Saúl intenta matar a David

19 Saúl ordenó a su hijo Jonatán y a todos sus funcionarios que mataran a David. Pero, como Jonatán le tenía tanto afecto a David, le advirtió: «Mi padre Saúl está buscando una oportunidad para matarte. Así que ten mucho cuidado mañana; escóndete en algún sitio seguro y quédate allí. Yo saldré con mi padre al campo donde tú estés y le hablaré de ti. Cuando averigüe lo que pasa, te lo haré saber».

Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David:

—¡No vaya Su Majestad a pecar contra su siervo David! —rogó—. Él no le ha hecho ningún mal; al contrario, lo que ha hecho ha sido de gran beneficio para usted. Para matar al filisteo arriesgó su propia vida y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Usted mismo lo vio y se alegró. ¿Por qué ha de pecar contra un inocente y matar a David sin motivo?

Saúl hizo caso a Jonatán y juró:

—Tan cierto como que el Señor vive, David no morirá.

Entonces Jonatán llamó a David y, después de contarle toda la conversación, lo llevó ante Saúl para que estuviera a su servicio como antes.

Volvió a estallar la guerra. David salió a pelear contra los filisteos, y los combatió con tal violencia que tuvieron que huir.

Sin embargo, un espíritu maligno de parte del Señor se apoderó de Saúl. Estaba sentado en el palacio, con una lanza en la mano. Mientras David tocaba el arpa, 10 intentó clavarlo en la pared con la lanza, pero David esquivó el golpe de Saúl, de modo que la lanza quedó clavada en la pared. Esa misma noche David se dio a la fuga.

11 Entonces Saúl mandó a varios hombres a casa de David, para que lo vigilaran durante la noche y lo mataran al día siguiente. Pero Mical, la esposa de David, le advirtió: «Si no te pones a salvo esta noche, mañana serás hombre muerto». 12 Enseguida ella descolgó a David por la ventana y así él pudo escapar. 13 Luego Mical tomó un ídolo familiar[a] y lo puso en la cama con un tejido de pelo de cabra en la cabeza, y lo cubrió con una sábana.

14 Cuando Saúl mandó a los hombres para apresar a David, Mical les dijo: «Está enfermo». 15 Pero Saúl los mandó de nuevo a buscar a David: «¡Tráiganmelo, aunque esté en su cama, para matarlo!». 16 Al entrar en la casa, los hombres vieron que lo que estaba en la cama era un ídolo, con un tejido de pelo de cabra en la cabeza.

17 Entonces Saúl le reclamó a Mical:

—¿Por qué me has engañado así? ¿Por qué dejaste escapar a mi enemigo?

Ella respondió:

—Él me amenazó con matarme si no lo dejaba escapar.

18 Después de huir y ponerse a salvo, David fue a Ramá para ver a Samuel y contarle todo lo que Saúl le había hecho. Entonces los dos se fueron a vivir a Nayot. 19 Cuando Saúl se enteró de que David estaba en Nayot de Ramá, 20 mandó a sus hombres para que lo apresaran. Pero se encontraron con un grupo de profetas, dirigidos por Samuel, que estaban profetizando. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre los hombres de Saúl, y también ellos profetizaron. 21 Al oír la noticia, Saúl envió otro grupo, pero ellos también cayeron en trance. Luego mandó un tercer grupo y les pasó lo mismo. 22 Por fin, Saúl en persona fue a Ramá y llegó al gran pozo que está en Secú.

—¿Dónde están Samuel y David? —preguntó.

—En Nayot de Ramá —alguien respondió.

23 Saúl se dirigió entonces hacia allá, pero el Espíritu de Dios vino también sobre él, y Saúl estuvo en trance profético por todo el camino, hasta llegar a Nayot de Ramá. 24 Luego se quitó la ropa y, desnudo y en el suelo, estuvo en trance en presencia de Samuel todo el día y toda la noche. De ahí viene el dicho: «¿Acaso también Saúl es uno de los profetas?».

David y Jonatán

20 David huyó de Nayot de Ramá y fue adonde estaba Jonatán.

—¿Qué he hecho yo? —preguntó—. ¿Qué crimen o delito he cometido contra tu padre, para que él quiera matarme?

—¿Morir tú? ¡De ninguna manera! —respondió Jonatán—. Mi padre no hace nada, por insignificante que sea, sin que me lo diga. ¿Por qué me lo habría de ocultar? ¡Eso no es posible!

