que decir.
Enseñen a sus hijas a gemir;
    enséñense unas a otras a lamentarse.
21 Pues la muerte se ha deslizado a través de nuestras ventanas
    y ha entrado a nuestras mansiones.
Ha acabado con la flor de nuestra juventud:
    los niños ya no juegan en las calles,
    y los jóvenes ya no se reúnen en las plazas.

22 Esto dice el Señor:
«Se esparcirán cadáveres a través de los campos como montones de estiércol,
    como manojos de grano después de la cosecha.
    No quedará nadie para enterrarlos».

23 Esto dice el Señor:
«No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría,
    o el poderoso, de su poder,
    o el rico, de sus riquezas.
24 Pero los que desean jactarse,
    que lo hagan solamente en esto:
en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el Señor
    quien demuestra amor inagotable
    y trae justicia y rectitud a la tierra,
y que me deleito en estas cosas.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

25 »Se acerca la hora—dice el Señor—, cuando castigaré a todos los que están circuncidados en el cuerpo pero no en espíritu: 26 a los egipcios, a los edomitas, a los amonitas, a los moabitas, a la gente que vive en el desierto en lugares remotos,[r] y sí, aun a la gente de Judá. Igual que todas estas naciones paganas, el pueblo de Israel también tiene el corazón incircunciso».

La idolatría trae destrucción

10 ¡Escucha la palabra que el Señor te dice, oh Israel! Esto dice el Señor:

«No te comportes como las otras naciones
    que tratan de leer el futuro en las estrellas.
No tengas temor de sus predicciones,
    aun cuando otras naciones se aterren por ellas.
Sus costumbres son vanas y necias.
    Cortan un árbol y el artesano talla un ídolo.
Lo decoran con oro y plata
    y luego lo aseguran con martillo y clavos
    para que no se caiga.
¡Sus dioses son como
    inútiles espantapájaros en un campo de pepinos!
No pueden hablar
    y necesitan que los lleven en los brazos porque no pueden caminar.
No tengan temor de semejantes dioses,
    porque no pueden hacerles ningún daño, tampoco ningún bien».

¡Señor, no hay nadie como tú!
    Pues eres grande y tu nombre está lleno de poder.
¿Quién no te temería, oh Rey de las naciones?
    ¡Ese título te pertenece solo a ti!
Entre todos los sabios de la tierra
    y en todos los reinos del mundo,
    no hay nadie como tú.

Los que rinden culto a ídolos son estúpidos y necios.
    ¡Las cosas a las que rinden culto están hechas de madera!
Traen láminas de plata desde Tarsis
    y oro desde Ufaz,
y les entregan esos materiales a hábiles artesanos
    que hacen sus ídolos.
Luego visten estos dioses con ropas de púrpura y azul real
    hechas por sastres expertos.
10 Sin embargo, el Señor es el único Dios verdadero.
    ¡Él es el Dios viviente y el Rey eterno!
Toda la tierra tiembla ante su enojo;
    las naciones no pueden hacerle frente a su ira.

11 Diles a los que rinden culto a otros dioses: «Sus supuestos dioses, que no hicieron los cielos y la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos»[s].

12 El Señor hizo la tierra con su poder,
    y la preserva con su sabiduría.
Con su propia inteligencia
    desplegó los cielos.
13 Cuando habla en los truenos,
    los cielos rugen con lluvia.
Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra.
    Envía el relámpago junto con la lluvia,
    y suelta el viento de sus depósitos.
14 ¡Toda la raza humana es necia y le falta conocimiento!
    Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen,
porque sus obras hechas con tanto esmero son un fraude.
    Estos ídolos no tienen ni aliento ni poder.
15 Los ídolos son inútiles; ¡son mentiras ridículas!
    En el día del juicio, todos serán destruidos.
16 ¡Pero el Dios de Israel[t] no es ningún ídolo!
    Él es el Creador de todo lo que existe,
incluido Israel, su posesión más preciada.
    ¡El Señor de los Ejércitos Celestiales es su nombre!

La destrucción que se acerca

17 Haz las maletas y prepárate para salir;
    el sitio está por comenzar.
18 Pues esto dice el Señor:
«De forma repentina echaré
    a todos los que viven en esta tierra.
Derramaré sobre ustedes grandes dificultades,
    y por fin sentirán mi enojo».

19 Mi herida es profunda
    y grande mi dolor.
Mi enfermedad es incurable,
    pero debo soportarla.
20 Mi casa está destruida,
    y no queda nadie que me ayude a reconstruirla.
Se llevaron a mis hijos,
    y nunca volveré a verlos.
21 Los pastores de mi pueblo han perdido la razón.
    Ya no buscan la sabiduría del Señor.
Por lo tanto, fracasan completamente
    y sus rebaños andan dispersos.
22 ¡Escuchen! Oigan el terrible rugir de los ejércitos poderosos
    mientras avanzan desde el norte.
Las ciudades de Judá serán destruidas
    y se convertirán en guarida de chacales.

Oración de Jeremías

23 Yo sé, Señor, que nuestra vida no nos pertenece;
    no somos capaces de planear nuestro propio destino.
24 Así que corrígeme, Señor, pero, por favor, sé tierno;
    no me corrijas con enojo porque moriría.
25 Derrama tu ira sobre las naciones que se niegan a reconocerte,
    sobre los pueblos que no invocan tu nombre.
Pues han devorado a tu pueblo Israel;[u]
    lo han devorado y consumido
    y han hecho de la tierra un desierto desolado.

