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29-30 Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Cuando este escuchó todo lo que la muchacha les contó, y además vio el pendiente y los brazaletes que llevaba puestos, salió corriendo hacia el pozo, donde todavía estaba el hombre de pie junto a los camellos. 31 Al verlo, le dijo:

―¡Venga, usted, bendito del Señor, y quédese con nosotros! No tiene por qué quedarse aquí afuera. ¡Ya le he preparado un lugar para usted. También hay sitio para los camellos!

32 El criado siguió a Labán a la casa. Luego, Labán les llevó agua, para que el criado y sus acompañantes se lavaran los pies. También les quitó a los camellos las cargas que llevaban y les dio suficiente comida.

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