Pero David juró y perjuró:

—Tu padre sabe muy bien que tú me estimas, así que seguramente habrá pensado: “Jonatán no debe enterarse, para que no se disguste”. Pero tan cierto como que el Señor y tú viven, te aseguro que estoy a un paso de la muerte.

—Dime qué quieres que haga y lo haré —respondió Jonatán.

—Sabes —dijo David—, mañana es la fiesta de luna nueva y se supone que yo debo sentarme a la mesa para comer con el rey. Pues bien, deja que me esconda en el campo hasta pasado mañana por la tarde. Si tu padre me extraña, dile que yo insistí en que me dejaras ir enseguida a Belén, mi pueblo, pues toda mi familia estaba reunida allá para celebrar su sacrificio anual. Si él responde que está bien, entonces no corro ningún peligro. Pero si se enfurece, con eso sabrás que ha decidido acabar conmigo. Ya que en presencia del Señor has hecho un pacto conmigo, que soy tu servidor, te ruego que me seas leal. Si me consideras culpable, no hace falta que me entregues a tu padre; ¡mátame tú mismo!

—¡No digas tal cosa! —exclamó Jonatán—. Si llegara a enterarme de que mi padre ha decidido hacerte algún daño, ¿no crees que te lo diría?

10 David preguntó:

—Si tu padre te responde de mal modo, ¿quién me lo hará saber?

11 Por toda respuesta, Jonatán invitó a David a salir al campo. Una vez allí, 12 dijo:

—David, te juro por el Señor, Dios de Israel, que a más tardar pasado mañana a esta hora averiguaré lo que piensa mi padre. Si no corres peligro, de alguna manera te lo haré saber. 13 Pero si mi padre intenta hacerte daño y yo no te aviso para que puedas escapar, ¡que el Señor me castigue sin piedad, y que esté contigo como estuvo con mi padre! 14 Y si todavía estoy vivo cuando el Señor te muestre su bondad, te pido que también tú seas bondadoso conmigo y no dejes que me maten. 15 ¡Nunca dejes de ser bondadoso con mi familia, aun cuando el Señor borre de la faz de la tierra a todos tus enemigos! 16 ¡Que el Señor pida cuentas de esto a tus enemigos!

De ese modo Jonatán hizo un pacto con la familia de David, 17 pues quería a David como a sí mismo. Por ese cariño que le tenía, pidió a David confirmar el pacto bajo juramento. 18 Además dijo:

—Mañana es la fiesta de luna nueva. Cuando vean tu asiento desocupado, te van a extrañar. 19 Pasado mañana, sin falta, ve adonde te escondiste la otra vez y quédate junto a la piedra de Ézel. 20 Yo fingiré estar tirando al blanco y lanzaré tres flechas en esa dirección. 21 Entonces diré a uno de mis criados que vaya a buscarlas. Si digo: “Mira, las flechas están más acá, recógelas”; eso querrá decir que no hay peligro y tan cierto como que el Señor vive, podrás salir sin ninguna preocupación. 22 Pero si digo: “Mira, las flechas están más allá”, eso querrá decir que el Señor quiere que te vayas, así que ¡escápate! 23 ¡Que el Señor sea siempre testigo del juramento que tú y yo nos hemos hecho!

24 David se escondió en el campo. Cuando llegó la fiesta de luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer 25 ocupando, como de costumbre, el puesto junto a la pared. Jonatán se sentó enfrente,[b] mientras que Abner se acomodó a un lado de Saúl. El asiento de David quedó desocupado. 26 Ese día Saúl no dijo nada, pues pensó: «Algo le habrá pasado a David, que lo dejó ritualmente impuro, y seguramente no pudo purificarse». 27 Pero como al día siguiente, que era el segundo del mes, el puesto de David seguía desocupado, Saúl preguntó a Jonatán:

—¿Cómo es que ni ayer ni hoy vino el hijo de Isaí a la comida?

28 Jonatán respondió:

—David me insistió en que le diera permiso para ir a Belén. 29 Me dijo: “Por favor, déjame ir. Mi familia va a celebrar el sacrificio anual en nuestro pueblo, y mi hermano me ha ordenado que vaya. Hazme este favor, y permite que me dé una escapada para ver a mis hermanos”. Por eso es que David no se ha sentado a comer con Su Majestad.

