Jeremías 24-26
Nueva Versión Internacional
Dos canastas de higos
24 Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joacim y rey de Judá, junto con los oficiales de Judá, los artesanos y herreros, el Señor me mostró dos canastas de higos colocadas frente al Templo del Señor. 2 Una de ellas tenía higos muy buenos, como los que maduran primero; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer.
3 Entonces el Señor me preguntó: «¿Qué ves, Jeremías?».
Yo respondí: «Veo higos. Unos están muy buenos, pero otros están tan malos que no se pueden comer».
4 La palabra del Señor vino a mí y me dijo: 5 «Así dice el Señor, el Dios de Israel: “A los deportados de Judá, que envié de este lugar a la tierra de los babilonios,[a] los consideraré como a estos higos buenos. 6 Los miraré favorablemente y los haré volver a esta tierra. Los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. 7 Les daré un corazón para que me conozcan, pues yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón.
8 »”Pero a Sedequías, rey de Judá, a sus oficiales y a los sobrevivientes de Jerusalén —lo mismo a los que se quedaron en esta tierra como a los que viven en Egipto—, los trataré como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer”, afirma el Señor. 9 “Los convertiré en motivo de espanto y de calamidad, para todos los reinos de la tierra. En todos los lugares por donde yo los disperse, serán objeto de escarnio, desprecio, burla y maldición. 10 Enviaré contra ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que di a ellos y a sus antepasados”».
Setenta años de cautiverio
25 Esta es la palabra que vino a Jeremías con relación a todo el pueblo de Judá. La recibió en el año cuarto del reinado de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, es decir, durante el año primero del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia. 2 El profeta Jeremías dijo lo siguiente a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén: 3 «Desde el año trece de Josías, hijo de Amón y rey de Judá, hasta el día de hoy, durante veintitrés años, el Señor me ha dirigido su palabra y yo les he hablado en repetidas ocasiones, pero ustedes no me han hecho caso.
4 »Además, una y otra vez el Señor ha enviado a sus siervos los profetas, pero ustedes no los han escuchado ni les han prestado atención. 5 Ellos los exhortaban: “Dejen ya su mal camino y sus malas acciones. Así podrán habitar en la tierra que, desde siempre y para siempre, el Señor ha dado a ustedes y a sus antepasados. 6 No vayan tras otros dioses para servirles y adorarlos; no me ofendan con la obra de sus manos y no les haré ningún mal”.
7 »Pero ustedes no me obedecieron —afirma el Señor—, sino que me irritaron con la obra de sus manos para su propia desgracia.
8 »Por eso, así dice el Señor de los Ejércitos: “Por cuanto no han obedecido mis palabras, 9 yo haré que vengan todos los pueblos del norte y también mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los traeré contra esta tierra, contra sus habitantes y contra todas las naciones vecinas, y los destruiré por completo: ¡los convertiré en objeto de horror, de burla y de eterna ruina!”, afirma el Señor. 10 “Haré que desaparezcan entre ellos los gritos de gozo y alegría, las voces del novio y la novia, el ruido del molino y la luz de la lámpara. 11 Todo este país quedará reducido a horror y ruina; estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años”.
12 »Pero cuando se hayan cumplido los setenta años, yo castigaré por su iniquidad al rey de Babilonia y a aquella nación, país de los babilonios,[b] y los convertiré en ruina perpetua», afirma el Señor. 13 «Haré que vengan sobre esa tierra todas las amenazas que anuncié, todo lo que está registrado en este libro y que Jeremías ha profetizado contra todas las naciones. 14 Ellos mismos serán esclavizados por muchas naciones y reyes poderosos. Así les daré lo que merecen su conducta y sus hechos».
La copa de la ira divina
15 El Señor, el Dios de Israel, me dijo: «Toma de mi mano esta copa del vino de mi ira y dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envíe. 16 Cuando ellas la beban, se tambalearán y perderán el juicio, a causa de la espada que voy a enviar contra ellos».
17 Tomé de la mano del Señor la copa y se la di a beber a todas las naciones a las cuales el Señor me envió:
18 a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus oficiales, para convertirlos en ruinas, en motivo de horror, burla y maldición, como hoy se puede ver.
19 También se la di a beber al faraón, rey de Egipto, a sus siervos, oficiales y todo su pueblo; 20 a todos los forasteros,
a todos los reyes del país de Uz
y a todos los reyes del país de los filisteos; a los de Ascalón, Gaza, Ecrón y a los sobrevivientes de Asdod;
21 a Edom, Moab y a los hijos de Amón;
22 a todos los reyes de Tiro y de Sidón;
a todos los reyes de las costas al otro lado del mar;
23 a Dedán, Temá y Buz; a todos los pueblos que se rapan las sienes;
24 a todos los reyes de Arabia; a todos los reyes de las diferentes tribus del desierto;
25 a todos los reyes de Zimri, Elam y Media;
26 a todos los reyes del norte, cercanos o lejanos y a todos los reinos que están sobre la faz de la tierra.
Después de ellos, beberá el rey de Sesac.[c]
27 «Tú les dirás: “Así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: ‘Beban, emborráchense, vomiten y caigan para no levantarse más, por causa de la espada que estoy por mandar contra ustedes’ ”. 28 Pero si se niegan a tomar de tu mano la copa y beberla, tú les dirás: “Así dice el Señor de los Ejércitos: ‘¡Tendrán que beberla!’. 29 Desataré calamidades contra la ciudad que lleva mi Nombre. ¿Y creen ustedes que no los voy a castigar? Al contrario, serán castigados —afirma el Señor de los Ejércitos—, porque yo desenvaino la espada contra todos los habitantes de la tierra”.
