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El joven

Eres hermosa, amada mía,
    como la bella ciudad de Tirsa.
Sí, eres tan hermosa como Jerusalén,
    tan majestuosa como un ejército con sus estandartes desplegados al viento.
Aparta de mí tus ojos,
    porque me dominan.
Tu cabello cae en ondas,
    como un rebaño de cabras que serpentea por las laderas de Galaad.
Tus dientes son blancos como ovejas
    recién bañadas.
Tu sonrisa es perfecta;
    cada diente hace juego con su par.[a]
Tus mejillas son como granadas de color rosado
    detrás de tu velo.

Aun entre sesenta reinas
    y ochenta concubinas
    e incontables doncellas,
yo todavía elegiría a mi paloma, a mi mujer perfecta,
    la favorita de su madre,
    muy amada por quien la dio a luz.
Las jóvenes la ven y la alaban;
    hasta las reinas y las concubinas del palacio le entonan alabanzas:
10 «¿Quién es esa, que se levanta como la aurora,
    tan hermosa como la luna,
tan resplandeciente como el sol,
    tan majestuosa como un ejército con sus estandartes desplegados al viento?».

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Footnotes

  1. 6:6 En hebreo No falta ninguno; cada uno tiene su par.

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