30 Al oír esto, Saúl se enfureció con Jonatán.

—¡Hijo de mala madre! —exclamó—. ¿Crees que no sé que eres muy amigo del hijo de Isaí, para vergüenza tuya y de tu desgraciada madre? 31 Mientras el hijo de Isaí viva en esta tierra, ¡ni tú ni tu reino estarán seguros! Así que manda a buscarlo y tráemelo, pues está condenado a morir.

32 —¿Y por qué ha de morir? —reclamó Jonatán—. ¿Qué mal ha hecho?

33 Por toda respuesta, Saúl le arrojó su lanza para herirlo. Así Jonatán se convenció de que su padre estaba decidido a matar a David.

34 Enfurecido, Jonatán se levantó de la mesa y no quiso tomar parte en la comida del segundo día de la fiesta. Estaba muy afligido porque su padre había insultado a David.

35 Por la mañana Jonatán salió al campo para encontrarse con David. Uno de sus criados más jóvenes lo acompañaba. 36 Jonatán le dijo: «Corre a buscar las flechas que voy a lanzar».

El criado se echó a correr, y Jonatán lanzó una flecha que lo sobrepasó. 37 Cuando el criado llegó al lugar donde la flecha había caído, Jonatán gritó: «¡Más allá! ¡La flecha está más allá! 38 ¡Date prisa! ¡No te detengas!». Y así continuó gritándole Jonatán. Cuando el criado recogió la flecha y se la trajo a su amo, 39 lo hizo sin sospechar nada, pues solo Jonatán y David sabían de qué se trataba. 40 Entonces Jonatán dio sus armas al criado. «Vete —dijo—; llévalas de vuelta a la ciudad».

41 En cuanto el criado se fue, David salió de su escondite[c] y luego se postró tres veces con su rostro en tierra. Enseguida se besaron y lloraron juntos, hasta que David se desahogó.

42 «Puedes irte tranquilo —dijo Jonatán a David—, pues los dos hemos hecho un juramento eterno en nombre del Señor, pidiéndole que juzgue entre tú y yo, y entre tus descendientes y los míos». Así que David se fue y Jonatán regresó a la ciudad.

David en Nob

21 Cuando David llegó a Nob, fue a ver al sacerdote Ajimélec, quien al encontrarse con David se puso nervioso.

—¿Por qué vienes solo? —preguntó—. ¿Cómo es que nadie te acompaña?

David respondió:

—Vengo por orden del rey, pero nadie debe saber a qué me ha enviado ni cuál es esa orden. En cuanto a mis hombres, ya les he indicado dónde encontrarnos. ¿Qué provisiones tienes a mano? Dame unos cinco panes o algo más que tengas.

—No tengo a la mano pan común y corriente —contestó el sacerdote—. Podría darte el pan consagrado, si es que tus hombres se han abstenido por lo menos de estar con mujeres.

David respondió:

—Te aseguro que, como es la costumbre cuando salimos en una expedición, no hemos tenido contacto con mujeres. Además, mis hombres[d] se consagran incluso en expediciones ordinarias, así que con más razón están consagrados ahora.

Por tanto, el sacerdote entregó a David el pan consagrado, ya que no había otro. Era el pan de la Presencia que había sido quitado de delante del Señor y reemplazado por el pan caliente del día.

Aquel día estaba allí uno de los oficiales de Saúl, que se había quedado detenido ante el Señor. Se trataba de un edomita llamado Doeg, que era jefe de los pastores de Saúl.

David preguntó a Ajimélec:

—¿No tienes a la mano una lanza o una espada? Tan urgente era el encargo del rey que no alcancé a tomar mi espada ni mis otras armas.

El sacerdote respondió:

—Aquí tengo la espada del filisteo Goliat, a quien mataste en el valle de Elá. Está detrás del efod, envuelta en un paño. Puedes llevártela, si quieres. Otras armas no tengo.

—Dámela —dijo David—. ¡Es la mejor que podrías ofrecerme!

David en Gat

10 Ese mismo día David, todavía huyendo de Saúl, se dirigió a Aquis, rey de Gat. 11 Los oficiales dijeron a Aquis:

—¿No es este David, el rey del país? ¿No es él por quien danzaban, y en los cantos decían:

«Saúl mató a sus miles,
    pero David, a sus diez miles»?