Judá rompe el pacto

11 El Señor le dio otro mensaje a Jeremías y dijo:

—Recuérdales a los habitantes de Judá y de Jerusalén las condiciones de mi pacto con ellos. Diles: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘¡Maldito todo el que no obedece las condiciones de mi pacto! Pues cuando los saqué de ese horno de fundir hierro que es Egipto, les dije a sus antepasados: “Si me obedecen y hacen todo lo que les mando, serán mi pueblo y yo seré su Dios”. Esto les dije para poder cumplir mi promesa a sus antepasados de darles a ustedes una tierra donde fluyen la leche y la miel, la tierra que hoy habitan’”.

Entonces respondí:

—¡Amén, Señor! Que así sea.

Después el Señor dijo:

—Proclama este mensaje en las calles de Jerusalén. Ve de ciudad en ciudad por toda la tierra y anuncia: “Recuerden el antiguo pacto y hagan todo lo que exige. Pues les advertí solemnemente a sus antepasados cuando los saqué de Egipto: ‘¡Obedézcanme!’. He repetido esta advertencia una y otra vez hasta el día de hoy; pero sus antepasados no escucharon y ni siquiera prestaron atención, sino que se pusieron tercos y siguieron sus propios malos deseos. Y debido a que se negaron a obedecer, traje sobre ellos todas las maldiciones descritas en este pacto”.

El Señor me habló una vez más y dijo: «Descubrí una conspiración contra mí entre los habitantes de Judá y Jerusalén. 10 Han vuelto a los pecados de sus antepasados. Se han negado a escucharme y rinden culto a otros dioses. Israel y Judá han roto el pacto que hice con sus antepasados. 11 Por lo tanto, esto dice el Señor: traeré calamidad sobre ellos y no habrá escapatoria posible. Aunque supliquen misericordia, no escucharé sus ruegos. 12 Entonces los habitantes de Judá y Jerusalén clamarán a sus ídolos y quemarán incienso ante ellos. ¡Pero los ídolos no los salvarán cuando caiga el desastre! 13 Miren ahora, gente de Judá: ustedes tienen tantos dioses como ciudades. Tienen tantos altares vergonzosos—altares para quemar incienso a su dios Baal—como calles hay en Jerusalén.

14 »Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni pidas por ellos porque yo no los escucharé cuando clamen a mí en su angustia.

15 »¿Qué derecho tiene mi amado pueblo de ir a mi templo
    cuando ha cometido tantas inmoralidades?
¿Acaso sus votos y sacrificios pueden evitar su destrucción?
    ¡En realidad se alegran en hacer lo malo!
16 Yo, el Señor, antes los llamaba olivo frondoso,
    hermoso a la vista y lleno de buen fruto.
Pero ahora he enviado el furor de sus enemigos
    para quemarlos con fuego
    y dejarlos carbonizados y quebrantados.

17 »Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, el que plantó ese olivo, he ordenado que lo destruyan. Pues los pueblos de Israel y de Judá han hecho lo malo, y despertaron mi enojo al quemar incienso a Baal».

Complot contra Jeremías

18 Luego el Señor me avisó acerca de los complots que mis enemigos tramaban en mi contra. 19 Yo era como cordero que se lleva al matadero. ¡No tenía idea de que pensaban matarme! «Destruyamos a ese hombre y todas sus palabras—dijeron—, derribémoslo para que su nombre sea olvidado para siempre».

20 Oh Señor de los Ejércitos Celestiales,
tú juzgas con justicia,
    y examinas los secretos y los pensamientos más profundos.
Déjame ver tu venganza contra ellos,
    porque te he entregado mi causa.

21 Esto dice el Señor acerca de los hombres de Anatot que deseaban mi muerte. Ellos habían dicho: «Te mataremos si no dejas de profetizar en el nombre del Señor». 22 Así que esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales acerca de ellos: «¡Yo los castigaré! Sus jóvenes morirán en batalla y sus hijos e hijas morirán de hambre. 23 Ninguno de esos conspiradores de Anatot sobrevivirá, porque traeré calamidad sobre ellos cuando llegue el momento de su castigo».

Jeremías cuestiona la justicia de Dios

12 Señor, tú siempre me haces justicia
    cuando llevo un caso ante ti.
Así que déjame presentarte esta queja:
¿Por qué los malvados son tan prósperos?
    ¿Por qué son tan felices los malignos?
Tú los has plantado,
    y ellos echaron raíces y han prosperado.
Tu nombre está en sus labios,
    aunque estás lejos de su corazón.
En cuanto a mí, Señor, tú conoces mi corazón;
    me ves y pruebas mis pensamientos.
¡Arrastra a esta gente como se lleva a las ovejas al matadero!
    ¡Apártalos para la masacre!

¿Hasta cuándo tendrá que llorar esta tierra?
    Incluso la hierba de los campos se ha marchitado.
Los animales salvajes y las aves han desaparecido
    debido a la maldad que hay en la tierra.
Pues la gente ha dicho:
    «¡El Señor no ve nuestro futuro!».

El Señor le contesta a Jeremías

«Si te cansa competir contra simples hombres,
    ¿cómo podrás correr contra caballos?
Si tropiezas y caes en campo abierto,
    ¿qué harás en los matorrales cerca del Jordán?
Aun tus hermanos, miembros de tu propia familia,
    se han vuelto contra ti;
    conspiran y se quejan de ti.
No confíes en ellos,
    no importa lo amables que sean sus palabras.

