1 Samuel 9-12
Nueva Versión Internacional
Samuel unge a Saúl
9 Había un hombre de la tribu de Benjamín, muy respetado, cuyo nombre era Quis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, también benjamita. 2 Quis tenía un hijo llamado Saúl, que era buen mozo y apuesto como ningún otro israelita, tan alto que los demás apenas le llegaban al hombro.
3 En cierta ocasión se perdieron las burras de su padre Quis, y este dijo a Saúl: «Toma a uno de los criados y ve a buscar las burras». 4 Saúl y el criado se fueron y cruzaron la región montañosa de Efraín, hasta pasar por la región de Salisá, pero no las encontraron. Pasaron también por la región de Salín, y después por el territorio de Benjamín, pero tampoco allí las encontraron. 5 Cuando llegaron al territorio de Zuf, Saúl dijo al criado que lo acompañaba:
—Vámonos. Debemos regresar, no sea que mi padre comience a preocuparse más por nosotros que por las burras.
6 El criado contestó:
—En este pueblo vive un hombre de Dios que es muy respetado. Todo lo que dice se cumple sin falta. ¿Por qué no vamos allá? A lo mejor nos indica el camino que debemos seguir.
7 —Pero si vamos, ¿qué le podemos llevar? —preguntó Saúl—. En las alforjas no nos queda nada de comer ni tenemos ningún regalo que ofrecerle al hombre de Dios. ¡Qué tenemos!
8 —Aquí tengo un cuarto de siclo[a] de plata —respondió el criado—. Se los puedo dar al hombre de Dios para que nos indique el camino.
9 (Antiguamente, cuando alguien en Israel iba a consultar a Dios, solía decir: «Vamos a ver al vidente», porque así se llamaba entonces al que ahora se le llama profeta).
10 —Muy bien —dijo Saúl—, vamos.
Dicho esto, se dirigieron al pueblo donde vivía el hombre de Dios. 11 Subían por la cuesta de la ciudad cuando se encontraron con unas jóvenes que iban a sacar agua. Les preguntaron:
—¿Se encuentra por aquí el vidente?
12 —Sí, está más adelante —contestaron ellas—. Dense prisa, que acaba de llegar a la ciudad y el pueblo va a ofrecer un sacrificio en el lugar alto. 13 Cuando entren en la ciudad lo encontrarán, si llegan antes de que suba al altar que estaba en el lugar alto para comer. La gente no empezará a comer hasta que él llegue, pues primero tiene que bendecir el sacrificio, y luego los invitados comerán. Así que vayan de inmediato, que hoy mismo lo van a encontrar.
14 Saúl y su criado se dirigieron entonces a la ciudad. Iban entrando cuando Samuel se encontró con ellos, camino al altar que estaba en el lugar alto.
15 Un día antes de que Saúl llegara, el Señor había hecho esta revelación a Samuel: 16 «Mañana, a esta hora, te voy a enviar un hombre de la tierra de Benjamín. Lo ungirás como gobernante de mi pueblo Israel, para que lo libre del poder de los filisteos. Me he compadecido de mi pueblo, pues sus gritos de angustia han llegado hasta mí».
17 Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor dijo: «Ahí tienes al hombre de quien te hablé; él gobernará a mi pueblo».
18 Al llegar a la puerta de la ciudad, Saúl se acercó a Samuel y preguntó:
—¿Podría usted indicarme dónde está la casa del vidente?
19 —Yo soy el vidente —respondió Samuel—. Acompáñame al santuario, que hoy comerán ustedes conmigo. Ya mañana, cuando te deje partir, responderé a todas tus inquietudes. 20 En cuanto a las burras que se te perdieron hace tres días, ni te preocupes, que ya las encontraron.
Y agregó:
—Lo que Israel más desea, ¿no tiene que ver contigo y con toda la familia de tu padre?
21 —¿Por qué me dices eso? —respondió Saúl—. ¿No soy yo de la tribu de Benjamín, que es la más pequeña de Israel? ¿Y no es mi familia la más insignificante de la tribu de Benjamín?
22 No obstante, Samuel tomó a Saúl y a su criado, los llevó al salón y les dio un lugar especial entre los invitados, que eran unos treinta. 23 Luego Samuel dijo al cocinero:
—Trae la ración de carne que te pedí que apartaras y que yo mismo te entregué.
