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30 Y cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que decía: «Así me habló aquel hombre», fue adonde él estaba; lo encontró con los camellos, junto a la fuente, 31 y le dijo:

—Ven, bendito de Jehová, ¿por qué estás fuera? He preparado la casa, y el lugar para los camellos.

32 Entonces el hombre vino a la casa y Labán desató los camellos; les dio paja y forraje, y a él le dio agua para lavar sus pies, y los pies de los hombres que con él venían.

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