»Yo he abandonado a mi pueblo, mi posesión más preciada.
    He entregado a los que más amo a sus enemigos.
Mi pueblo elegido ha rugido contra mí como un león en la selva,
    por eso lo traté con desprecio.
Mi pueblo elegido se comporta como buitres moteados,[v]
    pero es el pueblo mismo el que está rodeado de buitres.
    ¡Que salgan los animales salvajes para que despedacen sus cadáveres!

10 »Muchos gobernantes han devastado mi viñedo;
    pisotearon las vides
    y así transformaron toda su belleza en un lugar desolado.
11 Lo han convertido en tierra baldía;
    escucho su triste lamento.
Toda la tierra está desolada
    y a nadie siquiera le importa.
12 Se pueden ver ejércitos destructores
    en todas las cumbres desiertas de las colinas.
La espada del Señor devora a la gente
    de un extremo al otro de la nación.
    ¡Nadie escapará!
13 Mi pueblo sembró trigo,
    pero cosecha espinos.
Se esforzó,
    pero no le sirvió de nada.
Cosechará vergüenza
    debido a la ira feroz del Señor».

Mensaje a los vecinos de Israel

14 Esto dice el Señor: «Desarraigaré de sus tierras a todas las naciones malvadas que extendieron la mano para tomar lo que le di a Israel. Desarraigaré a Judá de entre ellos, 15 pero después regresaré y tendré compasión de todos ellos. Los llevaré de regreso a su tierra, cada nación a su propia heredad. 16 Y si en verdad estas naciones aprenden los caminos de mi pueblo y si aprenden a jurar por mi nombre, y dicen: “Tan cierto como que el Señor vive” (así como ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por el nombre de Baal), entonces se les dará un lugar entre mi pueblo; 17 pero la nación que rehúse obedecerme será arrancada de raíz y destruida. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

El calzoncillo de Jeremías

13 Esto me dijo el Señor: «Ve y cómprate un calzoncillo de lino y póntelo, pero no lo laves». Así que compré el calzoncillo como me indicó el Señor y me lo puse.

Luego el Señor me dio otro mensaje: «Toma el calzoncillo que tienes puesto y vete al río Éufrates.[w] Allí escóndelo en un agujero entre las rocas». Así que fui y lo escondí junto al Éufrates como el Señor me había indicado.

Mucho tiempo después, el Señor me dijo: «Regresa al Éufrates y toma el calzoncillo que te dije que escondieras». Así que fui al Éufrates y lo saqué del agujero donde lo había escondido, pero ahora estaba podrido y deshecho. El calzoncillo ya no servía para nada.

Entonces recibí este mensaje del Señor: «Así dice el Señor: esto muestra cómo pudriré el orgullo de Judá y Jerusalén. 10 Esta gente malvada se niega a escucharme. Tercamente siguen sus propios deseos y rinden culto a otros dioses. Por lo tanto, se volverán como este calzoncillo, ¡no servirán para nada! 11 Tal como el calzoncillo se adhiere a la cintura del hombre, así he creado a Judá y a Israel para que se aferren a mí, dice el Señor. Iban a ser mi pueblo, mi orgullo, mi gloria: un honor para mi nombre, pero no quisieron escucharme.

12 »Así que diles: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘Que todas sus jarras sean llenas de vino’”. Ellos te contestarán: “¡Por supuesto, las jarras se hacen para llenarlas de vino!”.

13 »Luego diles: “No, esto es lo que quiere dar a entender el Señor: ‘A todos los habitantes de esta tierra los llenaré de borrachera, desde el rey que se sienta en el trono de David, pasando por los sacerdotes y los profetas, hasta la gente común de Jerusalén. 14 Los estrellaré el uno contra el otro, aun los padres contra los hijos, dice el Señor. No permitiré que mi lástima ni mi misericordia ni mi compasión me impidan destruirlos’”».

Advertencia contra el orgullo

15 ¡Escuchen y presten atención!
    No sean arrogantes, porque el Señor ha hablado.
16 Den gloria al Señor su Dios
    antes de que sea demasiado tarde.
Reconózcanlo antes de que él traiga oscuridad sobre ustedes,
    la cual hace que tropiecen y caigan en las montañas sombrías.
Pues entonces, cuando busquen luz,
    solo encontrarán terrible oscuridad y tinieblas.
17 Y si todavía se rehúsan a escuchar,
    lloraré a solas a causa de su orgullo.
Mis ojos no podrán contener las lágrimas
    porque el rebaño del Señor será llevado al destierro.

18 Diles al rey y a su madre:
«Desciendan de sus tronos
    y siéntense en el polvo,
porque sus coronas gloriosas
    pronto serán arrebatadas de su cabeza».
19 Las ciudades del Neguev cerrarán sus puertas
    y nadie será capaz de abrirlas.
La gente de Judá será llevada cautiva;
    todos serán llevados al destierro.

