Evangelio Viviente
El remedio para el fracaso
Lee Juan 16.1-5
Hay solución al fracaso en la vida cristiana. Si has fallado, entonces has pecado, por tanto, confiesa a Dios tu pecado. La Biblia te dice: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1.9). Pero además afirma: «si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1.7). Dios ha hecho provisión restauradora para ti y para mí.
¿Quieres vivir en victoria? Ríndele tu voluntad a Dios. Lee con detenimiento lo que Dios dice en Oseas 14.1-4. Cambia el nombre de Israel por el tuyo: «Vuelve, oh Israel [pon aquí tu nombre], a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios. No nos librará el asirio [la fuerza humana]; no montaremos en caballos, ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos: Dioses nuestros; porque en ti el huérfano alcanzará misericordia. Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos». Regresa y confía en Él (Lucas 22.42).
Filipenses 1.21 es una sorprendente declaración del apóstol Pablo: «Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia». Él no estaba de vacaciones con su familia en las Bahamas. Pablo estaba preso y esperando la sentencia de labios del César. No obstante, él sabía que Dios estaba en control y que lo importante era que toda su vida fuera un sacrificio vivo ante Dios. Consagra tu vida al Señor. Permite que Cristo viva en ti y obre el propósito de su voluntad por medio de ti (Romanos 12.1, 2).
Lo que no pueda ser un pecado sobre tu conciencia puede ser un peso sobre tu vida cristiana. Echa fuera todo peso que te impide correr la carrera de la vida cristiana. «Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12.1, 2).
Recibe las promesas de Dios. Por ellas eres hecho participante de la naturaleza divina, y capacitado en Cristo para que no seas sin fruto (2 Pedro 1.4-8).
Se constante en permanecer en Cristo. Seguir a Dios no es cosa de un día, ni es una decisión que se fundamenta en las emociones.
Y por último, la vida cristiana victoriosa se vive en humildad. Camina día a día en humildad ante Dios y ante los hombres. Recuerda que la única virtud cristiana que no se puede imitar por mucho tiempo es la verdadera humildad. Santiago 4.6-8 te dice: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros».
Reflexión:
Tendré victoria si permanezco en Cristo pase lo que pase.