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Él hizo mi boca como una espada afilada.
    Me escondió con la sombra de su mano.
Me convirtió en una flecha pulida
    y me escondió en su aljaba.
Él me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel,
    en ti mostraré mi gloria».
Pero yo pensé: «En vano he trabajado duro;
    para nada me entregué totalmente, sin provecho alguno.
Pero con toda seguridad mi causa está en manos del SEÑOR
    y él decidió darme mi recompensa».

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