20 ¡Abran sus ojos y vean los ejércitos
    que bajan marchando desde el norte!
¿Dónde está tu rebaño
    —tu hermoso rebaño—
    que él te encargó cuidar?
21 ¿Qué dirás cuando el Señor tome a los aliados con los que cultivaste una relación
    y los designe como tus gobernantes?
¡Se apoderarán de ti punzadas de angustia
    como una mujer en dolores de parto!
22 Quizá te preguntes:
«¿Por qué me sucede todo esto?».
    ¡Se debe a tus muchos pecados!
Por eso los ejércitos invasores
    te desnudaron y te violaron.
23 ¿Acaso puede un etíope[x] cambiar el color de su piel?
    ¿Puede un leopardo quitarse sus manchas?
Tampoco ustedes pueden comenzar a hacer el bien
    porque siempre han hecho lo malo.

24 «Los dispersaré como la paja
    que es arrastrada por el viento del desierto.
25 Esta es tu asignación,
    la porción que te he dado
    —dice el Señor—,
porque ustedes me han olvidado
    y han puesto su confianza en dioses falsos.
26 Yo mismo te desnudaré
    y te expondré a la vergüenza.
27 He visto tu adulterio y tu pasión sexual,
    y tu asquerosa adoración de ídolos en los campos y sobre las colinas.
¡Qué aflicción te espera, Jerusalén!
    ¿Cuánto falta para que seas pura?».

La terrible sequía en Judá

14 Jeremías recibió este mensaje del Señor que explica por qué detuvo la lluvia:

«Judá desfallece;
    el comercio a las puertas de la ciudad se estanca.
Todo el pueblo se sienta en el suelo porque está de luto,
    y surge un gran clamor de Jerusalén.
Los nobles envían a sus sirvientes a buscar agua,
    pero los pozos están secos.
Confundidos y desesperados, los siervos regresan
    con sus cántaros vacíos,
    y con sus cabezas cubiertas en señal de dolor.
El suelo está reseco
    y agrietado por falta de lluvia.
Los agricultores están profundamente angustiados;
    ellos también se cubren la cabeza.
Aun la cierva abandona su cría
    porque no hay pasto en el campo.
Los burros salvajes se paran sobre las lomas desiertas
    jadeando como chacales sedientos.
Fuerzan la vista en busca de hierba,
    pero no la hay por ninguna parte».

La gente dice: «Nuestra maldad nos alcanzó, Señor,
    pero ayúdanos por el honor de tu propia fama.
Nos alejamos de ti
    y pecamos contra ti una y otra vez.
Oh Esperanza de Israel, nuestro Salvador en tiempos de aflicción,
    ¿por qué eres como un desconocido?
¿Por qué eres como un viajero que pasa por la tierra
    y se detiene solamente para pasar la noche?
¿Estás confundido también?
    ¿Es nuestro guerrero valiente incapaz de salvarnos?
Señor, tú estás aquí entre nosotros
    y somos conocidos como pueblo tuyo.
    ¡Por favor, no nos abandones ahora!».

10 Así que el Señor dice a su pueblo:
«A ustedes les encanta andar lejos de mí
    y no se han contenido.
Por lo tanto, no los aceptaré más como mi pueblo;
    ahora les recordaré todas sus maldades
    y los castigaré por sus pecados».

El Señor le prohíbe a Jeremías que interceda

11 Luego el Señor me dijo:

—Ya no ores más por este pueblo. 12 Cuando ellos ayunen no les prestaré atención. Cuando me presenten sus ofrendas quemadas y las ofrendas de grano, no las aceptaré. En cambio, los devoraré con guerra, hambre y enfermedad.

13 Luego dije:

—Oh Señor Soberano, sus profetas les dicen: “Todo está bien, no vendrá guerra ni hambre. El Señor ciertamente les enviará paz”.

14 Entonces el Señor dijo:

—Esos profetas dicen mentiras en mi nombre. Yo no los envié ni les dije que hablaran. No les transmití ningún mensaje. Ellos profetizan visiones y revelaciones que nunca han visto ni oído. Hablan necedades, producto de su propio corazón mentiroso. 15 Por lo tanto, esto dice el Señor: yo castigaré a esos profetas mentirosos, porque han hablado en mi nombre a pesar de que no los envié. Dicen que no vendrá guerra ni hambre, ¡pero ellos mismos morirán en la guerra y morirán de hambre! 16 En cuanto a aquellos a quienes profetizan, sus cadáveres serán arrojados en las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de la guerra. No quedará nadie para enterrarlos. Se habrán ido todos: esposos, esposas, hijos e hijas. Pues derramaré sobre ellos su propia maldad. 17 Ahora bien, Jeremías, diles esto:

»“Mis ojos derraman lágrimas día y noche.
    No puedo dejar de llorar
porque mi hija virgen—mi pueblo precioso—
    ha sido derribada
    y yace herida de muerte.
18 Si salgo al campo,
    veo los cuerpos masacrados por el enemigo.
Si camino por las calles de la ciudad,
    veo gente muerta por el hambre.
Los profetas y los sacerdotes continúan con su trabajo,
    pero no saben lo que hacen”.

Oración por sanidad

19 Señor, ¿has rechazado por completo a Judá?
    ¿Verdaderamente odias a Jerusalén[y]?
¿Por qué nos has herido sin la menor esperanza de recuperarnos?
    Esperábamos paz, pero la paz no llegó;
    esperábamos un tiempo de sanidad, pero solo encontramos terror.
20 Señor, confesamos nuestra maldad
    y también la de nuestros antepasados;
    todos hemos pecado contra ti.
21 Por el honor de tu fama, Señor, no nos abandones;
    no deshonres tu propio trono glorioso.
Por favor, recuérdanos,
    y no rompas tu pacto con nosotros.

