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Algunos años más tarde bajó a Samaria para visitar al rey Acab, el cual mató muchas ovejas y vacas para darles la bienvenida a Josafat y a sus acompañantes. Luego, el rey Acab le pidió al rey Josafat que uniera fuerzas con él en contra de Ramot de Galaad.

3-5 ―¡Por supuesto! —contestó el rey Josafat—. Estoy contigo en todo. ¡Estaremos contigo en la batalla! Sin embargo, será bueno que primero lo pongamos a la consideración del Señor.

El rey Acab mandó a buscar a cuatrocientos de sus profetas paganos, y cuando estos llegaron, les preguntó:

―¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o no?

Y ellos aconsejaron:

―¡Vayan a la guerra, porque Dios les dará una gran victoria!

6-7 Pero Josafat no estaba satisfecho, y dijo:

―Quiero saber si hay también por aquí algún profeta del Señor, a quien le podamos consultar.

―Sí —dijo Acab—, hay uno, pero lo detesto, ¡porque nunca profetiza otra cosa sino el mal! Su nombre es Micaías hijo de Imlá.

―¡No hables de esa manera! —exclamó Josafat—. Veamos lo que nos dice.

El rey de Israel llamó, pues, a uno de sus ayudantes, y le ordenó que fuera con toda prisa a llamar a Micaías hijo de Imlá.

Los dos reyes tenían puestas sus vestiduras reales y estaban sentados en sus tronos, en un lugar alto, a la entrada de Samaria. Todos los profetas estaban delante de ellos dando sus profecías. 10 Uno de ellos, llamado Sedequías, hijo de Quenaná, se hizo algunos cuernos de hierro para esta ocasión y proclamó: «¡El Señor dice que ustedes acornearán a los sirios hasta acabar con ellos! 11 Y los demás asentían en coro: “Sí, suban a Ramot de Galaad y vencerán, porque el Señor la entregará en manos del rey”».

12 El hombre que fue a llamar a Micaías, al llegar le dijo:

―Mira, todos los profetas, sin excepción, han profetizado la victoria del rey. Así que procura dar un mensaje similar.

13 No obstante, como respuesta, Micaías expresó:

―Prometo delante del Señor que sólo diré lo que él me diga.

14 Cuando llegó a la presencia del rey, este le dijo:

―Micaías, ¿debemos ir a la guerra en contra de Ramot de Galaad o no?

Y Micaías le respondió:

―¡Claro que sí! ¡Vayan y obtendrán una gloriosa victoria!

15 ―Mira, Micaías —le dijo en tono enérgico el rey—, ¿cuántas veces tengo que decirte que sólo me digas la verdad en nombre del Señor?

16 Entonces Micaías se dirigió al rey de Judá en los siguientes términos:

―En mi visión observé al pueblo de Israel desparramado sobre la montaña como ovejas sin pastor. Y el Señor dijo: “Esta gente no tiene un jefe que los dirija. ¡Regresen a sus hogares en paz!”.

17 El rey de Israel, dirigiéndose a Josafat, exclamó:

―¿No te lo dije? Siempre hace lo mismo. Nunca profetiza sino lo malo para mí.

18 ―El Señor me dijo algo más —agregó Micaías—. Yo vi al Señor sentado en su trono y rodeado por una inmensa multitud de ángeles. 19-20 Y dijo el Señor: “¿Quién puede incitar al rey Acab a que vaya a la guerra en contra de Ramot de Galaad, para que encuentre allí la muerte?”. Hubo muchas propuestas, pero finalmente un espíritu avanzó, y delante del Señor dijo: “¡Yo puedo hacerlo!”. El Señor le preguntó: “¿Cómo lo harás?”. 21 Y el espíritu respondió: “¡Actuaré como un espíritu de mentira en la boca de todos los profetas del rey!”. Entonces el Señor le dijo: “Anda y hazlo, porque así lo seducirás”. 22 Así que el Señor ha puesto un espíritu de mentira en la boca de tus profetas. ¡En realidad, el Señor ha decidido precisamente lo contrario de lo que ellos te están diciendo!

23 Entonces Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le pegó una cachetada.

―¡Eres un mentiroso! —vociferó—. ¿Cuándo fue que el espíritu de Dios me dejó para entrar en ti?

24 ―Lo sabrás pronto —dijo Micaías—, ¡cuando tengas que esconderte en el más oscuro y apartado aposento!

25 ―Prendan a este hombre y entréguenlo al gobernador Amón y a mi hijo Joás —ordenó el rey de Israel—. 26 ¡Díganles que yo ordeno que pongan a este sujeto en prisión y lo alimenten a pan y agua hasta que yo regrese a salvo de esta batalla!

27 Micaías respondió:

―Si regresas sano y salvo, el Señor no ha hablado a través de mí.

Entonces, dirigiéndose a los que lo rodeaban, recalcó:

―¡Tomen nota de lo que he dicho!

Muerte de Acab en Ramot de Galaad

28 Así que el rey de Israel y el rey de Judá subieron contra Ramot de Galaad.

29 El rey de Israel dijo a Josafat:

―Me disfrazaré para que nadie pueda reconocerme, pero tú vístete con los trajes reales.

Y así lo hicieron.

30 Por su parte, el rey de Siria había dado orden a sus jinetes y cocheros de cumplir estas instrucciones: «¡Despreocúpense de los demás y concéntrense en atrapar al rey de Israel!».

31 De modo que cuando los capitanes de los carros de combate sirios vieron a Josafat, rey de Judá, en sus ropas de gala, lo rodearon para atacarlo, por cuanto suponían que él era el hombre que debían tomar prisionero. Pero Josafat clamó al Señor para que lo salvara, y el Señor hizo que los cocheros vieran su error, y lo dejaran libre. 32 Tan pronto se dieron cuenta de que aquel no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 33 Pero uno de los soldados sirios disparó una flecha al azar contra las tropas israelitas y acertó a dar sobre el rey de Israel, justamente en la abertura donde se juntan la parte baja de la armadura y la placa que cubre el tórax. Entonces el rey le dijo al que guiaba su carro: «¡Da la vuelta, y sácame del campo de batalla, porque estoy herido!». 34 La batalla se fue tornando cada vez más encarnizada, y tuvieron que sostener al rey Acab hasta el atardecer, para que permaneciera de pie peleando contra los sirios. Pero al ponerse el sol, el rey Acab murió.

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