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Dicen mientras traman sus delitos:
    «¡Hemos orquestado el plan perfecto!».
    Es cierto, el corazón y la mente del ser humano son astutos.

Pero Dios mismo les lanzará sus flechas
    y los herirá de repente.
Su propia lengua los arruinará,
    y quienes los vean, menearán la cabeza en señal de desprecio.

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