22 ¿Puede alguno de los inútiles dioses ajenos enviarnos lluvia?
    ¿O acaso cae del cielo por sí misma?
No, tú eres el único, ¡oh Señor nuestro Dios!
    Solo tú puedes hacer tales cosas.
    Entonces esperaremos que nos ayudes.

Inevitable condenación de Judá

15 Luego el Señor me dijo: «Aun si Moisés y Samuel se presentaran delante de mí para rogarme por este pueblo, no lo ayudaría. ¡Fuera con ellos! ¡Quítenlos de mi vista! Y si te dijeren: “¿Pero adónde podemos ir?”, diles: “Esto dice el Señor:

»”‘Los que están destinados a la muerte, a la muerte;
    los destinados a la guerra, a la guerra;
los destinados al hambre, al hambre;
    los destinados al cautiverio, al cautiverio’”.

»Enviaré contra ellos cuatro clases de destructores—dice el Señor—. Enviaré la espada para matar, los perros para arrastrar, los buitres para devorar y los animales salvajes para acabar con lo que haya quedado. Debido a las cosas perversas que Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, hizo en Jerusalén, haré a mi pueblo objeto de horror para todos los reinos de la tierra.

»¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén?
    ¿Quién llorará por ti?
    ¿Quién se tomará la molestia de preguntar cómo estás?
Tú me has abandonado
    y me has dado la espalda
    —dice el Señor—.
Por eso, levantaré mi puño para destruirte.
    Estoy cansado de darte siempre otra oportunidad.
Te aventaré como el grano a las puertas de las ciudades
    y te quitaré tus hijos que tanto quieres.
Destruiré a mi propio pueblo,
    porque rehusó cambiar sus malos caminos.
Habrá más viudas
    que granos de arena a la orilla del mar.
Traeré al destructor al mediodía
    contra las madres de los jóvenes.
Súbitamente haré que caigan sobre ellas
    la angustia y el terror.
La madre de siete hijos se debilita y lucha por respirar;
    su sol se puso mientras todavía es de día.
Ahora queda sin hijos,
    avergonzada y humillada.
A los que queden, los entregaré
    para que sus enemigos los maten.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Queja de Jeremías

10 Luego dije:

—¡Qué aflicción tengo, madre mía!
    ¡Oh, si hubiera muerto al nacer!
    En todas partes me odian.
No soy un acreedor que pretende cobrar
    ni un deudor que se niega a pagar;
    aun así todos me maldicen.

11 El Señor respondió:

—Yo cuidaré de ti, Jeremías;
    tus enemigos te pedirán que ruegues a su favor
    en tiempos de aflicción y angustia.
12 ¿Puede un hombre quebrar una barra de hierro que proviene del norte
    o una barra de bronce?
13 Sin que a ellos les cueste nada,
    entregaré tus riquezas y tesoros
a tus enemigos como botín,
    porque el pecado corre desenfrenado en tu tierra.
14 Les diré a tus enemigos que te lleven
    cautivo a una tierra extranjera.
Pues mi enojo arde como un fuego
    que quemará para siempre.[z]

15 Luego dije:

Señor, tú sabes lo que me sucede.
    Por favor, ayúdame. ¡Castiga a mis perseguidores!
Por favor, dame más tiempo; no dejes que muera joven.
    Es por tu causa que sufro.
16 Cuando descubrí tus palabras las devoré;
    son mi gozo y la delicia de mi corazón,
porque yo llevo tu nombre,
    oh Señor Dios de los Ejércitos Celestiales.
17 Nunca me uní a la gente en sus alegres banquetes.
    Me senté a solas porque tu mano estaba sobre mí
    y me llené de indignación ante sus pecados.
18 ¿Por qué, entonces, continúa mi sufrimiento?
    ¿Por qué es incurable mi herida?
Tu ayuda parece tan incierta como el arroyo estacional,
    como un manantial que se ha secado.

19 Esto responde el Señor:

—Si regresas a mí te restauraré
    para que puedas continuar sirviéndome.
Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables,
    serás mi vocero.
Tienes que influir en ellos;
    ¡no dejes que ellos influyan en ti!
20 Pelearán contra ti como un ejército en ataque,
    pero yo te haré tan seguro como una pared de bronce fortificada.
Ellos no te conquistarán,
    porque estoy contigo para protegerte y rescatarte.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!
21 Sí, te mantendré a salvo de estos hombres malvados;
    te rescataré de sus manos crueles.

A Jeremías se le prohíbe casarse

16 El Señor me dio otro mensaje: «No te cases ni tengas hijos en este lugar. Pues esto dice el Señor acerca de los niños nacidos en esta ciudad y de sus madres y padres: morirán de enfermedades terribles. Nadie llorará por ellos ni tampoco los enterrarán, sino que yacerán dispersos sobre el suelo como si fueran estiércol. Morirán por la guerra y morirán de hambre, y sus cuerpos serán comida para los buitres y los animales salvajes».

Se acerca el castigo a Judá

Esto dice el Señor: «No vayas a los funerales para llorar y mostrar compasión por ellos, porque he retirado mi protección y mi paz de ellos; he quitado mi amor inagotable y mi misericordia. Tanto el grande como el humilde morirán en esta tierra. Nadie los enterrará ni se lamentará por ellos. Sus amigos no se cortarán la piel ni se afeitarán la cabeza en señal de tristeza. Nadie ofrecerá una comida para consolar a quienes estén de luto por un muerto, ni siquiera por la muerte de una madre o de un padre. Nadie enviará una copa de vino para consolarlos.