12 Al oír esto, David se preocupó y tuvo mucho miedo de Aquis, rey de Gat. 13 Por lo tanto, fingió perder la razón y, en público, comenzó a portarse como un loco, haciendo garabatos en las puertas y dejando que la saliva le corriera por la barba.

14 Aquis dijo entonces a sus oficiales:

—Pero ¿qué, no se fijan? ¡Ese hombre está loco! ¿Para qué me lo traen? 15 ¿Acaso me hacen falta más locos que encima me traen a este para hacer sus locuras en mi presencia? ¡Sáquenlo de mi palacio!

David huye a Adulán y a Mizpa

22 David se fue de Gat y huyó a la cueva de Adulán. Cuando sus hermanos y el resto de la familia se enteraron, fueron a verlo allí. Además, se le unieron muchos otros que estaban en apuros, cargados de deudas o amargados. Así, David llegó a ser el comandante de unos cuatrocientos hombres.

De allí se dirigió a Mizpa, en Moab, y dijo al rey de ese lugar: «Deja que mi padre y mi madre vengan a vivir entre ustedes hasta que yo sepa lo que Dios quiere de mí». Fue así como dejó a sus padres con el rey de Moab, y ellos se quedaron allí todo el tiempo que David permaneció en su refugio.

Pero el profeta Gad dijo a David: «No te quedes en el refugio. Es mejor que regreses a la tierra de Judá». Entonces David se fue de allí y se metió en el bosque de Jaret.

Saúl elimina a los sacerdotes de Nob

Mientras Saúl estaba sentado a la sombra de un tamarisco que había en la colina de Guibeá, se enteró de que David y sus hombres habían sido localizados. Tenía Saúl su lanza en la mano y lo rodeaban todos sus oficiales, a quienes dijo:

—¡Pongan atención, hombres de Benjamín! ¿También ustedes creen que el hijo de Isaí les va a dar tierras y viñedos, y que a todos los va a nombrar comandantes de mil y de cien soldados? ¡Ahora veo por qué todos ustedes conspiran contra mí, y por qué nadie me informa del pacto que mi hijo ha hecho con el hijo de Isaí! Nadie se ha tomado la molestia de avisarme que mi propio hijo instiga a uno de mis súbditos a que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando.

Doeg el edomita, que se encontraba entre los oficiales de Saúl, dijo:

—Yo vi al hijo de Isaí reunirse en Nob con Ajimélec, hijo de Ajitob. 10 Ajimélec consultó al Señor por David y le dio provisiones, y hasta le entregó la espada de Goliat el filisteo.

11 Entonces el rey mandó a llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitob, y a todos sus parientes, que eran sacerdotes en Nob. Cuando llegaron, 12 Saúl dijo:

—Escucha, hijo de Ajitob.

—Diga, mi señor —respondió Ajimélec.

13 —¿Por qué tú y el hijo de Isaí conspiran contra mí? —reclamó Saúl—. Le diste comida y una espada. También consultaste a Dios por él para que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando.

14 Ajimélec respondió al rey:

—¿Quién entre todos los oficiales del rey es tan fiel como su yerno David, jefe de la guardia real y respetado en el palacio? 15 ¿Es acaso esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡Claro que no! No debiera el rey acusarnos ni a mí ni a mi familia, pues de este asunto su servidor no sabe absolutamente nada.

16 —¡Te llegó la hora, Ajimélec! —respondió el rey—. ¡Y no solo a ti, sino a toda tu familia!

17 De inmediato el rey ordenó a los guardias que lo acompañaban:

—¡Maten a los sacerdotes del Señor, pues ellos también se han puesto de parte de David! Sabían que estaba huyendo y sin embargo no me lo dijeron.

Pero los oficiales del rey no se atrevieron a levantar la mano en contra de los sacerdotes del Señor.

18 Así que el rey ordenó a Doeg:

—¡Pues mátalos tú!

Entonces Doeg el edomita se lanzó contra ellos y los mató. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que tenían puesto el efod de tela de lino. 19 Luego fue a Nob, el pueblo de los sacerdotes, y mató a filo de espada a hombres y mujeres, a niños y recién nacidos, y hasta a los bueyes, asnos y ovejas.