24 El cocinero sacó la ración entera y la sirvió a Saúl. Entonces Samuel dijo:
—Ahí tienes lo que estaba reservado para ti. Come, pues antes de invitar a los otros, tu ración ya había sido apartada para esta ocasión.
Así fue como Saúl comió aquel día con Samuel.
25 Luego bajaron del altar que estaba en el lugar alto a la ciudad, y Samuel conversó con Saúl en la azotea de su casa. 26 Al amanecer, a la hora de levantarse, Samuel habló con Saúl en ese mismo lugar:
—¡Levántate! —dijo—; ya debes partir.
Saúl se levantó, y salieron de la casa juntos. 27 Mientras se dirigían a las afueras de la ciudad, Samuel dijo a Saúl:
—Dile al criado que se adelante, pero tú quédate un momento, que te voy a dar un mensaje de parte de Dios.
El criado se adelantó.
10 Entonces Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y dijo:
—¡Es el Señor quien te ha ungido para que gobiernes a su pueblo![b] 2 Hoy mismo, cuando te alejes de mí y llegues a Selsa, en el territorio de Benjamín, cerca de la tumba de Raquel verás a dos hombres. Ellos te dirán: “Ya encontramos las burras que andabas buscando. Pero tu padre ya no piensa en las burras, sino que ahora está preocupado por ustedes y se pregunta: ‘¿Qué puedo hacer para encontrar a mi hijo?’ ”.
3 »Más adelante, cuando llegues al gran árbol de Tabor, te encontrarás con tres hombres que se dirigen a Betel para adorar a Dios. Uno de ellos lleva tres cabritos; otro, tres panes; y el otro, un odre de vino. 4 Después de saludarte, te entregarán dos panes. Acéptalos.
5 »De ahí llegarás a Guibeá de Dios, donde hay una guarnición filistea. Al entrar en la ciudad te encontrarás con un grupo de profetas que bajan del santuario. Vendrán profetizando, precedidos por músicos que tocan liras, panderos, flautas y arpas. 6 Entonces el Espíritu del Señor vendrá sobre ti con poder, y tú profetizarás con ellos y serás una nueva persona. 7 Cuando se cumplan estas señales que has recibido, podrás hacer todo lo que esté a tu alcance, pues Dios estará contigo.
8 »Baja luego a Guilgal antes que yo. Allí me reuniré contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión y, cuando llegue, te diré lo que tienes que hacer. Pero tú debes esperarme siete días».
Saúl es proclamado rey
9 Cuando Saúl se dio vuelta para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y ese mismo día se cumplieron todas esas señales. 10 En efecto, al llegar Saúl y su criado a Guibeá, un grupo de profetas salió a su encuentro. Entonces el Espíritu de Dios vino con poder sobre Saúl, quien comenzó a profetizar con ellos. 11 Los que desde antes lo conocían, al verlo profetizar junto con los profetas, se preguntaban unos a otros:
—¿Qué le pasa a Saúl, hijo de Quis? ¿Acaso él también es uno de los profetas?
12 Alguien que vivía allí respondió:
—¿Y quién es el responsable[c] de ellos?
De ahí viene el dicho: «¿Acaso también Saúl es uno de los profetas?».
13 Cuando Saúl acabó de profetizar, subió al santuario. 14 Su tío preguntó a él y a su criado:
—¿Y ustedes dónde estaban?
—Andábamos buscando las burras —respondió Saúl—; pero como no dábamos con ellas, fuimos a ver a Samuel.
15 —Cuéntame lo que les dijo Samuel —pidió el tío de Saúl.
16 —Nos aseguró que ya habían encontrado las burras.
Sin embargo, Saúl no contó a su tío lo que Samuel había dicho acerca del reino.
17 Después de esto, Samuel convocó al pueblo de Israel para que se presentara ante el Señor en Mizpa. 18 Allí dijo a los israelitas: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo saqué a Israel de Egipto. Yo los libré a ustedes del poder de los egipcios y de todos los reinos que los oprimían”. 19 Ahora, sin embargo, ustedes han rechazado a su Dios, quien los libra de todas las calamidades y aflicciones. Han dicho: “¡No! ¡Danos un rey que nos gobierne!”. Por tanto, preséntense ahora ante el Señor por tribus y por familias».