»No vayas a sus fiestas ni a sus banquetes. Ni siquiera comas o bebas con ellos. Pues esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: en sus propios días y ante sus propios ojos pondré fin a las risas y a las canciones alegres en esta tierra. Ya no se oirán las voces felices de los novios ni de las novias.

10 »Cuando le digas todas estas cosas a la gente, ellos te preguntarán: “¿Por qué el Señor decretó cosas tan terribles contra nosotros? ¿Qué hemos hecho para merecer semejante trato? ¿Cuál es nuestro pecado contra el Señor nuestro Dios?”.

11 »Entonces les darás la respuesta del Señor: “Es porque sus antepasados me fueron infieles y rindieron culto a otros dioses y los sirvieron. Me abandonaron y no obedecieron mi palabra. 12 ¡Y ustedes son peores que sus antepasados! Se pusieron tercos y siguen sus propios malos deseos y rehúsan escucharme. 13 Por lo tanto, los expulsaré de esta tierra y los enviaré a una tierra extraña en la que ni ustedes ni sus antepasados han estado. Allí podrán rendir culto a ídolos día y noche, y ¡no les concederé ningún favor!”.

Esperanza a pesar del desastre

14 »Por tanto, se acerca la hora—dice el Señor—, cuando la gente que haga un juramento ya no dirá: “Tan cierto como que el Señor vive, quien rescató al pueblo de Israel de la tierra de Egipto”. 15 En cambio, dirán: “Tan cierto como que el Señor vive, quien trajo a Israel de regreso a su propia tierra desde la tierra del norte y de todos los países a donde él los envió al destierro”. Pues los traeré nuevamente a esta tierra que les di a sus antepasados.

16 »Ahora mandaré llamar a muchos pescadores para que los capturen—dice el Señor—. Mandaré llamar a cazadores para que los cacen en los montes, en las colinas y en las cuevas. 17 Los vigilo de cerca y veo cada pecado. No hay esperanza de que se escondan de mí. 18 Duplicaré su castigo por todos sus pecados, porque han contaminado mi tierra con las imágenes sin vida de sus detestables dioses y han llenado mi territorio con sus hechos malignos».

Oración de confianza de Jeremías

19 Señor, ¡tú eres mi fuerza y mi fortaleza,
    mi refugio en el día de aflicción!
Las naciones del mundo entero
    vendrán a ti y te dirán:
«Nuestros antepasados nos han dejado una herencia despreciable,
    porque rendían culto a ídolos inútiles.
20 ¿Acaso puede la gente hacer sus propios dioses?
    ¡Esos no son dioses verdaderos en absoluto!».

21 El Señor dice:
«Ahora les mostraré mi poder;
    ahora les mostraré mi fuerza.
Al fin sabrán y entenderán
    que yo soy el Señor.

Pecado y castigo de Judá

17 »El pecado de Judá
    está escrito con cincel de hierro,
grabado con punta de diamante en su corazón de piedra
    y en las esquinas de sus altares.
Incluso sus hijos van a rendir culto
    en los altares paganos y en los postes dedicados a la diosa Asera,
debajo de todo árbol frondoso
    y sobre cada colina alta.
Así que entregaré mi monte santo
    —junto con todas sus riquezas, tesoros
    y santuarios paganos—
como botín a sus enemigos,
    porque el pecado corre desenfrenado en su tierra.
La herencia maravillosa que he reservado para ustedes
    se les escapará de las manos.
Les diré a sus enemigos que los lleven
    cautivos a una tierra extranjera.
Pues mi enojo arde como un fuego
    que quemará para siempre».

La sabiduría del Señor

Esto dice el Señor:
«Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos,
    que se apoyan en la fuerza humana
    y apartan el corazón del Señor.
Son como los arbustos raquíticos del desierto,
    sin esperanza para el futuro.
Vivirán en lugares desolados,
    en tierra despoblada y salada.

»Pero benditos son los que confían en el Señor
    y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza.
Son como árboles plantados junto a la ribera de un río
    con raíces que se hunden en las aguas.
A esos árboles no les afecta el calor
    ni temen los largos meses de sequía.
Sus hojas están siempre verdes
    y nunca dejan de producir fruto.

»El corazón humano es lo más engañoso que hay,
    y extremadamente perverso.
    ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?
10 Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones
    y examino las intenciones secretas.
A todos les doy la debida recompensa,
    según lo merecen sus acciones».

Jeremías confía en el Señor

11 Los que acaparan riquezas en forma injusta
    son como las perdices que empollan los huevos que no han puesto.
En la mitad de la vida perderán sus riquezas;
    al final, se volverán unos pobres viejos tontos.
12 Pero nosotros adoramos frente a tu trono:
    ¡eterno, puesto en alto y glorioso!
13 Oh Señor, esperanza de Israel,
    serán avergonzados todos los que se alejan de ti.
Serán enterrados en el polvo de la tierra,
    porque han abandonado al Señor, la fuente de agua viva.

14 Oh Señor, si me sanas, seré verdaderamente sano;
    si me salvas, seré verdaderamente salvo.
    ¡Mis alabanzas son solo para ti!
15 La gente se burla de mí y dice:
«¿Cuál es este “mensaje del Señor” del que hablas?
    ¿Por qué no se cumplen tus predicciones?».

