Daniel 6:10-23
Nueva Versión Internacional
10 Cuando Daniel se enteró de la publicación del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio, cuyas ventanas se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres veces al día. 11 Cuando aquellos hombres llegaron y encontraron a Daniel orando e implorando la ayuda de Dios, 12 fueron a hablar con el rey respecto al decreto real:
—¿No es verdad que usted publicó un decreto? Según entendemos, todo el que en los próximos treinta días ore a otro dios u hombre que no sea Su Majestad será arrojado al foso de los leones.
El rey contestó:
—El decreto sigue en pie. Según la ley de los medos y los persas, no puede ser revocado.
13 Ellos respondieron:
—Pues Daniel, que es uno de los exiliados de Judá, no toma en cuenta a Su Majestad ni el decreto que ha promulgado. ¡Continúa orando tres veces al día!
14 Cuando el rey escuchó esto, se deprimió mucho y se propuso salvar a Daniel, así que durante todo el día buscó la forma de salvarlo. 15 Pero aquellos hombres fueron a ver al rey y lo presionaron:
—Recuerde, Su Majestad que, según la ley de los medos y los persas, ningún decreto ni edicto emitido por el rey puede ser modificado.
16 El rey dio entonces la orden y Daniel fue arrojado al foso de los leones. Allí el rey animaba a Daniel:
—¡Que tu Dios, a quien sirves continuamente, se digne salvarte!
17 Trajeron entonces una piedra y con ella taparon la boca del foso. El rey lo selló con su propio anillo y con el de sus nobles para que la sentencia contra Daniel no pudiera ser cambiada. 18 Luego volvió a su palacio y pasó la noche sin comer y sin divertirse, hasta el sueño se le fue.
19 Tan pronto como amaneció, se levantó y fue al foso de los leones. 20 Ya cerca, lleno de ansiedad gritó:
—Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu Dios, a quien sirves continuamente, salvarte de los leones?
21 —¡Que viva el rey por siempre! —contestó Daniel—. 22 Mi Dios envió a su ángel, quien cerró la boca a los leones. No me han hecho ningún daño, porque Dios bien sabe que soy inocente. ¡Tampoco he cometido nada malo contra Su Majestad!
23 Sin ocultar su alegría, el rey ordenó que sacaran del foso a Daniel. Cuando lo sacaron, no se le halló un solo rasguño, pues Daniel confiaba en su Dios.
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