20 Dicho esto, Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel y, al echar la suerte, fue escogida la tribu de Benjamín. 21 Luego mandó que se acercara la tribu de Benjamín, familia por familia, y la suerte cayó sobre la familia de Matri, y finalmente sobre Saúl, hijo de Quis. Entonces fueron a buscar a Saúl, pero no lo encontraron, 22 de modo que volvieron a consultar al Señor:
—¿Ha venido aquí ese hombre?
—Sí —respondió el Señor—, pero se ha escondido entre el equipaje.
23 Fueron corriendo y lo sacaron de allí. Y, cuando Saúl se puso en medio de la gente, vieron que era tan alto que nadie le llegaba al hombro. 24 Dijo entonces Samuel a todo el pueblo:
—¡Miren al hombre que el Señor ha escogido! ¡No hay nadie como él en todo el pueblo!
—¡Viva el rey! —exclamaron todos.
25 A continuación, Samuel explicó al pueblo las leyes del reino y las escribió en un libro que depositó ante el Señor. Luego mandó que todos regresaran a sus casas.
26 También Saúl se fue a su casa en Guibeá, acompañado por un grupo de hombres ilustres, a quienes Dios les había movido el corazón. 27 Pero algunos malvados protestaron: «¿Y este es el que nos va a salvar?». Y fue tanto su desprecio por Saúl que ni le ofrecieron regalos. Saúl, por su parte, no les hizo caso.
Saúl libera la ciudad de Jabés
11 Najás, el amonita, subió contra Jabés de Galaad y la sitió. Los habitantes de la ciudad le dijeron:
—Haz un pacto con nosotros y seremos tus siervos.
2 —Haré un pacto con ustedes —contestó Najás el amonita—, pero con una condición: que le saque a cada uno de ustedes el ojo derecho. Así dejaré en desgracia a todo Israel.
3 —Danos siete días para que podamos enviar mensajeros por todo el territorio de Israel —respondieron los jefes de Jabés—. Si no hay quien nos libre de ustedes, nos rendiremos.
4 Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá, que era la ciudad de Saúl, y comunicaron el mensaje al pueblo, todos se echaron a llorar. 5 En esos momentos Saúl regresaba del campo arreando sus bueyes y preguntó: «¿Qué le pasa a la gente? ¿Por qué están llorando?». Entonces contaron lo que habían dicho los habitantes de Jabés.
6 Cuando Saúl escuchó la noticia, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder. Enfurecido, 7 agarró dos bueyes y los descuartizó, y con los mensajeros envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con esta advertencia: «Así se hará con los bueyes de todo el que no salga para unirse a Saúl y Samuel».
El temor del Señor se apoderó del pueblo y todos ellos, como un solo hombre, salieron a la guerra. 8 Saúl los reunió en Bézec para pasar revista, y había trescientos mil soldados de Israel y treinta mil de Judá. 9 Luego dijo a los mensajeros que habían venido: «Vayan y díganles a los habitantes de Jabés de Galaad: “Mañana, cuando más calor haga, serán librados”».
Los mensajeros fueron y comunicaron el mensaje a los de Jabés. Estos se llenaron de alegría 10 y dijeron a los amonitas: «Mañana nos rendiremos y podrán hacer con nosotros lo que bien les parezca».
11 Al día siguiente, antes del amanecer,[d] Saúl organizó a los soldados en tres escuadrones. Invadieron el campamento de los amonitas e hicieron una masacre entre ellos hasta la hora más calurosa del día. Los que sobrevivieron fueron dispersados, así que no quedaron dos hombres juntos.
Saúl es confirmado como rey
12 El pueblo dijo entonces a Samuel:
—¿Quiénes son los que no querían que Saúl reinara sobre nosotros? Entréguenlos, que vamos a matarlos.
13 —¡Nadie va a morir hoy! —intervino Saúl—. En este día el Señor ha librado a Israel.
14 —¡Vengan! —dijo Samuel al pueblo—. Vamos a Guilgal para renovar el reino.