16 Señor, no he abandonado mi labor
    como pastor de tu pueblo
ni he insistido que mandes desastres.
    Tú has oído todo lo que dije.
17 Señor, ¡no me aterrorices!
    Solo tú eres mi esperanza en el día de la calamidad.
18 Haz que se avergüencen y se desalienten todos los que me persiguen,
    pero no dejes que sea yo el avergonzado y el desalentado.
Haz que caiga sobre ellos un día de terror.
    ¡Sí, haz que caiga sobre ellos doble destrucción!

Guardar el día de descanso

19 Esto me dijo el Señor: «Ve y párate en las puertas de Jerusalén, primero en la puerta por donde el rey entra y sale, y luego en cada una de las demás puertas. 20 Dile a todo el pueblo: “Escuchen este mensaje del Señor, ustedes reyes de Judá y ustedes, habitantes de Judá y todos los que viven en Jerusalén. 21 Esto dice el Señor: ‘¡Escuchen mi advertencia! No comercien más en las puertas de Jerusalén en el día de descanso. 22 No trabajen en el día de descanso, sino hagan que sea un día sagrado. Yo les di este mandato a sus antepasados, 23 pero ellos no escucharon ni obedecieron. Tercamente rehusaron prestar atención o recibir mi disciplina.

24 »”’Pero si me obedecen, dice el Señor, y no comercian en las puertas ni trabajan en el día de descanso, y si lo guardan como día sagrado, 25 entonces los reyes y sus funcionarios entrarán y saldrán para siempre por estas puertas. Siempre habrá un descendiente de David sentado en el trono aquí en Jerusalén. Los reyes y sus funcionarios siempre entrarán y saldrán en carros y a caballo por entre la gente de Judá, y esta ciudad permanecerá para siempre. 26 Desde todas partes de Jerusalén, desde las ciudades de Judá y Benjamín, desde las colinas occidentales[aa] y la zona montañosa, y del Neguev vendrá gente con sus ofrendas quemadas y sus sacrificios. Traerán sus ofrendas de grano, incienso y las ofrendas de acción de gracias al templo del Señor.

27 »”’Sin embargo, si no me escuchan y se niegan a guardar como sagrado el día de descanso, y si ese día pasan mercadería por las puertas de Jerusalén como si fuera cualquier otro, entonces quemaré estas puertas. El fuego se extenderá a los palacios y nadie podrá apagar las llamas rugientes’”».

El alfarero y el barro

18 El Señor le dio otro mensaje a Jeremías: «Baja al taller del alfarero y allí te hablaré». Así que hice lo que me dijo y encontré al alfarero trabajando en el torno; pero la vasija que estaba formando no resultó como él esperaba, así que la aplastó y comenzó de nuevo.

Después el Señor me dio este mensaje: «¡Oh, Israel! ¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos. Si anuncio que voy a desarraigar, a derribar y a destruir a cierta nación o a cierto reino, pero luego esa nación renuncia a sus malos caminos, no la destruiré como lo había planeado. Y si anuncio que plantaré y edificaré a cierta nación o a cierto reino, 10 pero después esa nación hace lo malo y se niega a obedecerme, no la bendeciré como dije que lo haría.

11 »Por lo tanto, Jeremías, advierte a todo Judá y a Jerusalén y diles: “Esto dice el Señor: ‘En vez de algo bueno, les tengo preparado un desastre. Así que cada uno de ustedes abandone sus malos caminos y haga lo correcto’”».

12 Sin embargo, el pueblo respondió: «No gastes saliva. Continuaremos viviendo como se nos antoja y con terquedad seguiremos nuestros propios malos deseos».

13 Así que esto dice el Señor:

«¿Acaso alguien ha oído semejante cosa,
    aun entre las naciones paganas?
¡Israel, mi hija virgen,
    ha hecho algo terrible!
14 ¿Acaso la nieve desaparece de las cumbres del Líbano?
    ¿Quedan secos los arroyos helados que fluyen de esas montañas distantes?
15 Pero mi pueblo no es confiable, porque me ha abandonado;
    quema incienso a ídolos inútiles.
Tropezó y salió de los caminos antiguos
    y anduvo por senderos llenos de lodo.
16 Por lo tanto, su tierra quedará desolada;
    será un monumento a su necedad.
Todos los que pasen por allí quedarán pasmados
    y menearán la cabeza con asombro.
17 Como el viento del oriente desparrama el polvo,
    así esparciré a mi pueblo delante de sus enemigos.
Cuando tengan dificultades, les daré la espalda
    y no prestaré atención a su aflicción».

Complot contra Jeremías

18 Entonces el pueblo dijo: «Vengan, busquemos la manera de detener a Jeremías. Ya tenemos suficientes sacerdotes, sabios y profetas. No necesitamos que él enseñe la palabra ni que nos dé consejos ni profecías. Hagamos correr rumores acerca de él y no hagamos caso a lo que dice».

19 Señor, ¡óyeme y ayúdame!
    Escucha lo que dicen mis enemigos.
20 ¿Deben pagar mal por bien?
    Han cavado una fosa para matarme,
aunque intercedí por ellos
    y traté de protegerlos de tu enojo.
21 ¡Así que deja que sus hijos se mueran de hambre!
    ¡Deja que mueran a espada!
Que sus esposas se conviertan en viudas, sin hijos.
    ¡Que sus ancianos se mueran por una plaga
    y que sus jóvenes sean muertos en batalla!
22 Que se escuchen gritos de dolor desde sus casas
    cuando los guerreros caigan súbitamente sobre ellos.
Pues han cavado una fosa para mí
    y han escondido trampas a lo largo de mi camino.
23 Señor, tú conoces todos sus planes para matarme.
    No perdones sus crímenes ni borres sus pecados;
que caigan muertos ante ti.
    En tu enojo encárgate de ellos.