30 »Tú, Jeremías, profetiza contra ellos todas estas palabras:
»“Ruge el Señor desde lo alto;
desde su santa morada hace tronar su voz.
Ruge violento contra su rebaño;
grita como los que pisan la uva,
contra todos los habitantes del mundo.
31 El estruendo llega hasta los confines de la tierra,
porque el Señor litiga contra las naciones;
enjuicia a todos los mortales
y pasa por la espada a los malvados”»,
afirma el Señor.
32 Así dice el Señor de los Ejércitos:
«La calamidad se extiende
de nación en nación;
una terrible tempestad se desata
desde los confines de la tierra».
33 En aquel día, las víctimas del Señor quedarán tendidas de un extremo a otro de la tierra. Nadie las llorará ni las recogerá ni las enterrará; se quedarán sobre la faz de la tierra, como el estiércol.
34 Giman, pastores, y clamen;
revuélquense en el polvo, jefes del rebaño,
porque les ha llegado el día de la matanza;
serán dispersados y caerán como carneros escogidos.[d]
35 Los pastores no tendrán escapatoria;
no podrán huir los jefes del rebaño.
36 Escuchen el clamor de los pastores
y el gemido de los jefes del rebaño,
porque el Señor destruye sus pastizales.
37 Las tranquilas praderas son asoladas,
a causa de la ardiente ira del Señor.
38 Como león que deja abandonada su guarida,
él ha dejado desolada la tierra de ellos,
a causa de la espada[e] del opresor,
a causa de la ardiente ira del Señor.
Jeremías bajo amenaza de muerte
26 Al comienzo del reinado de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, vino esta palabra del Señor a Jeremías: 2 «Así dice el Señor: “Párate en el atrio del Templo del Señor y di todas las palabras que yo te ordene a todos los habitantes de las ciudades de Judá que vienen a adorar en el Templo del Señor. No omitas ni una sola palabra. 3 Tal vez te hagan caso y se conviertan de su mal camino. Si lo hacen, desistiré del mal que pensaba hacerles por causa de sus malas acciones. 4 Tú les advertirás que así dice el Señor: ‘Si no me obedecen ni siguen la Ley que yo he entregado 5 y si no escuchan las palabras de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez he enviado y ustedes han desobedecido, 6 entonces haré con esta casa lo mismo que hice con Siló: Haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra’ ”».
7 Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron estas palabras que el profeta Jeremías pronunció en el Templo del Señor. 8 Pero en cuanto Jeremías terminó de decirle al pueblo todo lo que el Señor había ordenado, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo lo apresaron y dijeron: «¡Vas a morir! 9 ¿Por qué has profetizado en el nombre del Señor que esta casa quedará como Siló y esta ciudad, desolada y deshabitada?». Y todo el pueblo que estaba en el Templo del Señor se abalanzó sobre Jeremías.
10 Cuando los oficiales de Judá escucharon estas cosas, fueron del palacio del rey al Templo del Señor y se apostaron a la entrada de la Puerta Nueva del Templo. 11 Allí los sacerdotes y los profetas dijeron a los oficiales y a todo el pueblo: «Este hombre debe ser condenado a muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, tal como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos».
12 Pero Jeremías dijo a todos los oficiales y a todo el pueblo: «El Señor me envió para profetizar contra esta casa y contra esta ciudad todas las cosas que ustedes han escuchado. 13 Así que enmienden ya su conducta y sus acciones; obedezcan al Señor su Dios y el Señor cambiará de parecer del mal que ha anunciado. 14 En cuanto a mí, estoy en manos de ustedes; hagan conmigo lo que mejor les parezca. 15 Pero sepan que, si ustedes me matan, estarán derramando sangre inocente sobre ustedes mismos y sobre los habitantes de esta ciudad. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a que les anuncie claramente todas estas cosas».
16 Los oficiales y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no debe ser condenado a muerte, porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios».
17 Entonces algunos de los jefes del país se levantaron y recordaron a toda la asamblea del pueblo 18 que, en tiempos de Ezequías, rey de Judá, Miqueas de Moréset había profetizado a todo el pueblo de Judá: «Así dice el Señor de los Ejércitos:
»“Sión será como un campo arado;
Jerusalén quedará en ruinas
y el monte del Templo se volverá un matorral”.
19 »¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo su pueblo mataron a Miqueas? ¿No es verdad que Ezequías temió al Señor y pidió su ayuda, y que el Señor desistió del mal que les había anunciado? Sin embargo, nosotros estamos por provocar nuestro propio mal».
20 Hubo también otro profeta, de nombre Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Yearín, que profetizaba en el nombre del Señor. Este profetizó contra la ciudad y contra el país, tal y como lo hizo Jeremías. 21 Cuando el rey Joacim, sus soldados y todos los oficiales oyeron sus palabras, el rey intentó matarlo; pero al enterarse Urías, tuvo miedo y escapó a Egipto. 22 Después el rey Joacim envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, junto con otros hombres. 23 Ellos sacaron de Egipto a Urías y lo llevaron ante el rey Joacim, quien mandó que mataran a Urías a filo de espada y arrojaran su cadáver a la fosa común.
24 Sin embargo, Ajicán, hijo de Safán, protegió a Jeremías y no permitió que cayera en manos del pueblo ni que lo mataran.
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