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Planean muy bien sus maldades
y creen tener el plan perfecto;
piensan que nadie los descubrirá.
Por eso, sin que lo esperen,
Dios les disparará sus flechas
y caerán heridos de muerte.
Su propia lengua será su ruina,
y quienes los vean
acabarán burlándose de ellos.

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