La vasija de Jeremías hecha pedazos

19 Esto me dijo el Señor: «Ve y compra una vasija de barro. Después pide a algunos de los líderes de tu pueblo y a los sacerdotes que te sigan. Vete por la puerta de las Ollas Rotas al basurero en el valle de Ben-hinom, y dales este mensaje. Diles: “¡Reyes de Judá y ciudadanos de Jerusalén, escuchen este mensaje del Señor! Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘¡Traeré un terrible desastre a este lugar, y a los que se enteren les zumbarán los oídos!

»”’Pues Israel me ha abandonado y convirtió este valle en un lugar de maldad. La gente quema incienso a dioses ajenos, ídolos nunca antes conocidos por esta generación ni por sus antepasados ni por los reyes de Judá. Y han llenado este lugar de sangre de niños inocentes. Han construido altares paganos a Baal y allí queman a sus hijos en sacrificio a Baal. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! Así que, ¡atención! Se acerca la hora, dice el Señor, cuando ese basurero ya no será llamado más Tofet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza.

»”’Trastornaré los planes cuidadosos de Judá y Jerusalén. Dejaré que los ejércitos invasores masacren a la gente y dejaré los cadáveres como comida para los buitres y los animales salvajes. Reduciré a ruinas a Jerusalén, y así la haré un monumento a su necedad. Todos los que pasen por allí quedarán horrorizados y darán un grito ahogado a causa de la destrucción que verán. Me ocuparé de que sus enemigos sitien la ciudad hasta que no haya más comida. Entonces los que queden atrapados adentro se comerán a sus hijos, a sus hijas y a sus amigos. Caerán en una profunda desesperación’”.

10 »Jeremías, rompe en pedazos a la vista de estos hombres la vasija que trajiste. 11 Luego diles: “Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: ‘Así como esta vasija está hecha pedazos, así haré pedazos a la gente de Judá y de Jerusalén, de tal manera que no habrá esperanza de reparación. Enterrarán a sus muertos aquí en Tofet, el basurero, hasta que ya no haya más lugar. 12 Esto le haré a este lugar y a su gente, dice el Señor. Haré que esta ciudad sea profanada como Tofet. 13 Efectivamente, todas las casas de Jerusalén—incluso el palacio de los reyes de Judá—quedarán como Tofet, es decir, todas las casas donde quemaron incienso en las azoteas en honor a los astros como si fueran dioses o donde derramaron ofrendas líquidas a sus ídolos’”».

14 Después de transmitir el mensaje, Jeremías regresó de Tofet, el basurero, y se detuvo frente al templo del Señor. Allí le dijo a la gente: 15 «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Traeré desastre sobre esta ciudad y las aldeas vecinas como lo prometí, porque tercamente se negaron a escucharme”».

Footnotes

  1. 3:8 Así aparece en los Rollos del mar Muerto, en un manuscrito griego y en la versión siríaca; el texto masorético dice Vi.
  2. 3:12 En hebreo este mensaje hacia el norte.
  3. 3:14 En hebreo a Sion.
  4. 4:4 En hebreo Circuncídense para el Señor y quiten el prepucio del corazón.
  5. 4:6 En hebreo Sion.
  6. 4:31 En hebreo la hija de Sion.
  7. 5:20 En hebreo a la casa de Jacob. Los nombres «Jacob» e «Israel» a menudo son intercambiables en el Antiguo Testamento. Algunas veces hacen referencia al patriarca como individuo y otras veces a la nación.
  8. 6:2 En hebreo Hija de Sion.
  9. 6:23 En hebreo hija de Sion.
  10. 6:27 Así aparece en la versión griega; en hebreo dice probador de mi pueblo una fortaleza.
  11. 7:15 En hebreo de Efraín, se refiere al reino del norte de Israel.
  12. 8:7 La identificación de algunas de estas aves es incierta.
  13. 8:19 En hebreo Sion?
  14. 9:1 El versículo 9:1 corresponde al 8:23 en el texto hebreo.
  15. 9:2 Los versículos del 9:2-26 corresponden al 9:1-25 en el texto hebreo.
  16. 9:7 En hebreo con la hija de mi pueblo? La versión griega dice con la malvada hija de mi pueblo?
  17. 9:19 En hebreo Sion.
  18. 9:26 O en el desierto y que se recortan las puntas de su pelo.
  19. 10:11 El texto original de este versículo está en arameo.
  20. 10:16 En hebreo la Porción de Jacob. Ver la nota en 5:20.
  21. 10:25 En hebreo devorado a Jacob. Ver la nota en 5:20.
  22. 12:9 O como hienas manchadas.
  23. 13:4 En hebreo Perat; también en 13:5, 6, 7.
  24. 13:23 En hebreo un cusita.
  25. 14:19 En hebreo Sion?
  26. 15:14 Así aparece en algunos manuscritos hebreos (ver también 17:4); la mayoría de los manuscritos hebreos dicen que arderá contra ti.
  27. 17:26 En hebreo desde la Sefela.

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