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Nombró jueces en todas las ciudades más grandes de la nación, y les recomendó: «Miren lo que hacen; no soy yo quien ha hecho nombramiento de jueces sino Dios; y él estará junto a ustedes y los ayudará a ser justos cuando dicten sentencia. Teman al Señor. Ajústense a sus indicaciones. Porque entre los jueces que son de Dios no debe haber injusticia ni parcialidad. Tampoco deben aceptar soborno».

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