15 Todos se fueron a Guilgal y allí, ante el Señor, confirmaron a Saúl como rey. También allí, ante el Señor, ofrecieron sacrificios de comunión; entonces Saúl y todos los israelitas celebraron la ocasión con gran alegría.
Discurso de despedida de Samuel
12 Samuel habló a todo Israel:
—¡Préstenme atención! Yo les he hecho caso en todo lo que me han pedido y les he dado un rey que los gobierne. 2 Ya tienen al rey que va a dirigirlos. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y mis hijos son parte del pueblo. Yo los he guiado a ustedes desde mi juventud hasta la fecha. 3 Aquí me tienen. Pueden acusarme en la presencia del Señor y de su ungido. ¿A quién le he robado un buey o un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he oprimido? ¿Por quién me he dejado sobornar? Acúsenme y pagaré lo que corresponda.
4 —No nos has defraudado —respondieron—; tampoco nos has oprimido ni has robado nada a nadie.
5 Samuel insistió:
—¡Que el Señor y su ungido sean hoy testigos de que ustedes no me han hallado culpable de nada!
—¡Él es testigo! —fue la respuesta del pueblo.
6 Además Samuel dijo:
—Testigo es el Señor, quien escogió a Moisés y a Aarón para sacar de Egipto a los antepasados de ustedes. 7 Y ahora, préstenme atención. El Señor los ha colmado de beneficios a ustedes y a sus antepasados, pero yo tengo una querella contra ustedes ante el Señor.
8 »Después de que Jacob entró en Egipto, sus descendientes clamaron al Señor. Entonces el Señor envió a Moisés y a Aarón para sacarlos de Egipto y establecerlos en este lugar.
9 »Pero, como se olvidaron de su Señor y Dios, él los entregó al poder de Sísara, comandante del ejército de Jazor, y al poder de los filisteos y del rey de Moab; y ellos les hicieron la guerra. 10 Por eso ustedes clamaron al Señor: “Hemos pecado al abandonar al Señor y adorar a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté. Pero ahora, si nos libras del poder de nuestros enemigos, solo a ti te serviremos”. 11 Entonces el Señor envió a Yerubaal, Barac,[e] Jefté y Samuel, y los libró a ustedes del poder de los enemigos que los rodeaban, para que vivieran seguros.
12 »No obstante, cuando ustedes vieron que Najás, rey de los amonitas, los amenazaba, me dijeron: “¡No! ¡Queremos que nos gobierne un rey!”. Y esto, a pesar de que el Señor su Dios es el rey de ustedes. 13 Pues bien, aquí tienen al rey que pidieron y que han escogido. Pero tengan en cuenta que es el Señor quien les ha dado ese rey. 14 Si ustedes y el rey que los gobierne temen al Señor su Dios, y le sirven y obedecen, acatando sus mandatos y manteniéndose fieles a él, ¡magnífico! 15 En cambio, si desobedecen al Señor y no acatan sus mandatos, él descargará su mano sobre ustedes como la descargó contra sus antepasados.
16 »Y ahora, préstenme atención y observen con sus propios ojos algo grandioso que el Señor va a hacer. 17 Ahora no es tiempo de lluvias, sino de cosecha de trigo. Sin embargo, voy a invocar al Señor, y él enviará truenos y lluvia; así se darán cuenta de la gran maldad que han cometido ante el Señor al pedir un rey».
18 Samuel invocó al Señor y ese mismo día el Señor mandó truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor ante el Señor y ante Samuel, 19 y dijeron a Samuel:
—Ora al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no nos quite la vida. A todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirle un rey.
20 —No teman —respondió Samuel—. Aunque ustedes han cometido una gran maldad, no se aparten del Señor; más bien, sírvanle de todo corazón. 21 No se alejen de él por seguir a ídolos inútiles que no los pueden ayudar ni rescatar, pues no sirven para nada. 22 Por amor a su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo; de hecho, él se ha dignado hacerlos a ustedes su propio pueblo. 23 En cuanto a mí, que el Señor me libre de pecar contra él dejando de orar por ustedes. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto. 24 Pero los exhorto a temer al Señor y a servirle fielmente y de todo corazón, recordando los grandes beneficios que él ha hecho en favor de ustedes. 25 Si persisten en la maldad, tanto ustedes como su rey serán destruidos.
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