20 Sin embargo, un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitob, llamado Abiatar, logró escapar y huyó hasta encontrarse con David. 21 Cuando le informó que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor, 22 David respondió:

—Ya desde aquel día, cuando vi a Doeg en Nob, sabía yo que él le avisaría a Saúl. Yo tengo la culpa de que hayan muerto todos tus parientes. 23 Pero no tengas miedo. Quédate conmigo, que aquí estarás a salvo. El que desea matarme también busca acabar con tu vida.

David libera la ciudad de Queilá

23 Los filisteos atacaron la ciudad de Queilá y saquearon los graneros. Cuando David se enteró de lo sucedido, consultó al Señor:

—¿Debo ir a luchar contra los filisteos?

—Ve —respondió el Señor—, lucha contra los filisteos y libera a Queilá.

Pero los soldados dijeron a David:

—Si aun aquí en Judá vivimos con miedo, ¡cuánto más si vamos a Queilá para atacar al ejército filisteo!

David volvió a consultar al Señor y él respondió:

—Ponte en camino y ve a Queilá, que voy a entregar en tus manos a los filisteos.

Así que David y sus hombres fueron allá y lucharon contra los filisteos, derrotándolos por completo. David se apoderó de los ganados de los filisteos y rescató a los habitantes de la ciudad. Ahora bien, cuando Abiatar, hijo de Ajimélec, huyó a Queilá para refugiarse con David, se llevó consigo el efod.

Saúl persigue a David

Cuando contaron a Saúl que David había ido a Queilá, exclamó: «¡Dios me lo ha entregado! David se ha metido en una ciudad con puertas y cerrojos; no tiene escapatoria». Entonces convocó a todo su ejército para ir a combatir a David y a sus hombres, y sitiar la ciudad de Queilá.

David se enteró de que Saúl tramaba su destrucción. Por tanto, ordenó al sacerdote Abiatar que llevara el efod. 10 Luego David oró:

—Oh Señor, Dios de Israel, yo, tu siervo, sé muy bien que por mi culpa Saúl se propone venir a Queilá para destruirla. 11 ¿Me entregarán los habitantes de esta ciudad en manos de Saúl? ¿Es verdad que Saúl vendrá, según me han dicho? Yo te ruego, Señor, Dios de Israel, que me lo hagas saber.

—Sí, vendrá —respondió el Señor.

12 David volvió a preguntarle:

—¿Nos entregarán los habitantes de Queilá a mí y a mis hombres en manos de Saúl?

Y el Señor contestó:

—Sí, los entregarán.

13 Entonces David y sus hombres, que eran como seiscientos, se fueron de Queilá y anduvieron de un lugar a otro. Cuando le contaron a Saúl que David se había ido de Queilá, decidió suspender la campaña.

14 David se estableció en los refugios del desierto, en los áridos cerros de Zif. Día tras día Saúl lo buscaba, pero Dios no lo entregó en sus manos.

15 Estando David en Hores, en el desierto de Zif, se enteró de que Saúl había salido en su búsqueda con la intención de matarlo. 16 Jonatán, hijo de Saúl, fue a ver a David en Hores y lo animó a seguir confiando en Dios. 17 «No tengas miedo —dijo—, que mi padre no podrá atraparte. Tú vas a ser el rey de Israel y yo seré el segundo al mando. Esto, hasta mi padre lo sabe». 18 Entonces los dos hicieron un pacto en presencia del Señor, después de lo cual Jonatán regresó a su casa y David se quedó en Hores.

19 Los habitantes de Zif fueron a Guibeá y dijeron a Saúl:

—¿No sabe usted que David se ha escondido en nuestro territorio? Está en el monte de Jaquilá, en los refugios de Hores, al sur del desierto. 20 Cuando Su Majestad tenga a bien venir, entregaremos a David en sus manos.

21 —¡Que el Señor los bendiga por tenerme tanta consideración! —respondió Saúl—. 22 Vayan y averigüen bien por dónde anda y quién lo ha visto, pues me han dicho que es muy astuto. 23 Infórmense bien de todos los lugares donde se esconde y tráiganme datos precisos. Entonces yo iré con ustedes y, si es verdad que está en esa región, lo buscaré entre todos los clanes de Judá.

