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También se enteró de que el ejército que regresaba entró a la ciudad en completo silencio y a escondidas, como los que avergonzados huyen de la batalla, mientras el rey se cubría el rostro y clamaba: «¡Hijo mío Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío!»

Entonces Joab se dirigió al palacio, y le dijo al rey:

«Hoy has cubierto de vergüenza a todos tus siervos, los cuales han luchado por salvarte la vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la de tus mujeres y concubinas.

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