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26 Porque convenía que tuviéramos tal Sumo Sacerdote(A): santo(B), inocente(C), inmaculado, apartado de los pecadores, y exaltado más allá de los cielos(D), 27 que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente(E), primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo(F). Porque esto Jesús lo hizo una vez para siempre(G), cuando Él mismo se ofreció(H). 28 Porque la ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles(I), pero la palabra del juramento, que vino después de la ley, designa al Hijo(J), hecho perfecto para siempre(K).

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26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo;(A) porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

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26 Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo. 27 No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28 La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.

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