24 Los de Zif se despidieron de Saúl y volvieron a su tierra. Mientras tanto, David y sus hombres se encontraban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur del desierto. 25 Cuando avisaron a David que Saúl y sus hombres venían en su búsqueda, bajó al peñasco del desierto de Maón. Al enterarse de esto, Saúl dirigió la persecución hacia ese lugar.

26 Saúl avanzaba por un costado del monte, mientras que David y sus hombres iban por el otro, apresurándose para escapar. Pero Saúl y sus hombres lo tenían rodeado. Ya estaban a punto de atraparlo, 27 cuando un mensajero llegó y dijo a Saúl: «¡Venga de prisa, que los filisteos están saqueando el país!». 28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y volvió para enfrentarse con los filisteos. Por eso aquel sitio se llama Sela Hamajlecot.[e] 29 Luego David se fue de allí para establecerse en los refugios de Engadi.

David perdona la vida a Saúl

24 Cuando Saúl regresó de perseguir a los filisteos, le informaron que David estaba en el desierto de Engadi. Entonces Saúl tomó consigo tres mil hombres escogidos de todo Israel y se fue por los Peñascos de las Cabras, en busca de David y de sus hombres.

Por el camino, llegó a un corral de ovejas; y como había una cueva en el lugar, entró allí para hacer sus necesidades.[f] David estaba escondido en el fondo de la cueva con sus hombres y estos dijeron:

—En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el Señor cuando te dijo: “Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca”.

David se levantó sin hacer ruido y cortó el borde del manto de Saúl.

Pero le remordió la conciencia por lo que había hecho y dijo a sus hombres:

—¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que ustedes sugieren! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del Señor.

De este modo David contuvo a sus hombres y no les permitió que atacaran a Saúl. Pero una vez que este salió de la cueva para proseguir su camino, David salió de la cueva y gritó:

—¡Majestad, señor mío!

Saúl miró hacia atrás y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó y dijo:

—¿Por qué hace caso usted a los que dicen que yo quiero hacerle daño? 10 Usted podrá ver con sus propios ojos que hoy mismo, en esta cueva, el Señor lo había entregado en mis manos. Mis hombres me incitaban a que lo matara, pero yo respeté su vida y dije: “No puedo alzar la mano contra el rey, porque es el ungido del Señor”. 11 Padre mío, mire usted el borde de su manto que tengo en la mano. Yo corté este pedazo, pero a usted no lo maté. Reconozca que yo no intento hacerle mal ni traicionarlo. Usted, sin embargo, me persigue para quitarme la vida, aunque yo no le he hecho ningún agravio. 12 ¡Que el Señor juzgue entre nosotros dos! ¡Y que el Señor me vengue de usted! Pero mi mano no se alzará contra usted. 13 Como dice el antiguo refrán: “De los malos, la maldad”; por eso mi mano jamás se alzará contra usted.

14 »¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigue? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! 15 ¡Que sea el Señor quien juzgue y dicte la sentencia entre nosotros dos! ¡Que examine mi causa, y me defienda y me libre de usted!».

16 Cuando David terminó de hablar, Saúl dijo:

—David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien me habla!

Y alzando la voz, se echó a llorar.

17 —Has actuado mejor que yo —continuó Saúl—. Me has devuelto bien por mal. 18 Hoy me has hecho reconocer lo bien que me has tratado, pues el Señor me entregó en tus manos y no me mataste. 19 ¿Quién encuentra a su enemigo y le perdona la vida?[g] ¡Que el Señor te recompense por lo bien que me has tratado hoy! 20 Ahora caigo en cuenta de que tú serás el rey y de que consolidarás el reino de Israel. 21 Júrame entonces, por el Señor, que no exterminarás mi descendencia ni borrarás el nombre de mi familia.

22 David se lo juró. Luego Saúl volvió a su palacio, mientras David y sus hombres subieron al refugio.

Footnotes

  1. 19:13 un ídolo familiar. Lit. los terafines; también en v. 16.
  2. 20:25 se sentó enfrente (LXX); se levantó (TM).
  3. 20:41 salió de su escondite. Lit. se levantó del lado del sur.
  4. 21:5 mis hombres. Lit. los utensilios de los jóvenes.
  5. 23:28 En hebreo, Sela Hamajlecot significa peñasco de la despedida.
  6. 24:3 hacer sus necesidades. Lit. cubrirse los pies.
  7. 24:19 le perdona la vida. Lit. lo envía por buen camino.

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